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Opinión

10 de Octubre de 2016

Ignacio Gumucio, pintor: “Parto de la idea de que soy como las hueas para que después me digan que no lo soy”

Al pintor Ignacio Gumucio (1971), el hermano inseparable de Rafael, le gusta jugar al falso modesto. Dice que su obra es horrible, pero en el fondo cree que es magnífica. Le encanta tirarse para abajo y repetir que es un fraude como profesor universitario. Pero nada de eso es cierto. En el fondo, busca el amor de la gente y que sus obras la rompan en la feria Ch.ACO que se inaugura el 14 de octubre en Santiago. Gumucio es igual de delirante que su hermano. Un personaje extravagante. Acá, recuerda curiosos episodios de su vida, como cuando con Rafael soñaban en convertirse en los gemelos siameses del arte o cuando una de sus obras adquirió poderes que rayaron en lo terrorífico: “Lo mejor que le puedo pedir a un cuadro es que tenga poderes sobrenaturales... y los míos los tienen”, dice.

Macarena Gallo
Macarena Gallo
Por

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Su taller, en la calle Julio Prado, es una casa a mal traer. Por fuera podría ser un taller mecánico. Cuando abre la puerta, Gumucio aparece hecho un desastre y cargando una bolsa negra llena de basura: despeinado, con un overol sucio y chorreado de pintura, y el borde del ojo con una gota de pintura blanca. El interior de la casa es un completo desorden. Él se disculpa. Y se pone a barrer. Al final, termina arrinconando la basura en una esquina. “Siéntate en ese sofá rojo, se ve sucio pero es solo de apariencia”, afirma.

Grabador de profesión, Gumucio se ha dedicado principalmente a la pintura y a hacer clases en universidades, aunque como profesor confiesa ser un fraude. En estos días, pinta como loco un cuadro, en el que dibujó unas hojas de sauce que chorrean pintura. Lo está haciendo especialmente para la Feria Ch.ACO. Se llama “Impaciente y lento”, porque lo pintó impaciente y lento, como siempre anda por la vida. Un día a sus cuadros los ama, otro los odia. Ayer, por ejemplo, quería llamar a Irene Abujatum, dueña de la de la galería AFA, que lo representa, y decirle que no participaría. “Quería decirle que me había arrancado y vivía en Tailandia”. Hoy cambió de idea.

¿Te ha ido bien anteriormente en Ch.ACO? ¿has vendido?
-Muy poco. No, no hay que decir esa huevá, porque es mala propaganda. Bueno, sí he vendido algunas cosas.

Hay artistas que no les gusta el mundo de Ch.ACO.
-No me gusta ningún mundo, pero voy a todos. La queja más grande siempre ha sido que no hay lugares donde mostrarse. Entonces, es contradictorio tener reticencias hacia Ch.ACO. Por otro lado, hace tiempo que me obligo a decir que sí a todo.

¿Por qué?
-Cuando he dicho que no, me arrepiento. Es mucha la atención que quisiera tener y muy poca la que tengo.

¿Por qué esta necesidad de atención?
-Solo busco amor, je, je, je. Nah, yo creo que todo el mundo quiere amor.

Pero para recibir amor deberías haber sido un rockero, no un pintor.
-Me habría gustado, pero es más difícil. Para mí la pintura es un premio de consuelo. Es la más fácil y la menos riesgosa. Pero la que tiene menos atención, como contrapartida.

Estái perdido, entonces…
-Es verdad. Estoy buscando la atención en el lugar equivocado, ja, ja.

FALSA MODESTIA

Comenzaste a pintar con tu hermano, Rafael. Eran chicos y veías que él tenía más talento que tú.
-Es cierto. Por años pinté por y para mi hermano Rafael. Quería su aprobación. Nos juntábamos los miércoles a pintar. Copiábamos carátulas de casetes, ilustrábamos libros, dibujábamos historietas. Pero él era mejor, mucho más imaginativo. Yo era muy aburrido. Hacía cosas muy figurativas, me esforzaba y nada. Un día decidió dejar de pintar y me quedé pintando solo. Y lo que más hacía yo era copiar, malamente, cosas convencionales.

En un momento, con Rafael se creían los hermanos siameses del arte.
-Sí. Pero es irritante contar eso. Encuentro que nos estamos ganando el escupo del mundo entero. Tanta atención para una sola familia. Tampoco hemos hecho tanto. Más bien, ser los hermanos siameses del arte era una fantasía nuestra. La idea de que, claro, nos repartimos el mundo del arte: a ti te toca esta mitad y a ti la otra.

Una cosa bien burguesa.
-Sí, asquerosamente burguesa.

Al final, terminaron repartiéndoselo igual…
-Claro, ja, ja. Pero no lo he hecho tan bien. Cuando estudié arte, estaba muy acomplejado.

¿Qué te acomplejaba?
-Encontraba que no tenía nada que decir y que no tenía ninguna habilidad manual. Pero quería ser artista. Y mi abuela Marta me fomentó la tonterita. Y si me he dedicado a pintar es para explicar por qué tengo este taller que siempre quise tener. En este mismo espacio podría haber puesto una vulcanización, pero tendría que tener auto y sacar facturas. Una lata.

O podrías haber puesto una galería.
-Una lata. Mucho esfuerzo. Te quiero decir que primero me imaginé armando este taller y lo hice de mentira, como un fraude, y ahora se volvió de verdad, porque un tipo que miente todos los días ya no es mentiroso.

Te gusta esa idea del fraude.
-Sí. Esta es la parte patética de todo esto: mi fantasía es que la gente necesita de mis pinturas para vivir. Y no es así. Y me aíslo en mi taller para poder estar con la gente a través de mis cuadros. Es como en la guerra, cuando los tipos retroceden para atacar y dan un paso en falso. Pero lo mío es una tontera.

Te gusta tirarte pa abajo.
-Es una estrategia. Reconozco la falsa modestia como un rasgo de mi carácter. Y me lo achacan siempre. Parto de la idea de que soy como las hueas para que después me digan que no lo soy.

¿Cómo manifiestas tu falsa modestia?
-Creyendo que mi obra no es tan increíble, pero que capaz que lo sea y tenga poderes mágicos.

De hecho, en el texto de tu última exposición “Falsa Modestia” dices que tus cuadros son premonitorios.
-Sí. Hay casos graves. Tipos que consideran que mis cuadros son culpables de su destino. Incluso, me dicen: quiero elegir otro, porque si me quedo con este me pasará una hueá mala.

Eres como yeta.
-Claro, pero esas cosas me llenan. Lo mejor que le puede pedir uno a un cuadro es que tenga poderes sobrenaturales. Y mis cuadros los tienen. El poder de aburrir al mundo.

¿Qué es lo más loco que te ha pasado?
-Uno de los cuadros que mostraré en Ch.ACO lo tenía mi cuñada. Sé lo regalé, en realidad. Y le dio con que la mancha roja del cuadro representaba un incendio. Finalmente, hubo un incendio en su barrio y se empezó a cagar de susto. Pensaba que su casa se iba a quemar. Y de repente llegó a la conclusión de que no era un incendio, sino que la mancha roja era una gallina que estaba en su patio. Y, de hecho, apareció una en su patio. Le empezó a dar susto y me lo devolvió. Ahora, a mí también me bajó el susto y lo pinté de blanco. Se llama “El bosque no deja de ver el bosque”.

¿Por qué te gusta partir de la falsa modestia?
-La falsa modestia permite no caer en ninguno de los dos extremos que son ser modesto o arrogante absoluto. Ante eso, la solución es la falsa modestia. Todos mis cuadros juegan con esa idea. Están hechos con materiales que podrían ser una potencial mierda, y tengo la duda de si valen la pena o no, pero existe la posibilidad peregrina de que sean increíblemente geniales. Por ejemplo, este cuadro que estoy haciendo para Ch.ACO. Ayer no me gustaba. Hoy pienso que es increíble, que será el mejor cuadro, la fantasía extrema: que todo Ch.ACO estará centrado en mí y que la gente no podrá dormir. Y puede que en dos horas más llegue de nuevo a pensar que no vale nada. Es divertida esa cuestión.

¿Cómo te convertiste en un falso modesto?
-Toda mi vida he sido un falso modesto, ja, ja, ja. Ser un falso modesto es lo mejor.

Pero a la gente termina cayéndole mal el falso modesto, el artista llorón.
-¿Y acaso te gusta el exitoso? No, el exitoso es apestoso.

¿Y los artistas chilenos son muy apestosos?
-Sí. Hay una moda del “sé lo que valgo” que se relaciona con un discurso exitista. Se acabó el hueón llorón, ahora la lleva el hueón enojado. Nadie merece ninguna huevá. Esa idea de que tú merecís cosas, porque te has esforzado o por cualquier huevá, es equivocado. Uno tiene que estar agradecido de lo que uno tiene. Ese de discurso del “sé lo que valgo” me tiene chato. Esa cuestión también la he dicho, pero, nunca la he sentido de verdad. El hecho de que la gente le ponga atención a mis obras, me sigue sorprendiendo.

Tu fantasía es que la gente caiga rendida a tus cuadros.
-Es la fantasía de cualquier artista. He hecho cosas realmente equivocadas, he sentido que voy a fracasar y he estado angustiado en el taller. Y, cuando he mostrado mis cuadros, no pasa nada. Esta idea del castigo, sería maravilloso. Es un poco egocéntrica toda esta conversación. ¿Te sirve de algo?

Obvio…
-Seguramente será una confusión. Seguramente va a salir Rafael, al lado mío, en otro artículo, hablando maravillas, mientras yo salgo hablando estupideces.

Ja, ja, ja. Nooo. A propósito, ¿tu hermano es muy lapidario con tus obras?
-Me dice de todo. Siente una cierta responsabilidad. Y debo reconocer que me ha dejado bien en sus escritos. Ha colaborado conmigo. Debe ser por un sentido del negocio. Está pensando en que yo pueda vender mejor mis cuadros. No es sinceridad, es oportunismo. Me importa su aprobación. Él era artista mucho antes que yo. Y tiene más conciencia, más cultura. Tengo que reconocer, en esta entrevista, que él es mejor: Rafael, eres el mejor.

¿Eres lapidario con lo que escribe él?
-Pese a que no tengo ninguna facilidad para la escritura, siempre me pasa sus manuscritos y le doy mi opinión, que tiene la virtud y el defecto de que yo no leo mucho. Lo único que leo son los textos de Rafael. Soy el especialista más grande de la obra de mi hermano.

¿Lees también sus entrevistas?
-Nooo. A la hora que me meto en eso, sería una pesadilla horrible.

¿Qué te pasa con los comentarios odiosos que recibe tu hermano por sus dichos?
-Sufro harto. Los ataques a Rafael son exactamente el típico ataque fascista de siempre: que el hueón habla mal, se cree la raja, y yeyeyé, yeyeyé. Bueno, Rafael es un moralista. Se mueve en el parámetro de lo correcto y lo incorrecto. Es un poquitito estar en una religión, en una secta llamada Rafael Gumucio ja, ja, ja.

¿Eres parte de su secta?
-Me toca naturalmente, es mi hermano.

ARTE POR ENCARGO

Ignacio Gumucio

En una entrevista reciente, decías que tu pintura no representaba nada.
-Qué estupidez dije. ¿Cuándo dije esa cuestión?

Hace poco, en Artishock.
-Bueno, estoy en desacuerdo con esa frase. Lo que pasa es que si me preguntas qué representa mi pintura, ahí me cagaste. No sé. Pero descanso en que el arte, aunque no quiera decir nada, representa algo. Por último, “no entendí nada”.

¿Qué te gustaría contar, por ejemplo?
-Me gustan las pinturas que se puedan contar por teléfono. Tambien me da pudor decir lo que quiero contar. Y tampoco sé que quiero mostrar.

¿Por qué?
-Me pasa que me aburro de mi propia voz. Las veces que me he encontrado con mis pensamientos, me caigo mal. Soy un fraude.

Dices que estudiar Artes en la universidad también es un fraude.
-Sí. De hecho, de eso se trata. Cuando uno va a la universidad es para humillar a los demás. ¿Te gustaría estudiar medicina para saber lo mismo que los demás? No. Y los artistas nos hemos encargado de aumentar una diferencia que no es tal. El artista le encanta sentirse superior al resto, pero no sabe nada. Es triste, pero los artistas no son la gente más inteligente del mundo. En Chile, a diferencia de otros países, es de los pocos donde ser artista es una carrera universitaria. Es un poco aberrante, porque no debería ser una carrera.

Pero tú enseñas en la U…
-Sí. Y les digo a mis alumnos que somos parte de este fraude, pero que es un fraude bueno, ja, ja, ja.

Claro, porque a ti te pagan por ese fraude, mientras que a ellos no…
-Ja, ja, ja. Eso es lo triste. Esto del fraude hay que tomarlo con humildad. El profesor tiene que tener la humildad para entender que de esta cosa imperfecta algo bueno saldrá. Y el alumno, la humildad de decir “no soy capaz de estar solo, a pesar de que esto es medianamente fraudulento, algo sacaré de esto”. Si ambos admiten eso, tenís a un grupo de tipos humildes admitiendo su derrota. Ese es el comienzo. Todo arte comienza con una derrota. Lo peor es que puede terminar siendo una completa derrota.

Para algunos, una derrota es hacer cuadros por encargo. ¿Te han pedido hacerlos?
-Sí, pero nunca me han pedido obras que combinen con el sofá. Tampoco tendría problema. Pero nadie me pide nada. ¡Ese es el problema! Yo soy la puta más disponible, pero no tengo clientes. Eso es lo triste.

Igual a ti te va bien.
-O sea, comparado a lo que pensé que haría con el arte, me va increíble. Comparado a cualquier otra persona, me va pésimo: No vendo nada, vivo de hacer clases, no me pesca nadie, esta entrevista será la última que tenga.

Dale color.
-Así soy, cuando me entrevistan no tengo qué decir. No tengo carrera internacional…

Pero intentaste armar algo afuera…
-Pero me fue mal. A mi mujer, que es artista también, le va increíble. Igual es complicado. Si uno quiere internacionalizarse tiene que tener una idea muy clara. Y soy muy disperso. Tenís que mascar lauchas un buen rato. Y, claro, el esfuerzo tampoco es lo mío.

¿Tienes relación con quienes te compran obras?
-Nada. Eso me gusta. Algunos coleccionistas los conozco bien, pero me encantaría que sean tantos que no los conozca. Tampoco hago ningún esfuerzo por saberlo. Una vez que termino un cuadro trato de deshacer mi relación con él, porque si no, lo pasai mal. Y te ponís a pensar: ese cuadro capaz que lo tenga en su living el dueño de….o José Piñera. Y con eso te podís poner a llorar todos los días, pensando en que el hueón está pensando en las AFP mientras mira tu cuadro. Mejor no saber.

LA SAL

¿Te interesa la actualidad?
-Me interesa, pero a nivel Facebook. No participo demasiado.

Hace poco estabas espantado con el proyecto de sacarle sal a la marraqueta.
-Sí. Sacarle la sal a la marraqueta es un despropósito. Una de las cosas buenas que hay en Chile es el pan. Me afecta esta prevalencia de esta idea fanática que, de alguna manera, no te deja pensar. Lo que quieren estos doctores es que uno no piense en la muerte. Y yo cada vez que como una marraqueta, o un ají con café, pienso en la muerte de una manera dulce. Y con esta prohibición quieren hacer una suspensión de la muerte y el placer a través de este discurso hueón. Me desespera la fuerza que ha tomado ese discurso. No puedo creer que haya gente feliz porque le quiten la sal.

Se ha puesto de moda la alimentación sana.
-Sí, además qué es ser sano. Me dan miedo. Además, uno los ve y tienen cara de imbéciles: Girardi, ¿ese hueón me va a decir lo que es sano? Quién le explica a Girardi y a Bachelet que la gente no se muere por el sodio. La gente se muere porque vivió, no por la sal.

Tu primo MEO está bien cagado.
-Sí, pero no cacho mucho. No sé en qué va a terminar eso.

¿Qué te parece que le haya pedido plata a Ponce Lerou?
-O sea, la pureza está tan manoseada… Claro, es muy fácil juzgar después…. Además, que era un sistema tan perverso que envenenó la política. No tengo idea cómo habrá sido esa pedida de plata. No creo que haya estado el mismo Ponce Lerou pasando la plata. Estos grandes dilemas morales nunca son como uno quisiera que fueran, como que viene Satanás y te termina tentando, no. Debe haber sido una hueá bastante más light.

Así como tu hermano es antianimalista, ¿cuál es tu postura?
-No tengo problemas con los animales. Pero estoy de acuerdo en todo lo que dice. El animalismo parte de esta idea de la inocencia, de mostrarse como una persona inocente, abusada. Por eso los animalistas se identifican con un perro sin patas o con el atropellado. Hay un infantilismo, porque la gente adulta, normalmente, asume que no es tan puro ni inocente. Cualquier persona que haya tenido sexo, ese puro asunto, hace que uno ande pensando cochinás.

¿En qué no estás de acuerdo con Rafael?
-Pensamos más o menos similar. Tanto así que a veces nos cuesta distinguir qué cosas dijo él y cuáles yo. Y me da rabia cuando Rafael cuenta cosas que supuestamente le pasaron a él y me pasaron a mí.

Están como Rafael Garay cuando se adueñaba de las historias de Iván Núñez.
-Ja, ja, ja, exacto. Obviamente, mi hermano vendría siendo Garay. Hasta se llaman igual. Yo, soy Iván Núñez, el más bacán. Aunque no sé quién sea el más bacán. Pensándolo bien, puta, qué es hueón Iván Núñez que se dejó cagar. No era tan bacán.

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