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Lucidez terminal: el misterio de las personas enfermas que experimentan una leve mejoría justo antes de morir

Pacientes que poco antes de morir, luego de estar postrados, se sientan y piden lentejas. Lo que por momentos, logran reconocer a un ser querido. Estos breves regresos no son completamente explicados por la ciencia, pero sí los reconocen quienes trabajan en cuidados paliativos y acompañamiento de muerte. No son comunes. Pero el debate sobre ellos permite abrir la conversación: morir es un misterio, pero el más natural.

Por 28 de Junio de 2025
Imagen: Sandro Baeza/The Clinic
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“El caso más llamativo que vi fue el de una paciente joven. Alrededor de 50 a 60 años, con un cáncer. Ya no se levantaba de la cama, no comía. Llevaba un buen tiempo en el que había estado postrada, lamentablemente”, recuerda María Jesús Uriarte, médico, especialista en cuidados paliativos.

“Y un día, dentro de este proceso final, ella se sienta en su cama. Y pide lentejas. Yo tenía dicho que lo que ella pidiera, lo podíamos dar. Se comió las lentejas en el living, estuvo con su familia. Después se volvió a acostar a dormir. Y falleció al día siguiente”, añade.

Desde la pandemia que Uriarte empezó a enfocar su trabajo de médico general en el final de la vida, y ya lleva dos años dedicada al buen morir. Lo que describe, esa especie de “retorno” de la persona que se está yendo, es conocido como “lucidez terminal”. No es usual, pero a veces pasa. “Siempre sorprende cuando aparece, porque no es lo más común. Un resucitamiento breve, y luego la muerte”, dice.

Un libro recientemente publicado en español se centra en el tema, llamado El umbral, de Alexander Batthyany, académico especializado en psicología, donde calcula que hay episodios de lucidez terminal en un 6% de los pacientes. El hecho genera debate entre científicos, ya que por temas éticos -como la necesidad de un consentimiento informado que el paciente terminal muchas veces no puede dar- no se puede estudiar el cerebro moribundo. Hay iniciativas en distintos lugares del mundo, pero finalmente, es una experiencia transmitida entre familias, esperando al lado de camas, y de los profesionales de la salud que están presentes cuando el cuerpo dice adiós.

Ondas cerebrales explican la lucidez terminal

“Hay como un despertar y un acceso a cierta consciencia. Científicamente se puede explicar, no están con muerte cerebral”, dice Josefina Cruzat, doctora en neurociencia teórica y computacional, investigadora del Instituto Latinoamericano de Salud Cerebral de la UAI. Lo compara con casos incluso más raros en cuanto a actividad cerebral inexplicable se refiere, como recién nacidos que dicen palabras.

Cruzat se ha adentrado en el mundo de la consciencia, y explica su teoría sobre casos de lucidez terminal. “Para funcionar en tu día a día, tú tienes que tener un cierto nivel de complejidad en la señal. Cuando tú tienes un alto nivel de consciencia, cuando eres más niño o con algún trastorno psiquiátrico, esa complejidad es súper alta y por el contrario, hay otro espectro donde esa complejidad es baja y tiene que ver con el coma, o con algún otro tipo de trastorno psiquiátrico”, explica.

Añade que las personas van perdiendo la complejidad con el tiempo y que se esperaría que cuando se está al borde de la muerte, esa complejidad esté muy, muy baja. Pero, dice Cruzat, algunas personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte, o que han tenido un accidente, reportan lo mismo: el túnel, fractales de luz, sensación de amor.

Mi idea es que probablemente cuando esta persona está muriendo, en vías de apagar, hay un evento que no vemos, algo que genera estas nuevas vías de conexión neuronal que aumentan por un momento la complejidad, entonces tienen esta vuelta. Sin embargo, es como el último suspiro y después el cerebro está en vías de desorganización”, explica.

Las teorías científicas alrededor de la lucidez terminal muchas veces apuntan a una posible liberación de hormonas que el cuerpo emitiría dentro del proceso de partir. En 2023, científicos de la Universidad de Michigan publicaron un paper sobre la observación de un aumento de actividad cerebral en dos pacientes en coma que entraron en paro cardíaco, la que se sumaba a algunas experiencias de investigaciones anteriores hechas en animales: olas gamma, actividad de alta frecuencia en el cerebro, normalmente asociadas a procesos como la atención o la percepción.

Es cuando la conversación pasa a debatirse dentro de lo comprobable, o lo que la ciencia no tiene cómo explicar. En el caso del libro El umbral de Batthyany, la propuesta -no poco polémica para algunos- lleva a hablar de una visión “dualista”, donde se habla de una consciencia separada de la mente o el cerebro.

Para Cruzat, quien ha estudiado también el efecto de los psicodélicos justamente para entender el funcionamiento de la consciencia, es una discusión interesante. ¿Es posible que coexistan visiones, entonces, desde la ciencia y lo que no puede ser explicado por ella? “Siempre fue así. Todo lo que no lográbamos explicar de alguna manera científica, siempre fue considerado como ‘esotérico’. Hoy día hay cada vez menos espacio para eso, pero sigue habiendo un mundo de la consciencia, de estas energías, que no logramos explicar”.

Delirios y despedidas

“Dentro de los cuidados paliativos es donde hay más cosas indemostrables por la ciencia. Uno lo observa, pero lamentablemente no hay como evidenciarlo. Lo ves en un paciente, en otro paciente, en otro paciente. La lucidez terminal es una de las tantas que ocurren”, dice María Jesús Uriarte, médico especialista en cuidados paliativos. “Días u horas antes de fallecer, pueden volver a conectarse con sus seres queridos. Han estado durmiendo, se despiertan, reconocen. Con una calma muy bonita. Vuelven a dormirse y después se van”.

Uriarte subraya que los cuidados paliativos se tratan justamente de adelantarse, de acompañar, de explicar a las familias el proceso -donde, nuevamente, la lucidez terminal es una posibilidad, pero poco común-. Dice, también, que todos, a pesar de las diferentes patologías, “morimos más o menos igual. De a poquito vamos perdiendo la consciencia, durmiendo cada vez más. Es bien bonito el proceso, porque realmente es una vela que se va de a poquitito. Y uno, desde lo paliativo, está solamente para intervenir cuando hay alguna molestia, y también respetar las últimas voluntades, si se discutieron antes. Guardar la dignidad”.

La médico también menciona otro comportamiento físico que se repite al morir, que tiene que ver con movimiento de brazos, “como queriendo alcanzar algo”. “Muchos pacientes empiezan a hablar de la mamá y del papá”, explica.

María Jesús Uriarte, al centro, junto a María Ignacia Mac Auliffe, a la derecha (junto a María Gabriela Vivanco, de la Fundación Transmutativa), antes de dictar un taller de entrenamientos sobre el acompañamiento en la muerte en la USACH en 2024.

Esto último es algo que otra especialista en el acompañamiento al morir, María Ignacia Mac-Auliffe, enfermera y doula del fin de la vida, describe como parte del “delirum”. “Nosotros en cuidados paliativos normalizamos el delirium, que se presenta en un 80% de la gente que se está muriendo.

Puede ser hipoactivo, como que te quedas pegado, más apagado. Y el hiperactivo. Incluso está normalizado el tener alucinaciones y es ahí donde la gente empieza a hablar con sus seres queridos fallecidos, o estiran los brazos llamando a su mamá”, dice Mac-Auliffe. “Puede ocurrir y es normal. Puede ser súper difícil de tratar para la familia, angustiante, porque también se quiere levantar al baño, se quiere sacar todas las sondas o vías, e incluso hay que sedarlos. Esta lucidez terminal, creo yo, la metemos dentro del delirium”.

Mac-Auliffe lleva diez años trabajando en cuidados paliativos y aún recuerda a la primera paciente que marcó el camino que seguiría después. “La Brunilda Salvias. No tenía miedo a morirse, llevaba mucho tiempo entrando y saliendo de hospitalizaciones y estaba cansada”, recuerda.

Desde la pandemia que se dedica de lleno al trabajo de doula, siendo parte además de la Red Latinoamericana de Acompañamiento. “Creo que el momento de la muerte es un espacio muy sagrado. Y que así como esperamos tanto el momento del nacimiento, también podríamos añorar el momento de la muerte. Lograr familias que hacen un buen cierre es hermoso, además que su duelo es muy diferente. El que acompaña a morir también se da cuenta que no es un proceso tan terrible, que incluso puede ser amoroso“, dice sobre su trabajo.

Expande su analogía con el nacimiento, diciendo que los humanos sabemos, fisiológicamente, tanto nacer como morir. “Una guagua que atraviesa el canal del parto para nacer, ¿no le duele? Se entrega a lo desconocido. Estamos preparados para eso. Yo digo: ‘háblale a la persona que se está muriendo, dile lo que está pasando, que lo está haciendo muy bien. Esto no es fácil, despídete de tu maravilloso cuerpo que te acompañó toda la vida'”, dice.

Ella no ha presenciado directamente una lucidez terminal con esos chispazos de un regreso breve, pero explica que los signos del final de la vida son normalmente reconocibles. El declive de funcionalidad, la somnolencia, inapetencias por unas semanas. Luego, ya con dos o tres días antes de morir, falta de orina. Extremidades más frías, la piel adquiere un tono marmoleado. Desaparece la comisura naso-labial, porque hay respiración bucal. Los olores. Y los estertores, ruidos de secreciones en las vías respiratorias, que pueden ser muy angustiantes para quienes acompañan al ser querido si no saben de lo que se trata. Ella asegura que no hay dolor ahí. Es, simplemente, parte de lo más natural del mundo: morirse.

Lo natural de la despedida

La conversación de quienes se especializan en acompañar la muerte busca normalizar el tema. Más allá de algunos episodios que aún son inexplicables, centrarse en lo normal que es el proceso de muerte, justamente para llegar mejor preparados, como pacientes y como seres queridos.

Y si sabemos cómo se ve el final, justamente evitar sacar a quienes nos dejan de sus entornos conocidos, disminuir visitas innecesarias a urgencias u hospitalizaciones, y saber esperar. “Hay que hacer la muerte más parte de nuestra vida. Llevar estos cuidados a las casas”, dice María Jesús Uriarte. “Que cada paciente pueda estar en su lugar con su familia, no en una clínica, en un hospital que tienen horario de visita. Para allá hay que apuntar”.

Jorge Browne es médico geriatra de Situ Care, un servicio de atención a domicilio para adultos mayores. Justamente parte su propuesta en el área paleativa es monitorear, informar, acompañar desde las casas. Sobre todo hoy, cuando hemos retrasado científicamente a la muerte, vencido enfermedades antes incurables, y, con suerte, ojalá muchos lleguemos a muy viejos.

“Las muertes de causas repentinas como por ejemplo, un accidente, han disminuido significativamente en las últimas décadas. La gran mayoría de los fallecimiento ocurre con un proceso de mayor fragilidad previo donde muchas personas son conscientes de su pronóstico. Es en este proceso donde tenemos una oportunidad perdida para hablar del final de vida; puede haber tiempo y estabilidad de la enfermedad que nos permiten acompañar y comunicar lo que queremos”, dice Browne.

Sobre despertares finales, el geriatra añade: “¿Existe procesos de lucidez al final de la vida? Sí, me ha tocado experimentar personas que esperan despedidas. Pero la pregunta real es por qué tenemos que esperar hasta un proceso de muerte activa para hablar de la muerte y despedirnos”.

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