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Opinión

17 de Mayo de 2015

Columna: De las cenizas del Calbuco a la formación cívica

“La buena noticia es que las cenizas del Calbuco se van para Argentina”. Esta fue la frase con la que un periodista en la zona concluía su relato para una radioemisora de alcance nacional, sobre la impactante y posiblemente devastadora erupción del Volcán Calbuco. ¿Mala leche con los vecinos, insensibilidad para lo que ocurre más […]

Manuel De Ferrari
Manuel De Ferrari
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“La buena noticia es que las cenizas del Calbuco se van para Argentina”. Esta fue la frase con la que un periodista en la zona concluía su relato para una radioemisora de alcance nacional, sobre la impactante y posiblemente devastadora erupción del Volcán Calbuco. ¿Mala leche con los vecinos, insensibilidad para lo que ocurre más allá de lo propio o simplemente no ver que el otro existe?

Pocos días después, la presidenta Bachelet anunciaba por cadena nacional que promovería medidas para frenar de inmediato a la pillería, corruptela o formas éticamente inconvenientes de hacer negocios y de financiar la política. Junto a ellas, incluía una medida que pretende ir a la raíz de esas malas prácticas: “Daremos un lugar central a la educación cívica, en valores y actitudes, a lo largo de la formación escolar. Todas las escuelas, universidades y centros de formación deberán tener un programa sólido y explícito en formación cívica”.

Este anuncio ocurre casi simultáneamente con la reunión del presidente del fútbol chileno, Sergio Jadue, con el Papa Francisco, a quien le pidió rezar para que Chile gane la copa América. ¿La ocurrencia será solo una broma? ¿No será otra expresión de la “pillería del chileno”, avivándose para usar a quien tiene llegada directa con “el que decide los acontecimientos”, sobornándole con plegarias que perjudiquen a los demás países participantes y así Chile sea campeón?

Estos dos episodios, que rodean el anuncio presidencial son, me parece, botones de muestra y signos de que la corrupción a gran escala y las actitudes cotidianas y personales autorreferidas conviven en un magma subterráneo común de individualismo, que transforma en cenizas los valores y la sana convivencia ciudadana.

Las catástrofes y peligros que corre nuestro mundo no son sólo telúricos o volcánicos, también son por falta de conciencia, por olvidar que vivimos en una sociedad globalizada e interdependiente. En ese orden global, apuntar a la educación como parte de la solución es una convicción chilena, iberoamericana y mundial.

Algunas muestras:

En el 2010, la Organización de Estados Iberoamericanos para la educación, la ciencia y la cultura (OEI) acordó impulsar el ambicioso programa «Metas Educativas 2021: la educación que queremos para la generación de los Bicentenarios». En su meta nº 11, dice: “Potenciar la educación en valores para una ciudadanía democrática activa, tanto en el currículo como en la organización y gestión de las escuelas”. Y propone impulsar programas de educación cívica más allá de la teoría, creando ambientes escolares que experimenten la convivencia en la diversidad, la pluralidad, la equidad, la tolerancia y la solidaridad, como forma de aprender el ejercicio de los valores.
Este 2015, Naciones Unidas firmará un acuerdo sobre las “Metas para el desarrollo sostenible”, para el año 2030. Sobre educación, su meta nº 5 indica: “Todos los educandos adquieren el conocimiento, las habilidades, los valores y las actitudes necesarios para ejercer la ciudadanía global y alcanzar el desarrollo sostenible”.

Para avanzar hacia esa meta, el año pasado, los ministros de educación de América Latina y el Caribe se comprometieron en Lima a desarrollar programas de educación para la ciudadanía global, destinada a que cada estudiante adquiera conocimientos, valores y actitudes para vivir los Derechos Humanos, la igualdad de género, la cultura de la paz y la no violencia, la diversidad, la participación en la sociedad, la protección del medio ambiente y de la vida.

Volviendo a Chile, la medida anunciada por la presidenta Bachelet sobre formación ciudadana se sitúa en la dirección correcta. Sin embargo, debe concretarse en sintonía con las orientaciones y las estrategias mundiales que asignan a la educación la responsabilidad fundamental de poner el comportamiento ético y el compromiso cívico al centro de la formación de niños, niñas y jóvenes.

La política, los negocios, los campeonatos de fútbol y los desastres naturales seguirán existiendo, pero abrigo la esperanza de que la educación contribuya a que los desastres humanos que los rodean sean cada vez menos.

*Jefe de Proyectos y Relaciones Internacionales de Fundación Educación 2020.

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