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LA CALLE

31 de Agosto de 2011

La cruzada por la mayo casera

“Así como existió el amor antes del sida. También existió la mayonesa antes de la salmonella”. Mauricio Redolés El mundo empieza a desmembrarse en serio cuando, hace algunos años, el envase de las Morochitas deja de ser cartón y se vuelve papel luminoso, los Kapo cambian de sabor, desaparecen los este-oeste (un helado que son […]

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“Así como existió el amor antes del sida. También existió la mayonesa antes de la salmonella”.

Mauricio Redolés

El mundo empieza a desmembrarse en serio cuando, hace algunos años, el envase de las Morochitas deja de ser cartón y se vuelve papel luminoso, los Kapo cambian de sabor, desaparecen los este-oeste (un helado que son dos) y uno suspira -como las señoras- diciendo: “las cosas ya no son lo que eran”.

Pasa el tiempo, viene la resignación, viene la aceptación, viene el olvido.

Pero eso no puede pasar con la mayonesa casera.

Dice wikipedia, de ella: “mayonesa o mahonesa es una salsa emulsionada fría elaborada principalmente a base de huevo entero y aceite vegetal batidos. Generalmente se la sazona con sal, zumo de limón y/o vinagre. Se trata de una salsa de origen español emparentada culinariamente con el alioli…”

Y bla bla bla. Pero a wikipedia, como suele pasar, se le escapa la emoción. La mayonesa es más que una salsa emulsionada fría y no sé qué. Una buena mayonesa -la mayonesa casera- es tan conmovedora que en algunos restaurantes hasta la cobran aparte. Tan conmovedora que nadie se hace el lindo con un cliente diciendo “ketchup casero” o “mostaza casera” (aunque la de la Fuente Alemana es bien buena). Tan, que hasta inspira metáforas del sentimiento amoroso (ma-yo-ne-sa/ella me bate como haciendo mayonesa).

Tanto, que el ministro Mañalich, ese ministro gordito que no puede creer que alguien sea capaz de hacer huelga de hambre, se va a comprar más y más enemigos al prohibir la mayonesa hecha con huevos frescos en los restoranes, locales, kioskitos de Santiago.

“Sin mayo no hay sándwich”

Jaime Rubilar Flores sonríe con su diente de oro detrás de un letrero que dice “La picá de Jaime” -calle Ingeniero Obrecht con Franklin-, abre un tarro y muestra un polvito blanco/amarillo

-Es huevo pasteurizado. Vino hasta Chilevisión a preguntarme.

Decir huevo pasteurizado es como decir bolaca cuando uno es chico y está jugando a la pinta. Nadie puede hacerte nada. De huevo pasteurizado se hace la mayonesa de la Fuente Alemana, el Dominó y etcétera, etcétera. Lo más parecido a una mayonesa casera que no puede ser prohibida.

-Antes hacíamos la mayonesa con el huevo líquido-, vuelve a decir Jaime.

-¿Qué pasó?
-Había que tener un producto certificado.

-¿Y cuál mayonesa es más rica?
-Ésta la encuentran buena. La otra también la encuentran rica.

-¿Y usted qué dice?
-La otra.

A Miguel Angel Millán, el vecino de Jaime, le gustan las frases cortitas y secas. Fríe las pulpas de cerdo en su local, “El pobre Guido”, y dice: “El cliente viene por el lomo y por la mayo”. Sigue friendo: “La mayonesa que no es casera es mala. Mala. Mala”. Fríe más: “Sin mayo no hay sándwich”.

Pasteurizados versus caseros-caseros

El mundo de la mayonesa no es solidario.

Ahora estamos en Chile España con Irarrázaval en uno de los tantos Tío Manolo que existen después de que desapareciera el de Maratón con Rodrigo de Araya y, Piare, la sobrina del tío Manolo, con la seguridad de su mayo pasteurizada, dice:

-Es bueno que prohíban esa mayonesa que se hace del huevo líquido.

Ahora estamos en la Fuente Alemana de la Alameda y su administrador, seguro en su pasteurizada, dice:

-Cuando pasan estas cosas a nosotros nos va mejor.

Ahora estamos en un carrito de completo de Pío Nono, al frente de la facultad de Derecho de la Chile, y una señora -segura en su mayo en bolsa- dice:

-A mí me da lo mismo si la quitan o no la quitan porque a mí no me van a perjudicar.

Hay otro carrito de completo en Pío Nono. La dueña se llama Virginia. Virginia Gaete. Abre una especie de cooler, muestra mayonesa envasada, explica:

-¿Sabe qué pasa? Nadie le va a decir: “Yo hago mayonesa casera”. Menos ahora.

Dolor de guata

En el bordecito de la Plaza de Armas hay una fila de lugares para comer completo en los que nadie quiere decir nada. Tienen que llamar a la administradora para responder preguntas, dicen -cuidándose- los empleados y, cuando llega la administradora -de invariable rubio teñido- dice:

-No es que no es que no hablamos de eso.

-Es que la dueña no nos deja hablar-, cuenta para explicar por qué no puede decir su nombre, uno de los tantos tipos que atiende uno de los no sé cuántos localcitos de nombre “A tope” que hay ahí.

-¿Han hablado acá del tipo que se murió intoxicado en Peñalolén?
-Se habrá muerto de otra cosa ¿no?.

Alberto Carrasco está comiendo un completo tres puestos más allá. Y cree que el muerto de Peñalolén murió de mayonesa, pero le da lo mismo.

-Es mala cuea. Yo puedo cruzar la calle y me puedo morir porque me pueden atropellar. Él se terció con la muerte no más. Es lo mismo que una micro atropelle a alguien. No van a andar prohibiendo las micros ¿o no?

Una mujer que hace completos asiente. Alberto asiente para sí mismo y razona:

-¿Y qué? Si a lo más me va a doler un poco la guata.

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