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Opinión

29 de Octubre de 2018

Columna del Tetera: “Con mi señora fuimos felices por casi 20 años, hasta que un día nos conocimos”

“Uno ama lo que no tiene” dice el certero Darío, ya que como decía Heráclito, todo fluye. Las veces que nos detenemos a discernir sobre los que amamos, ellos ya han cambiado; como cambia todo, como cambiamos nosotros mismos. Tal como el río, usted fluye y su pareja también. Lamentablemente el tiempo le dio la razón a Platón. En el paradigma actual, el sentimiento y la razón no van a la misma velocidad.

El Tetera
El Tetera
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El amor mueve a los seres humanos, que duda cabe. Creo poder decir sin temor a equivocarme que usted se levanta todos los días por amor. Se levanta y se dispone a soportar la hirviente mierda del día a día por los que ama. Se mama el tráfico, la micro que no le para, el wueón que le toca la bocina, la vieja “velociraptor” que se le cruza en el metro, las colas en el super, las colas en el cajero, los vecinos pencas, los amigos traicioneros, la pega mal pagada, el jefe abusivo y todo un sinfín de desventuras cotidianas porque lo hace por alguien a quien ama profundamente. Asume que el amor es sacrificio, que es relegarse y dejarse en segundo plano, a tal punto que, con el tiempo, se olvida de usted mismo. Estoy seguro de que se ha visto cansado, agotado, estresado o hasta enfermo enfrentando un nuevo día no por usted, sino por aquellos a los que les ha entregado su corazón.

El filósofo Darío Sztajnszrajber (de apellido tan difícil como el amor mismo), ha dedicado su vida a tratar de entender este sentimiento y aún no ha podido resolver a ciencia cierta el acertijo: “Uno ama lo que no tiene”, concluye con algo de decepción. Lo que quiere decir este ilustradísimo amigo, es que usted podría tener a su lado a un modelo de perfección en todo sentido, pero siempre sentirá que le falta algo, que esa o esas personas no cumplen a cabalidad con lo que usted espera del amor.

Parménides sostenía que el universo era un todo, inmóvil y eterno; y que los cambios de la vida eran sólo una ilusión provocada por el sentimentalismo y el amor de los seres humanos. Luego Heráclito “el oscuro” lo contradijo argumentando que todo fluía; “uno no puede bañarse en el mismo río dos veces porque fluye constantemente”, exclamó, mientras nadaba a potope con un par de concubinas en un cauce cordillerano. Luego llegó Platón, quien con su dualismo (y como buen sabio que era), concilió estas dos posturas argumentando que había un espacio para la razón y otro para el corazón: “Hay dos mundos, el sensible que cambia constantemente y el mundo de las ideas que permanece inmutable”, vociferó a la galería, luego de lanzarse tremendo porro.

Con lo que no contaban estos másteres milenarios era con la posterior mercantilización del amor. El capitalismo imperante lo cambió todo, incluso el mayor de los sentimientos humanos; naturalmente lo transformó y lo redujo (como a todo lo demás) a una simple transacción. Zygmunt Bauman llamó a este nuevo fenómeno: “El amor líquido del siglo XXI”.

Así es como hoy la mayor parte del pergüetanaje valora como un buen amor a aquel que puede proveerle, rentabilizarle, a aquel que puede otorgarle algún beneficio, sea este físico, sentimental o económico. Para la mayoría, tristemente, el “amor Platónico” quedó obsoleto, Cervantes y su Quijote quedaron obsoletos, Shakespeare y su Ofelia quedaron obsoletos. Hoy lo que la lleva es el amor de mercado, el “dime cuánto me das y te diré cuanto te amo”.

Con mi señora fuimos felices por casi veinte años, hasta que un día nos conocimos y dejamos de idealizar el amor para convertirlo paulatinamente en un bien de consumo. De esperar nada a esperar que nuestros sacrificios por el otro nos rentabilizaran, creyendo siempre que esa había sido la finalidad de todo. Pasamos de el amor sólido al amor líquido en menos tiempo de lo que demora un árbol en dar sus frutos.

“Uno ama lo que no tiene” dice el certero Darío, ya que como decía Heráclito, todo fluye. Las veces que nos detenemos a discernir sobre los que amamos, ellos ya han cambiado; como cambia todo, como cambiamos nosotros mismos. Tal como el río, usted fluye y su pareja también. Lamentablemente el tiempo le dio la razón a Platón. En el paradigma actual, el sentimiento y la razón no van a la misma velocidad.

Usted dirá que mi opinión acerca del amor es pesimista y tal vez esté en lo cierto. Debe ser porque lo he visto todo y lo he vivido todo. Conozco a Quijotes luchando por sus Dulcineas y a Ofelias quitándose la vida por eso a lo que llaman “amor”. He visto a gente incluso, a la que han despojado de su honra, a quienes han herido casi de muerte y aún después de haberlos visto en el suelo e inconscientes, les siguen dando patadas, aprovechándose del amor que sienten por sus hijos.

No estoy de acuerdo con la frase “Todo se vale en la guerra y en el amor”. No se debe ocupar el amor como arma de guerra. Si hacemos eso involucionamos, mandamos todos estos años de compleja evolución al carajo. Yo prefiero ser un Quijote, prefiero ser Ofelia; prefiero el sacrificio y dar mi vida por amor, antes de exprimir el alma de un ser enamorado.

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