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Opinión

18 de Noviembre de 2012

“Gabo está ahora desgraciadamente en otro planeta”

Es el periodista más famoso de Colombia y ha construido su carrera en base al humor. Medio en broma, medio en serio, cuenta sus proyecciones sobre las charlas de paz en su país, recuerda algunas anécdotas con su amigo Gabriel García Márquez y revive el conflicto que vivió cuando a su hermano Ernesto se le dio por ser presidente. Este es Daniel Samper.

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Daniel Samper Pizano se parece a Quino. Se parece también a casi cualquier músico de Les Luthiers. Se parece a casi cualquier calvo con gafas y barbita de periodista que es periodista. Se parece también a los primeros porque escogió el camino del humor para hacer reir a Colombia, un país que pareciera nunca haber vivido en paz.

Hace más de 20 años vive en Madrid. Se fue a la fuerza. O se iba o lo mataban fue la amenaza a fines de los 80s, cuando la guerra entre el Estado y los narcos estaba en su momento más duro. Dice que no se quedó allá, que se ha ido quedando. “Así somos los colombianos, no se separan, se van separando. Y dicen ‘no yo llevo 30 años separándome de mi mujer, pero esto tiene que ser despacio’ y ya tiene con la otra mujer 4 hijos en la univesidad y dice ‘no, esto no puede ir rápido’. Bueno, yo nunca me he quedado en España, me he ido quedando”.

Y sí, se fue pero no mucho: desde España siguió ejerciendo como periodista, quizás el más influyente de Colombia y parte de una de las familias de la élite intelectual del país. Su abuelo fue periodista, su hermano fue presidente, su hijo montó la revista Soho que combina a modelos empelota con periodismo narrativo. El está a un par de años de cumplir medio siglo de trabajo como periodista en El Tiempo.

En Santiago por invitación de la Universidad Diego Portales, Samper recuerda su papel en un operativo humanitario para liberar a un grupo de secuestrados por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia en el 2009, cuando integró una misión del grupo Colombianos y Colombianas por la paz encabezado por Piedad Córdoba. “Me fue mal porque rescatamos a cuatro rehenes y luego nos hizo una trampa el actual presidente, nos mandó aviones, que eso está totalmente prohibido. Los mandó por hacerse el vivo y casi acaba con la misión. Habríamos podido terminar de rehenes nosotros o habría podido no entregar los secuestrados las Farc. Por fortuna tuvimos una conversación franca y les dijimos ‘no sean ustedes los que van a abortar esto, que sea el gobierno’”.

Quizás por ese encuentro con las Farc es que tiene un optimismo moderado sobre el proceso de paz que el gobierno de Bogotá y la guerrilla deberán iniciar el lunes en La Habana.

-Tengo la idea de que cuando se destapa esto, abajo ya había una masa fuerte de conversaciones. Santos está hace dos años y esto se destapa hace dos meses, entonces cuando esto ocurre no estaban empezando las conversaciones, ya había una masa sólida de charlas y de acuerdos, es lo que yo pienso que ha pasado. Entonces me da buena impresión lo que sospecho más que lo que sé. Que es que hay algo importante conversado. Para que hayan ido los guerrilleros a Cuba, para se hubiera metido Chávez, Fidel y Chile como observador es porque hay una cosa interesante ahí.

¿La guerrilla puede confiar en que no les va a pasar lo que les pasó durante los 80s con la Unión Patriótica, cuando trataron de hacer un partido y fueron asesinados?
– Hay dos temores ahí. Uno es si en algún momento les van a hacer una trampa y agruparlos a todos en un lugar y bombardearlos, y otra es que cuando entreguen las armas y se incorporen a la vida civil les ocurra lo que les ocurrió a los guerrilleros liberales que se entregaron en tiempos de (Gustavo) Rojas Pinilla, o lo que le ocurrió a la UP. Evidentemente es un peligro, y espero que tomen medidas y que algunos países ofrezcan una especie de fondo de garantía para que esto no ocurra.

¿Qué futuro político tiene la guerrilla en Colombia?
-Yo creo que depende de dos factores. La tolerancia real que tenga el país en su afán por hacer una Colombia democrática -no es democrática en el sentido en que no es un país igualitario, no es un país donde todos tengamos las mismas oportunidades, es un país manejado por una oligarquía. Entonces hay que ver hasta cuándo ese país está dispuesto a cambiar un poco para ser más democrático y realmente tolerante y participante, que acoja a los que salgan de la guerrilla y les de la oportunidad de participar de la vida desarmada, que puedan opinar, que puedan luchar, etc. Y lo segundo es hasta dónde están resueltos a aprender los que vienen del monte, si están resueltos a pasar a una vida distinta donde el hecho que a uno le rechacen las ideas no significa que entonces coge las armas para imponerlas.

Siempre se ha hablado de que para la paz es necesario un cambio generacional, porque de otra forma no funciona mucho, como ha sucedido un poco con el proceso de los paramilitares.
-Lo de los paramilitares es una comedia negra. Estos tipos realmente no se desmovilizaron del todo. Hay unos desmovilizados, hay otros que siguen actuando enmascarados y hay otros que se llaman las Bandas Criminales, que se supone que ya no son paramilitares pero hacen lo mismo que hacían los paramilitares.

¿Cómo se explica que un tipo como Alvaro Uribe, con una serie de denuncias de violaciones a los derechos humanos, en muchos casos con condenas contra militares por el tema de los falsos positivos donde asesinaban a campesinos para vestirlos de guerrilleros, tenga el respaldo masivo que tiene el expresidente?
– Colombia es un país extañísimo. Ni nosotros mismos lo entendemos, menos lo entienden por fuera. Es un país donde las matemáticas no suman lo que deberían sumar. Uribe, enemigo jurado de Santos, tiene un 60% de apoyo. Santos, enemigo jurado de Uribe, debería tener el 40% y no. Tiene el 70% de apoyo. Eso da más de 100 y así con todas las cosas. Enemigos de la guerrilla: 97% de los colombianos. Partidarios del diálogo con la guerrilla: 80% de los colombianos. Entonces son cosas de un país muy complicado que ha vivido en guerra toda la vida, que ha visto los más horribles acontecimientos desde ataques de la guerrilla a una iglesia donde hay 100 campesinos y matan a 80, masacres una tras otra de los paramilitares, los falsos positivos del ejército, ataques personales, atentados, secuestros. Lo que hemos visto es un infierno, pero como estamos ahí metidos, pues nos acostumbramos un poco a eso, nos acostumbramos un poco a esa cosa bipolar de que está con Santos pero no está contra Uribe.

Así, explica, existen en Colombia contrastes como los que se daban durante la peor época de la guerra contra los narcos, en que Pablo Escobar puso precio por la cabeza de cada policía y aún así, “todas las mañanas salían miles de policías a la calle con su vestidito verde oliva y no se sabía cuántos iban a morir más tarde con disparos desde un automovil, pero salían. Sabían que había precio por sus cabezas y salían”.

Ahora que pone el tema, pareciera que se está dando una relectura a Escobar, hay una teleserie, el hijo salió con una marca de ropa y pareciera que se hablara ahora con cierta nostalgia, ¿Cómo explica este fenómeno?
– Es que en Colombia los minutos tienen 12 segundos. Hay países que han hecho el proceso lento de convertir en figura literaria -cuando digo literaria abarco los medios de comunicación, de entretención-, de convertir en figura perversa en una figura literaria más atractiva. De Al Capone a Corleone pasa medio siglo, en Colombia pasan años no más. A Pablo Escobar, el asesino este, lo vemos en televisión y aunque la serie ha procurado decir el Patrón del Mal y ha mostrado los asesinatos de Escobar y lo terrible que es, es verdad de que el solo hecho de que él aparezca ahí produce algo. Además que en una época de su vida y de la telenovela tenga mujeres atractivísimas y carros estupendos, pues no hay duda de que lo presenta de otra manera. Es menos odioso de lo que debía ser.

¿Qué tan cierto es esto de que en Colombia no hay una izquierda fuerte por culpa de la guerrilla?
Influye, influye. La presencia de izquierda en Colombia se ha expresado principalmente a través de las armas, hemos tenido varias guerrillas, no solo las Farc, eso influye y come espacio. Y en vez de mostrar la importancia de tener una izquierda progresista avanzada que rechaza las armas, lo que ha hecho es quitarle espacio muchas veces y prestarse para macartizar y también ha comido espacio a la izquierda democrática. Ahora, también es culpa de la izquierda, la izquierda tiene una capacidad de autoinmolación y de pelea interna que es insuperable.

Parece que eso no es solo en Colombia. A veces da la sensación de que hay diez izquierdas y una derecha.
-Sí, hay una ideologización profunda de la izquierda y la derecha es más pragmática. En la izquierda hay cosas como que dicen que son de la línea Trotsky, pero la línea Trotsky de la segunda época, entonces eran 8 y ahora son 4 y 4, la segunda época tiene a su turno la época temprana y la tardía, entonces quedan 2 y 2, hasta que queda uno solo.

Usted habló en algún momento de la legalización de la droga como una de las salidas del conflicto
-Sí. Yo creo que cada vez más nos estamos dando cuenta de que el modelo actual fracasó. Este modelo de convertir al enfermo consumidor de droga en delincuente y dedicarse a reprimir a los países productores ha fracasado porque cada vez hay más droga y cada vez se paga mejor en Estados Unidos y en Europa. Entonces cuando a uno le fracasa un modelo pues busca otro. Y el otro modelo hay una serie de parámetros históricos que nos permiten pensar que es más fácil controlar el problema de la droga legalizándola que manteniéndola en manos de los bandidos. El traficante de droga no está preocupado por la droga sino en el riesgo de la droga, si mañana los zapatos se prohibieran se traficarían zapatos. Su aporte es el riesgo. Si eso se manejara legalmente no estaría ahí. Ocurrió con el alcohol en Estados Unidos. Si la droga está controlada sanitariamente con una legalización o despenalización que permita a la gente que si quiere fumar marihuana, pues que fume y se hagan más bien campañas de prevención, nos va a ir menos mal que ahora, sin duda.

Colombia dio un paso atrás en eso, ¿no?
-Es que Uribe es un loquito. Porque Uribe es un tipo que es capaz de meter en la Constitución una norma de policía. Él cree que así se arreglan los problemas. Es el único país en el mundo que llevó a la Constitución el cacho de marihuana. Él es un autócrata, él cree que sus ideas son las que valen la pena, es un autócrata que cree que dando al fuete como hace con los caballos se puede civilizar a la gente y resulta que no es así.

¿Qué opina de lo que está pasando en Uruguay con esto?
-Me parece valientísimo el presidente de Uruguay, me parecen valientísimos los legisladores que lo respaldan y el pueblo uruguayo. Alguien tenía que dar ese paso y al darlo sabía que estaba desafiando a la Mamá Grande que es Estados Unidos y sin embargo lo hicieron, tenemos la buena suerte de que ya son varios los presidentes de América Latina, entre esos el de Colombia, que han dicho que hay que revisar esto, que no podemos acabar nuestros países con esta lucha. Ahora en las elecciones de Estados Unidos que hubo varios plebiscitos locales, dos estados lo aprobaron. Además lo aprobaron no para dolores reumáticos, sino aprobaron la marihuana recreativa, como el cigarrillo o el trago. Nadie se toma un ron porque le duele una pierna, se toma un ron porque le gusta y se lo va a pedir a una vieja y es más fácil si se ha tomado un roncito.

¿Ha escuchado de las piñericosas?
– He visto por ahí el libro no más. No lo conozco lo suficientemente, lo he visto pero no tendría suficiente material para decir algo, lo que sé es que hay muchos políticos, no solo Uribe y Piñera, que en sí mismos le ahorran mucho trabajo al humorista, es decir, el humorista no tiene sino que tomar prestada la realidad y hay cosas tan graciosas en nuestros líderes políticos. Vuelvo a la pelea entre Uribe y Chávez. Si a un humorista se le ocurre que esos dos se cuadren y se peleen a gritos y uno le diga al otro “sea varón”, pues se dice, ‘no, está gracioso pero es irreal’. No, no, no. Pasa en la vida real. En América Latina se encargan los personajes de desbordar el humor que es capaz de crear un humorista. Pero no conozco tanto el caso de Piñera.

Usted trabajó con Les Luthiers
-Digamos que soy el historiador oficial de Les Luthiers. Nunca he tenido participación directa en su espectáculo. Una vez salí con ellos en Bogotá en un final de fiesta, salí un momentico ahí porque me parecía mucho a Marcos Munstock, entonces hicimos un jueguito ahí, pero yo he sido historiador, amigo personal de todos ellos y el primer admirador de Les Luthiers pero nunca he tenido la dicha de haber aportado nada a ellos. Una vez aporté una música, un vallenato. Lo creamos con Jorge Maronna para una telenovela satírica que se llamaba Leche que se burlaba de los lugares comunes de las novelas.

¿Y cómo llegó a ellos?
-Los he admirado siempre mucho y escribí sobre ellos antes de que llegaran a Colombia y teníamos un amigo en común que era el Negro Fontanarrosa y él les dijo que me buscaran y resulta que somos de la misma edad y más o menos del mismo estrato intelectual, universitarios de los años sesentas y desde un principio nos entendimos muy bien. Hace unos años venían recibiendo varias ofertas de gente que quería escribir historias de Les Luthiers y ellos dijeron que no, que querían elegir y entonces me llamaron.

¿Al trabajar en humor siente esa presión de tener que hacer reír a la gente por fuera de su trabajo? Supongo que la gente espera que usted sea chistoso en todo momento.
– Hay dos maneras de salir de ese problema: una es decir yo no soy gracioso, como hacía el Negro Fontanarrosa, él decía yo no soy gracioso, de mi no esperen chistes. Quino por ejemplo, si uno ha disfrutado de Mafalda y de las caricaturas de Quino no puede entender que ese señor que está sentadito así, sea Quino. Entonces esa es una solución, decir yo no soy chistoso. O la otra es que si uno puede hacer reír a la gente, pues tratar de hacerla reír, que es lo que yo hago, yo sé que soy capaz de hacer reír a la gente, a lo mejor una de cada diez veces, pero si puedo y si las circunstancias son favorables, procuro hacerlo así. Yo lo tomo como una parte de algo que me entusiasma. Si hago reír a la gente, me encanta.

Su otro amigo es García Márquez
-Sí, fui muy amigo de Gabo. Gabo está ahora desgraciadamente en otro planeta, él ya ha perdido el contacto con la realidad en buena parte por la memoria y es triste saber que un tipo que ha sido un genio tan grande, escribe su último libro sobre la memoria, Memoria de mis putas tristes. Pero desgraciadamente él por la edad ha sido atacado por una enfermedad que no sé cómo se llamará.

¿Demencia senil?
-Ese es un generó ahí, no sé. El caso es que él ha perdido mucho contacto con la realidad. Cuando fue a verlo hace poco que cumplió años un amigo mío, que es muy amigo suyo y que trabajó con él en México, entonces Gabo le dijo ‘sé que te conozco mucho, sé que te quiero mucho, pero no me acuerdo quién eres, dime’. Eso es terrible. Pero yo, durante los años en que pude disfrutar de Gabo ágil, fue maravilloso.

¿Cómo eran esas fiestas?
-Yo conocí a Gabo porque yo soy discípulo periodístico de quien fue un gran maestro de periodistas que era Álvaro Cepeda Zamudio, él sí íntimo amigo de Gabo. Yo lo conocí por Cepeda Zamudio en Valledupar, luego el vallenato nos hizo muy amigos. He conocido facetas de Gabo que la gente no conoce. Como cantante de vallenatos, extraordinario. Como cantante de boleros, magnífico. Y es un tipo que tenía una capacidad de retención de poemas extraordinaria. Tenía un repertorio en la memoria extraordinario. Había veladas en que era bolero y soneto, y Gabo se sabía toda la letra y los sonetos y los recitaba muy bien. Y como cantante de vallenato era magnífico, entre otras cosas porque tocaba guitarra. Recuerdo una noche cantando vallenatos con Gabo y su hermano hasta las cuatro de la mañana en Valledupar. Era un tipo adorable.

Samper Pizano es uno de los creadores del Festival de la Leyenda Vallenata en Colombia. Una fiesta que cada año desde 1968 elige al mejor representante de esta música que se desprendió de la tradición oral y que en algún momento fue una especie de medio de comunicación y sus cantantes considerados juglares que contaban historias de pueblo en pueblo en el norte de Colombia.

Aunque se declara un purista del vallenato, igual le gusta lo que ha hecho Carlos Vives con el género, especialmente porque éste internacionalizó el género. Además, Samper es parte del éxito de Vives, pues fue uno de los argumentistas de la teleserie Escalona, que narraba la vida del compositor vallenato Rafael Escalona y que Vives protagonizó. Antes de esto, el cantante había intentado sin éxito con el rock y la balada. “Yo tuve que convencer a Carlos de que se cortara el pelo y acabara con el puto rock”, recuerda Samper.

Y tan fanático del vallenato es que en su Ipod tiene una canción de Julián Conrado, el vallenato de las Farc. Es el tema que narra un atentado contra el general Félix Bonnet en 1997 y se burla, entre otras cosas, de que el militar se cagó de miedo.

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