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Opinión

18 de Noviembre de 2014

Columna: Becoming Me

Mia Rose es una chica trans en sus veintitantos que recién salió de la universidad y ahora, con la terapia hormonal, empieza a explorar su nueva vida.

Mia Rose
Mia Rose
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BECOMING-ME2

Ayer en la calle un taxista me gritó algo por su ventana. Iba tarde y apurada a mi departamento, estaba en la esquina de Lord Cochrane con la calle del colegio ese donde dicen que está lleno de curas bonitos, y me llega en la oreja la cochinada. Lo miré, porque en primera instancia la curiosidad de si iba para mí era mucha, y ahí estaba, en su taxi, con la ventana abajo, esperando la luz verde, sus ojos penetrantes se clavaban en mi cuerpo, y su lengua…

Nunca me había afectado tanto, de verdad me sentí pasada a llevar, y es raro, porque no es ni por mucho la primera vez que me pasa. Los griteríos y miradas son cosa de cada día, y no solo ahora que me paseo por el centro en vestido. Cuando tenía el pelo corto y otro nombre, no faltaba la mano atrevida en la micro, la señora que se apega al cuerpo más de lo necesario en el metro, o las niñas del liceo que gritan cosas que a veces me preocupa que tengan la capacidad de idear.
Creo que la diferencia cae en dos partes. La primera es la vulnerabilidad inherente que siento ante el agresor sexual. Antes solían ser señoras de oficina, con bolso o cartera, personas de apariencia no muy atlética… Ahora suelen ser hombres, alguien que claramente tiene un cuerpo más grande y fuerte que el mío, o que se encuentra bajo el efecto de una que otra sustancia, lo que me aterroriza más. ¿Y si decide hacer algo, en vez de sólo insinuar groserías a distancia? Claro que… en la realidad de las cosas, nunca nadie me ha tocado desde que inicié mi transición, quizás porque una mujer es más propensa a hacer un llamado a la atención si la tocan, en cambio un hombre suele tomarlo para la risa.

Lo otro es quizás una cosa social, que escuché toda mi vida: lo malo que es que te piropeen en la calle, y lo mal que hay que sentirse. Que como mujer eres objeto sexual, y eso es algo malo. No estoy de acuerdo, en parte. Es evidente que todos somos de una u otra manera atractivos, sexualmente, para otras personas. Es normal objetivar las cosas, en especial si es una persona que evidentemente no conoces. Es naturaleza y no hay nada de malo en eso. El problema está en cómo la gente actúa sobre este sentimiento. Creo que el descaro de gritar una insinuación sexual en plena vía pública, sin reparo de cómo podría sentirse la otra persona al respecto, es un acto de agresión psicológica terrible, que en mi opinión, debería estar penalizado de una u otra manera.
Espero no volver a encontrarme con algo así, aunque cuando lo haga, responderles con voz de macho con otra cochinada suena divertido.

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#Becoming Me#chica trans

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