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Cultura

8 de Abril de 2019

Obras completas de Virginia Cox: relatos de una aristócrata y un país que no cambia

Plantear un cerco entre lo público y lo privado ha sido por siglos, la forma de mantener a las mujeres escondidas en la intimidad de lo hogareño. Aplicándose a la literatura, ese mismo prejuicio podía enviar todo texto escrito por mujeres a la sección rosa, donde el amor y las tareas del hogar parecían ser […]

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Plantear un cerco entre lo público y lo privado ha sido por siglos, la forma de mantener a las mujeres escondidas en la intimidad de lo hogareño. Aplicándose a la literatura, ese mismo prejuicio podía enviar todo texto escrito por mujeres a la sección rosa, donde el amor y las tareas del hogar parecían ser la única temática posible.

Despojarse de eso es un proceso lento, y se puede notar en los “re descubrimientos” que ha tenido la industria editorial en los últimos años, donde nombres como Lucía Berlín o Natalia Ginzburg se transformaron en boom ya muertas, luego de que se sus palabras adquirieran peso, demostrando que en esos relatos muchas veces efectivamente domésticos y cotidianos, además de enorme talento, se escondía el relato de complejos contextos históricos.

Eso es lo vital que trae obras completas, el compilado de novelas, cuentos y crónicas de Virginia Cox Balmaceda, chilena que entre los ‘60 y el 2000 escribió dos novelas, tres libros de cuentos, un compilado de crónicas de viaje y una pequeña autobiografía. Con 500 copias, la editorial Cuatro Vientos busca reflotar en la memoria colectiva la obra de la autora, mostrando una trayectoria con puntos que pueden resultar provocativos, como el título La Antimadre, conjunto de cuentos de 1982, donde sin embargo el texto se trata de una mujer que no recuerda con lujo y detalles episodios de la vida de un hijo que está en un procesos de sicoanálisis, mostrando algo del humor que a ratos aparece en las historias.

Lamentablemente, la misión no alcanza a cumplirse con tanto éxito a través del enorme volumen, que al publicar intacto el material de la autora, deja pasar relatos flojos, donde la pobreza es narrada con una mezcla entre lástima, devoción y distancia exotista propia de quien ve algo pintoresco en la miseria que le es ajeno, donde un estero puede resultar igual de llamativo que las dificultades de vida o las palabras mal pronunciadas por una mujer de campo.

Casi cada año, el mundo editorial presenta el relato de alguna oveja descarriada de la oligarquía que promete desnudar la idiosincrasia de su clase. Cuando Cox escribió “Los muñecos no sangran”, su primera novela, una de las críticas que recibió apuntaba a que si el título hubiese señalado explícitamente a la clase alta podría haber sido un boom. Esa esa novela es lo más interesante de su obra, mostrando temas como la tensión sexual en un exclusivo internado de monjas (entre las estudiantes y las adultas a cargo), la maternidad obligatoria, la violencia sexual, económica y física de la oligarquía contra sus empleadas, asuntos que hasta hoy siguen vigentes.

Las crónicas de viaje permiten que la autora abandone el espacio silencioso que correspondía a una mujer de la alta sociedad – único espectro que podía acceder a tales travesías-, soltando ojos y lengua para narrar lo que vio en Asia, América del norte y Europa. Es en las crónicas donde la autora fluye más en su narración, dejando aparecer
apreciaciones personales, su interés por lo que llama “emancipación femenina” y algunas reflexiones sobre la época, especialmente teniendo en cuenta que eran emitidas por una mujer que intervenía activamente en contextos políticos y literarios (un punto importante de su biografía es su participación en el partido Liberal, donde ocupó espacios impensados para una mujer). Sin embargo, a ratos se limita a entregar un relato asombrado de – otra vez- lo que resulta lejano, como África y Asia o, por el contrario, se estanca en la narración fascinada de lo europeo, evidente en las dos crónicas distintas hacen referencia a Francia.

En una época donde abundan los relatos de autoficción que no se rozan con el contexto histórico, es interesante leer a Cox. Asegurando que todo lo que narra tiene asidero en sus vivencias, la autora aprovechó a su favor los privilegios entregados por la alcurnia y dedicó parte importante de su vida a escribir y publicar, algo que estaba lejos de ser común en las mujeres de la época, entregando a este volumen más que valor literario, el peso de un
relato que toca temas como el aborto, la falta de educación sexual (uno de los puntos altos del libro es un dialogo entre adolescentes sobre la menstruación en el colegio de monjas), la violencia machista, perpetrada gran parte de las veces por su propia clase. Aun con la distancia que supone el tiempo y la breca que separa a la aristocracia donde se ubica la autora del resto del mundo, muestra que estos temas siguen igual de vigentes y urgentes.

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