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Cultura

17 de Julio de 2013

Un comunista en calzoncillos: La persistencia de la memoria

Contar historias es tan antiguo como el ser humano; desde siempre nos contamos de nuestra vida, de nuestras más intensas vivencias. Así guardamos y recreamos nuestra memoria. Antes de que se inventara la escritura, la gente ya se contaba las historias de boca en boca, de madre a hijo, de abuelo a nieta, de tribu […]

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Contar historias es tan antiguo como el ser humano; desde siempre nos contamos de nuestra vida, de nuestras más intensas vivencias. Así guardamos y recreamos nuestra memoria. Antes de que se inventara la escritura, la gente ya se contaba las historias de boca en boca, de madre a hijo, de abuelo a nieta, de tribu en tribu, relatando un acontecimiento, ficcionándolo, dándole valor al mito. Los libros cumplen también esa misma función de recordar nuestra historia, a reconocer nuestro pasado y soñar nuestro futuro. Pero también nos ayudan a informarnos de quiénes somos y quienes fuimos, nos ayudan a pasear por cierto pasado y entender más o menos qué fue lo que pasó.

El álbum de fotos es una excelente oportunidad para leer y mirar nuestro pasado, o parte de esos pasados que quedaron inmortalizados en blanco y negro. En nuestras casas suele haber uno de esos álbumes con fotos en papel de cuando nosotros éramos pequeños, de nuestros padres y hermanos o de algunas vacaciones. Y la novela “Un comunista en calzoncillos”, la más reciente de la argentina Claudia Piñeiro, es exactamente, y sobre todo, eso: un álbum de fotos.

Es de algún modo el retrato de un comunista romántico, utópico, como todo comunista en calzoncillos. Historia de una niña que capta a su padre como si fuese en fotografías blanco y negro, esas mismas que después irán al álbum. Es la historia de tantas miles de niñas argentinas, chilenas y latinoamericanas, las cuales fueron testigos, algunas menos y otras desgraciadamente más, de una transformación brutal y definitiva en sus vidas, la de su país, la de sus colegios, sus amigas y la del rostro de sus padres.

Memoria como el recuerdo de los días que a uno le tocó vivir en cierta infancia, una mezcla de datos ciertos e inciertos que se fusionan casi como en un sueño y en donde los hechos trascendentes son los cotidianos, porque los otros suceden allá, en el mundo de los adultos o de los supuestos. Pero esos recuerdos traen otros recuerdos y develan otros cotidianos menos amables: la memoria como un juego de cajas chinas, dice la autora.

La historia transcurre en las inmediaciones de marzo, mes del golpe militar comandado por el General Jorge Rafael Videla en la Argentina de 1976. Pero no se trata de una historia de acontecimientos excepcionales, sino que reposa en la mirada de una niña en un momento crucial para la otra historia, la de todo un país. La vida, dice Piñeiro, es una sucesión de actos miserables interrumpidos por unos pocos y pequeños actos heroicos, y es el promedio de todos ellos donde logramos sentirnos dignos. Y es exactamente aquí donde reside el mayor valor del libro.

No hablamos de la primera novela de Claudia Piñeiro; tiene muchas y muy buenas, escritas con destreza y facilidad que envidiarían muchos novelistas; la envidiarían más si Piñeiro existiese en Chile, porque aquí es una perseverante ausente en nuestras librerías. Autora de más de una docena de obras, es autora de “Las viudas de los jueves”, una novela que retrata toda esa burguesía arrogante, arribista y decadente de la crisis del 2001 en Argentina (Premio Clarin, con Saramago y Rosa Montero entre el jurado), o “Las grietas de Jara”, una maravillosa novela que es también un delicioso paseo por lo mejor de la arquitectura de Buenos Aires mientras debajo se esconde un crimen (Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2010).

No sé si se trata de una lectura indispensable ni tampoco si es la mejor de sus novelas, pero “Un comunista en calzoncillos” (y muchas de sus otras, sino todas) de Claudia Piñeiro debiese tener el derecho de estar en las librerías chilenas para que así lectores y bibliotecas tengan el privilegio de leerla y la oportunidad de debatir acerca de la persistencia de la memoria porque, como decía José Luis Borges, “somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”.

“Un comunista en calzoncillos”
Claudia Piñeiro
Buenos Aires, Alfaguara, 2013.

*Bibliotecario

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