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Nacional

25 de Agosto de 2016

Peña y lo que se juega Chile si la filosofía deja de ser un ramo obligatorio

"Es la fisonomía de la cultura pública en Chile la que, siquiera en parte, se arriesga en esa decisión. Uno de los rasgos de una cultura moderna es la autonomía que enseña a sus miembros; pero una autonomía que no está acompañada de capacidad reflexiva, de la insolencia de preguntar hasta el límite -todas cosas que la enseñanza de la filosofía puede ayudar a adquirir- es una autonomía meramente formal, es una autonomía indefensa frente al prejuicio y al poder".

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carlos peña a1

A propósito de la idea de sacar a la filosofía de los ramos obligatorios de tercero y cuarto medio, Carlos Peña reflexiona en una columna en El Mercurio sobre qué hay detrás de una decisión de tamaña naturaleza.

El rector de la UDP parte poniendo como contexto que “los prejuicios contra la filosofía, como si ella fuera un quehacer prescindible, un entretenimiento carente de toda utilidad, un artificio conceptual que aleja de las cosas urgentes e importantes de la vida, es muy viejo según lo prueba una fábula de Esopo que recogió Platón en el diálogo Teeteto”.

Para graficar el texto, Peña cita que “se cuenta de Tales -se lee en Teeteto, 174 AB- que mientras se ocupaba de la bóveda celeste, mirando hacia arriba, cayó en un pozo. Se rió de él entonces una sirvienta tracia, jocosa y bonita, diciéndole que mientras deseaba con toda pasión llegar a conocer las cosas del cielo, le quedaba oculto aquello que estaba ante su nariz y bajo sus pies. La misma burla vale para todos aquellos que se introducen en la filosofía”, añade Platón.

Según el abogado dicho “prejuicio antifilosófico, cuando se lo deja crecer hasta el extremo que logre espantar a la filosofía del ciclo final de la trayectoria escolar, es perjudicial para la cultura. Porque ocurre que la filosofía, al revés de lo que imaginaba la muchacha tracia del cuento, no se ocupa de las cosas del cielo, sino de la condición humana, de las circunstancias que aquejan y desasosiegan a una época (…) Por eso Heidegger tiene toda la razón cuando observa que si con la filosofía no se puede hacer nada, quizá ella pueda hacer algo con nosotros”.

Respecto de la utilidad de esta enseñanza, Peña recuerda que “ante todo, la filosofía ayuda a aguzar la capacidad reflexiva y crítica de las personas”.

“En la medida que la filosofía ayuda a las personas a pensar por sí mismas y a espantar el prejuicio, ayuda, por supuesto, a que la vida cívica sea también más reflexiva y tolerante y a que el ideal de una democracia donde sus miembros deliberen y razonen sea un ideal al que, siquiera en algunos momentos, nos podamos acercar (…) Esas cuestiones sustantivas asoman cuando se debate sobre el aborto, las pensiones o la Constitución, y ninguna de ellas, por más que sus cultores se esmeren, puede ser resuelta ajustando medios a fines que nunca se explicitan ni se discuten”.

Por esa razón es que -a juicio de Peña- “no es, pues, la suerte de la filosofía y de sus cultores la que se juega en una decisión como la de suprimir la enseñanza de la filosofía del currículum escolar; es la fisonomía de la cultura pública en Chile la que, siquiera en parte, se arriesga en esa decisión. Uno de los rasgos de una cultura moderna es la autonomía que enseña a sus miembros; pero una autonomía que no está acompañada de capacidad reflexiva, de la insolencia de preguntar hasta el límite -todas cosas que la enseñanza de la filosofía puede ayudar a adquirir- es una autonomía meramente formal, es una autonomía indefensa frente al prejuicio y al poder”.

 

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