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Poder

19 de Diciembre de 2017

José Antonio Guzmán, empresario: “El Frente Amplio es radical, irracional y utópico”

Tiene 76 años y un largo desempeño en el sector privado. Fue presidente de la CPC, de AFP Habitat, y hoy está dedicado a sus negocios inmobiliarios. Desde esa posición ha visto con molestia las reformas de Michelle Bachelet, con preocupación la irrupción del Frente Amplio, y con gran esperanza la votación de Sebastián Piñera. Su elección, sin embargo, no lo tranquiliza. Las enormes expectativas que tiene la población, los malos resultados económicos, y una oposición radicalizada que promete estar en el Congreso y en la calle, terminaron por convencerlo de que los próximos cuatro años serán intensos. “No me cabe duda que la oposición de la izquierda va a procurar mantener un clima de tensión”, asegura.

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¿Qué le pareció el triunfo de Sebastián Piñera?
Estoy muy contento con el resultado. Este triunfo le abre a Chile una expectativa para enfrentar y resolver los problemas que tiene la sociedad. Sobre todo, reiniciar una fase de crecimiento para ser un país desarrollado. Le envía una señal muy clara a los sectores políticos: la población no estaba dispuesta a continuar respaldando aventuras reformistas, prioridades alteradas, ni tampoco el deterioro de valores que ha ocurrido durante este gobierno. El gran ganador de esta elección fue el centro. Ellos vieron en Piñera la única opción que tenían, pero en ningún caso eso significaba renunciar a avanzar en la solución de los problemas. Siempre con moderación y gradualidad.

Usted escribió un artículo donde decía que los “moderados” no se expresaban, ¿por qué cree que aparecieron ahora?
No se expresaban porque no veían a ningún representante político con la virtud de la moderación. Nadie que tuviera la valentía de decir “oiga, sabemos que tenemos que hacer muchas cosas, pero hay que realizarlas en la medida de nuestras posibilidades”. Ese discurso no tenía representante, pero yo en algún momento pensé que podía ser Ricardo Lagos.

¿Le parecía un buen candidato?
Estuve comiendo con él el año pasado y le dije que tenía serias opciones de ser presidente si recogía este discurso de la moderación y se desprendía de la obligación de ir a una primaria. Si él iba a la papeleta de noviembre tenía una real chance de pasar a la segunda y eventualmente ganar. De todas maneras, yo no iba a votar por él.

¿Sebastián Piñera es el moderado que usted estaba esperando?
Ha logrado construir un discurso moderado y en ningún caso regresivo. En cambio Guillier, que lo conozco porque me entrevistó tres veces, no logró desprenderse de esa carga de estar anexado al gobierno. En su etapa final incluso se radicalizó y eso le restó votos.

¿Chile es un país de mayoría moderada?
El Chile profundo es un país moderado. Yo lo conozco por mis trabajadores de la construcción.

¿Cómo son?
Son personas que tienen aspiraciones, demandas, y a veces enojos con sus patrones, pero que saben que las cosas tienen que irse logrando paso a paso. El chileno es mucho más inteligente que lo que la elite intelectual supone. Tiene sentido común. Y Piñera logró representar ese sentimiento. En ningún momento negó los problemas. Al contrario, recogió temas que plantearon otros sectores, como el de la gratuidad en educación.

¿Y cómo son los radicalizados?
Después de la primera vuelta emergió un grupo que atemorizó con un discurso de izquierda. El triunfo del Frente Amplio (en adelante FA) fue un golpe muy duro para el resto de la izquierda, que se tuvo que poner en esa línea.

¿Qué tipo de izquierda cree que representa el FA?
No me atrevería a decir que es una izquierda marxista, es una izquierda de derechos sociales. No recuerdo un precedente así en la historia de Chile, porque en ningún caso son la Unidad Popular, que querían reproducir la revolución cubana. Yo lo viví. El FA es radical, irracional y utópico. Conversando entre personas racionales, los planteamientos que tienen no se sostienen.

¿Cuáles planteamientos?
La gratuidad universal. No se sostiene que ese sea el problema prioritario del país, tampoco el fin de las AFPs. Basta sentarse con un papel y lápiz para darse cuenta. Advierto rasgos de mucha soberbia en ese grupo. Siguen pensando que el mundo político gira en torno a ellos. Han querido instalar un clima antiempresarial, pero no aterrizan en la realidad.

Ellos proponían un impuesto a los súper ricos…
Guillier también asumió esas banderas. Dijo que los empresarios éramos ideologizados, antipatriotas para tomar las decisiones, y nos amenazó con “meternos la mano a los bolsillos”. Lo encontré lo más desafortunado e injusto, porque eso no es así.

Él se refería a los que no pagan los impuestos, a los que usan estrategias elusivas.
¿Pero quién no paga impuestos hoy? Bajo el actual gobierno de Bachelet se generó una cultura de la obstrucción a la iniciativa privada. Se impusieron gravámenes legales, tributarios, o administrativos que eran imposibles de cubrir. Se han cambiado las reglas del juego y muchas veces ni siquiera se aplica el Estado de derecho.

Entonces no está de acuerdo con un impuesto a los súper ricos.
Pero si hoy somos los súper ricos los que pagamos impuestos. El otro día salió una cifra que decía que el 30% de los impuestos los paga el 1% más rico de la población. A mí no me cabe duda que la oposición de la izquierda, especialmente del FA, va a procurar mantener un clima de tensión callejera. Tal como lo dijo Giorgio Jackson, que iban a estar en el Congreso y en la calle. Eso es una inconsistencia y una comodidad. Es casi una frescura estar en los dos lados.

¿Usted cree que no hay que escuchar a “la calle” con tanta atención?
No soy contrario a la manifestación en la calle. Cuando el movimiento No Más AFP tomó fuerza dije que me parecía muy bueno, porque puso el tema de las pensiones sobre la mesa cuando todos le sacaban el cuerpo. Ahora, ir a la calle por cualquier cosa lógicamente genera un desorden difícil de manejar.

PREOCUPACIONES

¿Cuáles eran sus temores con Guillier?
Me daba miedo su desconocimiento de los temas, su carácter, y el hecho de que no tenía un respaldo político organizado al que pudiera recurrir para defender sus puntos de vista. Creo que él iba a ser arrastrado por los planteamientos del FA y del PC.

¿Arrastrados a Chilezuela?
No, Chile está lejos de eso.

¿Hay algo que le preocupe de la elección de Piñera?
Estoy bastante preocupado. Este proceso electoral deja un reguero de división y desconfianza que es muy difícil de reducir. Y el gobierno deja en lo económico un legado de gasto y compromiso fiscal que limita ejecutar cualquier plan de desarrollo en los próximos años. En lo social, que para mí es lo más grave de todo, se deja una herencia de expectativas insatisfechas en derechos que son inalcanzables, que no son financiables, y que incluso algunos tampoco son justos.

¿Qué derechos no le parecen justos?
La gratuidad universal no la encuentro justa. Es inconsistente con el grado de desarrollo que tiene el país. No va a ser fácil gobernar. Se han generado muchas expectativas de derechos. La reforma constitucional, que está inspirada en lo que piensa Fernando Atria, es una reforma que busca establecer derechos en la Constitución, tal como existen en Brasil y que hoy han ocasionado enormes problemas.

¿Usted cree que no está bien que la Constitución garantice derechos?
Ciertos derechos por supuesto que sí, partiendo por los derechos humanos y la libertad. Pero derechos económicos, de acceso y de gastos, no pueden estar en la Constitución. La educación como derecho debería estar, pero no gratuita y universal. No es sustentable.

Esa es una bandera que abrazó Piñera en su última semana como candidato.
Sí, pero parcialmente, y va a tener que responder a su compromiso. Muchos de los cambios van a depender de lo que pase con los apoyos que tenga en el Congreso. En la Cámara de Diputados se ha logrado un relativo equilibrio, pero el Senado ha perdido esa tradicional misión de los acuerdos.

La misión de “cocinar”.
La “cocina” es una forma de llegar a acuerdos con otros. Y esa misión se ha ido perdiendo por la composición que tiene. Se ha movido cada vez más a la izquierda, incluso en la Democracia Cristiana, que era el contrapeso. Todos los senadores que hacían esa tarea van a desaparecer a partir de marzo, como Andrés Zaldívar o Ignacio Walker.

¿No le preocupa la unidad de la derecha?
Es indispensable que el nuevo gobierno preserve su unidad. Si no, va a perder esa fortaleza y credibilidad que despertó en esa población que le prestó apoyo.

¿Le tiene miedo a lo que pueda pasar entre Manuel José Ossandon y Felipe Kast?
Esas diferencias están marcadas, pero el apoyo que tiene Piñera es tan importante que puede llamarlos al orden y decirles “niños dejen de pelear”.

¿Usted cree que la derecha tiene la oportunidad de no ser un paréntesis?
Sí, y desde ya el gobierno de Piñera debe iniciar el análisis de cómo proyectarse en el largo plazo, para que no sea un veranito de San Juan como el primer gobierno. Afortunadamente el escenario económico internacional se va a presentar favorable, lo que podría impulsar una recuperación de la inversión, el crecimiento, y el empleo asalariado.

Mucha gente en la calle decía que con Piñera volvía el trabajo.
Lo he escuchado. El otro día estaba en Estados Unidos, en el aeropuerto, y una señora le decía a otra que iba a votar por Piñera porque él daba trabajo. Esa sensación es real. Piñera despierta confianza en los inversionistas y eso genera trabajo y mejores salarios. La gente empieza a mirar eso con otra atención, sobre todo los que le han tomado el gustito a lo que es ser desarrollado. La gran seguridad de Chile es esa clase media que se ha consolidado y ha mejorado su estándar.

¿La clase media quiere más libre mercado?
Más libre mercado, más competencias, más oportunidades, más educación, mejor salud, viajar al extranjero, en fin. Quieren cosas de consumo que salen desde dentro del corazón. La izquierda no logró captar esa aspiración de los chilenos.

¿Qué le ofrecía la izquierda a la clase media?
Redistribución, impuestos… de hecho los impuestos aumentaron en este gobierno. El IVA que le pusieron a las viviendas, por ejemplo, fue un golpe importante para la clase media.

Pero una de las lecturas que se hicieron después de la primera vuelta es que la gente había respaldado las reformas de Bachelet.
Esa es la lectura del gobierno. Yo creo que la gente sí quiere más reformas, pero no las que se hicieron, como la tributaria, que hizo bajar la inversión y el crecimiento económico. Nunca hemos tenido un período tan malo como el de este gobierno. Eso se lo atribuyo fundamentalmente a Alberto Arenas y a Rodrigo Peñailillo. Ellos son los grandes culpables.

ANTIEMPRESARIOS

¿Nota un sentimiento antiempresarial en el ambiente?
Los detractores de la empresa privada han hecho muy bien su pega y los empresarios muy mal. Lo vengo diciendo hace mucho tiempo. Los antiempresa alcanzaron hegemonía en los medios de comunicación, las universidades, dirigencias estudiantiles, sindicatos, y organizaciones sociales, y hacen uso de su poder en contra del sistema con un discurso simplificado, discrecional, sesgado y populista. Y los empresarios, en cambio, hemos depositado nuestra confianza en responder eficientemente a los desafíos: la globalización, la libre competencia, la apertura al exterior, el crecimiento, la creación de empleos.

¿En qué se equivocaron?
En no captar a tiempo la evolución que la sociedad tuvo. Para colmo de males nos vimos enfrentados a sucesivos casos de abusos, de colusión de mercados, uso de información privilegiada, que pusieron en entredicho la ética del empresariado sin que hubiera una reacción condenatoria. Eso nos hizo mucho daño. Salvo pequeñas excepciones, los empresarios y dirigentes hemos tenido poca disposición para enfrentar el debate intelectual y defender los beneficios que tiene el sistema de mercado para todo el país. La gente cree –mis hijos y mis nietos, por ejemplo- que esta cuestión es gratis, que salió de la nada. Pero las cosas no son así.

¿Por qué los empresarios no han tenido disposición para entrar al debate?
No sé… hay una cierta tendencia a encerrarse sobre sí mismos. Tampoco estamos muy preparados para debatir, no es nuestra especialidad. Los ingenieros somos de frases cortas…

Pero Andrónico Luksic opina a través de Twitter.
Me parece bien que el tuitee y diga unas cuantas verdades, pero eso no tiene mucha influencia. Al final, la única herramienta de la cual hicieron uso los empresarios frente a esta avalancha antiempresarial fue disminuir la inversión, y eso para el país es fatal. El gobierno de Piñera va a tener que hacer grandes esfuerzos para recuperar la confianza empresarial.

¿Cuál es el rol que deben jugar los empresarios?
Tienen que defender más el sistema económico y, si las condiciones son propicias, volver a invertir.
En una entrevista usted dijo que le “rebelaba mucho los empresarios medios pillines” que ponen en riesgo el modelo.

¿Qué le pareció la elección de Bernardo Larraín Matte en la Sofofa?
Yo no soy socio de la Sofofa. No sé los análisis y reflexiones que se hicieron allí para tomar esa decisión. Entiendo que Bernardo no estaba involucrado directamente en la colusión.

Era parte del directorio en algún momento. Siguiendo su línea de argumentación, a mí me parece que eso es un autogol.
Una vez me entrevistaron por este tema y dije que me parecía impresentable que ocurriera una cosa así sin el conocimiento del directorio. No sé cómo va a actuar Bernardo como presidente de la Sofofa, a lo mejor sigue esa misma línea que digo. Yo lo conozco, era compañero de mi hijo mayor en el colegio, lo encuentro muy valioso.

¿Hay muchos empresarios pillines?
No, hay algunos. La mayoría no nos coludimos, pagamos imposiciones, somos creativos, y respetamos a los trabajadores.

MÁS AFP

¿Está de acuerdo con una AFP estatal?
Estoy de acuerdo en la medida que compita con las mismas reglas del juego que las otras, y que se preserve la libertad de escoger. Para mí, los dos elementos cruciales del movimiento que me gustaría encabezar, que se llama Más AFP…

¿Quiere crear un movimiento que defienda las AFPs?
No, es solo la idea. La dejo ahí. Debemos velar por más competencia, menores costos, mejores rentabilidades, y que se preserve la capitalización individual, porque el sistema de reparto es inviable. Eso no lo han querido entender ni Luis Mesina, ni los del FA. Va a llegar un momento en que serán más los trabajadores pasivos que los activos. Yo hice un cálculo una vez: al año 2035 habría que sacarle un tercio del sueldo a los trabajadores activos para financiar a los pasivos. ¿Quién va a aguantar eso? Cómo no van a entender algo tan simple.

¿Usted propone que la solución al problema de las pensiones es más AFP?
No de todo, pero sí soluciona una parte de las pensiones. Este proyecto de aumentar la cotización en un 5% (Piñera propuso el 4%) con cargo a los empleadores me parece bien. Pero va a rendir resultados más adelante. Ahora hay que proponer algunas medidas para mejorar las pensiones actuales, principalmente en los sectores más pobres.

¿Y cómo se mejora eso?
Sacando recursos fiscales.

Quiere menos Estado en varios temas, pero en lo de las AFPs quiere más.
Hay que priorizar. Para mí es más importante darle buenas pensiones a las personas mayores, que la educación gratuita universal.

Entonces está de acuerdo con aumentar la edad de jubilación.
Hay que estimular que la gente trabaje hasta más tarde, para que puedan acumular más recursos y dividirlos por menos años.

Guillier criticó esa medida con una pegunta que es muy real: ¿A quién le dan trabajo a los 70 años?
Es una dificultad para quien fue despedido a los 60 años, pero para los que vienen trabajando en una empresa desde mucho tiempo no es problema. Para eso hay que generar flexibilidad laboral para que se puedan convenir condiciones más apropiadas.

Las AFPs tienen muy mala fama.
Les han creado mala fama, pero las AFPs han hecho su pega bien. Han administrado bien los recursos, no les han robado ni un peso a los trabajadores, y llevan las cuentas ordenadas. Lo que pasa es que no se preocuparon a tiempo de difundir en qué consistía el sistema.

Eso reduce el problema de las AFPs a un tema de comunicación con el afiliado…
Pero por culpa de las AFP. Ellas eran las que tenían la obligación de advertir este problema con anticipación y no lo dijeron.

Era el mismo creador de las AFP, José Piñera, el que decía que los trabajadores podrían jubilarse hasta con el 70% de su sueldo.
Estoy de acuerdo con que las expectativas no se inventaron solas. Por eso creo que las AFPs deberían haber dicho cómo iba a ser la situación actual.

¿Y usted lo dijo?
No con la suficiente antelación.

¿Qué tanto daña a la imagen de las AFP la fiesta que Capital realizó para sus ejecutivos en un yate en el Caribe?
Es un descriterio monumental. Le hacen el mismo daño que las colusiones le hacen a la empresa privada. Yo jamás lo habría permitido. Eso es estar perdidos en lo que sucede.

¿Qué implicaría terminar con las AFP?
Sería un desastre. Además, las platas son de las personas no de las AFP.

Pero eso no es tan así.
La gente que rebate esto dice que no pueden disponer de la plata, pero eso tiene que ver con el aspecto compulsivo del ahorro previsional.

¿Qué la gente se gaste la plata en otras cosas?
Resulta que la gente se compra un televisor, un auto o se va de viaje, y llega a viejo y no tiene nada. Ese problema es porque el régimen previsional es compulsivo. Entonces ese argumento de que no pueden disponer del dinero es falso. Lo que pasa es que no pueden hacerlo ahora, pero cuando jubilen sí.

Pero parcelado. No puedo retirar toda la plata y comprarme un departamento y vivir mi vejez de la renta.
¿Y si no le pagan el arriendo o el departamento se quema? Van a volver de nuevo a golpearle la puerta al Estado.

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