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Cultura

17 de Noviembre de 2014

León Gieco, rockero y militante: “Los que se aburguesaron no son los que partieron conmigo”

En el contexto de la presentación en Chile con la murga uruguaya Agarrate Catalina –un show conjunto que ya recorrió Uruguay y en Buenos Aires hizo tres Luna Park–, hablamos con León Gieco sobre sus maestros de la cultura, los legados que no transa y su amistad con los Kirschner. “Los opositores al gobierno son una manga de improvisados”, dice el autor de “Solo le pido a Dios”, una canción que él encontraba aburrida y no quería grabar.

Por
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¿Qué pasa en tu show con Agarrate Catalina?
Mirá, se arma algo muy divertido y realmente lindo, porque cantamos canciones que nos unen. Y yo también voy a cantar a dúo con una filmación del año 71 donde aparezco cantando “Hombres de hierro”, la primera canción que compuse.

Por ahí dijiste que esa canción era un plagio a Bob Dylan.
Un plagio total de “Blowin’ in the wind”. Y te digo más. A los 15 años yo estaba en mi pueblo, me acuerdo que iba en bicicleta llevando unas verduras, y por la propaladora del pueblo, que era una columna muy alta con unas bocinas arriba, sonó una canción en inglés tan maravillosa que paré a escucharla. Y seis años después, ya en Buenos Aires, voy por Avenida Rivadavia y escucho la misma canción. Entré a la disquería y resultó que era el grupo Los Byrds cantando “Mr. Tambourine” de Bob Dylan. Al día siguiente ya estaba en mi pensión escuchando a Dylan sin parar.

Hablando de coincidencias, ¿es cierto que “Solo le pido a Dios” no te gustaba y se grabó de milagro?
Sí, yo la había dejado afuera del disco. Pero estábamos mezclando y llega por error el bandoneonista Dino Saluzzi. Lo citó a grabar Lito Nebbia, pero la hija le dijo León Gieco. “Dino, yo no te llamé, ya grabé”, le digo. Él empieza “pero hermanito, estoy perdiendo la noche, tengo que darle de comer a mi familia”. Y yo soy tan culposo que le dije “mirá, tengo un tema que no voy a poner, lo grabamos por grabar, le digo al productor que te lo pague y yo veo qué mierda hago con eso”. Grabamos el tema en vivo, todo en una sola pasada. Y cuando terminamos de mezclar el disco, a las tres de la mañana, el técnico de grabación dice “che, ¿escuchemos eso que grabamos con Saluzzi?”. Dale, ponelo. Pero justo en eso aparece Charly, que andaba buscando amistades nocturnas y dice “¡qué tema genial, tiene bandoneón!”. Le gustó por eso. Ahí dijimos bueno, si le gustó a Charly, pongámoslo de bonus track. Mandamos las pistas, el presidente de la compañía agarró el bonus track y lo puso primero del lado A. Qué sé yo…

Tú no le veías potencial a la canción…
Para nada, me parecía aburrida. Y ahora todos los días firmo autorizaciones para textos escolares que ponen “Solo le pido a Dios”.

León-Gieco2


¿El rótulo de “cantante de protesta” todavía te acomoda?
Sí, aunque esos rótulos los inventa la prensa. A nosotros nos tildaron “de protesta” porque escuchábamos a Dylan, a Serrat, Quilapayún… Y nos pasábamos los discos de Silvio Rodríguez adentro de discos de Pink Floyd, porque si algún represor hijo de puta te llegaba a enganchar un disco de música cubana, ibas preso. Nosotros hicimos la canción social porque también vivimos en dictaduras militares casi permanentes desde el año 65 al 83, ¿no?

¿Estás optimista con lo que pasa hoy en Argentina?
Y más o menos, ¿viste? Nosotros nos pegamos palos todo el tiempo, somos un país muy de peleadores. Y ahora estamos una dualidad total: estás con el gobierno o con la oposición.

¿Tú te escapas de esa dualidad?
Nooo, yo tomo partido por el gobierno actual. Le critico algunas cosas, pero es lo mejor que nos pasó en muchos años. Ha hecho una ley de derechos humanos impresionante: tenemos 1100 genocidas presos, la primera vez que pasa algo así en el mundo. Y se ha creado la ley de medios, la asignación universal por hijos, la ayuda permanente a las fábricas recuperadas por los obreros… En cambio la oposición no ha hecho absolutamente nada y hasta ahora nadie me dijo qué piensan hacer. Son una manga de improvisados. Si hubiera uno que diga “ok, yo voy a hacer esto”, yo podría estar alerta a su discurso, pero no. Es un peligro total, la oposición.

Hay gente en Argentina que ya prefiere no verse para no pelear por política…
Sí, hay peleas entre padres, hijos, hermanos, todo mal.

¿Vale la pena?
No sé si la vale la pena pero es lo que hay. Y creo que todo es para bien. Por ejemplo, una serie de personas que creí que eran amigos, ahora descubrí que para nada. Gente que pensaba como yo sobre los derechos humanos y ahora están declarando “no, no, están poniendo presos a unos viejitos…”. ¡Unos viejitos torturadores, hijos de puta! Son genocidas, no abuelitos.

Tú eras amigo de Néstor Kirschner.
Sí, claro, trabajé para él un montón de veces, hice un montón de conciertos. Y con él hicimos Mundo Alas, una película sobre músicos con discapacidad.

¿La hicieron con él?
Sí, porque él atendió a uno de los chicos de Mundo Alas que quería verlo, Pancho, un chico de Rosario al que yo le enseñé a tocar armónica y a componer. Néstor lo recibió y en ese momento creó una ley para hacer cien sinfónicas en lugares carenciados del país incluyendo a artistas con dispacacidad. Y vamos por la sinfónica número 63. O sea que a él también le cambió la vida conocerlo a Pancho. Y Pancho, que tenía 18 o 20 años, le dijo “mirá, Néstor, quiero hacerte un concierto a vos en la Casa de Gobierno”. Después Néstor me llamó y me dijo “mirá, hacele un concierto a Pancho, porque me está jodiendo todo el tiempo por teléfono que quiere tocar acá en la Casa de Gobierno”. Junté a todos los artistas con discapacidad que alguna vez habían subido a mi escenario e hicimos un recital en el salón donde juran los presidentes. Néstor mismo nos dijo: “toquen en el Salón Blanco, donde han jurado tantos atorrantes”. Eso salió por TV y produjo tal sensación que después hicimos la película, que ganó 40 premios en el mundo.

¿A Cristina la ves seguido?
Ahora último menos, pero sí, la veo. La última vez fue cuando hicimos una escuela de artistas solidarios en Pampa del Indio, en el Chaco, para que los chicos duerman y coman ahí. Ella nos facilitó todo para hacerlo, juntó un dinero con la Gobernación del Chaco.

¿Te critican allá por esta relación con el oficialismo?
Sí, me mandan mensajes por Internet, amenazas… Dicen que trabajo con la billetera de la Presidenta, cuando yo nunca le he cobrado al gobierno.

¿Asocias tu trabajo artístico a un sentido del deber social, al estilo de Violeta Parra o Atahualpa Yupanqui?
Yo tengo esos maestros, qué voy a hacer. Imaginá que a los 12 años yo leí en la revista Folklore que había una persona que se llamaba Violeta Parra y estaba preocupada por las canciones campesinas que se estaban perdiendo. Y vos fijate qué data tan importante me pasó ella sin quererlo, que yo en el año 70 y pico me pongo a estudiar con Leda Valladares, una recopiladora discípula suya que cantaba con María Walsh y vivía en París en el mismo hotel que Violeta Parra. Por eso partimos el año 84, ya en democracia, a recopilar música folclórica nacional, un proyecto que se llamó “De Ushuaia a La Quiaca”, producido por Santaolalla, al mando Leda Valladares, yo el actor más conocido y todos basados en el trabajo que alguna vez hizo Violeta Parra. Por eso te digo, es muy difícil salirse de esos maestros. Mi vida es eso, todo lo demás lo veo pasar.

¿Otra gente de tu época se aburguesó?
Los que se aburguesaron no son los que partieron conmigo. Pero sí hay mucha gente me escuchaba en el 70 y por equis razones dejaron de militar. Yo sigo siendo un militante. Si voy a Chile pregunto dónde está Camila para saber cómo anda el movimiento estudiantil. Y me voy a lo de Jano, de Los Jaivas, que tiene un cine arte, no me voy a un shopping a ver películas pelotudas. La cultura no se cambia por nada, ¿viste? A mí no me gusta ir a ver “El hombre araña”, me gusta el punk, el rock bien hecho, la gente comprometida. No pongo a Víctor Jara en mi pantalla para decir “che, mirá, ese Víctor Jara”. Lo pongo para que venga a bendecir el escenario. Es un problema de militancia, ¿entendés? Mi vida pasa por ahí.

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