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Nacional

17 de Abril de 2014

Columna: Patrimonio, medio ambiente y educación

* El escenario que ha quedado tras el incendio de Valparaíso, en cada una de las laderas y quebradas, ha incentivado la reflexión acerca de las evidencias de los problemas no resueltos que afectan a la ciudad, como la falta de planificación urbana, la adecuada gestión ecológica de zonas rurales que rodean a los asentamientos […]

Rosa Chandía
Rosa Chandía
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El escenario que ha quedado tras el incendio de Valparaíso, en cada una de las laderas y quebradas, ha incentivado la reflexión acerca de las evidencias de los problemas no resueltos que afectan a la ciudad, como la falta de planificación urbana, la adecuada gestión ecológica de zonas rurales que rodean a los asentamientos y la correspondiente implementación técnica para la prevención de los riesgos asociados a fenómenos ambientales.

Sin embargo, otro factor de gran relevancia ha sido la constatación de una falta de conocimiento local sobre la valorización ambiental del entorno por parte de sus propios habitantes.

No nos sirve que Valparaíso sea un lugar declarado “Patrimonio de la Humanidad” si los propios habitantes no consideran el conjunto como parte de su propio patrimonio local y no se vinculan profundamente con las particulares características territoriales, el reconocimiento de sus condicionantes y sus restricciones.
El patrimonio de Valparaíso se debe entender desde una visión holista, que integre los monumentos formalmente declarados y los espacios que se habitan junto con la identidad cultural que los mismos habitantes van construyendo en esta forma de habitar.

Para ello, es preciso mejorar la valorización de lo propio, más allá del espacio privado de cada habitante. Es decir, las calles; los espacios públicos; los fondos de quebradas; los cursos del agua; los límites de las cuencas; la relación interdependiente entre un cerro y el otro; los recursos disponibles; los elementos bióticos; y los factores ambientales que inciden y que pueden llegar a ser restricciones del entorno en una visión de conjunto.

Este reconocimiento ambiental sobre el lugar implica reconocer el impacto que tienen las acciones humanas, tanto en la decisión respecto a un emplazamiento, en el proceso constructivo del hábitat y en el uso cotidiano que tienen los espacios entre las edificaciones.

La presencia de residuos y escombros en las quebradas a corta distancia respecto de la ubicación de una vivienda han incrementado el riesgo frente a los fenómenos ambientales, propiciando entornos poco saludables, poco amables y poco apropiables.

Uno de los mayores desafíos de este momento consiste en cómo replantear la reconstrucción y la apropiación del entorno por parte de sus propios habitantes.

No sirve que la reconstrucción se realice desde el asistencialismo: es preciso dotar de herramientas técnicas y conocimientos a los habitantes para que colaboren en la reconstrucción de su entorno y en la formalización del hábitat informal, de manera que se puedan considerar los riesgos ambientales y se desarrollen acciones que propicien ambientes saludables de un lugar que les pertenece.

Un claro ejemplo de las posibilidades de esta reconstrucción implica transformar el metabolismo del flujo de recursos y residuos que cada vecindario tiene en su habitar. En otras palabras, reconocer el valor del residuo y fortalecer un plan de gestión apropiada de ellos, junto a la rehabilitación de espacios públicos para las propias comunidades de vecinos.

En primer lugar, ¿qué ocurrirá con todos los residuos de los escombros que dejará tras de sí la limpieza de cada cerro?

En segundo lugar, una vez restablecido el orden y superada la emergencia, ¿el uso cotidiano volverá a llenar las quebradas de residuos?

Frente a estas preguntas, es necesario incentivar la educación ambiental, la educación sobre el patrimonio urbano y la creatividad para mirar las cosas de distinta manera, encontrando valor en los factores que hoy son una amenaza; y favorecer un ambiente que reconozca el valor del residuo sólido urbano como un potencial recurso. Por lo tanto, es preciso desarrollar planes de gestión local que propicien la reutilización y el reciclaje y otorguen herramientas a la comunidad para apropiarse de los espacios fuera de las viviendas.
El Patrimonio de Valparaíso se valoriza cuando se obtiene una visión integrada entre los organismos públicos, organizaciones privadas, gestores culturales, juntas de vecinos y los propios habitantes.

Trabajar en conjunto para recuperar el valor del paisaje cultural que tiene Valparaíso requiere mejorar las falencias; vincular de manera más cercana a los habitantes con las particularidades de su entorno; y propiciar la reconstrucción colaborativa y la participación entre todos los actores involucrados, de manera que cada espacio abierto sea visto por los habitantes como la continuación de su casa y, por lo tanto, se preocupen de cuidarla y mantenerla en el tiempo. Eso es cultura local, patrimonio intangible y para toda la humanidad.

*Académica Escuela de Arquitectura UTEM

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