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Mundo

8 de Septiembre de 2013

Un paseo por la historia de Budapest a través de sus puentes

Los puentes que salvan el Danubio en Budapest sirven para recorrer la historia reciente de la capital húngara, en un paseo que lleva desde su entrada en la modernidad, su amor por la reina Sisi hasta los esfuerzos de la ciudad por convertirse en una ciudad europea y de vanguardia en el siglo XX. El […]

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Los puentes que salvan el Danubio en Budapest sirven para recorrer la historia reciente de la capital húngara, en un paseo que lleva desde su entrada en la modernidad, su amor por la reina Sisi hasta los esfuerzos de la ciudad por convertirse en una ciudad europea y de vanguardia en el siglo XX.

El Lánchíd o Puente de las Cadenas es sin dudas uno de los símbolos de la ciudad y uno de los testigos de su modernización y crecimiento a mediados del siglo XIX.

Desde su inauguración en 1849 el puente representa varios aspectos de los cambios de la época: la modernización y la democratización.

“Siendo una obra privada, incluso los nobles tenían que pagar impuesto al cruzar por el puente, como todos los demás ciudadanos”, destaca a Efe el historiador Roland Perényi.

Además, esta infraestructura aceleró el desarrollo de la ciudad, que llevó a la unificación en 1873 de los entonces municipios independientes de Buda, Pest y Óbuda, que hoy forman la capital.

Tras el Puente de las Cadenas se elevó el de Margit, que conecta la ciudad con la isla del mismo nombre. Esta obra fue espectacularmente renovada y reinaugurada hace ahora un año.

Budapest construyó su tercer puente en 1896, cuando aún era una capital del Imperio Habsburgo.

Aunque esta pasarela lleva hoy el nombre de Szabadság, libertad en húngaro, cuando se inauguró fue bautizado como Puente de Francisco José, en honor al entonces emperador.

Cuenta la leyenda que fue el mismo monarca quien colocó el último tornillo en la plataforma del puente.

Esta obra, inaugurada durante las celebraciones del milenio de la fundación de la urbe, fue parte de los proyectos urbanísticos para mostrar Budapest como una ciudad europea y moderna, explica Perényi.

La infraestructura fue elevada con la tecnología más avanzada de la época y usando la misma técnica de hierro fundido que se usó, por ejemplo, en la construcción de la Torre Eiffel de París.

Lo mismo puede decirse de su vecino, el puente Erzsébet, en honor a la emperatriz Sisi, esposa de Francisco José, un personaje muy querido en Hungría y que apoyó activamente el acuerdo por el que el imperio pasó a ser una doble monarquía Austro-Húngara que daba a los húngaros amplia autonomía bajo el dominio Habsburgo.

El puente se inauguró en 1903, cinco años después del asesinato de Elisabeth, y fueron los propios budapestinos quienes pidieron que fuera nombrado en honor a su amada reina.

Pese a ese amor mutuo, el de Elisabeth es el único puente que no fue reconstruido según la forma original tras la Segunda Guerra Mundial.

Aún antes de este conflicto, en 1937, la ciudad vio elevarse una nueva pasarela al sur del cauce del Danubio, que hoy día lleva el nombre de Sándor Petöfi, un poeta y revolucionario del siglo XIX.

Este puente destaca porque en su diseño se incluyó una “ciclovía”, en aquella época un muy poco usual pionero de lo que hoy son los carriles bici.

Al final de la Segunda Guerra Mundial los alemanes dinamitaron todos los puentes mientras abandonaban la ciudad huyendo del avance del Ejército Rojo.

Tras la guerra, la mayoría de los puentes se reconstruyeron rápido e incluso se añadió uno nuevo junto al majestuoso edificio del Parlamento, aunque esa pasarela fue derruida en 1960.

A mediados de esa década se inauguró el nuevo puente Erzsébet, denominado Puente de Sisi, que con sus líneas modernas destaca entre el clasicismo de los edificios históricos del centro de Budapest.

El desarrollismo fallido del sur de la ciudad dejó en 1995 otro puente, construido bajo la expectativa de una planeada exposición universal, que Budapest y Viena propusieron acoger, pero que nunca llegó a celebrarse.

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