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24 de Junio de 2015

1937, el primer triunfo de La Roja contra Uruguay

Esta crónica cuenta los detalles del primer triunfo de una selección chilena de fútbol ante el combinado uruguayo, con dos goles de Raúl Toro Julio, considerado el primer gran goleador chileno, quien era tan ebrio que había que encerrarlo en una comisaría antes de los partidos. El capítulo es parte del libro "La Roja: Historias de Copa América", de los autores Carlos González y Braian Quezada.

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Chile vs Uruguay A1

Sudamericano de 1937

En una verdadera novedad se convirtió el estreno de la luz artificial en Buenos Aires. En diciembre de 1936 comenzaba el primer Sudamericano nocturno de la historia y Chile concurría con la misión de mejorar su débil actuación cumplida dos años antes. A diferencia de lo ocurrido en Lima, el elenco nacional asistía con un cuerpo técnico definido, encabezado por el uruguayo Pedro Mazzullo y con Luis Tirado como preparador físico; este último daría de qué hablar más adelante.

Los desórdenes en la dirigencia se mantenían. A pesar de que la mayoría de los jugadores eran profesionales, las delegaciones eran compuestas por regentes del amateurismo, provocando diversos quiebres. Por ejemplo, a la capital argentina viaja un representante por cuenta de la sección profesional, pues la Federación se negó a considerarlo. Finalmente la nómina la completaron los dirigentes Carlos Aguirre, Arturo Navarro, José Martínez y Gregorio Cornejo, y el árbitro Alfredo Vargas. El grupo partió de la Estación Mapocho hacia Los Andes, el día 16, a las 8 de la noche. Gran cantidad de aficionados concurre a despedir al plantel.

Chile se presenta en mejores condiciones que en el 35. Eso sí, carga con el estigma de todos los equipos nacionales, a los que se les achaca que se amilanan contra los rivales de mayor clase. Sin embargo, la prensa alberga la esperanza 78 de que esto pueda ser subsanado, porque hay hombres con experiencia internacional. A ello se suma que hay temor a jugar de noche, con público en contra y al clima. Además, como antecedente, solo en 1926 la Selección chilena no acabó última, ya que en aquella edición, disputada en Santiago, el team criollo fue segundo.
El debut, al igual que dos años antes, es frente a los trasandinos. El escenario es el Gasómetro de Boedo. Pese a los temores, el resultado es alentador: una derrota por apenas 2-1, despertando beneficiosos comentarios por su desempeño. Los 50 mil hinchas que llegaron al recinto de San Lorenzo de Almagro vieron un buen comienzo argentino, con tantos de Francisco Varallo (36’) y Carlos Desiderio Peucelle (44’), en un partido con una media hora inicial muy equiparada. Sin embargo, los nacionales reaccionan presionando. A los 74’, Raúl Toro puso la incertidumbre, luego de anotar de cabeza tras una gran combinación con José Avendaño. Carlos Schneeberger fue la figura nacional.

El capitán Ascanio Cortés dijo tras el encuentro: «El resultado es lógico, aun cuando con un poco de suerte pudimos haber empatado. La delantera argentina es extraordinaria».

Mientras en Inglaterra y el mundo se comentaba la abdicación del rey Eduardo VIII para poder casarse con la dos veces divorciada Wallis Simpson, Chile enfrentaba su segundo partido en el campeonato. El rival, nada menos que Brasil, selección que volvía al campeonato tras una larga ausencia. Pese a las protestas nacionales, el encuentro fue programado en La Bombonera y los amazónicos ocuparon la camiseta de Boca Juniors.

El partido terminó 6-4 y nuevamente la luz artificial daba de qué hablar. El arquero chileno Luis Cabrera sufrió los efectos de esta discutida innovación, a tal punto que pidió ser reemplazado. «Estoy satisfecho de la actuación del seleccionado. Considero que fracasó solamente en un hombre, pero no porque le falten recursos, sino por falta de hábito en el juego nocturno, y ese hombre fue Cabrera», fue lo que manifestó el presidente de la delegación chilena.

Si el portero hubiese tenido una actuación menos desafortunada, probablemente la historia hubiera sido distinta, 79 pues ofensivamente el equipo mostró gran capacidad goleadora, de la mano del delantero Raúl Toro, quien anotó dos tantos. Sin embargo, la noche soñada del wanderino vendría unos días después. «Chile perdió luchando ante Brasil, lo que constituye la manera más deportiva y loable de caer vencido», tituló La Nación de Argentina tras el duelo.
El 10 de enero de 1937 quedaría inscrito para siempre en la historia del fútbol chileno. En esa jornada nocturna, la Selección lograría el triunfo más resonante de su corta historia, al vencer categóricamente a Uruguay, por 3-0, una diferencia que pudo ser mayor si es que el árbitro argentino José Bartolomé Macías hubiera cobrado un par de infracciones dentro del área «charrúa». El gran artífice fue Toro, quien anotó dos tantos.

El atacante, nacido en Copiapó, es considerado el primer gran goleador del balompié criollo. Dueño de una gran técnica y pegada, se convirtió en ídolo de la afición; siendo capaz de llenar recintos por sí solo. Jugó en Santiago National, Santiago Morning y Santiago Wanderers. En este último club deslumbró y los dirigentes tomaban diversos resguardos para cuidarlo, debido a su conocida afición a la bebida. Es por eso que tenían que ir a buscarlo tres horas antes del encuentro; aunque una de las medidas más efectivas fue encerrarlo en una comisaría la noche anterior a un partido. De hecho, muchas veces los «caturros» prefirieron jugar con 10 hombres hasta que se recuperara. Era frecuente que cuando entraba diera vuelta resultados adversos.

Su actuación frente a los charrúas le valió ser portada de la revista El Gráfico y los mayores elogios de los medios del otro lado de la cordillera. «Hay reales condiciones de scorer y de conducta de ataque en este delantero, que pasa con justeza, juega bien la pelota, acusa astucia dentro del área peligrosa y utiliza buena puntería y apreciable violencia en los remates», escribió el diario La Nación.

El duelo siguiente, frente a Paraguay, fue muy distinto. Una lluvia torrencial había amenazado con suspender el encuentro. Sin embargo, la Selección chilena pidió jugarlo igual. El público no alcanzó a las mil personas y, de acuerdo 80 a los comentarios de la época, el duelo fue lo más similar a una pichanga. Chile, merced de un fútbol más pausado, cayó 3-2. Quizás lo único bueno fueron los dos tantos de Toro, que lo convirtieron en el goleador del torneo.

En tanto, la despedida frente a Perú fue opaca. Un magro 2-2, después de ir cayendo 2-0. Valorable fue la reacción nacional para conseguir un marcador, calificado como equitativo por la crítica. «El resultado es justo. Yo no tuve la suerte frente al arco peruano magníficamente bien defendido por (Juan) Honores», dijo Toro. Se puede concluir que la victoria sobre Uruguay fue la semilla de algunas conductas inapropiadas, especialmente por parte de los dirigentes, quienes organizaron un amistoso en Rosario frente a Newell’s, dos días después del último partido, que terminó con derrota 7-2.
De acuerdo a lo consignado por el diario La Nación (de Chile):
[…] se dice que el principal objetivo era obtener algunos pesos, que bastante falta hacían para completar los viáticos ofrecidos. Entonces, para regresar ufanos, luciendo seguramente camisas de seda, corbatas y otras especies con marcas de Buenos Aires, ¿era necesario arrasar con el buen nombre del fútbol chileno, hacer esta verdadera burla a la afición?

El libro La Roja de Todos, de Edgardo Marín, consigna las palabras de Mazullo sobre la realidad del plantel:
Los muchachos anduvieron el viernes atareados haciendo compras. Luego, el sábado en la mañana, tuvimos un pesado viaje de cuatro horas y todos llegaron rendidos, con solo deseos de tirarse a la cama. Por la tarde estuvieron durmiendo y me costó despertarlos para la comida. En la cancha, apenas corrían.

La crítica fue implacable. Solo se salvó Toro, por su actuación y su condición de ídolo.

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