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Nacional

13 de Noviembre de 2015

El día después en el ex reino de Karadima

Luego de la declaraciones de el exparróco de la Iglesia de El Bosque, los feligreses y antiguos seguidores del cura Karadima se resisten a hablar y recordar el pasado. En la comunidad tratan de olvidar y mirar hacia adelante para tratar de exorcizar sus demonios. Si antes muchos se negaban a aceptar la verdad, con el peso de las evidencias y la condena del Vaticano, varios han terminado por reconocer los crímenes de su ex líder espiritual y pocos creen en su versión ante los tribunales. Ayer, asistamos a la misa en El Bosque y conversamos con ellos.

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k5

Cerca del mediodía, en las afueras de la parroquia El Bosque, se estacionan varios jeeps 4×4, de ellos bajan, en su mayoría, ancianos y ancianas de clase acomodada que vienen a la misa de las 12:00 hrs., celebrada por el padre Mario Garfias. No hay jóvenes. Ni nadie muy interesado en recordar el oscuro pasado que albergó al ex párroco Fernando Karadima.

La Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, ubicada en Av. El Bosque 822, ocupa una manzana completa. Su arquitectura es simple y poco ostentosa, tiene amplios jardines, con bancas, juegos y rosales blancos. Y muchos pasillos, los mismos que eran recorridos por Karadima y su séquito de víctimas y seguidores.

El miércoles, en su declaración como testigo en la demanda que sus querellantes interpusieron contra el Arzobispado de Santiago, por encubrimiento tras las denuncias de abuso, el cura Karadima sufrió una especie de amnesia. Repitió muchas veces, “no me acuerdo” y reiteró que no abusó de nadie. Aclaró que el Arzobispado de Santiago nunca lo castigó y que su retiro de El Bosque se debió a su avanzada edad, pese a que fue condenado por el Vaticano y se encuentra cumpliendo pena de reclusión en un hogar de monjas.

Esta parroquia solía ser la favorita de la élite, pero, luego del escándalo que estalló en 2004, sus tiempos de gloria quedaron atrás. El grupo de Acción Católica, al que asistía la juventud del barrio alto y que un tiempo lideró, el principal denunciante, James Hamilton, fue disuelto. La casa parroquial hoy funciona como casa de reposo para alrededor de 20 sacerdotes enfermos y ancianos. Muchos feligreses se resisten a hablar y recordar.

Los trabajadores de la parroquia afirman que ya no queda nadie aquí de esos años, que todo el personal es nuevo. Que la Iglesia de El Bosque está en otra etapa y mira hacia el futuro. De los tiempos de Karadima, sólo queda el padre Francisco Errázuriz y Guido, un funcionario con 30 años en la iglesia. Guido no quiere hablar. Explica su postura, “todo lo que tenía que decir ya lo dije a quien correspondía. No tengo opinión.” Y nos cierra la puerta, mientras repite el viejo dicho que uno es dueño de su silencio y esclavo de sus palabras.

En la misa hay unas cincuenta personas que elevan plegarías y miran al cielo. Algunos se arrodillan y repiten la liturgia. El padre Mario pide a dios que su comunidad sea librada de todo pecado y que resista a la perturbación hasta el regreso de Jesucristo, su salvador.

Guillermo, un feligrés que asiste hace años a El Bosque nos cuenta que, ahora, desde que asumió como párroco Carlos Irarrázabal, en reemplazo de Juan Esteban Morales, el acento de las prédicas está en llevar las enseñanzas de la biblia a la vida cotidiana. Aunque, revela, se cuidan de jamás hacer alusión al pasado de la iglesia y se habla mucho del perdón al prójimo, pero él cree que hay cosas que no tienen perdón. “Lo de Karadima no tiene perdón de dios. Ayer volvió a mentir y dejó muy mal al Arzobispado. Aunque Ezzati y Errázuriz sabían todo, es imposible que no supieran lo que pasaba”, reflexiona.

Guillermo, quien prefiere no revelar su apellido, dice que la gente mayor que vino a la misa es la misma que asistía en los tiempos de Karadima y que algunos todavía se resisten a creer la verdad. “Al tribunal llegó con guardaespaldas y en una tremenda camioneta, quién paga todo eso, si se supone que no tiene ingresos”, se pregunta. En su declaración Karadima sostuvo que no conocía a sus abogados ni sabía quién les pagaba por sus servicios, pero que suponía eran amigos de él.

Los abusos sexuales y de poder de Karadima aún son tabú entre la comunidad de El Bosque. Los asistentes a la misa se ponen en alerta cuando advertimos que preparamos una nota sobre cómo recibieron las declaraciones ante la justicia del ex párroco. Varias señoras de la tercera edad, elegantes y arregladas, nos explican, algo molestas, que es un tema demasiado doloroso y que prefieren no hablar ni emitir opinión. Luego, nos miran con desconfianza y se alejan rápido.

Otros feligreses recuerdan que, cuando recién estalló el escándalo, el respaldo a Karadima era casi cerrado. La comunidad lo defendía y expulsaba a gritos a la prensa, acusándolos de mentirosos y de publicar calumnias. Con los años y el peso de las evidencias, sobre todo luego de la condena del Vaticano, la comunidad ha ido aceptando los hechos.

Amalia de Morales, una profesora de francés retirada y antigua fiel de El Bosque, admiraba mucho a Karadima, era una de sus seguidoras, aunque reconoce que el cura era bien egocéntrico y poco cálido, dice que sus misas eran excelentes. Para Amalia, el escándalo de abusos que remeció a El Bosque, fue un golpe tremendo. “Sufrí muchísimo y me costó años aceptarlo. Me dolían tremendamente las críticas a Karadima y a El Bosque. Al principio todos lo defendíamos, hasta el senador Manuel José Ossandón, que después se retractó. Ahora, ya no, con todos los argumentos, terminé por aceptarlo y, si es así, me parece horroroso todo lo que sucedió”.

“Me cuesta hablar del tema. Tengo una fe profunda, mi relación con dios está intacta, pero todo lo que pasó me afectó muchísimo. Hay que distinguir y comprender que los sacerdotes son hombres, seres humanos con las mismas fallas que el resto”, explica con pesar Amalia. Sobre la declaración del miércoles pasado, la señora Amalia comenta “ahora Karadima ya no está negando, dice que no se acuerda de nada, difícil de creer, porque se ve que está en sus cabales”.

María del Carmen debe rondar los setenta y cinco años, es rubia y lleva su pelo muy arreglado. Toda su vida ha asistido a la Iglesia de El Bosque, pero dice que Karadima nunca le cayó bien. Que era mandón y trataba de imponer sus dogmas. Es una católica profunda, que todos los años viaja a Roma. Confiesa que le provocó mucho dolor el escándalo que sacudió a su iglesia y condenó la actitud del cura en tribunales: “Lo de Karadima ayer (miércoles) no tiene ni pies ni cabeza, él va a seguir negando todo, no le queda otra. Su actitud le hace muy mal a la Iglesia chilena, dejó pésimo a Errázuriz”.

El padre Mario, luego de celebrar la misa, se quedó un buen rato rezando en un altar aledaño al principal. Le consultamos cómo recibió la iglesia y la comunidad, la declaración de Karadima. “Nosotros no estamos viviendo en función de este tema, Fernando Karadima tendrá que responder por lo suyo, podremos rezar por él para que vea más claramente y no siga siempre echándole la culpa a los otros. Pero no me corresponde juzgarlo. Él sabrá cómo se las arregla con su conciencia, pero nosotros no podemos vivir encadenados al pasado, estamos todos echándole para adelante”, recalca.

En la sacristía, Mario Garfias explica que no desea seguir ahondando en el tema: “esto nos ha hecho sufrir a todos, pero es hora de mirar adelante. Cualquier cosa menos masoquista” y nos reta por “meter el dedo en la herida”. Afirma que a esta altura, está “hasta la coronilla con este tipo de problemas. No me quiero quedar pegado en eso”.

Finalmente, el cura Garfias, un abuelito con cara de bonachón y querido por su comunidad, mientras reflexiona sobre el ejercicio periodístico y nuestro afán de revisitar el pasado, se despide con una sonrisa y un dejo de tristeza, nos dice: “La verdad te hará libre” y se pierde por los pasillos del la parroquia.

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