Secciones

The Clinic
Buscar
Entender es todo
cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad

Opinión

14 de Marzo de 2019

De abusos y desencuentros: El grito de un sobreviviente

Mario José Federico de la Virgen de Andacollo Montenegro Bolados. Es psíquico, astrólogo, tarotista y lee la carta astral. Es un izquierdista criado en una familia pinochetista, que en su segundo matrimonio decidió asumirse homosexual. Tras ser diagnosticado con cáncer terminal, quiso hablar sobre los abusos que vivió por miembros de la Iglesia, de sus intentos de suicidio y de tantos otros aspectos que lo mantienen en la resistencia.

Compartir

En la tarde del 11 de septiembre de 2018, un hombre al que toda la vida le había costado hablar, salió a gritar a la Alameda. Andaba solo, pero se unió a la CUT y marchó por los detenidos desaparecidos. “Grité, hice catarsis. No sabes todo lo que grité. Grité, grité, grité, grité”, cuenta.

Ese 11-S había viajado temprano a Santiago desde su casa en Algarrobo para una hora con el quinto médico que se referiría al problema que tenía en su cara. A sus 60 años, le confirmaron que tenía cáncer a la boca, a la garganta y a la nariz.

“A la nariz por no querer respirar, a la boca por no querer hablar y a la garganta por no querer comer”, explica seguro de que su enfermedad se debe a las cosas que se guardó durante la vida.

Mario José Federico de la Virgen de Andacollo Montenegro Bolados. Su nombre es tan particular como su vida. Apasionado por la astrología y el tarot, protagoniza lo que parece una novela; un drama, sin lugar a dudas. Una vida dura, llena de abusos, desencuentros y desamores, que ese 11 de septiembre, decidió salir a gritar.

Sobreviviente de la Iglesia

Corría 1967 o 1968, no recuerda con exactitud. “Ese periodo de mi vida lo tengo absolutamente borrado, porque no es fácil recordarlo”, dice.

Mario José borró de su memoria algunos detalles de ese periodo, al igual que han hecho otros sobrevivientes de abusos sexuales. De todas maneras, recuerda con seguridad que estudiaba en el Colegio Calasanz, de los Padres Escolapios, y que fue abusado por el padre que lo preparaba para la primera comunión.

“El padre Félix (Leorza, como pudimos confirmar después de la entrevista) se subía la sotana y me decía que tenía que tocarle los genitales sobre el pantalón. Lo hice dos veces. Nunca más fui a religión”, cuenta tras apagar un cigarrillo.

Pese a que el padre Félix le dijo que si hablaba de lo ocurrido, se iba a ir al infierno, Mario decidió contarle a su mamá. “‘Para de mentir’, me dijo. No me creyó”.

Fue por esa reacción de su madre que, en la misma época, no quiso contarle a nadie que el chofer de su padre se había bajado los pantalones y le había pedido que lo masturbara. Sobre esto, Mario José cuenta que “a los días después, supongo que el chofer habló con mi mamá, porque me dijo que era el colmo que yo anduviera seduciendo a hombres adultos”.

Ese fue el primer infierno, como lo llama él; episodios que afectaron su rendimiento en el colegio y lo llevaron a repetir a propósito tres veces segundo medio hasta que murió su papá en 1977. Entonces dejó el colegio, porque ya sabía a lo que se iba a dedicar: la astrología y la lectura de cartas astrales.

Tras reflexionar al respecto, comprendió el fin de esta actividad: “En el fondo, lo que andaba buscando era ayudarme a mí con mis propios dolores”. Con ese mismo objetivo, ingresó a trabajar a la Vicaría de la Solidaridad a fines de los ‘70.

El segundo infierno ocurrió cuando Mario tenía 17 años, cuando era voluntario en la parroquia Santa Catalina de la Villa Olímpica. Ahí conoció al párroco Jeremiah Francis Healy Kerins, más conocido como Derry Healy, un irlandés parte de los curas rojos (como se les denomina a los sacerdotes cercanos al movimiento obrero). Él fue el protagonista de su tercer episodio de abuso.

De este hecho tiene más recuerdos: “La escena fue en plena dictadura. Yo vivía al final de la Villa Olímpica. Al lado estaba el supermercado, luego unas torres gigantes, unas poblaciones de milicos y después estaba la casa del cura. Un día se me pasó la hora y no me podía ir en toque de queda con los milicos ahí. Me quedé en la casa del cura. Me dijo ‘la única alternativa que tienes es dormir conmigo’ y lo encontré de lo más normal. Me acosté, pasó media hora y sentí una mano que se empezó a meter lentamente en mis calzoncillos”.

Mario Montenegro agrega que con el padre Derry viajaban mucho a Punta de Tralca a hacer trabajos voluntarios y “él se paseaba en pelota y se echaba desodorante en los genitales a vista y presencia de todos”.

En 2011, Derry Healy fue denunciado por Claudio Ramos y Jorge Salas, cuando dirigía la orden de los Misioneros de San Columbano en Chile. Los hechos que fueron revelados en un reportaje de CIPER, se habrían dado en los ‘80 cuando estaba a cargo de la parroquia Santo Tomás Moro en la Villa Frei. Tras la investigación, fue sancionado canónicamente por abuso sexual.

Mario Montenegro cuenta que cuando enfrentó a Derry Healy por lo ocurrido, él lo negó todo. “Qué te pasó, si anoche me corriste mano”, recrea la situación. “Tú estás loco, debes tener problemas de falta de padre”, le habría respondido el cura amigo de Cristian Precht.

Sobre esto, Montenegro reflexiona: “Creo que estas personas buscan seres humanos que tienen dificultades emocionales. Los buscan con pinzas. Y yo vengo de una familia completamente disfuncional”.

Sobreviviente de su familia

Mario José Federico de la Virgen de Andacollo lleva su cuarto nombre por la figura católica venerada en la región de Coquimbo el 26 de diciembre, el día del natalicio del serenense.

“Mi papá, opus dei, muy católico, le hizo una manda a la Virgen de Andacollo para tener un hijo hombre. Nací en su día y nunca sentí el cariño”, confiesa.

“Un padre muy machista, muy violento. Se llamaba Mario Montenegro, igual que yo. Me procreó, pero mi padre no fue. Vivió en mi casa, viví con él, me pagaba el colegio, pero mi padre no fue. En 18 años nunca me celebró un cumpleaños”, dice agregando que siempre sintió indiferencia de su parte.

Mario Montenegro padre fue candidato a ministro de Pinochet, pero según cuenta el hijo, rechazó la oferta. La ultraderecha define a toda su familia a excepción de nuestro protagonista: “Tengo la sospecha de que mi mamá trabajó para la CNI. Tengo un cuñado que estaba en Punta Peuco y al otro que era de la DINA lo mataron”.

Luego especifica que su cuñado en el penal es Iván Quiroz, ex oficial de Carabineros que fue pieza clave en la ejecución de la Operación Albania (1987). “Él me decía ‘cuídate, porque no te voy a poder cuidar toda la vida. Vas a caer preso’. ‘No te preocupes’, le dije yo, ‘el que va a caer preso y por mucho tiempo, eres tú. Recuerda que soy psíquico’”.

Actualmente, sus padres ya fallecieron, así como una de sus tres hermanas. Sobre el resto de su núcleo familiar, agrega: “Tengo dos hermanas vivas y un conchesumadre de hermano, Clemente. Sólo hablo con una hermana, porque la otra avaló la relación de él con mi señora”.

En 1988, Mario José Federico llevaba cuatro años de matrimonio con Mónica Charles. Vivían en Santiago y recientemente había nacido su segunda hija. Él viajaba a provincia porque trabajaba leyendo el tarot. Después de cuatro o cinco días regresaba a la casa a cuidar a sus hijas, según relata.

“Un día llegué antes a mi casa y encuentro a mi hermano con mi mujer durmiendo en la misma cama. Pesco la maleta, toso para que se den cuenta de que estoy ahí, no dije nada y me fui a la casa de mi madre. Ahí dejé de ver a mi familia por muchos años”, rememora.

Así como asegura que ocurrió con la detención de su cuñado, Mario también dice haber tenido visiones con la relación de su esposa con Clemente. Afirma que le preguntó a sus hermanos al respecto y le dijeron que estaba loco. Finalmente tuvieron una hija y estuvieron 18 años casados. Mario aún sospecha de si su hija menor es biológicamente suya.

Sobreviviente del amor

– Voy a ir a alcohólicos anónimos.

– ¿Para qué? – le respondió sorprendida su esposa de entonces, Andrea Giarda. Ella notaba que estaba con depresión, pero no se imaginaba cuál era el problema de fondo.

“Le hizo muy bien. Me explicó que él tomaba y se drogaba porque estaba tapando el hecho de que le llamaban la atención los hombres. Ahí empezó a abrir la boca, a comunicarse un poquito más y a vivir su proceso. A pesar del dolor que todo eso causa, reconocí la valentía que requiere sentarse frente a mí y decirme una cosa así, con el dolor que él tenía”, cuenta Andrea.

Mario José reprimió hasta ese entonces su homosexualidad y la ahogaba en el alcohol. De niño bebía una botella de martini que ocultaba en el excusado del colegio y se compraba revistas pornográficas gay, las cuales tiraba al río Mapocho cuando sentía cargo de conciencia.

La presión de su familia y su entorno religioso lo llevó a concretar dos matrimonios. “Hasta que un día me enamoré de un hombre y perdí la cabeza”, confiesa.

El hombre que conoció en alcohólicos anónimos lo motivó a separarse para que se fueran a vivir juntos. “Me separé. Y desapareció. Fue un maricón de la cabeza y del culo”, comenta sobre su desamor.

Al asumir su sexualidad, mejoró tanto su comunicación como su apetito, y tuvo varios encuentros amorosos y sexuales semejantes a una crónica de Lemebel. Sin embargo, desde entonces sufrió como nunca antes a causa de relaciones no correspondidas. “Los hombres somos todos unos mentirosos y unos cínicos”, se queja.

Tuvo cuatro -insólitos y frustrantes- intentos de suicidio que puede enumerar: “En primero me inyecté insulina, pero fue poca y desperté sudando al otro día. En el siguiente tomé una botella de pisco con tanax y desperté con jaqueca. El tercero, también me inyecté insulina en un hotel, me fueron a buscar y me llevaron a la posta. La otra oportunidad fue en Morrillos. Me tragó el mar y había tres médicos tomando sol en la playa”.

El año pasado construyeron una casa y se fue a vivir a Algarrobo con Andrea Giarda, su socia, como le gusta llamarla. Ahí cerró su vida sexual, pues lo que le importa es la compañía: “Ahora tengo la mejor pareja del mundo. Una mujer que acepta mi sexualidad y me dice ‘no me interesa tu sexo, me interesas tú como persona’”.

Sobreviviendo al cáncer

“No creo en los médicos, peros son los mejores amantes”, repite Mario varias veces a lo largo de la entrevista.

Asegura que su hermana y su papá fallecieron por culpa de médicos y su propia experiencia lo hace desconfiar de la profesión. “Los médicos no son humanos. Yo vi cinco médicos y recién el quinto me dijo que tenía cáncer. El segundo me dijo ‘usted tiene hongos en los pies. Y tiene que operarse la nariz, pero preocúpese de sus hongos’”, dice con tono pausado y sosteniendo la mirada con sus ojos verdes.

Le propusieron operarse, pero la cirugía era muy invasiva y no tenía los medios para costearla. “El tratamiento era feroz. Era casi como hacer un transplante de cara. Él no quiso eso y hay que respetarlo”, comenta Andrea.

Mario prefiere creer en sus muertos en vez de los médicos. Siempre ha tenido relación con ellos. Ya sea en sueños o mediante espiritismo, asegura que le hablan: sus padres, su nana Elsa, su bisabuela y su tía Pina.

“Mi tía Pina fue una de las primeras mujeres que se recibió de química farmacéutica en Chile. Antes de que me diagnosticaran el cáncer, me recetaron una pastilla contra los dolores, que me costaba 90 mil pesos. Y mi tía me dice ‘dipirona’: voy a la farmacia, la dipirona cuesta dos mil. Me tomé una y se me desapareció el dolor”, relata Mario Montenegro.

Para tratarse el cáncer también ha consumido pastillas naturales y kalanchoe, una planta con diferentes usos y beneficios medicinales. Su conviviente, Andrea, comenta que han sido impresionantes los cambios que ha tenido. Se le ha desinflamado la nariz que, según ella, era del porte de un huevo antes del tratamiento, y se le ha regenerado gran parte de la aleta nasal derecha y de su boca; ya no le duele ni fumar ni comer.

“Bendito cáncer”, comenta Mario agradecido de su condición, que se niega a llamar enfermedad. Asegura que gracias a que interpretó lo que significaba la zona con cáncer entendió que tenía que empezar a hablar, a respirar y a comer. “Por qué no me pasó en el pulmón si fumo como chino”, se pregunta.

Andrea, “la mejor socia”, describe a su pareja como “una persona fuerte que ha pasado por miles de cosas duras y ha podido superarlas. Eso es admirable: aceptar lo que viene como viene y vivirlo con dignidad”.

Mario José Federico de la Virgen de Andacollo Montenegro Bolados. No da esta entrevista porque crea que se va a morir de cáncer. En una de sus visiones se vio morir de un infarto cerebral, en su casa en Agarrobo, acostado con sus perros. Da esta entrevista porque es parte de su grito; porque quiere irse con un peso menos de encima.

Padres Columbanos inician nueva investigación contra Derry Healy tras entrevista de The Clinic

En el testimonio de Mario Montenegro Bolados para The Clinic, relata: “(…) Me quedé en la casa del cura. Me dijo ‘la única alternativa que tienes es dormir conmigo’ y lo encontré de lo más normal. Me acosté, pasó media hora y sentí una mano que se empezó a meter lentamente en mis calzoncillos”.

Notas relacionadas