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Opinión

24 de Agosto de 2018

Gabriela Hernández y Héctor Noguera: “Por eso que los viejos se suicidan: porque o si no se queman en los hogares o se mueren solos y enfermos”

Les indigna hablar de la tercera edad. Saben que tienen privilegios, pero entienden de la miseria que viven otros como ellos. En esta conversación con The Clinic, los actores hablan sobre los embates de la edad y los privilegios de trabajar en lo que aman. Además se refieren al polémico episodio que involucró a Alejandro Goic con Patricia Maldonado y al debate por el Museo de la Memoria.

Valentina Collao López
Valentina Collao López
Por

Esta semana, Gabriela Hernández (79) y Héctor Noguera (81) estrenaron juntos “Casa de Muñecos”, la primera teleserie en donde ofician como pareja. Veintiséis años después de su último encuentro en el teatro -cuando interpretaron “Rey Lear” de Shakespeare-, actúan frente a las cámaras para interpretar a Nora Elizalde y Sergio Falco, una pareja que tras 50 años de matrimonio decide repensar su vida. Ella, está dispuesta a tomar las riendas tras sospechar que padece de Alzheimer. Él, exitoso, mujeriego e inconsciente, quiere hacer todo lo posible por mantener su mundo tal y como lo conoce.

Ha sido excelente este reencuentro se apura en responder Héctor Noguera(81). Muy agradable, muy cálido, muy tibio complementa Gabriela Hernández.

¿No han pasado los años?

Héctor: Lo que pasa es que con los compañeros en el teatro siempre se arma una relación muy íntima y muy intensa. Cuando trabajas una vez en teatro, te puedes encontrar 30 años después y da la sensación que fue ayer. Hay un contacto muy especial.

Gabriela: Es una relación más de alma que cuando se trabaja en televisión.

En “Casa de Muñecos” son una pareja divorciada. ¿Qué los lleva a replantearse el amor a esa edad?

G: Nora estuvo casada 50 años con un hombre machista, que no la valoraba, mujeriego y que la engañó duro y parejo. Hasta que presiente que la van a diagnosticar de Alzheimer y antes de que se lo confirmen, decide cambiar de vida a los 75 años. Hacer una vida más propia, en donde ella lleva las riendas y en donde está dispuesta a hacer las cosas que siempre quiso hacer. Mientras decide eso, invita a sus hijas a que hagan lo mismo, a que se revisen, que decidan si quieren estar en la vida que tienen o si quieren transformarla.

H: [Mi personaje] es un publicista muy exitoso. Es lo que se llama una vida de triunfador, pero no lo es en su casa. No sabe relacionarse emocionalmente ni con su mujer ni con sus hijas, con sus nietos un poco más porque lo reprochan menos. Tiene dos vidas: una afuera de la casa y otra adentro. Además, tiene una tercera que es la que tiene con su amante. Él, en su inconsciencia, igual ama a su mujer. Se da cuenta que la está perdiendo. Cuando le dice le dice: “me voy, te dejo solo, me queda poca vida”, ahí trata de arrepentirse de cosas que ya no tienen caso.

Y en lo personal, ya fuera de sus personajes, ¿cómo ven hoy el amor y las relaciones de pareja?

H: Se ven de manera distinta indudablemente, sigo casado en mi vida personal. Uno va cambiando y tu pareja también va cambiando y las relaciones comienzan también a ser diferentes. Llega un momento en que te has aceptado un poco a ti mismo, aceptas a tu pareja y también mutuamente se han perdonado, se han querido y se han apreciado. Porque no se vive solamente de perdones: se vive de perdones, claro, pero también de aprecios. Entonces se llega a una vida bastante más estable.

G: Considero que el amor es como la inteligencia, puede haber amor de una forma y de otra, y siempre puede seguir siendo amor. Cuando tuve parejas -y he sido de varias parejas- lo principal es que yo nunca traté de cambiar a la persona con la que estaba, ni acepté tampoco que trataran de cambiarme a mi. Yo nunca quise que fuéramos medias naranjas, siempre quise que fuéramos dos naranjas enteras que se gustaban tal como eran. Y cuando las naranjas empezaban a estar medio pochas, yo me retiraba (se ríe) o me retiraban. Más de alguna vez me pasó. Todo lo que al principio les parece maravilloso, después se transforma.

Pero entonces, ¿cómo resiste el amor al paso de los años?

H: Estaba pensando en lo que dije y da la sensación que la relación de pareja con los años es una mera aceptación y eso suena un poquito mecánico. No es solo aceptar al otro, es querer al otro, no es una cosa de perdones y aceptaciones: sí, existen, pero también existe el cariño.

G: Y las acciones…

H: Y la atracción. Es todo eso: no es solamente aceptarse, porque eso sería muy pobre. Existe cariño… Existe amor, esa es la palabra exacta. Uno siente cariño con mucha gente, pero amor es una cosa que incluye las aceptaciones y los perdones, pero que los incluye porque antes existe el amor.

G: Claro, la felicidad de estar con una persona.

Y la sexualidad a esta edad, ¿cómo se vive? ¿de qué manera la disfrutan hoy?

H: Eso sería entrar a hablar de algo muy muy personal. Yo imagino que cada persona y cada pareja con la edad tiene una forma de relacionarse.

G: Cada persona es un mundo, cada pareja sexual es un mundo. Eso de que baja la libido, puede que sea verdad, pero yo también de joven pasaba períodos en que no me interesaba nada y otros periodos de maravilla, de apasionamiento. Creo que es lo mismo: una curva oscilante.

“Toda la publicidad, todo es para los jóvenes. Es una sociedad que vive para el triunfo y la cara del triunfo son los jóvenes. Es clarísima la discriminación que existe en la salud hacia los mayores, la sentimos incluso los que tenemos privilegios. Te cortan los créditos, los seguros, todo”.

PRIVILEGIADOS

¿Qué visión tienen de cómo vive la tercera edad en este país?

H: Pésimo. Imagínate que lo que acaba de pasar: que en un incendio mueran 10 personas mayores. Además, que la mayor cantidad de suicidios sea entre los mayores de 80.

G: ¡Y las parejas que se suicidan! Es de una gravedad espantosa. Yo noto mucho la diferencia con otros países. Viví muchos años en España, hice clases de teatro y expresión corporal para la tercera edad. Allá, en cada barrio, existen unas casas preciosas con gente que los cuida, con talleres de fotografía, esmalte en cobre, teatro, cerámica… y no les cuesta un peso. Acá si no eres de Vitacura o Las Condes es difícil. Lo principal para la tercera edad es tener salud y aquí tener salud es prácticamente imposible: la gente tiene que esperar meses ¡años! para que los operen, para que les den lentes, para que les den audífonos.

H: Hace cuatro o cinco años, tuve una gira de teatro y presentamos “El jardín de los cerezos” en Santos, Brasil. Cuando salía a pasear, yo iba pagar todo y siempre me miraban como diciendo: señor ¿qué edad tiene usted, se cree lolo? No pagaba nada en ninguna parte. Todo aquello que implicaba un agrado: dar paseos, hacer deporte, todo eso era gratis para mí. Acá no, y más encima hay unas pensiones horrorosas, son una vergüenza. Ser viejo en Chile es muy, muy difícil.

G: Es una tragedia.

H: Por eso que los viejos se suicidan: porque si no se suicidan, se queman en los hogares o se mueren solos y enfermos.

G: Y acá se creen tigres de Sudamérica, es aberrante.

Pero ustedes son unos privilegiados…

H: Claro, no es el caso mío, porque tengo privilegios muy grandes: en primer lugar, escogí una profesión que me permite trabajar hasta siempre. Nosotros no tenemos una jubilación por así decirlo.

G: Por así decirlo no tenemos.-aclara-.

H: Además tengo una familia, amigos y un trabajo, en donde he hecho toda mi vida lo que me ha gustado, pero sé que eso no es lo normal.

G: Somos privilegiados, es verdad.

H: Muchas veces me han preguntado cómo hago para mantenerme tan bien. Bueno, me mantengo bien porque tengo un montón de privilegios que los demás no tienen, entonces indudablemente me mantengo mejor que mucha más gente de mi edad, es lo lógico. Pero si no tuviera todo lo que tengo, no podría pagar por hacer deporte en un club.

G: Es un gusto de trabajar ocho, diez, doce horas en lo que nos gusta. Eso también ayuda.

H: Pero la vejez en Chile es terrible.

G: Por eso hay que cambiar la forma en que se están haciendo las cosas, aunque sea por los votos que significamos los de la tercera edad. Somos el país latinoamericano con mayor longevidad: que los políticos, aunque sea por los votos, se pongan la mano en el corazón. No me incluyo, porque te repito, soy una privilegiada, pero que les den pelota a los menos favorecidos.

Fuera de las injusticias propias de ser viejo en Chile, ¿se sienten discriminados por ser de la tercera edad?

H: Toda la publicidad, todo es para los jóvenes. Es una sociedad que vive para el triunfo y la cara del triunfo son los jóvenes. Es clarísima la discriminación que existe en la salud hacia los mayores, la sentimos incluso los que tenemos privilegios. Te cortan los créditos, los seguros, todo.

G: Claro, dicen “este señor tiene la muerte cercana, por lo tanto no va a poder cumplir”. Hace un tiempo me quebré la cadera y tuve que pagar una cantidad enorme de plata. Quise adquirir un seguro por si me quiebro otra vez y que no me salga la cantidad de millones que me salió, y me dijeron “señora usted va a cumplir 80 años en enero, nadie le va a dar un seguro”.

CUIDAR LA MEMORIA

Quería conocer su opinión respecto a lo que había ocurrido con Alejandro Goic en el matinal Mucho Gusto, cuando decidió no aparecer junto a Patricia Maldonado. ¿Qué opinan de su reacción?

G: Lo apoyé en su momento y lo apoyo ahora. Porque se llegó a un acuerdo entre nuestro productor y el productor de ese programa, en el que los actores en general no queríamos compartir en un panel donde estuviera una persona que hizo una apología de la tortura, una íntima amiga de los torturadores.  Antes me ha tocado compartir con ella, pero esta vez se hizo un acuerdo, que lo hicieron desde arriba y no se cumplió. Fue el productor el que se puso de acuerdo para no hacernos pasar por un mal rato. No queremos compartir -y yo creo que mucha gente no quiere- con alguien que hace una apología de todo lo que ella hace apología. Incluso me hubiera gustado que Alejandro Goic no saliera tan rápido, que dijera “yo me voy por tales razones” y que se hubiera ido tranquilo. Eso me hubiera parecido mejor.

H: A mi también me hubiese parecido mejor. Uno dice por qué no aprovecho de decir las razones que lo indignan. Pero por otro lado, yo entiendo que él no pensó en razones, que fue un impulso. Es una persona que sufrió encarcelamiento, que vivió el exilio, tortura. Mataron a sus amigos. Totalmente entendible su reacción. Yo no tengo problema de compartir con personas que tienen una ideología distinta a la mía, pero la otra es hablar sobre un tema tan puntual como negar la tortura, que es lo que pasó con el tema del Museo de la Memoria, eso es inaceptable, una falta de respeto.

¿Ustedes son partidarios de que personas como ella aparezcan en televisión?

G: Como dijo el mismo Alejandro Goic: “Le hace mal a Chile tener una persona así en un programa”. Pero el público debería ser el que los rechace, quitándoles la audiencia, pero como no lo hacen y parece que al contrario, como que aumenta el rating si ella está… Tiene que ver el negocio de la televisión.

H: Indudablemente es un peligro que tengan salida hacia el público personas que tienen esas opiniones, opiniones tan peligrosas para la sociedad, que es distinto a tener una ideología, eso es parte de la democracia. Yo creo en la democracia con todos sus defectos. Apoyado en esto, uno tiene el derecho a pensar como quiera, pero hay ciertos hechos que no se pueden negar.

G: Y que son inaceptables.

“Como dijo el mismo Alejandro Goic: “Le hace mal a Chile tener una persona así en un programa”. Pero el público debería ser el que los rechace, quitándoles la audiencia, pero como no lo hacen y parece que al contrario, como que aumenta el rating si ella está… Tiene que ver el negocio de la televisión”.

H: Es correr el riesgo de que en cualquier momento esas personas expresen con la autoridad que da para mucha gente, -porque para muchas personas la televisión da un estatus especial-. Creo que es peligroso.

Volviendo al tema del Museo de la Memoria, ¿cómo vieron esas declaraciones del ex ministro de Cultura, Mauricio Rojas?

H: Una persona que ha dicho eso y después no lo ha desmentido, eso queda dicho, ese es el presente, a no ser que antes de la situación, explícitamente, hayas dicho “yo he cambiado mi manera de pensar”.

G: Hace dos años.

H: No es ni tanto tiempo atrás. Si eso está escrito y no ha sido desmentido, es su pensamiento presente.

Hubo una reacción rápida por parte del mundo del arte. Salió rápido gracias a que se movilizaron.

G: Es que te convoque un premio nacional, gente con el peso intelectual y moral que puede tener un Tito Noguera, un Raúl Zurita… Que gente con ese peso te convoque, uno no tiene corazón para no ir.

H: Creo que una muy buena reacción por parte de los artistas y muy rápida. Siempre nos quejamos de que somos dispersos, sin embargo cuando ocurre un hecho tan importante como este, se provocó una cohesión única.

¿Qué les parece que hasta el día de hoy, haya que seguir defendiendo el tema de la memoria? Es una pelea que hay que seguir dando cada cierto tiempo.

G: Es una lucha que no se acaba en la humanidad. Y hay que seguir creo, hay rebrotes en lugares  donde uno pensaba que la democracia estaba pero acentadísima. Sin embargo está en el ser humano esa parte oscura. Por eso tenemos que tener cuidado con nosotros mismos y con nuestros hijos o nietos, cómo los criamos. Que vean bien cuál es la ruta que hay que seguir para un camino humano.

ACOSO SEXUAL

Ambos por sus lados trabajaron con personajes que han estado vinculados a temas de abuso y acoso sexual como Nicolás López y Herval Abreu, ¿Cómo vivieron en lo personal el tema?

H: Se produce una sorpresa y un dolor muy grande, porque mal que mal, es algo que está ocurriendo dentro de tu profesión, dentro de lo que tú haces y amas tanto. Son personas con las cuales uno tiene un contacto muy estrecho. La actuación, ya sea teatro, cine o televisión, implica un nexo muy estrecho con las personas, entonces estas cosas sorprenden mucho. Igual, es algo que yo nunca he visto delante mío. Pero que yo no las haya visto, no significa que no hayan existido, de ninguna manera. Doy fe en las personas que hacen estas acusaciones, absolutamente y me parece que esto es producto de un momento de la historia.

G: Al igual que Tito, yo jamás vi nada. Si decía un piropo, era eso, nada más. A mí me decía: “Gabriela, estás sensacional para la edad que tienes”. Eso no me lo voy a tomar a pecho. Si ves que algo va en serio, lógicamente hay que pararlo. Pero no que vaya en serio, y después vayas a los cumpleaños, sigas, llames y amenaces con que esto va a salir en los juicios… Yo creo que algunas personas van a salir un poquito mal paradas, pero ellas no tienen la culpa, es como las educaron.

Se produce una sorpresa y un dolor muy grande, porque mal que mal, es algo que está ocurriendo dentro de tu profesión, dentro de lo que tú haces y amas tanto.

¿Los convoca el movimiento feminista que se está desarrollando en Chile?

H: Las mujeres están reivindicando algo que es ancestral, que es una lucha que siempre se ha dado, pero que en este momento se da con mayor fuerza, con mayor precisión y con una fundamentación cada vez más importante. Creo que es un momento histórico y es un momento de cambio en las relaciones. Eso no implica que se vayan a terminar los abusos hoy, pero si es un camino para que la humanidad cultive relaciones humanas más respetuosas y más justas. Me parece importante que se cambie el lenguaje: los hombres estamos acostumbrados a usar un lenguaje vulgar con las mujeres. Si bien lo he dicho y lo he escuchado siempre, en este momento tengo conciencia de que eso no es lo correcto. Hemos utilizado un lenguaje y actitudes que no son las correctas y eso, indudablemente, necesita una corrección y eso es lo que está ocurriendo en este momento. Me parece que es muy valioso, o sea no puede ser que las mujeres estén para siempre en una situación de incomodidad.

G:  Me parece importante cómo educamos a los hijos. A los hombres se les educa para que sean realmente muy machistas y a la mujer, que es lo peor, como princesita “mi reinita”, “¿qué quiere princesa?” y el mundo no es así. La mujer tiene que aprender a valorarse. Yo tuve la suerte de tener un padre que en los años 30, época en que yo nací, nos dijo desde el principio: “ustedes van a ser mujeres universitarias”. En esos años no había ni universidad en Valdivia. Así me criaron a mí y así crié a mis hijas. No es que haya que criar a las mujeres duras o insensibles pero sí fuertes, que sepan sus derechos y que sepan poner límites, porque si no sabes poner límites a veces por gusto o por ambición, te metes en las patas de los caballos. Entonces querida, si no hiciste un parelé a la primera, no es culpa tuya, es de tu educación. Concienticémonos, las que somos madres y abuelas, en educar a nuestras hijas, hijos y nietos como tiene que ser, para que estas situaciones no sigan ocurriendo.

¿Qué luchas los convocan hoy?

H: Yo creo que la lucha por la equidad es la lucha más importante que tiene la humanidad. Lo hemos hecho mal, es cosa de ver las pobrezas y las guerras. La tecnología no nos ha ayudado en nada. Usamos el celular de arriba para abajo y no ha solucionado nada, no ha solucionado la guerra, no ha solucionado la delincuencia, no ha solucionado la inequidad, no ha solucionado nada de lo que es realmente importante. Entonces seguimos con más tecnología pero viviendo igual o peor.

G: Esto que ocurre en la televisión con los acosos es algo que ocurre en todas parte. Es de lo que se habla, es lo más vistoso, pero es transversal. Hay abusos en todas las realidades, la humanidad es bien triste.

Luego de la conversación pareciera que tienen una mirada bien pesimista. ¿Qué los impulsa a seguir trabajando, vigentes, activos pese a toda esta oscuridad?

H: Pienso que la actividad artística, aunque denote todas estas tragedias que estamos contando, es en sí misma una actitud absolutamente positiva. No existe ningún artista que sea negativo. Puede tener una visión negativa de su entorno o de la humanidad: la podemos tener, yo la tengo…

G: ¡Pero le damos la vuelta!

H: Si decimos que está mal, es para que esté bien. Por eso estamos en la cultura, porque creemos en la humanidad a pesar de esta tragedia. Una cosa es que lo hayamos hecho muy mal, otra muy distinta es perder la fe completamente. Yo por lo menos no he perdido la fe.

G: Ni yo tampoco.

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