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Opinión

12 de Junio de 2014

Editorial del Especial Aborto: Por amor

Habemos algunos que no entendemos. Que no encontramos igual a una madre que un embrión. Que sabemos en qué consiste el acto sexual, cuan profundo y pasajero puede ser. Que no nos hacemos los lesos ni los inteligentes. Ningún microscopio nos convence de que un óvulo fecundado es lo mismo que un niño. Somos incapaces […]

Patricio Fernández
Patricio Fernández
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Aborto Terapéutico 1

Habemos algunos que no entendemos. Que no encontramos igual a una madre que un embrión. Que sabemos en qué consiste el acto sexual, cuan profundo y pasajero puede ser. Que no nos hacemos los lesos ni los inteligentes. Ningún microscopio nos convence de que un óvulo fecundado es lo mismo que un niño. Somos incapaces de asumirlo honestamente. Defensores furiosos de la dignidad humana, la primera lealtad es con nuestros pares.

No nos resulta demasiado importante saber en qué momento se constituye el sistema nervioso, o asoma el alma en la molécula. La mujer sabrá. Lo importante es que desde el momento en que ella diga que sí, estamos frente a un ser sagrado. Todos los ejércitos debieran protegerlo. Antes, es una idea posible. Una semilla que se cuida o desecha, quizás a la espera de un mejor momento.

A veces, la razón despista. Se envanece. Valoriza más la idea, engalanada de convicción, que la experiencia. Lo que debiera ser, en su concepto, la mujer, por encima de la mujer misma. El hombre, dicho sea de paso, es el inocente en esta historia. Cuando él desaparece –su manera de abortar-, nadie lo sanciona. Me temo que hay mucha sinvergüenzura en este asunto. Demasiada filosofía cómoda desprovista de complicidad.

Si dijeran que mi cuerpo no me pertenece del todo, me encadenaría en una iglesia o en un edificio público, hasta que la autoridad correspondiente, frente a todos los medios de comunicación, tras pedir perdón se avergonzara. No se puede comparar una vida, con la idea de una vida. Una experiencia, con una fantasía. El tema es teóricamente vasto, interesante y complejo, pero disculpen la llaneza: es que tengo una hija. Y por quitarle un dolor sería capaz de todo. Ni Cristo en persona podría distraerme de sus ojos. Ella es mi niña, y ninguna ley la va a someter a los destinos de un violador. Yo quiero que ella decida ser madre. Que ningún error o degenerado la obliguen. Me importan un bledo las sentencias de los curas o de las Enas Von Baer, porque mi niña no es esclava de nadie. No la tuve para ser esclava. Dicen que hay que esperar al próximo año para dar esta pelea. Que no se puede conseguir todo al mismo tiempo. Y tienen razón. Lentamente se llega más lejos. De cualquier modo, es importante decirlo: quienes apoyamos que la mujer decida, no somos bestias, lo hacemos por amor.

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#aborto#amor#editorial

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