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Nacional

21 de Julio de 2016

La carta donde Luis Larraín, presidente de Fundación Iguales, aborda la cuestión de clase en los trasplantes de órganos

"Creo que las personas de clase alta sí tienen mayor probabilidad de trasplantarse. No porque el sistema de asignación de órganos las favorezca, sino porque tienen mayor probabilidad de llegar relativamente sanas y con vida a un trasplante, producto de la mejor calidad de vida y más oportunidades en la vida en general".

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luis larraín

“Como trasplantado, y a propósito del trasplante de Jacinta Zañartu, ocurrido hace tres días, quería hacer algunos comentarios sobre la relación entre clase y acceso a órganos”, parte diciendo el presidente de Iguales, Luis Larraín, en una carta que escribe en Facebook.

Larraín sostiene que “la lista de espera es manejada por el Instituto de Salud Pública (ISP), un órgano estatal que asigna los órganos según criterios técnicos y no económicos ni políticos”, por lo que en su opinión “en general el sistema funciona bien y es objetivo”.

Luego, da paso a su testimonio personal, para contar que “en el caso del riñón, que es el que más conozco, obtiene el órgano donado quien, además de contar con criterios básicos como compatibilidad del grupo sanguíneo, tenga el puntaje más alto en una fórmula que pondera en porcentajes distintos tres factores. El factor que más pesa (60%) es la histocompatibilidad, es decir, la compatibilidad del tejido, que es determinada por el grado de coincidencia entre ciertas características de las moléculas del sistema inmune del donante y el receptor. Se miden seis características; mientras más se comparten, mayor el puntaje. Yo, por ejemplo, compartía cuatro de las seis con el donante de mi primer trasplante, lo cual me dio un alto puntaje, y tres de las seis con el donante del segundo, mi hermano, aunque ahí no había puntaje porque era un donante vivo. El segundo y el tercer factor pesan lo mismo: 20%. Uno es la presencia o no de anticuerpos específicos dirigidos en contra de las moléculas del sistema inmune del donante, que, de existir, favorecen el rechazo del injerto. El otro es simplemente el tiempo de espera: a mayor tiempo, mayor puntaje. Quien tenga el mayor puntaje total, se queda con el riñón. Es por esto que la frecuente pregunta que nos hacen a los pacientes renales en lista de espera -“¿en qué número estás en la lista?”- no aplica: no hay una lista correlativa sino muchos pacientes con características genéticas distintas y tiempos de espera distintos”.

Tras abordar esas consideraciones, Larraín opina que “la sensación de privilegio en la asignación de órganos se da probablemente por la cantidad de personas de clase alta que hemos visto recibiendo órganos en los medios de comunicación. La mayoría recordamos, además de Jacinta, a los jóvenes hermanos Felipe y José Cruzat y Cristóbal y Trinidad Gelfenstein, al pequeño León Smith, al exministro Edmundo Pérez y quizás a mí mismo. Pero esta corta lista de nombres, al lado de las 400 personas que se trasplantan cada año en Chile, es muy pequeña. ¿Por qué nos enteramos solo de los casos de personas de familias acomodadas? Probablemente porque esas familias tienen más redes para visibilizar su caso a través de las redes sociales y también porque los medios de comunicación tienen un sesgo socioeconómico en lo que cubren. ¿Alguno de ustedes ha escuchado hablar de Renato Parra? Bueno, después del trasplante de Jacinta, Renato, oriundo de Talcahuano, es la prioridad nacional de trasplante de pulmones y los está esperando en el Hospital del Tórax, público. Hasta ahora no lo he visto en televisión. En cuanto al sesgo de los medios, para algunos es inevitable, pues quienes más aparecen en ellos son las autoridades políticas y los propios comunicadores, quienes, por su solo sueldo, pertenecen automáticamente a la élite”.

“A pesar de todo lo anterior, creo que las personas de clase alta sí tienen mayor probabilidad de trasplantarse. No porque el sistema de asignación de órganos las favorezca, sino porque tienen mayor probabilidad de llegar relativamente sanas y con vida a un trasplante, producto de la mejor calidad de vida y más oportunidades en la vida en general. La misma Jacinta nació con una hipertensión pulmonar tan grave que, a los siete meses, le dieron dos años de vida, según cuenta su madre. Afortunadamente, ella tiene la oportunidad de tratarse con los mejores especialistas, en el menor tiempo, con la mejor infraestructura y los mejores tratamientos. Probablemente, si viviera en un sector rural alejado, esto sería muy distinto. ¿Ustedes creen que habría llegado viva a los 17 si no hubiera nacido en una familia que la hubiera llevado dos veces al año a Estados Unidos a someterse a un tratamiento recientemente descubierto? Evidentemente que no. Qué bueno que haya podido tener esa oportunidad, pero lamentablemente la mayoría de las personas no la tienen. El índice de desarrollo humano (IDH), indicador creado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo para medir el desarrollo de los territorios y que considera ingresos, salud y educación, es claro: mientras Vitacura tiene un IDH de 0,95, equivalente al de Noruega, Tirúa tiene uno de 0,58, equivalente al de Zambia”.

“En conclusión, para mejorar las desigualdades en el sistema de trasplantes en Chile, no debemos mirar el manejo de las listas de espera sino el sistema de salud en general”, cierra.

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