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Mundo

27 de Marzo de 2018

Los 700 mil muertos invisibles de la tuberculosis en África

La tuberculosis mata a más de 700.000 personas en África cada año, especialmente en el área subsahariana, donde tiene cifras de epidemia generalizada según los expertos, que advierten hoy de que se está fallando en estudiar la transmisión y combatir los factores contextuales de contagio. Aunque la comunidad internacional puede celebrar hoy, Día Mundial de […]

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La tuberculosis mata a más de 700.000 personas en África cada año, especialmente en el área subsahariana, donde tiene cifras de epidemia generalizada según los expertos, que advierten hoy de que se está fallando en estudiar la transmisión y combatir los factores contextuales de contagio.

Aunque la comunidad internacional puede celebrar hoy, Día Mundial de la Tuberculosis, que la enfermedad está declinando, en esta parte del planeta la tendencia es a la inversa.

“África Subsahariana está presa de una epidemia de tuberculosis generalizada. En otras palabras, continúa extendiéndose de una forma endémica y no necesariamente está bien documentada y registrada”, explica a Efe Linda-Gail Bekker, experta del Departamento de Salud de la Universidad de Ciudad del Cabo.

La especialista advirtió de que es un problema similar “al VIH (virus del sida) cuando no se trataba”, y de que, mientras, continúa “comunicándose y diseminándose”.

La enfermedad, causada por el germen “Mycobacterium tuberculosis” (que ataca principalmente a los pulmones), se extiende a través del aire, sobre todo en las áreas urbanizadas de nivel socioeconómico bajo, donde la gente vive hacinada y en condiciones difíciles.

“De eso se alimenta la tuberculosis. Le encanta esa clase de ambientes”, precisa Bekker.

Además, la enfermedad convierte en un blanco perfecto a los pacientes con sida, una enfermedad que también tiene mayor incidencia en África Subsahariana pero que hoy, al igual que ocurre en el resto del globo, mata menos que la tuberculosis.

La presencia conjunta de las dos enfermedades es un enorme problema -casi la mitad de los fallecidos por tuberculosis africanos también son portadores de VIH, según la Organización Mundial de la Salud (OMS)-, que se une a otros factores de riesgo como la contaminación o la malnutrición.

También influye que adolescentes y niños son el grupo más vulnerable y África tiene una de las mayores generaciones de jóvenes, con una explosión demográfica aún mayor en el horizonte.

“Hay que preguntarse por qué las tasas de tuberculosis bajaron en Norteamérica y Europa (a comienzos del siglo XX). Eso ocurrió mucho antes de que los antibióticos fueran descubiertos”, indica Bekker.

“Probablemente tiene mucho que ver con determinantes sociales y estructurales: el estatus socioeconómico se elevó, la vivienda mejoró, los niños eran separados e iban a las escuelas… Las cosas mejoraron en general en las comunidades y vimos la tuberculosis desaparecer”, continúa.

En términos de incidencia per capita, países como Lesoto, Namibia y la República Centroafricana presentan las peores tasas. En número total de casos, encabezan las listas africanas la República Democrática del Congo, Etiopía, Nigeria y, sobre todo, Sudáfrica, con 244.000 casos reportados en 2016, según la OMS.

“En Ciudad del Cabo, con casi 4,5 millones de habitantes, registramos más casos de tuberculosis por año que en el conjunto de EEUU, Canadá y Europa juntos”, detalló Bekker.

De acuerdo con el Instituto del Pulmón de la Universidad de Ciudad del Cabo, en asentamientos informales de las afueras como los de Cape Flats, refugio de miles de desplazados del régimen de segregación racial del apartheid, uno de cada cinco niños está contagiado a los 5 años y, para cuando llega a los 15, la cifra es uno de cada dos.

En ese instituto trabajan Ayanda Qinga y Lettie Semaru, dos mujeres con VIH que contrajeron tuberculosis pero la derrotaron, y ahora ayudan a concienciar sobre los síntomas y riesgos.

“Fue difícil ser diagnosticada en primer lugar y fue difícil hacer el tratamiento (que dura meses). Ahora estoy sana y feliz”, explicó a Efe Quinga.

“No era consciente del riesgo. Yo fui diagnosticada de VIH primero y después tenía síntomas de tuberculosis, pero no eran capaces de encontrarla, así que llevó mucho tiempo. Fueron como seis meses y estaba adelgazando y adelgazando”, dijo Semaru.

También en ese centro desarrolla su trabajo el neumólogo Richard van Zyl-Smit, jefe de la unidad de investigación, que contesta con un duro “no” a la pregunta sobre si cree que es realista la meta marcada por la OMS de erradicar la tuberculosis para 2035.

“Es un maravilloso objetivo hacia el que avanzar, pero antes la meta era 2020. No creo que estemos paliando las tasas lo suficientemente rápido ni que los nuevos medicamentos vayan a tener un impacto tan significativo”, lamentó Zyl-Smit.

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