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Opinión

24 de Septiembre de 2013

De la cocina al mundo de las motos: La nueva vida del Malo Lucho

“Después de perder mi restorán de comida típica chilena, que quedaba en Santo Domingo con Bandera, decidí ir a trabajar a la calle. Los estereotipos me tenían chato, hacerle caso al jefe, cumplir con horarios, eso no era lo mío. Así que me fui al persa Biobío y al final de la cuadra me instalé […]

Daniela Araya
Daniela Araya
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“Después de perder mi restorán de comida típica chilena, que quedaba en Santo Domingo con Bandera, decidí ir a trabajar a la calle. Los estereotipos me tenían chato, hacerle caso al jefe, cumplir con horarios, eso no era lo mío. Así que me fui al persa Biobío y al final de la cuadra me instalé como un vendedor ambulante de chaquetas de cuero usadas, botas tejanas, chaquetillas, entre otras cosas. Luego de eso, me empecé a meter de lleno en el mundo de los motociclistas, creo que me había llamado la atención desde siempre, pero el tiempo que tenía antes no me permitía continuar con algo que hasta entonces parecía sólo un sueño. La cosa es que, trabajando en la calle, me di cuenta de que hay pocas tiendas dedicadas al rubro del cuero, y empecé por ahí, fabricando guantes, alforjas, diferentes tipos de chaquetas, pero siempre apuntando más a los cabros y minas metaleras. Fabricamos corsés, pantalones, lo que se necesite, todo hecho con nuestras propias manos, cien por ciento cuero. Ocupamos cueros reciclados y la cuerina no la usamos, además, si las personas tienen algún diseño, nosotros lo hacemos, no tenemos problema, pero igual tenemos nuestros propios diseños, originales, hacemos chaquetas a la medida. Me ha ido súper bien, me sirve para vivir.

El restorán no me resultó porque era mucho hueveo, aunque igual me duró abierto dos años. Lo malo es que había que mandar a mucha gente y eran puros malos ratos. Tenía poco tiempo, la gente no iba, de repente me tocaba pelear y si no era con algún cliente, era con algún trabajador. Aquí no pasa eso, trabajo con un puro hueón y nadie más. Esta cuestión que estoy haciendo ahora me da más libertad, me pongo mis propios horarios, soy mi propio jefe y yo mismo atiendo a los clientes. En el restorán tenía que estar viendo si las otras personas atendían bien.

Al ser mi propio jefe, de repente le digo a mi compañero que me voy a la playa, le paso las llaves, agarro mi moto y parto. Él se queda a cargo del negocio, es mi mano derecha. El barrio acá es tranquilo, nos conocemos entre todos y así como nos conocemos, nos ayudamos también. Igual yo vivo en mi propio mundo, eso sí, saludo a todos, pero no cacho qué pasa más allá, siempre estoy en la tienda, ocupado un cien por ciento, sobre todo ahora, porque igual estamos produciendo para otros lados, y quizá tengo la posibilidad de abrir una nueva tienda, cerca de Melipilla, porque la cultura de los motociclistas ha crecido, siempre hay pega.

Ahora tengo tiempo para todas mis cosas. Llevo dos años instalado en el barrio y tengo mi propia clientela. Antes trabajaba “apatronado” y estaba chato, quería ser libre, si hasta me separé para poder cumplir con mi libertad. Dejé a mi esposa porque sentía que igual me amarraba, no podía hacer nada tranquilo. Porque siempre la señora te exige horarios, es penca esa cuestión, ahora vivo solo donde trabajo y aquí hago mis carretes, me tomo unos copetes con los amigos, con mis hermanos del club al cual pertenezco, que se llama “Carne amarga”, y estoy metido hace ya un tiempo.
Mi vida como motoquero ha sido como una entrada a mi libertad, igual ahí no se puede llegar y entrar, tienes que tener una cierta disciplina para que puedas ser parte del club, sino cumples con las reglas, estás fuera. Todos los parches que tengo en mi chaqueta no están ahí de bonitos, me los he ganado con respeto y ese mismo respeto es el que uno también exige de los compañeros.

La idea de ser un comerciante independiente nace por el hecho de no quererle ver más la cara al jefe, a hueones que ni se lo merecen, que te piden que te quedes y si no te quedas te sancionan, esa huevá me tenía chato. Siempre he trabajado en mi vida y esto es lo que andaba buscado: mi propia libertad, vestirme como quiero, dejarme crecer la barba, ser motociclista, ser libre, no tener que estar dándole explicación a nadie. Por eso, como te decía, me separé, porque de repente quería sacar la moto, irme lejos, pero llegaba a la casa y siempre había algún atado. De repente en la semana me salía algún evento y no podía manejar y me quedada afuera. Eso a mi señora no le gustaba, la relación se fue quebrando y al final nos terminamos separando. Eso sí, dejé mi vida consolidada, tengo un hijo y él ya estudió, se vale por sí mismo, pero se tiene que seguir perfeccionando. No es de mi onda, es más formal, pero igual nos llevamos bien. Me viene a ver a la tienda y aquí hablamos.

Mi sueño es seguir haciendo esto mismo, ya cumplí con lo que tenía cumplir y de aquí en adelante me gustaría agarrar mi moto y recorrer el mundo, yo elegí esto, ser un motoquero, pero voy a seguir con la tienda, esto después se convertirá en un paseo peatonal, tiene harto futuro el barrio y mi tienda también”.

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