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Opinión

2 de Octubre de 2014

Columna: El matrimonio igualitario en tierra de nadie

Jaime Parada Hoyl
Jaime Parada Hoyl
Por

homosexuales A1

Durante este gobierno no habrá matrimonio igualitario. Basta ver cuánto demoró la tramitación de las leyes de divorcio, filiación y antidiscriminación (9, 5 y 7 años) para entender que no hay margen. Lo triste es que el proyecto no tiene quién lo impulse, dado que las ONG de la diversidad sexual que hacen incidencia parlamentaria han enfocado sus energías en el AVP enviado por Piñera, lo que es inexplicable si se consideran:

a) El programa de Michelle Bachelet, que se compromete a convocar “a un debate abierto (…) para la elaboración y posterior envío de un proyecto de ley en esta materia”. (De ahí que, insistir con un proyecto de uniones civiles que se ha “comido” toda la agenda igualitaria durante 2014, parece más una renuncia que una estrategia de las ONG).

b) El fallo del Tribunal Constitucional en 2011, que en voto de mayoría devuelve la responsabilidad sobre el matrimonio igualitario a los legisladores. De hecho, nueve de los diez ministros argumentaron que “los efectos y la regulación de las proyecciones del matrimonio son propios de la reserva legal y no constitucional”, lo que despeja el escenario de una posible causal de inconstitucionalidad.

c) Las últimas encuestas. Por ejemplo, el estudio “Percepciones en torno a la diversidad sexual” aplicado por el INJUV a jóvenes de entre 15 y 29 años, arrojó 70% de aprobación al matrimonio entre parejas del mismo sexo. En los adultos, por su parte, casi todas las encuestas sitúan los números por sobre un 50%.

d) La disposición parlamentaria a discutir y/o legislar sobre el matrimonio igualitario supera con creces a quienes lo rechazan de plano, tal como lo demostró La Tercera recién iniciado este gobierno (Si se suman los que estarían dispuestos a debatir y los que están a favor, se llega a un 55% del actual Congreso)

Tal vez por falta de comprensión del entorno, las ONG han desarrollado una estrategia gradualista, fundamentada en que la mayor parte de los países que consiguieron matrimonio igualitario tuvieron antes uniones civiles. Efectivamente, entre fines de los noventa y durante toda la primera década de este siglo, esos contratos fueron “la” alternativa en países como Francia, Argentina y Colombia. Sin embargo, en el Chile de 2014, el gradualismo se ha convertido en un obstáculo, pues existen condiciones objetivas para ir por el matrimonio.

Ante la falta de visión de algunas organizaciones, el impulso debe transferirse a los actores políticos y sociales realmente convencidos de su impostergabilidad. Me refiero a agentes con capacidad de influencia en su entorno, a actores sociales con voz pública y a todos los que quieran llevar esta bandera desde tribunas como la política, la ciencia, la cultura, la religión, el sindicalismo, la academia y muchos más.

¿Es esto posible? Sí. Como nunca, se han multiplicado las voces en defensa de la igualdad entre hetero y homosexuales, dejando a las organizaciones como uno más de los involucrados. Las juventudes de varios partidos políticos, por ejemplo, han sacado una voz pública capaz de levantar esta bandera. No es casual que desde el PC hasta Amplitud, haya núcleos juveniles comprometidos con la diversidad sexual. Asimismo, ministros del actual gobierno como José Antonio Gómez y Jorge Burgos han declarado abiertamente su posición favorable, lo mismo que políticos influyentes como Marco Enríquez Ominami y Luciano Cruz-Coke.
¿Qué falta? Comprensión del entorno y voluntad de avanzar. Es poco, pero alguien tiene que liderarlo desde la opinión pública.

Activista gay – Concejal por Providencia (PRO)

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