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Opinión

17 de Enero de 2019

Crónica de José Bengoa: Viaje por el rio Imperial

La memoria de estos territorios de una u otra manera se mantiene presente. Hasta 1927 aproximadamente, en que termina la “radicación” estos paisajes se mantuvieron, y la vida a su alrededor también. No han pasado siquiera cien años y los abuelos de hoy escucharon de sus abuelos las historias del tiempo en que se vivía de manera independiente.

José Bengoa
José Bengoa
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Hasta 1881 los mapuches mantuvieron un enorme territorio independiente. ¿Cómo era ese territorio? ¿Cómo estaba trabajado, cuáles eran los caminos que lo cruzaban, cómo lo ocupaban los mapuche(s)? ¿ Cómo era la propiedad, la juridicción?, en fin, cuál era la densidad y cómo vivía esa población.

Gracias a The Clinic que me realizó una entrevista a cargo de Diego Milos, (6 de diciembre del 2018) me han llegado muchas preguntas. Una de las más recurrentes se refiere al modo cómo estaba ocupada la Araucanía a fines del siglo 19, esto es, antes que llegara la colonización europea. Hay quienes creen que estaba desocupada, otros que los mapuches eran “nómades” (sic), otros que no tenían territorios delimitados, etc…La mayor parte de las personas consideran que era, como decretó unilateralmente el Estado chileno, “Terra Nullius”, esto es, “tierra de nade”. En función de lo que se está discutiendo en este momento en el país nos ha parecido oportuno dar a conocer algunas crónicas en base a textos de la época que permitirán comprender un poco mejor este complejo asunto.

El río Imperial se forma principalmente con el Cautín que viene desde las cordilleras de Lonquimay cruzando la Araucanía de norte a sur. Cuando pasa por Temuco se unen luego varios ríos que antaño eran muy caudalosos, el Quepe, que viene más bien desde sur a norte y el Chol Chol, que cruza desde la Cordillera de Nahuelbuta y cae en el Cautín a la altura de lo que hoy es la ciudad de Nueva Imperial. Este era tan grande y navegable que cuando fue la invasión militar a fines del siglo 19, el ejército chileno instaló una “cañonera”, barco bastante grande, que recorría de sur a norte y vuelta y vuelta, los campos de las comunidades desde lo que es hoy Galvarino hasta el encuentro con el Cautín.

El rio Imperial pareciera ser desde la llegada de los primeros españoles, Pedro de Valdivia y sus seguidores, uno de los espacios más plenamente habitados del sur. Les llamó de tal suerte la atención que allí, Imperial, en lo que hoy es Carahue, se pensó en fundar la capital de Chile, y no por casualidad allí se instaló el primer obispado, aunque al parecer no llegó a concretarse. Llamaba la atención los cultivos en las orillas del rio, en los lomajes y en fin, la cantidad de población. El cronista Mariño de Lobera relata que al subir a una loma se veía el valle totalmente poblado, como si fuesen pueblos organizados. Raguintuleufú (entre dos ríos), se lo denomina hasta hoy, y es una suerte de isla que queda entre el Rio Quepe y el Cautín. Recientemente se han descubierto sistemas de riego, una suerte de “Mesopotamia” del sur.

La descripción de los campos de Cautín en 1869, realizada por el Capitán Leoncio Señoret, Capitán de Navío, de la Armada de Chile, a cargo del vapor Maule que realizó el “Reconocimiento del Rio Imperial” nos permite asomarnos a esa sociedad. Era un barco de la Armada chilena que se interna por el rio de modo de conocer su hondura y posibilidades de navegación.1

“Las márgenes del rio ostentan vegas cada vez más extensas i las orillas están cubiertas de arbustos que las defienden del embate del rio; de manera que no se distingue en ellas el menor derrumbamiento. Llanuras i cerros se muestran limpios de bosques i se distinguen sobre ellos numerosas chozas de indios. Los indígenas se agrupan silenciosos a vernos pasar…”

“En el transcurso de la navegación hemos recibido varias embajadas de indios que pretenden siempre que no pasemos adelante…Al amanecer continuamos navegando para el interior. El rio sigue de Este a Oeste, limpio sin bajos, sus márgenes presentan el mismo aspecto que las del día anterior…”

El conocedor de esos parajes verá que el barco ha ingresado por el río al lado de lo que hoy es la ciudad de Puerto Saavedra, y se ha internado casi unos cincuenta kilómetros hasta donde hoy se encuentra el puente de Carahue, que es el lugar de las ruinas de la antigua ciudad de Imperial, destruida por los mapuches en el 1600, en el gran levantamiento. Ciertamente hasta hoy es un río apacible, ancho, y con grandes campos de vegas a su alrededor. El terremoto de 1961, el gran terremoto del sur, hundió muchos de estos terrenos, los que se llenaron de agua salina de mar y hoy no siempre son aptos para la agricultura.

“Deseoso de llegar con el buque hasta las ruinas de la antigua Imperial que supongo ya mui cerca, mando dos botes bien armados para que remonten el rio hasta donde les sea posible. Estos botes después de andadas unas tres millas han avistado las ruinas de la Imperial i no han podido bajar a ellas porque estaban defendidas por gran número de indios armados de lanzas y hondas. La marjen opuesta se hallaba también coronada de jente armada, entre la que se distinguía un batallón de mujeres que daba grandes alaridos. Los botes, sin embargo, han seguido al medio del rio, sin ser molestados de otra manera que con injurias…”

Las ruinas de la antigua ciudad de Imperial, fueron defendidas durante siglos por los mapuches. Hay muchas historias de ello. También era una obsesión ir a verlas por parte de los españoles, como por ejemplo el conocido Marqués de Baydes que después de celebrar el pacto de Quilín viaja a conocerlas. Era una suerte de ícono histórico para ambos bandos. No tenemos mucha más información sobre este “Batallón de mujeres”, pero sin duda es del mayor interés consignarlo.

“Desde el “Maule” se divisa durante el resto del día un espectáculo extraño. Los cerros que dominan las antiguas ruinas están cubiertos de un lado i otro del rio, de indios a pie i caballo, armados e inmóviles en sus puestos, mientras que en las orillas que enfrentan el buque, una muchedumbre de hombres y mujeres i niños cambian pacíficamente con la jente de nuestros botes, gallinas y huevos por galleta i dinero”

“Ambas orillas del rio están tapizadas de parras silvestres, rosales, manzanos, i enormes laureles entremezclados con diversas clases de árboles indígenas…”

Es una escena propia de una película. Las colinas cultivadas, no hay selvas ni bosques, como se podría imaginar, están custodiadas por tropas de a pie y a caballo inmóviles; abajo, en el borde del río hay una suerte de feria en que se comercian productos locales. Doble dimensión de una sociedad: defensa del territorio y capacidad productiva y comercial.

“Vuelvo a bajar el rio i fondeo frente a las posesiones de Carmona, uno de los caciques mas poderosos de la vega del Imperial. Recibo la visita de este potentado que viene acompañado del alferez Villareal, el cacique Paolo, decidido amigo nuestro i de muchos mocetones. Me trae un carnero de regalo….regreso a bordo a la una después de haber visitado a Carmona que me ha recibido perfectamente. Su casa, a inmediaciones de la cual se agrupan otras cinco habitadas por sus hijos i parentela, es un vasto rancho, bien edificado, pero sin puertas i ninguna división interior. Dos fogatas poco distantes entre sí ocupan el centro i las mujeres i niños están agrupados alrededor, mientras los hombres están sentados en vigones cubiertos de mantas i de pieles.”

Esta escena debería estar cerca de lo que hoy es la comunidad de Calof. Hace unos años atrás visité a la familia descendiente de los “Carmona, o que en otros textos aparece como “Carmonahuel”. Me senté en una loma que daba de forma abrupta al rio Imperial a conversar con el viejo Lonko, en una sillas de paja que el dispuso para esa ocasión de modo de estar cómodos. Pasamos varias horas y me contó del origen de ese apellido no mapuche, al parecer muy antiguo. Las tierras de esa comunidad están arriba de las lomas, no muy altas, son fértiles y bien cultivadas. Lo que se recuerdan bien es que las tierras de las vegas, al lado del río, fueron rematadas a no mapuches en el período de la radicación, ya que los funcionarios consideraron que no estaban por ellos ocupadas. Era evidente, son tierras que se inundan en invierno y se cultivan en verano; muy fértiles ya que el invierno trae el limo, que cual rio Nilo, deja los campos muy bien fertilizados. Era evidente que los mapuches sabían que allí no había que edificar las viviendas.

“La vega presenta muchas trazas de cultivo i su capa vegetal tiene muchos pies de hondura de una tierra excelente para toda clase de semillas…” (Anales de la Universidad de Chile. Tomo 37 de 1870 pag 4 a 6.)

El texto, que hemos transcrito parcialmente, muestra con claridad la existencia a lo menos de las siguientes situaciones: las márgenes del rio, las vegas y lomajes estaban cultivados, dos, las casas eran absolutamente estables, tres, había una conciencia clara de jurisdicciones territoriales, y había que solicitar permiso para pasar por ellas, cosa que no hacían los vapores chilenos que remontaban el rio; cuatro, había comercio, crianza de gallinas, corderos, etc… y, quinto, había defensa militar del conjunto del territorio o mapu, frente a la amenaza de invasión. La mayor novedad de este testimonio, es la existencia de un destacamento militar de mujeres mapuches.

La descripción sin duda, es de utilidad para la comprensión del mundo mapuche prereduccional, esto es, antes de que el ejército chileno ocupara la Araucanía. Rompe las imágenes distorsionadas e interesadas de que esa sociedad no tenía control de su territorio, que eran “nómades” como señalan incluso algunos textos de estudio, y que se vivía mal. El Capitán Señoret de la Armada chilena, no era un indigenista propiamente tal pero consigna que las habitaciones son de buena calidad, dos fuegos prendidos siempre de modo de calefaccionar el frio del sur, en fin, mucha abundancia de alimentos.. La economía combinaba la producción ganadera, de carácter mercantil como lo hemos visto en otros trabajos, con la fértil producción de las huertas y la obtención de productos vegetales en los bosques más lejanos y de altura, (digueñes, piñones, changles del pellín, avellanas, etc…) y peces, pájaros y animales. Las huertas se trabajaban en vegas, claros de bosque (huapi) de gran fertilidad, y otros lugares húmedos si se trataba de hortalizas y colinas suaves tratándose de siembras de cereales.

Los mapuches poseían territorios jurisdiccionales que controlaba un cacique, determinado por límites naturales. En esa jurisdicción el cacique ejercía ciertos derechos. Por ejemplo se le debía solicitar permiso para pasar por ese territorio. Si alguna familia desplazada de otro lugar quería establecer en ese territorio debía solicitarle autorización, cuestión que ocurría normalmente. Los familiares y otros asentados en el territorio al parecer pagaban cierto tributo en trabajo al tiempo de las cosechas, en la forma de mingacos que se hacían en casa del cacique. Estos territorios estaban compuestos de áreas de vegas, para el sembradío de hortalizas, lomajes despejados donde se sembraban los cereales y las papas, pastizales, bosques y monte.

La memoria de estos territorios de una u otra manera se mantiene presente. Hasta 1927 aproximadamente, en que termina la “radicación” estos paisajes se mantuvieron, y la vida a su alrededor también. No han pasado siquiera cien años y los abuelos de hoy escucharon de sus abuelos las historias del tiempo en que se vivía de manera independiente. Porque son los abuelos quienes le cuentan a los nietos, en todas partes, cómo se vivía en esos años. Es la memoria por generación saltada, como se la conoce. Cualquier búsqueda de acuerdos en La Araucanía tendría que tener presente estos elementos; defensa territorial, vida quizá sencilla pero de abundancia, sistemas jurisdiccionales claros y definidos, en fin, un pasado demasiado reciente para olvidar.

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