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Opinión

11 de Agosto de 2010

Sobre Hidroaysén: La “Patagonia no intervenida” que Daniel Fernández ignora

El canal Refugio, Patagonia chilena.
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Por Rodrigo Parra
Señor Director:
A propósito de Hidroaysén, me ha llamado la atención que el Sr. Daniel Fernández “no sepa dónde está la Patagonia no intervenida”. Evidentemente no está entre Coyhaique y Cochrane, pero debería preocuparse de conocerla, porque la línea de transmisión que pretende construir la atravesará también. Atravesará las dos distintas mitades de la Patagonia. La que él conoce, no sólo está intervenida. Fue destruida, y lo que hoy se ve es la cicatriz. A mediados del siglo pasado una política de Estado fue culpable de la destrucción de media Patagonia chilena.

Al incentivar a los colonos a “hacer campo” mediante el roce a fuego, se generaron incendios intencionales monstruosos, que arrasaban los montes vírgenes, transformando flora y fauna en brasas que dormían bajo la nieve para renacer con los vientos de primavera, consumiendo por años los bosques y el suelo de toda una región, con las consecuencias de erosión, embancamiento de ríos (puerto Aysén), degradación del suelo y el paisaje, en lo que hoy se denomina una “catástrofe ecológica”. En su tiempo se llamaba oportunidades de “hacer un fundo con un fósforo”, y si se salvó Chiloé continental y la costa, fue porque allí nunca para de llover lo suficiente para que dure un incendio.

Hoy, otra política de Estado de corto plazo puede destrozarnos la otra mitad. El libre mercado no puede soportar la imagen de toda esa agua corriendo sin dejar ganancias, al otro lado del canal Moraleda, la isla de Chiloé y la carretera Austral. Y los ejecutivos no imaginan las verdaderas condiciones de ese terreno. He tenido el gusto de vivir allí entre el ’80 y el 2000, y sí, inevitablemente aporté mi cuota de destrucción (a escala humana) que la selva volvió a cubrir.

Quienquiera que conozca de cerca las características de la zona continental entre Aysén y Pto. Montt, se da cuenta de lo irresponsable que sería cortar a lo largo esa zona con una cicatriz de cien metros de ancho para instalar torres de alta tensión. Es un territorio de cordillera con fuertes pendientes, suelos blandos y superficiales y con precipitaciones récord, donde la selva fría virgen alcanza alturas de unos treinta metros, sosteniéndose no sólo en las raíces, sino también en las copas. Si usted corta un árbol, deja de sostener a sus vecinos y no pasará mucho tiempo antes de que se caigan los que están inmediatamente al lado, descubriendo, al levantar sus raíces superficiales, la cordillera. Vendrán las lluvias interminables, y el peso del agua, los fuertes vientos y la gravedad seguirán volteando árboles centenarios y milenarios, dejando la roca desnuda. La madera, hojas y ramas se las llevará el torrente para terminar obstruyendo algún estero por unos años, hasta que un nuevo invierno lo desborde y arrase y siga cambiando el paisaje. Por eso es que hoy la carretera Austral sigue siendo una senda de penetración, y a cada vuelta, se pueden ver restos y cicatrices de puentes y tramos de camino que se llevaron las aguas. Es una naturaleza exuberante, maravillosa, pero demasiado frágil. Y no tiene condiciones para la agricultura ni la ganadería, ni la explotación forestal tradicionales. También, para explotar el ciprés y el alerce, fueron incendiadas miles de hectáreas de laderas y mallines (humedales), y era efectivamente la forma más eficiente de hacerlo. Hoy el desafío es encontrar la clave para el desarrollo sustentable de esa zona, respetando el derecho de las generaciones futuras de conocer y sacar provecho de su singularidad. Respetando, como propuso Evo Morales, los derechos de la Madre Tierra. Destruirla hoy para pasar por allí con millones de KW destinados a abastecer la industria del resto del país y la minería, es una irresponsable ceguera de corto plazo, en el momento en que sus habitantes están empezando recién a tener las herramientas para generar proyectos amigables con el medio ambiente: cultivos no tradicionales con valor agregado, apicultura, turismo, parques, artesanías, cultivos marinos y áreas de manejo, turismo científico y parques marinos, pesca con mosca. Proyectos a escala humana para el disfrute por parte de la humanidad de una reserva de vida y naturaleza que el Homo Urbanus no podría imaginar. Vayan y conózcanlo, aún existe. Y defendámoslo, para que dure más que nosotros.

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