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Opinión

3 de Octubre de 2010

Alejandra Cremaschi, dirigenta del Club de Polo: “Hay que sacar la equitación de los clubes”

Macarena Gallo
Macarena Gallo
Por

• FOTOS: ALEJADRO OLIVARES
Desde que vio la película “Invictus”, la historia de cómo Nelson Mandela intervino para convertir al equipo nacional de rugby -durante décadas un emblema del apartheid- en un símbolo que pudiera unificar a toda la población de Sudáfrica, Alejandra Cremaschi quiso hacer lo mismo en Chile con la equitación. Pero aún no ha conseguido sacar el Club a la calle y es muy difícil que lo haga. Acá cuenta por qué habría que masificar este deporte de elite y cuenta la verdad oculta del club al que pertenece: “No todo lo que brilla es oro. Hay gente del club que necesita de la caridad, porque no tienen plata para comprarse su caballo”, dice.

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¿Cómo nace tu interés en la equitación?
-Desde muy chica me fascinaron los caballos. Siempre, siempre. El olor, el pelo, todo. Mi papá es agricultor de toda la vida y me crié en el campo. Salíamos del colegio y nos llevaban para allá. Me crié sacándole la leche a la vaca. Cuando salí del colegio descubrí que existía la playa. Y los caballos fueron mi mayor atractivo. Éste animal tan grande, por decirlo, con fuerza, pero a la vez tan sumiso y tan entregado, vendría siendo la parte romántica… Cuando chica, soñaba lograr subirme, domarlo y que responda a mis instrucciones. De ahí parte mi equitación. No lo hago a nivel profesional, soy amateur. Estudié una carrera paramédica, soy óptico contactóloga y audioprotesista. Nada qué ver con los caballos. Tal vez si hubiese querido dedicarme a esto, no sé si mis papás lo hubieran aceptado. Porque siempre he sido deportista. Me gusta el aire libre, fui atleta en el colegio, corría los 800 metros en el Estadio Nacional. Pero nunca tuve la oportunidad de desarrollar mi vocación de deportista.

¿Por qué no?
-Mis papás no eran deportistas, a pesar que me llevaban si había una competencia. La equitación se me fue dando por la pasión con que seguía a esta gente que escuchaba, que iban a un club y que tenían algún contacto… No se me hizo nada fácil, pero por ahí dicen que “el que la sigue, la consigue”. Y terminando el colegio, una amiga equis me dijo que la acompañara y me metió en la equitación. Tenía 17 años; fuimos al Paperchase, del que no era socia, y entré de colada.

¿No te pusieron atados? Porque para entrar a un Club tienes que tener mucha plata, no cualquiera puede entrar…
-Creo que veían a esta pobre niñita, que llegaba sola con la amiga, y por ahí siempre había un caballo que no lo iban a montar porque el jinete no llegó. Y al profesor le caí bien y me dejaron entrar. Mis papás decidieron ayudarme y nos hicimos socios. Me compré un caballito, prácticamente me lo regalaron, que no servía mucho porque ya estaba viejito y con él partí a ejercitar.

Igual es caro practicarlo. No todas las familias pueden hacerlo.
-Hay que mantenerlo los 365 días del año. Pero comen pasto, eso lo hace barato. Y si entras en competición, la alimentación pasa a ser la de un atleta y se le da mucho grano, energético, qué sé yo. También depende de dónde lo hagas. Hay gente que acá tiene su parcela y tiene sus caballos en un potrero. Y los alimentas ahí. Obviamente, que una raqueta de tenis o una pelota de fútbol no la alimentas, tiene otro costo. Me preguntarás por qué masificar este deporte. Es caro, pero hay formas de masificarlo y hacerlo más acequible. Estos son sueños y pueden hacerse realidad. Pero hay veces que no. Esperemos que sí, algún día. En Chile es poco masivo y aún está en los clubes. Si no perteneces a un club, tienes pocas posibilidades de proyectarte. Si no tienes plata, no tienes opción. Pero en otras partes, no es así. A nivel amateur, los caballos no tienen que ser fina sangre o traídos de no sé dónde. Yo tengo un caballo chileno, que lo traje del campo y todos mis hijos fueron criados con él, que fue sacado de una yegua rústica y la yegua es buenísima para parir. Mira, todo esto nace, a raíz de una película que vi.

¿Qué película era?
-Una de Nelson Mandela y él, un líder político -yo no soy ni pretendo serlo para nada- que cuando asume había mucho conflicto social y racial en Sudáfrica. Y estaba todo este tema del rugby, un deporte de elite que sólo ejercían los blancos, que no llegaba a la población y no aceptaban que los negros lo practicaran. Y él siendo negro, lo que hace, apoyado por la masa, es decir “lo que necesito es unir esto, no puedo seguir con esta dicotomía”. Y lo que hizo fue llevar el rugby al pueblo. Llevo a todos estos seleccionados campeones, bonitos, rubiecitos, de grandes familias, y los hizo ir a los lugares más necesitados o donde sí querían practicar el deporte. Y de ahí pensé que había que sacar la equitación de los clubes, abrir las puertas.

¿A los morenitos. ¿No es un tanto clasista?
-No. Hay mucha gente que quiere enseñar. Incluso, la gente del mismo club no tiene dónde practicar. Pero sí, hay gente que tiene criadero de caballos o parcelas que puede hacerlo, porque tienen los recursos y las posibilidades. Conozco a una persona, en el sur, que tiene un criadero, con un maestro de equitación y él abrió las puertas para todos los niños de la zona interesados en el deporte, de forma gratuita. Pero hay otros que tienen y lo arriendan también. Es como cuando vas a la plaza y te pasean en caballo, te pasan la montura y al niñito lo pasean.

¿Pero desde tu club, han surgido iniciativas similares a la tuya? ¿O no están ni ahí con que se venga a meter la otra gente?
-Más que nada la iniciativa está dirigida a los socios. El Club no nos acepta traer gente de fuera. Es un club social de socios, donde los dueños son los socios, es cerrado. Pero no le tienen miedo a la gente de otras clases sociales, sino que como es un club cerrado no puede ingresar ni siquiera una amiga mía. No puedo traer a mi mamá a montar, porque no es socia. Pero si ella paga, sí lo podría hacer. Pero tiene que pasar por una aceptación de los socios y si la aceptan, entra como socia. Otra de las iniciativas que me gustaría montar, es que como rama tuviéramos un grupo de caballos para esos socios que no tienen caballos, porque no sólo es equitación acá, también hay tenistas, golfistas, que van al gimnasio o que vienen simplemente a almorzar y que no hacen ningún deporte, que vienen a puro mirar…

Y tener más estatus…
-Sí, no sé, puede ser, hay de todo. Podría ser que ese socio quisiera montar y no quiere comprarse un caballo, pueda hacerlo y que alguien lo enseñara a no caerse. Eso sería bueno para que se abra el deporte, porque cuando hablo de que la equitación sea para todos, estoy diciendo que acá tampoco la equitación es para todos. Porque si el socio no tiene caballo, no puede montar. Si como rama hacemos algo, estaríamos haciendo algo acá, porque la caridad empieza por casa.

¿Por qué? ¿ hay mucho socio que necesita de la caridad?
-Es que es caro comprar un caballo, también. Es un costo caro, porque por lo menos acá en el Club debes tenerlo dentro de las pesebreras. Hay que estarlo limpiando siempre para que no se infecten, porque es como si vivieras en un baño encerrado de tres por tres. Es terrible. Y uno tiene una carga tremenda, porque sé que todos los días tengo que sacar mi caballo, limpiarlo, darle comida, ejercitarlo. Imagínate estar en una cosa enana, es tremendo.

Si ellos no pueden comprarse un caballo, qué le queda al resto que ni siquiera puede optar a uno de palo.
-Claro. Bueno, partí prácticamente en un caballo de palo. Después se me fueron dando las posibilidades y no puedo quejarme. Pero tener un caballo son otras palabras.

Más allá de eso, ¿cómo ves el apoyo a la equitación entregado por el gobierno?
-Ha sido bueno, no excelente, pero uno siempre quisiera más.

AERÓBICA EN LA PINTANA

Haces clases en La Pintana. ¿Cómo ha sido la experiencia?
-Hago unas obras sociales hace muchos años con unas mamás de allá. Voy a hacer clases de aeróbica, nada qué ver con la equitación, y creo que va por ahí mi forma de aportar con mi granito de arena. Es la conciencia social que uno siempre tiene. Con ellas me llevo muy bien. Cuando abrimos el Club, les llevé a todas sus invitaciones. Llegaron con sus familias y sus picnic. Pasaron un día increíble. Esas mujeres son admirables. Para mí, es una inyección de energía. Primero, agradezco todos los días lo que Dios me da. Porque nunca me ha faltado, tengo una familia maravillosa, la posibilidad de tener una gran familia y los recursos para tenerlos en colegios pagados, de venir a este club… Y cuando estoy con ellas, pucha, no sé si la vida me ha preparado para ser lo sacrificadas que son. Es admirable cómo sacan sus matrimonios adelante frente a un montón de dificultades, cómo buscan una mejor educación. Encuentro una injusticia lo que les ha tocado vivir, que existan estas brechas tremendas entre ricos y pobres. Ahora, reconozco que también he viajado harto y he estado en países donde las brechas son mucho más grandes. Nada comparado a nuestra realidad, donde tenemos una clase media maravillosa, preparada, trabajadora.

Tú tienes seis hijos y los recursos para mantenerlos. ¿Qué te pasa con esas familias que tienen la misma cantidad de hijos pero sin la plata?
-Es salvaje. Les pregunto cómo lo hacen y me dicen “bueno, voy a la feria, vendemos nuestras cosas, conseguimos otras”. Uno no es nadie. Pero no sé cómo llegan a tener tantos hijos. Es una falta de educación. Nosotros con mi marido apadrinamos a niños para darle una mejor educación en ese sector. Y, creo, que la educación ayuda porque es insostenible. Pero no sólo es la plata, sino también tener esa tranquilidad para educar… Las dos cosas van de la mano. Imagínate, si ellas tienen que trabajar, en qué momento le dedicas tiempo a ese hijo. A la guagua la necesitas ahí para darle su papa. Cada hijo necesita su tiempo.

¿Qué piensa de los dichos de Ximena Ossandón que dijo que “cuando la mamá pueda estar con su niño, que esté, pero cuando la mamá decida irse a tomar, ir a la playa o tomarse un café con una amiga dejando al niño en nuestras salas, eso es lo que nosotros tenemos que evitar”. ¿No le parece una frase clasista?
-Alguien en su página dijo que yo era pariente de ella, jajajaja. No la conozco. Sé que puso una virgen, porque ella es súper católica, creo. Encuentro que todo el mundo tiene derecho a divertirse. Es parte de uno. Todas necesitamos minutos de relajo, sobre todo esas mamás que se la pasan trabajando. Yo, por ejemplo, voy a La Pintana a darles clases de aeróbica. Lo mío tal vez podría ser superficial, porque no les doy clases de cultura general, pero les doy minutos de recreación que se agradecen. Y es el minuto que ellas usan cuando tienen a los niñitos en el jardín o en el colegio. A pesar que tengo una nana que cuida mis hijos, prefiero estar con ellos porque simplemente lo paso bien con mis hijos. No es un sacrificio. Yo me siento súper identificada con la Iglesia Católica. Soy súper de familia.

¿De las católicas que piensan que las niñas deben resguardar su virginidad hasta el matrimonio?
-Pucha, qué difícil tu pregunta. Soy abierta a las diferentes opiniones. Soy católica de misa de domingo, seguimos el Mes de María en familia, no sé cómo se puede llamar a eso. Seguimos una educación católica para nuestros hijos. Están en colegios Opus Dei, en el Tabancura y Los Andes. No sé si seré como la señora Ossandón… Pero me gusta la educación Opus Dei para mis hijos, me gusta que fortalezcan la parte valórica y religiosa. Sé que es súper conservadora, pero me gusta que santifiquen el trabajo. Por ejemplo, no me considero una mujer waaaa, pero lo que estoy tratando de hacer, lo trato de hacer lo mejor posible. Y en bien de todos. Lucho todos los días por mi matrimonio. Adoro a mi marido y tenemos problemas como cualquier pareja. En estos tiempos que hay crisis en el matrimonio, donde nadie se quiere casar, le hablo a mis hijos y les digo que lo más importante es la familia, porque es la base de la sociedad.

¿Qué te parece que los gays sean los únicos que crean en el matrimonio?
-Sí, fíjate, qué increíble. El mundo está tan cambiado… Me imagino que ellos luchan por lo que creen, por sus creencias y por su.. no sé qué decirte. Para mí, es súper raro. No tengo amigos gay, porque nunca he conocido o no me he dado cuenta, no sé. Ahora hay muchos más de los que uno cree. Nunca he estado cerca de un gay, me han hablado de ellos, pero no comparto eso. Quizás si un hijo me dice “mamá, soy gay”, me voy a caer de la silla y voy a tener que empezar a plantearme la vida diferente, no sé. Capaz que esté viviendo en una burbuja, no sé, pero protejo eso de mi familia, que no es lo que Dios quiso. Él hizo al hombre y a la mujer para quererse, para estar juntos y procrear. No sé si hizo al hombre para el hombre, para estar juntos. No lo veo así.

¿Crees que hay una crisis valórica en la sociedad?
-Sí. Es un ciclo y caemos en cosas así. Si tú sales a mirar en Europa, prácticamente niños hay pocos. La familia se ha perdido, pero siento que ahora están luchando por volver a tener familia. Pero es una lucha fuerte, porque las mujeres están mucho más libres, quieren trabajar, ser profesionales. Estamos mucho más individualistas. No tenemos tiempo. Pero entiendo que eso está bien, porque es parte de un ciclo, donde la mujer quiere destacarse. Pucha, tener hijos también te corta las alas, porque tienes que ser generoso y sacrificarte. Estar en la casa, darle de comer a los hijos, dejar de trabajar por los hijos, perder esos años maravillosos…Y no puedes porque tienes que dedicarte a los hijos.

Pero para eso está la Junji.
-Jajaja. Yo tuve que dejar muchas cosas de lado por mantener a mi familia. Y, obviamente, uno tiene crisis. Ahora tengo un marido espectacular que me ayuda y ha querido que me realice. Él es cero machista. Es un hombre súper moderno, incluso, más que yo, es salvaje. A mí, como dejé de trabajar para cuidar a los niños, me dijo que por último mantenga mi deporte para que tenga mi mente un poquito más despejada. Igual tengo una nana que es maravillosa. Me cocina, me plancha, me ayuda en el cuidado de mis seis niños. Somos felices.

¿Dios está con todos?
-Creo en un Dios bueno que está con todos, incluso con el delincuente, el drogadicto, la prostituta y el gay. Hay muchas preguntas que no tienen respuesta.

PAÍS Y DELINCUENCIA

¿Cómo ves el país?
-Amo a mi país, me encanta. Me siento súper chilena, soy nacionalista, vamos con los huasos chilenos y con las fondas. A mis niñitas las visto de chinitas y se ven raras tan rubiecitas. Soy súper patriota. Ando con la bandera chilena para todos lados. He tenido la suerte de poder viajar a muchos países y encuentro que tenemos un país precioso, con una cordillera hermosa, con gente con una calidad humana, solidarios. Pienso que la clase alta da mucho, pero tal vez no lo anda divulgando. Vivimos en un país bastante tranquilo, relativamente seguro en comparación a otros vecinos. Puedes caminar en las calles tranquilamente.

¿Pero has ido a la Plaza de Armas después de las 10 de la noche?
-Siempre hay lugares extremos. He estado en países donde no puedes salir a la calle si no es con guardaespaldas con metralletas, donde a mis hijos les han puesto una custodia enorme y no somos nadie. Es una cosa horrorosa. Igual acá existe delincuencia, pero estamos a tiempo de controlarla y no la veo tan fuerte. Acá me cuido como cuando tenía 10 años. Mis hijos tienen tarjeta Bip y andan en Transantiago, tal como lo hacía yo cuando andaba del colegio a mi casa. Y con las precauciones mínimas. El delincuente hace su pega, porque necesita, no sé por qué lo hará, y yo me tengo que defender…

¿Cómo lo haces?
-Ando con mi cartera adelante, sin nada que me puedan tironear, y es lo mismo que le digo a mis hijos que anden atentos, agarren su mochila bien…

Y cuándo vas a La Pintana, ¿no te da miedo que te asalten?
-Sí, pero no tanto. Porque ando con ellas y me dicen vamos por aquí, vamos por allá, vamos a mi casa. Me ha tocado acompañar a las señoras a ver sus casas por si les roban, pero nunca he visto nada que me cause miedo. Nunca me han dicho una palabra fea. Pero sé que hay delincuencia y es parte de la vida en que vivimos.

¿Qué te espanta de la sociedad chilena?
-Puede ser que me contradiga. La indiferencia de la sociedad en que me desenvuelvo. Puede que haya gente indiferente, que le tenga miedo al pobre, porque lo relacionan al delincuente. Hay una soberbia tremenda. Pero también es al revés: hay gente que le teme al cuico porque lo encuentran soberbio. A veces, cuando voy para allá, me preguntan de todo… Al final soy persona y moriré de la misma manera que ellos.

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