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20 de Enero de 2024

Crónica de una estafa basada en la fe: los curanderos que a través de “magia blanca” prometen sanar una dolencia a cambio de dinero

Ilustración: Camila Cruz

Sentada frente a las cartas de Elena, de pronto empecé a sugestionarme. Quizás sí me dolía un poco la cabeza. La migraña que estaba inventando para ver qué pasaba si elegía creerle a una curandera que prometía sanarme con "magia blanca", empezaba a confundirme después de media hora de actuación, pidiendo un millón de pesos para sanarme. Una periodista de The Clinic fue a una consulta con una tarotista y a un autodenominado maestro para comprobar un tipo de estafa que crece en Chile, y que tiene casos donde abogados aconsejan querellarse. "Las personas pueden estar en un momento de precariedad emocional, una enfermedad crítica o simplemente, tener un perfil de características que sean más fáciles de convencer", explica la abogada Verónica Saavedra.

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Sentada frente a las cartas de Elena, de pronto empecé a sugestionarme. Quizás sí me dolía un poco la cabeza. La migraña que estaba inventando para ver qué pasaba si elegía creerle a una curandera que prometía sanarme con magia blanca, empezaba a confundirme después de media hora de actuación. Ya había perdido la atención después de muchas explicaciones de por qué, a pesar de que yo era una mujer buena y que creía en Dios, los problemas me perseguirían siempre. Pero me volví a concentrar cuando escuché las palabras “magia negra”. 

—¿Cómo?—pregunté. 

—Lo que más deseas en la vida es tener tu salud. Envidiosa no eres, pero sientes y notas cuando una persona te mira con envidia. Efectivamente, no sé si a tu familia o directamente a ti, tiraron brujería, y brujería de magia negra. Este hechizo no lo puede curar cualquiera, porque en tierra de cementerio te han enterrado. Con grasa humana han hecho una vela, para que así se derrita tu salud y felicidad. Han puesto cosas de valor, no sé qué cosas, para que nada de lo que quieras emprender te resulte. De la manera que lo hicieron, fue para que cuando tú busques a una persona para que te ayude, ocurran mil problemas para que ésta no lo logre— me dice Elena.

—¿Pero quién querría hacerme algo así?— respondí, y de nuevo tuve que hacer el esfuerzo de recordar que no tenía que creer lo que Elena me estaba diciendo.

El día anterior había encontrado su panfleto pegado en la vereda de Nueva Providencia con Manuel Montt. Me habían contado que en la comuna era habitual encontrar volantes de tarotistas y brujas que hacían “amarres de amor”. De suerte, me topé con éste, que decía que podía hacer “todo tipo de trabajos espirituales que se pagan después del resultado”. Perfecto. Tenía que inventar algo que fuera intermedio, no un cáncer, ni mi propia diabetes, pero algo que bien pudiese permanecer en mí, como desaparecer. Una migraña sonaba preciso. 

Llegué a la dirección en Las Condes. El portón negro de la entrada estaba abierto así que entré sin tocar, y antes de la puerta principal, dos camionetas Chevrolet de último modelo. Me abrió la puerta una adolescente que debe haber tenido 15 años y su hermana menor, de probablemente, unos 4. Me hicieron pasar y me pidieron que esperara sentada, que su abuela ya venía, y desaparecieron.

No habían mesas por ninguna parte, solo un living con dos sillones café enfrentados y una mopa tirada después de haber encerado el piso de madera que se extendía sin muebles. Un comedor con un cuadro gigante de La Última Cena impreso en papel, un patio interior con una tele pantalla plana enorme, un parlante gigante de esos que se ponen en las fiestas. Nada más. 

“Ya puedes pasar”, escuché decir a la niña de 15 desde el pasillo, que venía saliendo de una pieza con su hermana en brazos y llorando. Me vino a buscar y me llevó al otro extremo de la casa, a la pieza donde me esperaba Elena. Cuando entré, vi a una mujer canosa con el pelo amarrado en una cola corta, una polera de tirantes gruesos apegada a su cuerpo encorvado, shorts y hawaianas. 

Estaba detrás de una mesa que tenía unas pequeñas velas de colores apiladas, que no habían sido retiradas de sus paquetes de plástico que decía “los 7 arcángeles”. Además, un Buda dorado que movía la mano, una calavera y una foto de la Virgen María del tamaño de una billetera. Le dijo algo en otro idioma a su nieta, que se fue y volvió con un café para ella. Cuando cerró la puerta, le pregunté si su familia venía de Chile, y me dijo “sí, pero soy de ascendencia judía”, pronunciando mal el español. 

—Te pregunto a ti Camila, ¿eres creyente?—comenzó diciendo, como si estuviese enojada, como si quisiera desafiarme. Levantó de la mesa una carta con un ‘Rey de Copas’. La carta pregunta si tienes fe para ayudarte.

—Ya estoy un poco cansada de intentar, no sé en qué puedo creer si ningún doctor me ha ayudado. Pero si tengo que tener fe para sanarme, podría intentarlo— respondí.

Mira, yo no te puedo obligar a hacerte un trabajo, pero para que te lo hagas y funcione, solo necesitas tener la fe del tamaño de un granito de mostaza. Tú lo que necesitas es sanarte con medicina natural y hacerte una limpia. ¿Me entendiste?—, dijo firmemente, y continuó: Quién lo hizo, no interesa, porque ni usted ni yo lo vamos a juzgar. Hay un Dios arriba que juzga. Haz tu siguiente pregunta a las cartas—.

—¿Qué puedo hacer yo para sanarme?—pregunté. 

—No puedes preguntar lo que puedes hacer. Si haces el proceso, yo te voy a decir paso a paso lo que tienes que hacer. Pregúntele otra cosa. Usted ya preguntó qué tiene qué hacer y yo se lo dije tres veces: tiene que hacerse una limpia, sino su cabeza se va a partir como una sandía. Tocaré madera para que no pase eso— y tocó la mesa tres veces con el puño.

Ya habíamos revisado la pirámide entera de las cartas, en las que, falsamente, Elena fue hilando una historia que explicaba que mi migraña era producto de un maleficio que me estaba matando en vida. La carta de “El Colgado” anticipaba que yo misma me quitaría la vida producto del insoportable dolor. Por eso, íbamos a tener que actuar lo antes posible. 

“Como todo en la vida, este trabajo tiene un costo”, me dijo mientras ordenaba las cartas de vuelta en el mazo. “Ahora, aquí no habrá ganancia para mí. Todo lo que cobre lo voy a gastar en usted, y usted después me hará un lindo regalo con pintura—me dijo, luego de inventarle que me dedicaba a pintar cuadros y escribir poemas—.

No fue hasta que insistí tres veces que me dijo de qué se trataban estos materiales. “Son cosas de Dios, santificadas, para las limpias…el chomulón… el ichiruchí —no están en Google—…las Flores de Bach… todas esas cosas”. 

Lo mismo me habían dicho la noche anterior. Que el precio era por santiguar y no por el trabajo mismo que haría el curandero. Que por eso, costaba lo que costaba. 

La plata para Dios

Al “Maestro Martín” lo llamé por teléfono sin saber su nombre antes, pero sí que había inscrito su página web “Amarres y Hechizos de Amor” en 2023. El sitio, a diferencia de la oficina de Elena, tenía varias imágenes esotéricas que daban la sensación de estar comprando una verdadera brujería. Fotos de adivinos con anillos, túnicas y turbantes, cartas del tarot, dados con runas antiguas y bolas de cristal. La foto de un anciano cubierto de collares de cuentas gruesas sentado en un pequeño despacho con libros, platos con imágenes espirituales y un cenicero. 

El link del WhatsApp para contactarles estaba ahí mismo. Eran las diez de la noche, pero se demoraron un minuto en contestar a mi llamado. “Necesito sanar un mal de la salud que me aqueja, yo sé que ustedes hacen amarres de amor, ¿pero podrían ayudarme con esto también?”, escribí. Me respondieron que por supuesto, que mi migraña iba a desaparecer en cuanto hiciésemos el ritual. Me pidieron por el chat mi nombre completo, mi fecha de nacimiento y una fotografía mía sin lentes de sol. Después de eso, inició la llamada. 

Un hombre de voz joven, llena de vida y de acento centroamericano se presentó: “Mucho gusto, hija. Me presento. Mi nombre es el maestro Martín. Aquí efectivamente yo soy un maestro esotérico. Te cuento de antemano hija, llevo ejerciendo, hija realizando esta labor, hace aproximadamente 35 años, ayudando a personas aquí dentro del país y también alrededor del mundo. Hija, ¿correcto?”.

El Maestro Martín no sonaba como un anciano curandero. 

Verónica Saavedra Contreras es abogada privada y trabajó en la Defensoría Penal Pública. Para explicar el esquema de este tipo de delitos, enfatiza en que la jurisprudencia requiere que haya un engaño mediante una “puesta en escena”. “Tiene que haber una situación que se pueda evidenciar. Las conductas que ocupan los curanderos estafadores entran en el tipo de puesta en escena para el engaño. O sea, que al denunciar, debe existir una prueba de que se configuró cualquier tipo de engaño con una transacción“, señala.

El delito, para ser solucionado, exige que haya un detrimento económico, una transacción. “Si a la persona la engañan diciéndole que tiene que entregar información o una foto para que suceda algo, no hay detrimento económico, entonces ahí se hace difícil judicializar la causa. Ahora, si respecto de esa entrega de información hay consecuencias que involucren pasar dinero, puede entrar en el delito”, continúa la abogada.

El Maestro Martín comenzó a preparar el camino para llegar hasta esa transacción. Al momento en que le expliqué lo de la migraña, me dijo que alguien había ejercido magia negra muy fuerte sobre mí. Que quien lo había hecho tenía silueta de mujer, de contextura delgada y pelo castaño. Que fácilmente podía ser alguien de mi círculo más cercano, pero que eso, lo veríamos después. El problema para develar su identidad de inmediato, era que “esta persona trabaja de la mano del espiritismo y se protegió para que no la encontráramos. Pero en el momento que limpiemos todo, sabremos con nombre y apellido quién quitó te quitó la felicidad”. 

La preparación para hacer que depositara dinero por una cura se iba haciendo más evidente. Para Nicole Reinike, especialista en terapia dialéctica conductual de la Universidad de Chile y Salud Avanza, caer en este tipo de estafa no tiene que ver con el nivel de educación de una persona. “Todos somos manipulables, pero existen ciertos indicadores de vulnerabilidad de que uno puede entregarle a los estafadores: el sentirnos acogidos, escuchados, validados frente al discurso. Además, ellos son excelentes lectores de la conducta: usan herramientas como la simpatía, la gentileza y luego reciprocidad en el lenguaje para hacernos sentir ‘validados’. Ahí está la dominación”.

Y si de vulnerabilidades se trata, la preocupación por nuestra salud o la de un ser querido, gana. Pregunté al Maestro si estaba seguro que mi migraña no podía ser algo de mi cuerpo que estuviera enfermándome. “Hijita, mira, si te soy sincero, si fuese algo de tu salud, créeme que ya le hubiesen encontrado una solución. Tú has recurrido a medios médicos —aunque él ignoraba que no he recurrido a ningún médico—, a todo ese tipo de cosas, hija, y por más que tú buscas, no le encuentras una solución a esto, hija. Es que la solución está claramente aquí. ¿De acuerdo? El trabajo que haremos se llama Cataleya —nombre del género de plantas de la familia de las orquídeas, flor clásica de Colombia y Venezuela—. 

“Consiste en hacer una limpieza”, continuó, “una purificación, una liberación, una sanación energética y espiritual y astral sobre ti. Hay que curar esos portales que se han visto afectados por tanta manipulación. Vamos a alinear todos tus chakras, para que toda esa afectación de salud quede en el ayer y que de ahora en adelante, tú puedas ser esa mujer positiva, esa mujer próspera, esa mujer que atraiga todo lo que realmente tu corazón desea y anhela”. 

Bueno, ¿y cómo lo hacemos entonces?”, pregunté. Su respuesta: 200 mil pesos, solo para pagarle a la persona que iba a santiguar de los materiales. De inmediato llegaron tres cuentas: BancoEstado, Santander y Falabella, a nombre de Jhakob Velasques Duque, rut sobre los 20 millones. Ahí estaban los misteriosos materiales de nuevo. 

Hablamos con 10 curanderos en el mismo formato. Todos seguían el patrón de necesitar un depósito bancario, en precios que iban desde los 24 mil pesos hasta los 500 mil. Decían, que necesitaban santiguar plantas del amazonas, velones, tabaco, esencias, santos y toda clase de “cosas de Dios”.

Eso lo permite el formato online, pero el precio presencial, era otra cosa.

Un truque de los curanderos

—Dime Camila, ¿tú eres una persona educada?—preguntó Elena agarrándose la cabeza. 

—Tengo estudios, sí— respondí.

—Entonces dime, ¿qué médico puede curar por internet?—dijo secamente mientras terminaba de poner las cartas sobre la mesa.—Y ten miedo, porque a veces los curanderos online violan, yo misma he acompañado a mujeres a denunciar a la policía. Ahora, yo esto no lo veo nada bien, pero no me quiero equivocar…—, y se quedó pensando en silencio. 

—Traje los 20 mil que me pediste Elena— interrumpí. 

Pero ese es el valor de la consulta, el valor real del trabajo que te voy a tener que hacer cuesta un millón de pesos— dijo.

Y luego señaló que como ella era buena, me lo podía bajar a 500 mil pesos. Le lloriqueé que no tenía esa plata, que iba a tener que pedirle un préstamo a mi madre. Me dijo varias veces que mi mamá quería verme mejor, pero que si se negaba a ayudarme, que no la culpara. La magia negra que podría haber sido depositada primero en ella y después heredada por mi. Quedamos en que iba a conseguirme 250 mil pesos en billetes, y cuando me levanté del asiento Elena se quedó mirando mi vestido. 

“¿De dónde es ese vestido tan lindo?”, dijo, mientras me acercaba a la puerta. Se paró y se puso a una distancia incómodamente cerca, hizo darme una vuelta y evaluó por unos segundos. “¿Y cuánto cuesta?”, volvió a hablar.

Le dije que 50 mil pesos. “Vamos a hacer una cosa. Si tú no puedes traer el dinero, me vas a comprar un vestido igual a éste y me lo vas a traer en parte de pago. Pero esto, va a quedar entre tú y yo, ¿de acuerdo?”.

Me acompañó por el pasillo y pasamos por al lado de tres cuadros de calas que me contó, había traído desde México hace mucho tiempo. “Y un cuadro precioso me vas a pintar de regalo, ¿de acuerdo?”, me dijo al llegar a la puerta. Me despedí, haciéndole saber que haría lo imposible por conseguir el dinero, y antes de que pusiese un pie fuera de la casa, me agarró el brazo, me dio vuelta bruscamente y se acercó a hablarme al oído. 

—¿Tú cuánto dependes económicamente de tus padres?—, susurró. 

—Completamente— respondí, ahora sí, un poco asustada. 

—¿Ves ese cuadro de allá?—, y apuntó al cuadro de La Última Cena impreso en papel sobre su comedor.—Vas a conseguirme un marco para ese cuadro, ¿de acuerdo? Y yo te lo acepto en parte de pago. Dile a tu mamá que si tiene 150 mil o 200 está bien.

Querellarse ante la estafa, siempre

¿Cómo se puede castigar con la justicia una cosa así? En 2015, en el Juzgado de Garantía de Punta Arenas, lograron formalizar a Alan Manrell Díaz y a Cristian Brandstaster Fresard por estafar por 30 millones de pesos a una mujer. Le dijeron que “había sido presa de brujerías y maleficios y que ella y su familia directa estaban en peligro”, según el informe de la fiscalía. A otro lo convenció de que había heredado cáncer de sus padres, y que la única forma de salvarse era la magia blanca a cambio de un millón. El castigo para los estafadores, sin embargo, fue de arraigo nacional y prohibición de contacto con las víctimas. 

“Lamentablemente, estos delitos tienen una pena baja y formas alternativas de término de conflicto. Muchas veces, los imputados tienen que cumplir condiciones reparatorias que no siempre llegan a que se devuelva el dinero”, explica la abogada Verónica Saavedra. Por eso, recomienda siempre prevenir y averiguar antes de hacer una transacción. Pero si la persona ya cayó en la estafa, “siempre es mejor querellar inmediatamente. Si no hay medios, fuerza o dinero para invertir en abogados querellantes, existen organismos estatales en las oficinas jurídicas de las municipalidades. Éstos pueden impulsar una persecución penal a través de una querella, gratis”.

Ahora, para prevenir, siempre se puede tratar de no mostrar nuestra la vulnerabilidad a los estafadores. Aquí no estamos hablando de una vulnerabilidad económica o social”, explica la abogada. “Las personas pueden estar en un momento de precariedad emocional, una enfermedad crítica o simplemente, tener un perfil de características que sean más fáciles de convencer”, añade.

Nicole Reinike refuerza la idea de que el juego con la salud a través del lenguaje y la conducta, es algo especialmente delicado. Pero siempre está la posibilidad de despertar del engaño antes de la situación involucre dinero y se agrave. “Cuando te das cuenta que el curandero está comenzando a insistir, a reiterar en la importancia de las atenciones o incluso, a tratar de hacerse tu amigo, uno puede poner un alto conductual. A eso, se le llama ‘extinguir’. Es una forma de establecer limites volviéndose ‘inútil’ para el estafador. Hay que dejar de prestar atención, de mostrar y contar aspectos de uno mismo y perder el interés”.

—¿Has probado tomando naproxeno de 550 gramos?—, me dijo Elena cuando terminamos de hablar sobre las migrañas. 

—No lo sé…—, respondí.

Los remedios te echan a perder los riñones y a la larga te revienta las venas en la cabeza. Arrodíllate para pedirle a Dios que te permita hacerte la limpia, ¿me entiendes? Porque esto te está privando de toda tu felicidad…— continuó, perdiendo la paciencia.

—O sea, ¿tengo que rezar? ¿O quizás probar algún remedio natural? —, dije riéndome.

Dios dejó las plantas en la Tierra, cada planta sí es cierto… es para muchas cosas… pero usted no puede guiarse por el Facebook, porque puede tomarse una planta equivocada y hacerse una embolia.—

—¿Qué es una embolia?—, pregunté.

—Es un infarto cerebral.

—Pero cómo…

A ver, se lo voy a explicar más fácil. Usted no puede hacerse un trabajo a la pinta suya ni guiarse por lo que le digan. Si usted quiere, usted y yo vivimos cerquita… si usted desconfía de mí, ¿quiere que le muestre el título de mi casa?

—No.

Usted tiene que venir. Yo te limpio, yo te curo, yo te ayudo—, dijo finalmente, sacada de quicio. 

Me fui de la casa de Elena, caminé hasta una plaza y me senté a Googlear qué era una embolia. Significa literalmente, un accidente cardiovascular. Pensé en qué pasaría si yo hubiese llegado con fé de buenas a primeras a visitar a los curanderos estafadores. Me hubiese muerto de miedo. También me estaba empezando a dar cuenta de lo fantasmagórico de toda esta situación: personas que viven una vida normal pero le mienten a la gente, llamadas telefónicas con voces sin nombre. Nada me garantizaba poder agarrar a los estafadores, y si hubiese pagado, probablemente mi plata se hubiese convertido en un fantasma también.

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