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Cultura

10 de Mayo de 2019

Critica de teatro “Mocha Dick”: Épica y visualidad

"Definida por su director Miguel Bregante como una gesta épica, la obra sitúa el enfrentamiento entre las fuerzas humanas y las de la naturaleza a través de la presencia siempre elusiva del animal y la figura discordante que representa el joven mapuche en la tripulación".

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En tiempos de deconstrucción permanente del lenguaje, de puestas en escena llevadas hasta el extremo de la abstracción y de elevada autoconsciencia política, la compañía La mona ilustre ha levantado en una década de trabajo un método en apariencia tan naif como transparente: la preeminencia del gesto actoral y una idea escénica no representacional como ejes fundamentales de su estética.

Por ello, en este camino de cinco montajes y un concierto teatral ha habido un principio rector fundamental: la capacidad de generar imágenes a contrapelo del texto dramatúrgico, a través de una construcción visualmente poética; la elaborada artesanía de objetos y muñecos, y una intención fabuladora que ha buscado integrar activamente al espectador.

A su modo, y tal como otras compañías similares como La llave maestra (Pareidolia) y Teatro y su doble (El Capote), han revertido esa vieja idea del teatro familiar como un género simple, de escaso riesgo artístico y de poca estimulación intelectual al espectador. Sus montajes son transversales per se: generan un disfrute en un amplio abanico de espectadores y despiertan una particular fascinación entre los propios actores y estudiantes de teatro.

En este proceso de exploración de las posibilidades cinéticas del gesto poético y del encuentro entre actores y objetos, La mona ilustre ha creado un estilo reconocible que a la manera del teatro autónomo del director y teórico polaco Tadeusz Kantor, ha establecido sus propias reglas de continuidad entre cuerpos y objetos, y ha convertido sus relatos en una posibilidad más allá de la representación, alterando sus funciones y legitimidades tradicionales en nuevos niveles de movimiento y expresión. Este rasgo fue llevado a altos niveles de refinamiento en Las cosas también tienen mamá y La niña de Canterville.

En ese camino la Compañía acaba de estrenar el que es probablemente su proyecto más ambicioso: la adaptación teatral de la novela gráfica Mocha Dick, de Francisco Ortega y Gonzalo Martínez, la que recrea el origen local del célebre relato de la ballena blanca que a su vez dio origen a la novela de Herman Melville, Moby Dick.

El relato de una aventura física casi total lleva a la compañía a un camino más esencialista y en el papel, con poco espacio para esas delicadas digresiones poéticas que han sido su sello. Se trata de la persecución de un ballenero por las costas de Arauco para dar caza al cachalote albino. Con el detalle de que un marinero de la tripulación es mapuche, por lo que genera un enfrentamiento entre la racionalidad occidental y la cosmovisión originaria, donde el mamífero marino representa una vieja leyenda en que los guerreros al morir son llevados a descansar a la Isla Mocha.

Definida por su director Miguel Bregante como una gesta épica, la obra sitúa el enfrentamiento entre las fuerzas humanas y las de la naturaleza a través de la presencia siempre elusiva del animal y la figura discordante que representa el joven mapuche en la tripulación. Ambos son parte de ese conocimiento mágico apenas vislumbrado por el resto y que a través de los elementos de la puesta en escena la obra se encarga de presentar: una oscuridad interrumpida por un pequeño barco a la deriva; una niebla que esconde el movimiento sinuoso de la ballena o una espera en alta mar entre el silencio y el miedo, son momentos en que la elaborada teatralidad de la compañía las convierte en experiencias subyugantes en su belleza y capacidad de evocación.

Decíamos que se trata de un relato épico porque es una aventura que exalta las hazañas de un grupo de personajes con algunos elementos mitológicos. Este aspecto es reforzado además por el componente musical, por momentos en formato de cantata (gentileza del compositor Camilo Salinas) y en otras como aportes vocales e instrumentales (un notable dueto de violines). Este punto es relevante porque a diferencia de su origen gráfico, la adaptación propone una completa articulación desde sus propios componentes escénicos en que la utilización de los objetos alcanza un complejo entramado de significados que es más que un mero virtuosismo técnico. Lo que propone una rearticulación incesante a medida que el relato y la acción van avanzando, y que genera un sentido épico que si bien es acción física lo determina la organización poética de sus imágenes.

Con todos estos elementos, la aventura propuesta por La mona ilustre se complejiza en su lenguaje ya conocido a la vez que opta por un minimalismo mayor. La preeminencia de las posibilidades cinéticas del cuerpo es total y es el gran eje que mueve el sentido narrativo de una obra cuya textualidad es mínima, apenas funcional. Esto puede ser una desventaja en la medida en que no hay mayor profundización en los personajes ni en sus relaciones, apenas unas referencias marginales hacia temas como la discriminación o la dimensión simbólica de la mujer en el mundo del siglo XIX.

A su manera, el concepto de aventura propuesta por Mocha Dick se asemeja al cine clásico del género: es profundamente esencialista y tiene un sentido heroico en sus acciones. No hay digresiones ni lecturas posibles más allá de lo que narra, pero por otro lado su capacidad de evocación es tan potente que es un goce escénico puro, donde la artesanía de los objetos y el trabajo de la iluminación son tan precisos como sublimes en su ejecución. La obra se convierte así en un notorio avance de las capacidades ya reconocidas de La mona ilustre y restituye la posibilidad de apreciar, en un circuito tan centrado en su propio discurso, la magia primigenia del espectáculo escénico.

Mocha Dick

Dirección: Miguel Bregante

Adaptación de novela gráfica homónima de Francisco Ortega y Gonzalo Martínez.

Elenco: Diego Hinojosa, Paula Barraza, Isidora Robeson, Mercedes Mujica, Alex Acevedo, Nicolás Ruiz.

Composición musical: Camilo Salinas

Diseño de escenografía, vestuario y utilería: Katiuska Valenzuela

Diseño de iluminación: Miguel Bregante y José Luis Cifuentes

Asesoría dramatúrgica: Andrés Kalawski

Teatro UC, Sala 1 Ana González, del 27 de abril al 25 de mayo

Miércoles a sábado, 20:00 horas.

Este artículo fue publicado originalmente en Culturizarte, un blog chileno especializado en cultura. Si quieres ver contenidos culturales, visita www.culturizarte.cl.

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