Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Mundo

13 de Octubre de 2013

El arte de la hoz y el martillo sobrevive al olvido en un museo búlgaro

La misma estética comunista que durante décadas dominó el panorama artístico de Bulgaria, con sus estampas de campesinos felices, sus estrellas rojas y sus bustos de Lenin, sobrevive ahora rescatada en un museo público de Sofía. “Un lugar donde se recogen, protegen y muestran obras del período entre 1944 Y 1989. Desde el punto de […]

EFE / The Clinic Online
EFE / The Clinic Online
Por

La misma estética comunista que durante décadas dominó el panorama artístico de Bulgaria, con sus estampas de campesinos felices, sus estrellas rojas y sus bustos de Lenin, sobrevive ahora rescatada en un museo público de Sofía.

“Un lugar donde se recogen, protegen y muestran obras del período entre 1944 Y 1989. Desde el punto de vista histórico, ningún elemento político”, explica a Efe la directora del Museo de Arte Socialista, Bisera Yosifova.

Esta galería fue inaugurada hace dos años como una sucursal de la Galería Nacional de Pintura, de cuyos sótanos la propia Yosifova pudo rescatar muchos ejemplos abandonados del arte socialista.

Una enorme estrella roja de 2,5 metros de diámetro y 1.200 kilos de peso recibe al visitante en el parque que rodea el museo.

Copia de la estrella que hoy día aún corona el Kremlin, lució hasta 1989 sobre la Casa del Partido Comunista en pleno centro de Sofía, hasta que fue arrancada y trasladada fuera de la ciudad pocos días después de la caída del régimen.

En el parque que abre este viaje al pasado descansan ahora un busto del revolucionario Ernesto “Che” Guevara y ocho estatuas de Lenin de diferentes tamaños.

Esas esculturas son algunas de las 79 de obreros, guerrilleros y líderes comunistas que alberga el parque, todas ellas traídas de diferentes partes del país, salvadas de acabar como chatarra de cobre y bronce, un fin que sufrieron otras muchas esculturas cuando cayó la dictadura comunista.

En el interior del museo, el camarada José Stalin, líder de la URSS hasta 1953, domina una de las salas de exposiciones. Aparece representado en todas formas y poses: como un gigante dominador, como un mensajero de la paz, votando en una urna, recibiendo flores de niños o como jefe militar sonriente.

Los carteles y retratos que exhibe este museo son claras ejemplos de la propaganda comunista: escenas de obreros felices o campesinos que sonríen al camarada soviético que les explica cómo mejorar el cultivo del trigo.

Agricultores con tractores y un mensaje que recuerda que arando en otoño la primavera traerá una buena cosecha, o una imagen fabril con el llamamiento patriótico más repetido de la época: cumplir el plan quinquenal de producción en sólo cuatro años.

Mensajes de una pedagogía infantil, destinados, según Yosifova a que hasta los analfabetos los capten.

“Algunos de los carteles son obras de grandes pintores búlgaros obligados de dar su aporte a este género, a veces ridículo. Algunos creían en esta filosofía, para otros era una fuente de ingresos o una forma de demostrar su fidelidad al Partido”, relata Yosifova.

La obras no sólo proceden de Bulgaria. Carteles polacos, albaneses, húngaros, chinos, norcoreanos y de otros países hermanos en el socialismo se dejan ver en las paredes del museo.

Entre los visitantes destacan los jóvenes, que no conocieron cómo fue la vida en la Bulgaria comunista.

“Tienen gran interés en conocer de alguna manera aquel tiempo. Y los de mayor edad llegan para recordar esa época de su vida. Pero la mayoría son extranjeros, que nunca han tenido tal sistema de Gobierno y tienen mucha curiosidad”, afirma Yosifova.

Según su directora, el museo trata de contextualizar este arte recordando que se produjo en una época determinada, en circunstancias muy distintas a las actuales y con una noción estética diferente.

Además, recuerda la máxima de que quien olvida la historia corre el riesgo de cometer errores del pasado.

Aunque la apertura del museo levantó en su momento tenues críticas por parte de los partidos de derechas, el asunto no llegó ni siquiera a debatirse en el Parlamento.

Notas relacionadas