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Mundo

29 de Enero de 2012

Quería tatuarse los 151 Pokémon en la espalda y no se atrevió

Un joven ecuatoriano había desafiado a sus amigos y a todos los cibernéticos: Si llegaba al millón de seguidores en Facebook, llevaría por siempre en su piel los personajes del animé. A pesar de haber ganado la apuesta, no quiso saber nada con las agujas y la pintura.

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La historia verídica de José Eduardo Romero, el pibe ecuatoriano que prometió lo que no pudo cumplir. Pikachu, Charmender, Bulbasaur y el resto de sus 148 amiguitos de animé penetrarían bien hondo en su piel, uno a uno. Cubrirían su espalda con tinta eterna en un mega tatuaje que apostó a llevar con orgullo (o no) el resto de su vida.

Todo por una promesa: “Si se meten 1.000.000, yo José Romero me tatúo los 151 Pokemon en la espalda”. Ese fue el nombre que el chico ecuatoriano decidió ponerle a su grupo de Facebook, hace más de dos años.

Lo que nunca imaginó es que el público lo recibiría con gran aceptación, deseosos de ver hasta dónde se es capaz de llegar por acariciar el éxito.

Se trataba casi de una cuestión moral, de prometer y cumplir, y por qué no de hurgar en lo más insólito e ingenuo de un usuario que con tamaña campaña, lejos estaba de recibirse de agente de marketing.

Solo en un día, en el sitio le habían dado su apoyo más de 50 mil fans. Es más, la bola de posts compartidos se hizo tan grande que en menos de una semana llegó al medio millón.

José no lo podía creer. Hasta tuvo miedo, motivo por el cual tuvo la decisión más desacertada de su vida cibernética: cerrar el perfil y “darse a la fuga”. Por eso pasó a ser el más buscado y el blanco de burlas de decenas de miles de usuarios que, de alguna manera, se habían sentido decepcionados por la “mariconeada”.

Así se desató la catarata de ocurrencias. “Vamos a matar al conchedesumadre si no se tatúa los 151 Pokemon” o “Queremos que José Romero se tatúe los 151 Pokemon + los 300 nuevos xd”, fueron algunos de los grupos de Facebook que se crearon en rechazo al recule.

Algunos fueron por más y juraron venganza explícita: “Si se meten 500.000, viajo a Ecuador y me garcho a la madre de José Romero”, “Si José Romero no cumple lo raptamos y se los tatuamos en el orto” o “José Romero un tatoo de Pikachu en el culo y somos felices”.

Nadie sabe qué fue de la vida del pibe. Nunca se lo conoció más que por el nombre y su anonimato fue cuidado por sus amigos más íntimos. Hasta se dice que estuvo “guardado” por un tiempo, por temor a las represalias.

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