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2 de Julio de 2011

El cantante que dejó los himnos canutos por la cumbia marica

Hace unos años Felipe Muñoz (29) rasgueaba su mandolina para alabar al de arriba. Hoy la usa para hacer cumbia social y reivindicar su homosexualidad por años ocultada en la Catedral Evangélica. Este sábado 25 de junio, en Plaza Italia, Felipink abrirá la conmemoración del Día del Orgullo Gay en Chile.

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Por Rodrigo Alvarado / Foto: Alejandro Olivares

A principio de los 90, el pequeño Felipe Muñoz se encuentra agazapado en una orquesta de 600 personas que tocan en el balcón principal de la Catedral Evangélica de Santiago. Como los demás, está religiosamente peinado y lleva la camisa abotonada desde el cuello hasta el último ojal dentro de los pantalones. A veces se le paran los pelos de emoción mientras rasguea su mandolina y suma su voz a la ampulosa melodía que se eleva sobre cinco mil feligreses.

Felipe es feliz en el coro. En pocos años será parte del coro de plantilla oficial, la elite de la orquesta, cien músicos encargados de aprender los arreglos de los himnos y enseñarlos al resto. Sus padres, que antes pertenecían a una pequeña iglesia protestante de San Bernardo, están orgullosos de su hijo, pero intuyen que debajo de tanta espiritualidad hay algo más terrenal que no calza en ninguna de esas armonías.

“A los cinco años sabía que me gustaban los hombres. Cuando veía pornografía digamos que no miraba a la mujer. Pero tuve la capacidad de hacerme el hueón mucho rato y convivir con mi lado B. Debía mantener mi lado A, el evangélico, con camisitas a cuadritos y muy bien portado”, recuerda Felipe, hoy dueño de un peinado new wave, bigotes “Magnum” y chaqueta de cuero ceñida.

Poco más de diez años pasaron para que Felipe hiciera A su lado B y unos cuantos más para cantárselo al mundo como Felipink. El único exponente nacional de cumbia gay y crítica social, cambió la iglesia por la Blondie pero se llevó su mandolina.

CLÓSET Y BULLYING
Felipe Muñoz va trotando por el Parque Bustamente. Atrás lo siguen sus cuatro alumnos del “Physical”, taller de acondicionamiento físico que tituló así en honor a la canción de Olivia Newton John y que se complementa con danza afro, Technotronic y un poco de Pilates con bandas elásticas. Va con una musculosa, short estilo “Pato Yáñez” y muñequeras, igual que en sus presentaciones en que se mueve cual bailarín de Rafaella Carrá.

En el parque no lo molestan, pero una vez, cuenta, lo escupieron de una micro mientras bicicleteaba con su pololo. Lo peor, en todo caso, lo vivió cuando entró al Liceo Ruiz-Tagle de Estación Central. “Fue la peor época de mi vida, me hacían un bullying tremendo, ser gay en el colegio está más abajo en el escalafón que ser el guatón, el flaco, el tonto e incluso el espinilludo del curso”.

Felipink se ríe contando todo lo que él y la religión hicieron para que no fuera gay. El rechazo lo llevó al autoengaño y a pololear con compañeras, hasta que a los 16 años se enamoró de un chiquillo en la Blondie, bailando Bjork. Su mamá lo pilló y lo mandó de vuelta al clóset, previo sermón de Carta a los Romanos, donde Pablo condena las relaciones varón con varón en la antigua Roma.

Entonces partió corriendo a la iglesia y pidió una sanación. “Lo hablé con un guía espiritual, me dijo que debía ayunar para que se me saliera el demonio. Como era importante cumplir con el canon, lo hice. Y cuando caché que no resultó dije: ‘listo, sería todo, chao’ ”.

A los 19 años mandó todo al demonio y vivió los placeres mundanos como Dios manda. Se metió a un taller de danza en la USACH mientras estudiaba publicidad. Allí no tenía a quien engañar, así que una noche partió al pub Bokhara con un compañero que estaba en la misma y dejó el clóset para siempre. “Aproveché que mis papás se separaron y ya no podían predicar con el ejemplo. Además tuve un novio abogado y a ellos les encantó, porque tramitó el divorcio. Mi abuelita me sigue preguntando por él”. Ahora debía cantarlo.

FELIPINK
En Internet hay varios registros de Felipink. La mayoría de mala calidad, salvo un clip muy producido que tiene con el transformista Hija de Perra, “Vagabunda de la lujuria”. Una canción tecno-industrial sobre las enfermedades de transmisión sexual y el sexo seguro. “E.T.S., E.T.S., tú me lo pegaste”, dice el coro de una canción provocativa como su pasado musical.

Felipe se hizo conocido en el underground gay junto a Edwin Oyarce (“Wincy”), como el dúo Pornogolossina. Antes de que “Wincy” se dedicara a dirigir películas bizarras como “Empaná de pino” (protagonizada justamente por Hija de Perra), alcanzaron a expandir su electropunk de trinchera en España y México, a través de algunas radios online, y a tocar en el famoso Club Niceto de Buenos Aires.

“En ese tiempo eran canciones de combate, onda ‘soy gay y qué hueá’”, cuenta Felipink, nombre con el que debutó oficialmente en La Chascona, para el lanzamiento del libro “El final de la fiesta” (2005), de su amigo Pablo Paredes. La presentación estuvo a cargo de Raúl Zurita y luego Felipink despeinó la casa de Neruda cantando y contorneándose al ritmo de esos versos tristes y adolescentes.

Sin “Wincy” al lado, Felipink abrió su corazón a la cumbia más corriente, tristona y social que pudo cantar. Sobre bases hechas con el precario programa Fruity Loops llegó a un estilo híbrido que bautizó como Electro-Atari-Tropical. “Con mucho orgullo”, añade.

Lo tropical lo tenía integrado desde que su nana pasaba la aspiradora y lo electrónico, cuando escuchó a Señor Coconut y González y las Congas Pensantes. Pero faltaba la banda y en sus noches de garzoneo conoció a Los Precisos. Rulo (vibráfono, congas, acordeón) y Cristian Parker (guitarra y bajo de Ropa Americana) lo han acompañado en su recorrido por el Galpón Víctor Jara, la Plaza Baquedano y hasta en las micros del Transantiago, esparciendo la crítica social contra la desigualdad económica, la televisión y los abusos laborales.

Un botón: En 2007 lo echaron de la U. de Santiago, donde trabajaba en Admisión y Comunicaciones Internas. Cuando su jefe fue reemplazado por una periodista recuperada de Alemania y fanática de Quilapayún, él y dos compañeros pasaron a engrosar las cifras de cesantía, previo ejercicio de bullying laboral.

“El trabajo dignifica / qué es lo que eso significa / si en un puesto de trabajo / es tan fácil ser humillado”, canta en el coro de una canción que nació de un despido injustificado y se convirtió en su hit más popular, “Trabajo”. “Y la jefa, momia de izquierda / socialismo de los dientes para afuera / se da el lujo de tratarme como mierda / se le para el culo y te echa”, sigue la canción.

Si a alguien le interesa, Los Precisos son heterosexuales. Y según Felipink, la homosexualidad ya no puede ser el núcleo de sus canciones: “Hay muchas más cosas de qué preocuparse. Los prejuicios de la gente son sólo uno de los temas de los que me interesa hablar. Es cosa de mirar un poco nomás”.

LA DEUDA
Felipink todavía no compone una canción sobre la escandalera que ha despertado el proyecto de Acuerdo de Vida en Común (AVC) en la Iglesia, la UDI y los sectores más conservadores del país.

De que tienen material para hacerlo, no hay duda. A su manera de ver, hoy es posible discutir sobre matrimonio gay “porque el mundo homosexual es más visible, aunque desde una mirada orientada por una necesidad de mercado, del consumo”.

El escritor Pablo Simonetti se ha convertido en el portavoz no oficial de la causa, ¿te sientes representado por él?
-Lo vi en “Tolerancia Cero” y tiene dos cosas súper útiles para entrar en una dinámica de conversación con estas personas: es cuico y se viste y habla como hombre. Ah, y también que es súper calmado. Yo, sentado en esa mesa, hubiese explotado de rabia y me habría mandado una cagada. Entonces él sirve porque las personas pueden aceptar un gay como el de “Machos”, que no se le notaba y que jamás se dio un beso. Es el lado más soft de la homosexualidad. No es lo mismo que un Lemebel, que es una señora, que es hardcore-punk-homosexual. Para ser validado en estos círculos hay que parecer hétero y esa huevada me carga. No puede ser que tenga que entrar en una lógica homogeneizante.

¿Te gustaría casarte?
-Sí, pero para obtener la adopción de un niño. Y también por las protecciones legales. Si hay otra figura que lo posibilite accedería a ella, pero por principios, entendiendo que todos los ciudadanos deben tener la misma batería de derechos, sí, quiero matrimonio homosexual.

¿Cuántos hijos?
-Depende del momento de mi vida. Finalmente es la posibilidad de traspasar tu cosmovisión y criar con mucho amor y creatividad. Criar como no lo hicieron conmigo, con mucho estímulo. Esos que dicen que los homosexuales van a entregar modelos errados, nunca me ha visto, no saben cómo sería yo con mi hijo.

¿Qué crees que imaginan?
-Imaginan al pendejo durmiendo en una pieza y a los padres tendiendo una orgía en el living. Eso imaginan. Qué saben de Cristian y yo que tocamos guitarra y bailamos. El prejuicio de estas personas tiene que ver con el destape que viene de la represión en que hemos vivido, que es muy explosivo y al chancho en ciertas personas. Mientras menos homofobia, esas salidas del clóset van a ser más piolas, más sanas. No vas a necesitar salir porque el niño desde el jardín va saber que ser gay no es algo malo.

¿Cuánto faltaría para eso?
-No lo sé, pero sé que no puedo esperar ese cambio cultural, yo necesito mis derechos ahora. La salida fácil sería irme a San Francisco, adoptar y ser feliz, pero es en mi patria donde eso debe suceder. Se trata de hacer justicia con el pendejo que fue “bullyiado” en el Liceo Ruiz-Tagle de Estación Central. A él se lo debo.

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