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Opinión

27 de Octubre de 2016

Columna de Pablo Dittborn: Noticias sorprendentes en torno al libro, el caso italiano

En 1515 Erasmo de Rotterdam señalaba el riesgo de “la multiplicación solo mercantil” de libros sin un desarrollo paralelo de un sistema escolar suficiente donde se aprenda a leer.

Pablo Dittborn
Pablo Dittborn
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El jueves de la semana pasada se inauguró la 36ª versión de la Feria Internacional del Libro de Santiago con México como país invitado de honor. Tengo entendido que el próximo año FILSA tendrá a Italia como invitado en esta categoría. Me parece una muy buena noticia, también una muy buena elección y espero que estemos a la altura que las circunstancias nos obligan con un invitado tan importante como el elegido.

En relación con Italia no hace muchos días, el 30 de agosto para ser más exacto, apareció en el diario El País de Madrid, en su edición internacional, una nota que comentaba que Italia había aprobado un cheque regalo de 500 euros (aproximadamente $ 380.000) para que los jóvenes que cumplen 18 años puedan consumir libros, museos, teatros, cines, conciertos, exposiciones etc. Con esta medida, el gobierno de Mateo Renzi quiere dar la bienvenida a la edad adulta a los italianos y residentes con un mensaje que les recuerde lo importante que es el consumo cultural tanto para el enriquecimiento personal como para el fortalecimiento del tejido social del país.

Al parecer los italianos tienen muy claro que la cultura puede marcar la diferencia entre una sociedad de carneros y unos ciudadanos capaces de pensar, juzgar y decidir.

No basta con la oferta gratuita de algunas actividades culturales como medida para el desarrollo de estos hábitos. Pagar por ir a un concierto, por escuchar música o por descargar un libro es poner en valor la creación.

Existe en nuestro país una iniciativa, en desarrollo aún, similar a esta pero centrada más bien en los mediadores de la lectura, en este caso en los profesores de enseñanza básica y media. A grosso modo la iniciativa que está en estudio, propone que se entregue a los profesores que corresponda, y esto habrá que definirlo, una tarjeta tipo BIP con un poder de compra para ser usada en las librerías establecidas a lo largo del país, de tal forma que quienes deben actuar como incentivadores de la lectura y de la creación de hábitos lectores en los niños y jóvenes, no sufran una limitación al recomendar libros a los cuales no tienen acceso por temas económicos pudiendo al mismo tiempo desarrollar su propia biblioteca.

Esta medida, que deberá ser muy bien estudiada para evitar desvíos en el propósito final, que es el de proveer a los mediadores (profesores) los medios para que puedan realmente ejercer como tales, también tendrá efectos secundarios sobre el conjunto de la industria, vale decir, libreros, distribuidores y editores. Para esto habrá que reestudiar y modificar las actuales asignaciones de los Fondos distribuidos por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

Para que un niño lea, no basta con entregarle un libro, hay que mostrarle a un lector. Con esta premisa se han desarrollado en Europa campañas de incentivación a la lectura en donde se reúnen padres e hijos en lugares públicos a leer conjunta y simultáneamente cada uno su libro, pero en comunidad.

Medidas como estas son las que nos parecen más eficaces e innovadoras para resolver el gran drama de la baja lectoría en Chile, en lugar de la compra mecánica de cantidades de libros que posteriormente no son solicitados ni leídos en las bibliotecas, información que habrá de solicitársele a la DIBAM para comprobar su importancia. Con una masa lectora muy superior a la actual, habremos dado un gran paso adelante en la capacitación de los jóvenes y niños para encarar por ejemplo, una partitura musical, una serie de fórmulas lógicas y matemáticas, un cuadro estadístico, incluso un manual de instrucciones de una máquina, etc..

Más lectores harán por si sola sustentable a la industria del libro sin tanta necesidad de apoyo estatal directo.

En 1515 Erasmo de Rotterdam señalaba el riesgo de “la multiplicación solo mercantil” de libros sin un desarrollo paralelo de un sistema escolar suficiente donde se aprenda a leer, lo que generaría con mucha probabilidad, según él, “confusión y anarquía intelectuales”, y algo más: “si siguen las cosas como han empezado [con muchos libros y pocos lectores], veremos el poder concentrado en pocas manos y una bárbara tiranía reinar entre nosotros. Todo quedaría sometido al arbitrio de uno solo o de unos pocos. No quedará rastro de organización civil, una violencia militar gobernará todo”.

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