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Opinión

26 de Agosto de 2012

Ecce Homo ¡Cómo te banco Cecilia!

El Evangelio según San Juan cuenta que cuando Poncio Pilatos presentó a un lacerado Jesús ante la muchedumbre para que ésta decidiera el desempate fatal con Barrabás, pronunció las siguientes palabras: “Ecce Homo” o en cristiano “He aquí el hombre” (Jn, 19-5). Desde entonces, ese momento histórico que da inicio al Vía Crucis, ha sido […]

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El Evangelio según San Juan cuenta que cuando Poncio Pilatos presentó a un lacerado Jesús ante la muchedumbre para que ésta decidiera el desempate fatal con Barrabás, pronunció las siguientes palabras: “Ecce Homo” o en cristiano “He aquí el hombre” (Jn, 19-5). Desde entonces, ese momento histórico que da inicio al Vía Crucis, ha sido retratado por innumerables autores bajo una lógica única: la imagen más cruel gana.

Quienes fuimos educados en colegios de raíz cristiana –o bajo el amparo de familias creyentes y practicantes- aprendimos desde muy pequeños que aquel hombre de la foto, fresco, o estatua y que aparece torturado, ensangrentado y sin posibilidad alguna de clemencia, había muerto por todos nosotros. Por ti, por mi, por toda la humanidad. Y aunque jamás nos dimos por enterado de los hechos, ya que el asunto había sucedido más de 2000 mil años atrás, éramos directamente responsables de esa agonía, pues lo que había provocado todo el meollo, resultaban ser nuestros pecados. Algo así como una ilegal “culpabilidad retroactiva”.

No sé si es normal o sano que una religión tenga como símbolo principal un instrumento de muerte como es la cruz. Me confunde. Suena como si la Democracia y la división de los poderes de Estado, se la debiésemos a la Guillotina de la Revolución Francesa. Sin embargo, ahí está: en los muros de cada hogar, en iglesias, oficinas, calles, grutas y carreteras. En todas partes: Un hombre muerto yace clavado y con señales de violencia tan extrema que parece salida de un ajuste de cuentas entre carteles de narcos.

Por esa razón, cuando vi la restauración de la anciana española Cecilia Giménez al “Ecce Homo” de su parroquia, no pude más que reír. Y luego reír. Y después de eso, seguir riendo. Es más, me he pillado a carcajada limpia en la calle sin parar, con sólo recordar la propuesta que causó el incidente. Y la verdad es que después de compartir la imagen –y sus derivados- con mis amigos y familia y reír en conjunto, me di cuenta que había algo más que una inocente pero pésima restauración de la pintura. Un punto mucho más poderoso y que tiene a medio mundo cautivo con su supuesto error: se trata ni más ni menos que la crueldad cristiana derrotada.

Y cómo no, si la figura de un Jesús “gore” original, muriendo por mis pecados, POR MI CULPA, POR MI SALVACIÓN ETERNA y PERSONAL o como sea, fue sustituida por la de un tipo gordo, algo andrógino, o parecido a mis primos o amigos, mirando algo asustado pero no perplejo… Como queriendo decir: “Joder, me pillaste comiendo Jamón Serrano… Lo trago y te atiendo al toque”.

Río porque la perfección física del Hijo de Dios –y que sugiere que para el cristianismo la belleza es un don, como también que las vírgenes son buenas mujeres- fue bajada a terreno para mostrarnos un Jesús crespo, tal como debió ser su aspecto, o el de cualquier judío o palestino que se aprecie en serlo. Y a pesar que Cecilia Giménez intentó una corona de espinas, lo que finalmente resultó fue un hirsutismo de medio oriente. ¡Un gran acierto!

Pero como los caminos de DIOS son misteriosos, sucedió un milagro muy personal: Yo, el porfiado agnóstico comencé a mirar de mejor forma la figura de Jesús. Ya no como una sufrida víctima de Black Mamba sino como un hombre cualquiera, más parecido a los pescadores de mi puerto que a la colección de arios que en Semana Santa se toman la pantalla con tanto racismo technicolor. Reía con Cecilia como también de y con Jesús. Una santísima casualidad.

Se me ocurrió entonces que por el bien de la humanidad, por la sensatez y sentido de realidad, por la reconfiguración de una FE que signifique alegría, risa y jamás culpa, exigir desde esta tribuna que esa maravillosa reinterpretación de Giménez no sea tocada. Y que la imagen original “arruinada” se largue al Infierno de Dante desde donde parece haber escapado.

Hoy supe que la pobre anciana está internada por un cuadro de angustia extrema. Qué lástima. ¡Sólo deseo que se recupere pronto y espere a que la cultura pop -que hoy le da la más cálida bienvenida- sea prodiga en el uso de su obra para la creación en poleras, carpetas, vasos, libros, cortinas de baño y cuanto objeto exista con posibilidad del mercantilismo! Ese quizás será su propio milagro; su Jesús Personal.

Finalmente, no me queda más que darle las gracias. Aún sigo riendo con su trabajo y con cada risa que resuena entre estas paredes, me voy liberando del terror tan infantil y profundo en el que fui educado.
Por eso y por todo lo que viene solo me resta decirle: Ecce Homo ¡Cómo te banco Cecilia!

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