Secciones

Más en The Clinic

The Clinic Newsletters
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

16 de Enero de 2019

Columna del Diputado Incontinente: El Internacional

Es uno de los que más viaja en el congreso. Asiste a las conferencias más inútiles, desde aquellas donde se reflexiona sobre el uso de las tarjetas de crédito en otro planeta hasta seminarios donde se ve el efecto en la líbido de chupar cobre, o el impacto de tener amantes como estrategia de superación […]

El Diputado Incontinente
El Diputado Incontinente
Por

Es uno de los que más viaja en el congreso. Asiste a las conferencias más inútiles, desde aquellas donde se reflexiona sobre el uso de las tarjetas de crédito en otro planeta hasta seminarios donde se ve el efecto en la líbido de chupar cobre, o el impacto de tener amantes como estrategia de superación de la pobreza. Nadie sabe cómo le llegan tantas invitaciones y de tan variados lugares. Las últimas: Dinamarca, Burundí, Vietnam, Portugal, Uruguay y Kenya. Aquí en África sucede esta historia.

F llegó solo. Nadie quiso acompañarlo. Siempre iba enyuntado con un par de diputados de derecha, que al igual que él tenían la afición de anotar en un cuadernillo las negras que se habían comido en los viajes. Allí ponían su estatura, el tipo de pezón (si era pezón duro, blando, rojo, negro, azulado), el octanaje de las caderas, si habían parido y cuantas veces, si el pelo era corto o largo, el color de las uñas y claro, el precio. Puteros profesionales. Estos tres diputados tenían una especie de picada mundial de la carne. Si alguno viajaba al exterior, les preguntaba los datos a los otros y estos mosqueteros del placer le aconsejaban el mejor lugar, los precios, el taxi que debía tomar y los tragos que nunca debía aceptar.

F bajó del avión con la lentitud acostumbrada. Decía que la primera impresión de las ciudades estaba en el olor, la temperatura, el ruido del idioma nativo y todo tenía que palparse de lentito.

Llegó de noche. Una intérprete colombiana le dijo que justo esa noche el canciller africano estaba dando una recepción y él estaba cordialmente invitado. No estaba en sus planes. Tenía pensado ir a un hotel de putas para extranjeros que le había recomendado un colega argentino. Pero no podía rechazar la invitación oficial.

F ya es viejo, debe bordear los 65 años. Tiene un sentido del humor deslumbrante y una nariz gigante de una forma extraña. El dice que es su segundo pene y una vez su mujer me lo confidenció: F con su nariz es más potente que con la verga.

La fiesta estaba que ardía, tambores a un lado y una orquesta occidental al otro. El canciller se acercó y le presentó a su familia, en realidad a la única hija que le quedaba de familia. Una mujer negra de 18 años, bailarina del África Ballet Troupe, que se había salvado de la tragedia familiar pues había arrancado a España, donde había aprendido a hablar muy bien el castellano. El resto de la familia había muerto en uno de los tantos ataques somalíes que tiene permanentemente la capital Kenyana. El saludo fue breve. En unos minutos ya estaba solo, mirando cómo los miembros del equipo consular de todo el orbe bailaban y bebían como si estuviesen en suiza. Sintió ese aroma a calentura, giró para oler y vio en la escalera a la hija del canciller que con una delicada mano negra le invitaba a subir.

F dio los pasos más largos y rápidos que pudo. La muchacha le tomó y metió a la oficina de su padre. Puso llaves y le dijo: “Ponga su nariz aquí, viejito caliente”. F cuenta que quiso besarla, comerle sus tetas negritas, pero no pudo. La chica bailarina tenía una fuerza inmensa para aprisionarle la nariz y allí estuvo 20 minutos meneándose como si bailase para la gala en el teatro principal de la ciudad. De pronto la bella negra se empieza a agitar mientras los tambores de abajo sonaban más y más rápido. Le toma el cabello a F y en un movimiento circense pone su cabeza contra el suelo y aprieta la nariz de nuestro parlamentario con tal fuerza que se la quebró. F no pudo gritar, lo intentó, pero la chica le tapó la boca y lo sacó de la oficina del canciller.

F cuenta que en la fiesta no vio más a la muchacha. Que él fue atendido por el equipo de médicos de gobierno y en los cuatro días que estuvo en Nairobi no pudo quitarse el olor de la conchita negra. La única por la que no ha pagado en su larga vida de parlamentario más viajado del continente.

*El contenido de esta columna es fruto solo de la imaginación del autor. Cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia.

Notas relacionadas