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Mundo

8 de Octubre de 2013

Gaiola, una isla maldita en Italia

Vía HusmeandoPorLaRed La isla Gaiola no dejaría de ser una isla más de la costa italiana, más concretamente en Nápoles, si no fuera por su inquietante pasado y las circunstancias que han envuelto a sus desafortunados propietarios. Ese pasado y esas oscuras circunstancias han hecho que sea considerada como una isla maldita. Esta es su […]

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Vía HusmeandoPorLaRed

La isla Gaiola no dejaría de ser una isla más de la costa italiana, más concretamente en Nápoles, si no fuera por su inquietante pasado y las circunstancias que han envuelto a sus desafortunados propietarios. Ese pasado y esas oscuras circunstancias han hecho que sea considerada como una isla maldita. Esta es su historia.

La isla debe su nombre a las cavidades que salpican la costa de Posillipo (del latín cavea “, pequeña cueva”, y luego a través del dialecto “Caviola”).Originalmente, la pequeña isla era conocida como Euplea, dios protector de la seguridad de la navegación, y en el lugar se levantaba un pequeño templo.

 

A principios del siglo XIX, la isla estaba habitada por un ermitaño , apodado “El Mago”, que vivía gracias a la limosna de los pescadores. Poco después se construyó la villa que la ocupa hoy en día y que en un tiempo fue propiedad de Norman Douglas , autor de Land of the Siren. En la década de 1920 hubo un teleférico que conecta la isla con el continente.
La población de Nápoles considera a Gaiola una “isla maldita“, ya que detrás de su belleza esconde un oscuro pasado.
La fama de isla maldita le viene debido a la prematura muerte de sus propietarios y otros incidentes ocurridos. Por ejemplo, el 12 de agosto de 1911, el crucero San Giorgio, de la marina italiana, recién salido de los astilleros de Castellammare di Stabia, se estrelló “a todos velocidad” contra la isla Gaiola.
En la década de 1920, perteneció al suizo Hans Braun, que fue asesiando en la isla y encontrado envuelto en una manta. Más tarde su mujer se ahogó en el mar.
El siguiente propietario fue el alemán Otto Grunback, que murió de un ataque al corazón durante su estancia en la villa.
Una suerte similar corrió el empresario farmacéutico Maurice-Yves Sandoz, que se suicidó en un hospital psiquiátrico en Suiza , y su posterior propietario, un industrial de acero alemán, el barón Karl Paul Langheim, se arruinó.

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