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30 de Marzo de 2024

¿Existió Jesús? Cuatro académicos chilenos relatan teorías de fe que lo definen desde una divinidad hasta un hombre con una experiencia mística

Ilustración: Camila Cruz

La gran pregunta sin respuesta. En este reportaje, 4 especialistas de la Historia, la Filosofía, las Ciencias biológicas y de la mente y la Teología, plantean el diálogo que se ha construido sobre la existencia de Jesús. “Hay que ser precisos en que la ciencia no prueba su existencia, pero tampoco la rechaza", dicen desde la Bioética. Mientras que desde la Filosofía, argumentan que hay que dejar de creer que "la fe es una decisión subjetiva, sentimental y ciega, porque los seres racionales pueden tener fe”. En The Clinic, revisamos con ellos ideas que van desde que Jesús fue hombre y divinidad a la vez, a la teoría era un carpintero con una vida normal. Hasta que comenzó a escuchar voces. "Lo interesante es que si hubieron alucinaciones, también hubo una capacidad de estructurar esas creencias para construir un credo y difundirlo a través de la palabra", comentan desde la neuro-ciencia.

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Esta puede ser una de las preguntas últimas más complejas que ha tenido la humanidad en su historia. Además, el tema de la fe en Jesús tiene hoy un contexto en que el concepto de la verdad es problemático. De hecho, la ‘posverdad’ tomó la delantera. Oxford la definió en 2016 como el momento en que “los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales”. Si de pasión se trata, ¿dónde entra la existencia de Cristo en esta lógica?

Los cuatro especialistas consultados para este debate han tenido que surfear la fe y la razón. Pamela Chávez, Doctora en Filosofía en Ética y Máster en Bioética de la Universidad de Chile, cuenta que la primera vez que se hizo esta pregunta fue a los 12 años. Mientras aprendía rezos y cantos por su educación católica, no podía evitar pensar si realmente había alguien ahí escuchando. O si solo le hablaba a la pared. “El ateo, para serlo, tiene que haber dudado alguna vez: ‘¿Y si Jesús fuera cierto?’, se pregunta. El creyente, también duda: ‘¿Qué pasa si todo esto fue un engaño?’”, explica.

La época más álgida para el sí o el no fue en el siglo XIX. El filósofo alemán Arthur Drews provocó una división colosal entre los académicos al publicar “El Mito de Cristo”. La balanza de su existencia se inclinaba entre dos opciones. El Cristo de Drews, que era un mito divino, alegórico, celestial, inexistente. Y la respuesta de los historiadores: un profeta terrenal de carne y hueso. 

“Sería muy pasado de moda que alguien quisiera demostrar la inexistencia de Jesús a como de lugar”, dice Samuel Fernández. Es profesor de la Facultad de Teología UC y miembro de la Academia Chilena de Historia por su investigación en literatura cristiana antigua. “Lo que sí tenemos son los datos que nos han permitido llegar hasta una puerta para tomar una decisión: creer o no creer”, continúa. 

Para él, la fe se parece más a un cuadro impresionista que a una foto, según define. Una obra llena de interpretaciones. “No porque no exista como una realidad fija y recordable, va a ser menos confiable que un gen o una frase escrita en piedra durante el siglo I”. Pamela Chávez, quien además es profesora en el Instituto de Filosofía UC, cree que las pruebas de su existencia no tienen por qué ser interpretativas. “Tendemos a pensar que la fe es una decisión subjetiva, sentimental y ciega, pero no es así. Solo los seres racionales pueden tener fe”, dice. 

Entonces fe y razón, juntas, “son la confluencia entre la historia que nos han contado y las evidencias que hemos encontrado”, dice la especialista, abogando porque bajo esta lógica, Jesús sí existió. 

Lo enigmático está en las pruebas. 

La ciencia no prueba, pero no contradice tampoco

La Biblia dice que una noche, Jesús caminó sobre el agua porque vio que la barca de unos pescadores se enfrentaba al azote de las olas y el viento —según Mateo—. ¿Fábula o verdad? Pamela Chávez dice que para abordar la existencia de Jesús y también los datos sobre su verdadera identidad, ella usa el Principio de No Contradicción. “Algo que no es contradictorio se puede racionalizar. Si pensamos en Jesus como el hijo del creador del cielo y la Tierra, no sería contradictorio pensar que pudo caminar sobre el agua”, dice. 

¿Pero cómo saber si pasó o no? Juan Larraín, profesor de la facultad de Ciencias Biológicas UC y director del Instituto de Éticas aplicadas, ha hecho una carrera científica donde la existencia de las cosas está basada en la evidencia empírica. Pero también está de acuerdo con el Principio de No Contradicción. “Hay que ser precisos en que la ciencia no prueba la existencia de Dios. Pero tampoco la rechaza. Lo que hace es entregar la posibilidad de un diálogo fluido para encontrar una respuesta”, dice. 

Pasó algo parecido con el Big Bang y Dios, según ejemplifica el especialista. Las pruebas de que la explosión sucedió para crear el universo están. Lo siguiente que nos preguntamos es, en efecto, quién provocó esa explosión. Y de eso no hay pruebas. Pero sí dudas, que dan espacio a que la existencia de un creador omnipresente sea posible. “Una evidencia que no puede contradecir la existencia de Dios, deja datos para que sigamos discutiendo”, agrega. 

Ahora, si Jesús fue o no fue, es más complejo. Las pruebas que hay hasta el momento figuran desde el Nuevo Testamento hasta los hallazgos arqueológicos que se condicen con la historia contada en ese texto. “No hay evidencia biológica o genética recogida que sea creíble para decir que Cristo existió. Nadie ha hecho un examen a la sangre de una eventual persona que podría haber sido él”, explica Larraín, bioquímico y PhD en Biología Celular y Molecular.

Pero la tumba en Jerusalén, las ciudades enterradas que datan de la presencia judía en el siglo I o el registro que se encontró de los Credos de los Apóstoles en el siglo II, coinciden con la historia contada en textos que datan del año 50. Entre ellos, el Nuevo Testamento. 

El Cristo que ha sido recordado 

La primera prueba registrada ,según el historiador norteamericano John P. Meier, fue un texto del año 93 d.C escrito por Flavio Josefo. Él era un historiador judío romanizado que vivió entre el 37 y el 110 d.C. Dejó como testimonio el libro Testimonium Flavianum: “Por este tiempo apareció Jesús, un hombre sabio —si es que es correcto llamarlo hombre—, ya que fue un hacedor de milagros impactantes. Un maestro para los hombres que reciben la verdad con gozo. Atrajo hacia Él a muchos judíos y a muchos gentiles además. Era el Cristo”, se lee en las páginas.

Para Fernández, Jesús podría haber sido mítico e histórico, al mismo tiempo. Cuenta que hace algunos años leyó un texto anglicano llamado “El Jesús Recordado”. El libro plantea que, en el fondo, el único Jesús al que tenemos acceso es el que es recordado a través de una comunidad humana. 

“Todo lo que sabemos de los personajes de esa época representan un ínfimo 1% de lo que realmente pasó. Por ejemplo, los testimonios de la existencia de Poncio Pilato solo vienen de fuentes cristianas”, cuenta Fernández. Salvo por una inscripción en una piedra, que puede haber sido anterior a la fundación de la religión”. Quien recuerda y registra, construye pruebas que no son una suma o un cero. “Son el mensaje mismo. Lo divino y lo humano, no son opuestos”, agrega.

¿Y la sangre de Cristo recolectada en una botella que se exhibe en la Basílica de la Santa Sangre en Brujas, Bélgica? ¿O los pedazos de la cruz que Juan Calvino decía que podían llenar un barco de carga? “Hubo muchas reliquias que nacieron en la época de las Cruzadas en Europa”, cuenta Samuel Fernández. “Así empezó la percepción de que Jesús había tenido contacto con cosas concretas”. 

Y es que el recuerdo es la forma en la que sustentamos el sentido. Es aquello que vimos. O aquello que vimos, que otros vieron. ¿Pero es suficiente el recuerdo para probar la existencia de Jesús? Lo que nos cuentan se puede arraigar en nuestras creencias como la respuesta a la falta de contradicción, a ese espacio donde “cabe una posibilidad”. El neuro-científico y PHD de la Universidad de Chile, Esteban González (que ha pedido no poner su nombre real para este reportaje sino su seudónimo), cree que es posible que Jesús haya sido un hombre. Y que alucinaba.

Un hombre de carne, hueso y que escuchaba cosas

“Sí, Jesús debe haber sido un hombre de carne y hueso. Pero si hoy alguien dice que escucha cosas y que va a ir al desierto 40 días a pelear con el diablo, lo más probable es que recibiría un antipsicótico. No me puedo imaginar cómo sería de otra forma”, comienza diciendo el especialista. En su carrera por el estudio de la psicosis y el efecto agudo de las drogas psicoactivas en el cerebro, se topó un día con los escritos de Daniel Paul Schreber. Y se fascinó.

Schreber era un paciente psiquiátrico. Fue el presidente de la Corte Suprema de Sajonia a finales del siglo XIX, por eso Freud y Lacan lo mencionaban mucho en sus escritos. Durante uno de sus brotes esquizofrénicos, creó una mitología donde él se iba a transformar en una especie de ‘portador de Dios’ e iba a parir al mesías. “Lo interesante, es que dentro de sus alucinaciones, el tipo fue bastante estructurado como para construir un credo y difundirlo a través de la palabra”, dice el especialista.

“Si Jesús tenía una vida de carpintero relativamente normal, y de repente se va al descampado a hablar con voces, uno puede ver el brote psicótico en que su relato está lleno de creencias que van más allá de la información socialmente validada y reconocida. Pero para los pacientes, ya se han transformado en saberes indubitables”, agrega.

Como la existencia de Dios, por ejemplo. El neuro-científico cree que Jesús existió como un hombre que movilizó a millones. De ser real su diálogo con Dios, Jesús podría haber estado en un estado que llamado TREMA, según explica el especialista. Éste se define como el momento de transición de un paciente que está entrando en una enfermedad de la mente y la alucinación. “Los pacientes empiezan a sentir que algo raro está pasando pero no saben muy bien qué. Andan angustiados, se empiezan a aislar, dejan de bañarse, se vayan a deambular por días y dejan de comer. Comienzan a escuchar voces, a hablarle a los animales… A crear sus propias verdades”.

El flujo de datos hacia una respuesta

Ahora, si Jesús existió y tuvo una experiencia mística es una cosa. Otra, es que la religión esté basada en ese momento. Para Esteban González, el catolicismo y su mitología vienen después de Cristo. “La magia, la cárcel del alma y que el cuerpo es pecaminoso viene del mensaje que se construyó posteriormente, con San Pablo. O la figura del Papa por ejemplo, que nació en la época de Constantino, probablemente como una estrategia para que no se acabara el imperio”, señala.

Juan Larraín, desde la biología, considera que para afirmar una teoría como ésta, se necesitarían pruebas a la altura del diagnóstico. “No conozco evidencias de esa índole. Nadie ha recogido el informe psiquiátrico de Cristo, o la entrevista que le hizo un profesional para haberlo diagnosticado”, explica, a lo que Samuel Fernández agrega que “no se trata tanto de saber o no saber. Se trata de los pasos que seguimos a partir de una explicación que nos parece más razonable que la que tuvimos anteriormente”. 

La valentía para cambiar de opinión en este diálogo infinito, es lo que Fernández cree que se siga investigando la existencia de Jesús como hombre y divinidad. “No creo que exista ningún historiador capaz de afirmar hoy de manera categórica que Jesús no existió. No sería profesional tampoco”, concluye. 

El estudio IPSOS “Religion Global 2023” muestra que el 52% de los chilenos “cree en Dios como se describe en las Sagradas Escrituras”. Pero un 24% dice que cree en un espíritu superior pero no como lo han retratado. El resto, queda en manos de las nuevas generaciones. La Encuesta Nacional Bicentenario 2021 publicó que el 41% de los jóvenes entre 18 y 24 años eligieron vivir sin religión o ser ateos. ¿Las razones? “No necesito de Dios ni de la Iglesia; No quiero una institución que me coarte; No quiero ser parte de una institución incoherente”. 

Lo que es coherente y lo que no, también depende de un flujo de datos que sigue construyéndose. González termina abogando por la amplia gama de posibilidades que caracterizan las creencias sin respuesta. “Hablaba con un amigo musulmán que es bien creyente y científico al mismo tiempo. El argumento terminaba siendo que, el hecho de que uno perciba voces producto de una patología, no significa que esas voces no estén reflejando lo que Dios está tratando de decirte. Podría ser, que el cerebro se ha vuelto más sensible a la comunicación extra sensorial producto de la enfermedad”, concluye.

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