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Entrevistas

26 de Abril de 2024

Héctor Morales y su regreso a la TV: “Hoy puedo entender la animadversión que había hacia mí”

Fotos: Felipe Figueroa

El actor y director teatral conduce “Futuro esplendor”, un programa de conversación de UChile TV al estilo de “Escrúpulos”. No estaba en pantalla desde antes del estallido social, cuando perdió trabajos y fue cuestionado por sus opiniones en Twitter. Desde entonces se replegó en el teatro y en un silencioso camino de sanación que lo hizo ir a terapia, rechazar proyectos y bajar los decibeles. Se replanteó todo, incluida su carrera. Aquí revela por qué rechazó ser candidato a constituyente por el Frente Amplio, toma distancia de la política y señala: “Este gobierno ha sido una gran demostración de que los jóvenes nunca tienen que desconocer a los que vinieron antes. Creo que todos nos hemos equivocado en eso".

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Caen las luces en el estudio. Gritan “¡corte!”. Lo siguiente son aplausos y chiflidos en el equipo. Los focos vuelven a iluminar el set y a recaer sobre Héctor Morales, quien acaba de terminar de grabar el tercer capítulo de “Futuro esplendor”, programa de conversación de UChile TV que debutó semanas atrás y lo trajo vuelta a la conducción tras siete años fuera de pantalla. 

A pesar de que luce cómodo, cuenta que aún le cuesta relajarse y lleva tiempo trabajando obsesivamente en ello. Incluso, le toma un rato recuperarse del trance de las luces, comenta el intérprete minutos después en una de las oficinas de la productora Río Negro, en la comuna de Macul, donde cada miércoles graban el programa. 

Pasan de las tres y media de la tarde, Héctor Morales aún lleva maquillaje en su rostro y no ha tenido tiempo para almorzar. 

“Conducir es algo que se me da y pareciera que lo hago de manera muy cómoda, pero me exige tiempo, estudio, energía y estar sumamente concentrado. Aún me da mucho miedo exponerme, después de haber estado tan expuesto en algún momento, y eso me impide estar totalmente relajado como me gustaría, pero voy avanzando de a poco”, dice.

Héctor Morales no es un novato en la animación. Además de su participación en teleseries como “Brujas” (2005) y “Martín Rivas” (2010), condujo también los programas “Panorámica” (2015), de 13C, y “Zoom urbano” (2017), de TVN. En ambos recorría barrios históricos de Santiago, entrevistando a artistas y cultores populares, faceta que profundizó más tarde como locutor del programa Play V, de Radio Play. De esta última fue despedido a fines de 2019, con las manifestaciones del estallido social de fondo. 

Se sobrepuso rápidamente y retomó con “¿Para dónde vamos?”, un espacio de entrevistas grabadas en su auto y subidas a YouTube durante la misma época. Aún cuando todos esos proyectos coinciden en el formato de conversación, el conductor de 44 años asegura que “Futuro esplendor” no se parece en nada a cualquier otra cosa que haya hecho.

Héctor Morales no solo asume la conducción sino que además está detrás de la idea original del proyecto y de la escritura de los libretos junto a la directora y realizadora audiovisual Nicole Senerman. Ambos tenían en mente crear un programa de conversación profunda y más allá de la coyuntura política. Un espacio que, según él, se ha perdido de pantalla en los últimos años. 

“Estamos en el último bastión de la televisión pública, que es UChile TV, tratando de abrir un espacio distinto y con otro sentido respecto a la discusión que solemos tener en 140 caracteres o en la lógica del clickeo. La gente lo ha visto así y lo valora”, dice.

El espacio transmitido los lunes a las 21 horas —disponible también en YouTube, donde ya supera las 30 mil reproducciones– ofrece una “improbable” conversación con distintas figuras alrededor de un tema en particular. Cada capítulo tiene el suyo: el primero fue sobre la muerte y tuvo de invitados a Coca Guazzini y Nicolás Contreras, el protagonista de “Baby Bandito”, de quien Héctor Morales fue coach para la misma serie. 

A la semana siguiente, el tema central fue la familia y sus diversas formas. De panelistas estuvieron la actriz Solange Lackington –madre del actor en la ficción y en su debut televisivo en “Brujas”– y el músico y compositor Dani Ride. 

El episodio más visto del programa hasta ahora es justamente el que acaba de grabar previo a esta entrevista, ahora en torno a los excesos y adicciones. Contó con la participación de dos amigas cercanas de Héctor Morales: la comediante Natalia Valdebenito y la modelo Helenia Melán. 

“Hubo una época en que no la pasé bien en televisión y era porque veía que todos querían salir corriendo de ahí. Para muchos, la tele es una estación de paso para ganar plata y nunca le toman aprecio a lo que hacen. Aquí es distinto; tengo una relación directa con la directora y con el equipo, que es transversal: hay gente de la generación zeta, alfa, millenials. Preparamos entre todos la pauta, los libretos y definimos los temas que hoy en día son difíciles de encontrar en la tele. El sentido colectivo de este proyecto me da mucha calma y seguridad”, comenta. 

“Futuro esplendor” revive en su segundo bloque una de las secciones más icónicas del programa “Escrúpulos” –conducido por Tati Penna en CHV, entre 1993 y 2001–, en la que los invitados se sometían a un indiscreto cuestionario. Otros recordados estelares, como “Viva el lunes”, y espacios más de nicho, cómo “El interruptor”, son también referentes de la nueva propuesta.

“Cuando nos enfrentamos al desarrollo del programa, nos preguntamos qué espacios recordábamos que alimentaran la conversación en la casa y yo traje el ejemplo de Tati Penna. Estando aún en el colegio, escuché al Rumpy, a la Vanessa Miller, a Andrés Pérez y otros invitados que pasaron por esa mesa hablando de cosas que no se hablaban en mi casa, como de sexo o lo que significaba ser gay en los 90 en Chile. Cuando se estrenó La última tentación de Cristo, el tema del programa era: ‘¿dejarías que tus hijos vieran la película?’. Andrés Chadwick aparecía en ese capítulo, que aún está en YouTube, hablando en términos muy duros y homofóbicos, como era el Chile de esa época”, comenta Héctor Morales. 

-¿Hacen falta más espacios de conversación en televisión?

–Veo harta tele, me gusta, y cuando veía, por ejemplo, “Gran Hermano”, pensaba que esas personas tenían muchas más cosas que decir, pero la pauta del programa era otra y no se les permitía. Entonces, se hace necesario que estos espacios existan para intentar hablar de manera honesta y sin miedo, sobre todo ahora que la gente tiene mucha opinión sobre todo. Por esa razón, los primeros capítulos del programa han sido con amigos cercanos nuestros, para dar la seguridad a quienes sean invitados de que no van a ser atacados ni acorralados con preguntas incómodas. Hoy muchos temen dar su opinión por miedo a que un extracto de lo que digan sea sacado de contexto, viralizado y termine en funa. Y es entendible.

El programa está también fuertemente inspirado por el teatro, donde Morales y Senerman se conocieron años atrás. El set es una verdadera escenografía que se modifica en cada capítulo, puesto que los invitados dejan un regalo traído desde sus casas. Un rito similar al toy–toy, que se suele entregar entre compañeros de elenco previo al estreno de una obra. 

La intro de cada capítulo es también un momento estelar del espacio y posee cierto vuelo dramático. Así abría el primero de ellos: “Cuando vivimos sin saber qué nos depara el día a día. Cuando las cosas ya no son tan coherentes como en el pasado y el estado de las cosas parece ser un meme, solo nos queda el ‘Futuro esplendor’”. 

-El título del programa, ¿es una esperanza o una ironía?

–Es ambas cosas, pero sobre todo quiero creer que es una esperanza. Uno siempre espera que lo que venga sea mejor, pero a la vez es una ironía porque obviamente lo sacamos del Himno Nacional, y cuando uno ve que está todo perdido o gris, mejor pensemos en el futuro esplendor, ¡qué más nos queda! 

-Los temas que se tocan en el programa son tópicos demasiado grandes y abordados constantemente. ¿Cómo definen la manera de entrar en ellos?

–La clave ha sido plasmar la diversidad del equipo en la manera de abordar esos temas. Cuando decidimos que el primer capítulo iba a ser el de la muerte, todos estaban un poco inseguros porque de inmediato remite a algo oscuro. Pero, cuando empezamos a hablar entre todos de la muerte de una era, de un ciclo, de los íconos, entramos al tema de otro modo. Así es como hemos estado trabajando.

Probablemente, si estuviéramos en Mega o CHV, “Futuro esplendor” no se podría sostener porque no sé a qué auspiciador les podría interesar.

¿Qué le gusta de lo que hay en la televisión abierta hoy en día?

–Creo que (Fabrizio) Copano está haciendo algo muy bueno. Cuando vi “El antídoto”, me pareció que se había corrido también un límite en la tele. Hace dos o tres años, el humor y el stand up estaban relegados solo a los bares. La evolución desde “Morandé con Compañía” a Copano es tremenda, a pesar de que hay gente que dice que son lo mismo. Pero no, no es igual. La risa proviene desde otro lugar. 

-Se ha hablado bastante de la crisis de la televisión y la fuga de audiencias hacia el streaming. ¿Cree que ha perdido piso la tele? 

–Yo aún veo en la tele un lugar de creación que es muy poderoso. Seguimos creyendo que las redes sociales u otros son los canales de mayor alcance hoy en día, pero cuando vemos cómo se mueve el mundo, en general las personas siempre vuelven a la tele. “Futuro esplendor” tiene un público televisivo mayor de 40 años y me impresiona que en las redes y en YouTube haya más presencia de jóvenes. Quiere decir que acceden igual al programa a pesar de que ni siquiera tienen tele en sus casas.  

-¿Cómo se prepara para el programa? ¿Se parece en algo a sus procesos en el teatro?

–Los días que grabo son parecidos a los días que tengo función y me preparo de la misma forma. Trato de comer sano y estudio harto. Para este último capítulo, por ejemplo, escuché dos podcasts y vi un documental. Me da miedo decir algo mal y que pueda ser sacado de contexto y reproducido malintencionadamente. Es agotador estar cuidándose así todo el tiempo, y estoy luchando contra eso. 

Quiero perder el miedo a decir lo que pienso y hacerlo con el mayor cuidado posible, porque tampoco sé si está bueno guardarnos tanto lo que estamos pensando. Eso solo genera más basura debajo de la alfombra y ya sabemos que cuando llega a un límite, explota. Hoy en día, tenemos una estela victoriana que nos ha vuelto a cubrir y que se ha vuelto peligrosa en varios sentidos. 

-¿Este regreso a la pantalla implica un replanteamiento de su carrera?

–Sí. Creo que si partí estudiando actuación queriendo ser un gran actor y ganar premios, hoy ese no es mi objetivo. Ya no sé si solo quiero ser actor. Vivir sobre el escenario siempre, esperando que las luces caigan sobre ti, es muy agotador. Estar vigente en una industria tan pequeña como esta es sumamente desgastante y no quiero pasarme en castings toda la vida. 

Me gusta empujar espacios para que otros artistas se pongan en ese lugar que yo desempeñaba antes. Si me llaman para una una serie o una teleserie, y calzamos los tiempos y me interesa el proyecto, feliz de hacerlo. No quiero cerrarme a esa diversidad de las propuestas que me llegan.

Héctor Morales y la baja de decibeles

Hace algunas semanas, Héctor Morales volvió también después de años a la universidad. Egresado de la Universidad de Chile en 2001, el actor actualmente está cursando un magíster de Estudios y Prácticas Teatrales en la Universidad Católica. 

Tiempo es lo que menos le sobra: también da clases de habilidades comunicativas a futuros ingenieros de la Universidad del Desarrollo, y en paralelo está preparando su regreso a las tablas con “El socio”, un unipersonal a partir de la clásica novela de Jenaro Prieto de 1928, que debutará el 5 de mayo en el Teatro Nescafé de las Artes. 

Es la primera vez que le toca narrar en lugar de interpretar una historia, además de estar solo sobre el escenario. “Es una sola función en Santiago y luego me permitirá viajar por distintas ciudades con un espectáculo completamente distinto a lo que he hecho”, cuenta. 

“En cada proyecto que me involucro me gusta situarme en distintos roles. Y no solo como actor; he estado también empujando obras desde la producción y ahora último he hecho coaching actoral para series. Siempre estoy tomando nuevos desafíos y riesgos”, agrega. 

Hubo, sin embargo, un periodo en que evitó hacerlo. El cierre de 2019 fue particularmente complejo para el actor nacido en Santiago, en 1980. Mientras era elogiado por su actuación en la obra “Muerte accidental de un anarquista”, que por esos días presentaba en el Teatro UC, fuera del escenario estaba siendo duramente atacado, sobre todo en redes sociales. Recibía amenazas a diario por sus opiniones políticas y por apoyar las manifestaciones y protestas a partir del 18 de octubre. Se enfrascó también en polémicos rounds tuiteros, incluido uno con la ministra de Educación de la época, Marcela Cubillos. 

Los costos de la sobreexposición se hicieron notar rápidamente en su trabajo. Un mes después de iniciado el estallido, Héctor Morales fue despedido de Radio Play FM, donde trabajaba hacía un año. La marca de automóviles de la cual era rostro cesó también su contrato con el actor. 

Le pasó también la cuenta a nivel personal: temía salir a la calle, rechazó proyectos que podían exponerlo más de la cuenta y disminuyó su presencia en Twitter (actual X). Optó por alejarse de la esfera pública, bajar los decibeles y dejar de opinar sobre todo, todo el tiempo. 

“Todos ejercimos de algún modo la violencia y yo hago también el mea culpa. Aporté desde mi respuesta inmediata a un tweet, por ejemplo, a alimentar esa violencia, y no quise hacerlo más”, reflexiona hoy. 

“Twitter se convirtió en un libro de quejas que estuvo bueno en el momento, cuando nada era sostenible, pero luego uno se recompone y puede verlo con mayor perspectiva. He estado en eso y creo que recién hoy en día puedo estar más tranquilo. Volver a estudiar me ha hecho reconstruir y revalorar lo que he hecho y el lugar desde donde puedo aportar”, agrega.

Desde entonces, Héctor Morales se refugió precisamente en el teatro. Estuvo a cargo de la dirección de los proyectos “Memory” y “Viña” en CorpArtes. Este último fue premiado por el Círculo de Críticos de Arte como la Mejor puesta digital de 2021, y al año siguiente debutó en el mismo escenario en un montaje presencial protagonizado por Gabriela Hernández y Blanca Lewin. 

Más recientemente, dirigió la exitosa obra “El traje del novio” (2022), de Felipe Zambrano, sobre las adopciones ilegales en Chile durante la dictadura, y también ha estado vinculado a otros proyectos desde la producción. Uno de ellos es el FESTINE, el Festival de Teatro de Isla Negra. La gestión es un área que definitivamente quiere seguir explorando.

“Tanto el estallido como la pandemia fueron lugares para pasar en limpio la agenda, como diciendo: a ver, ¿en qué quiero seguir trabajando, con quién? Si alguien no quería trabajar conmigo en algún momento, también lo entiendo, pero me costó mucho”, dice

-¿Qué lecciones le dejó el estallido y el momento que enfrentó?

–Con esta distancia, veo que ha sido un camino de mucho aprendizaje. Es maravilloso pensar que uno creció y que puede siempre seguir creciendo, pero también ha sido doloroso y ha habido terapia. Me pasó la cuenta la sobreexposición, y no solo por lo que pienso políticamente sino a nivel más personal. Hubo dos hechos puntuales: uno, fue decir que mi novia era trans, y el segundo fue decir lo que me parecía injusto en ese momento. Esa especie de trauma consecutivo me provocó una caída muy fuerte y me alejé de Twitter y lo público. 

En un momento pensé: si esto ya pasó, ¿desde dónde me paro ahora? ¿desde dónde propongo? Me volví súper antisocial. Me encerraba, pasaba todo el día en mi casa, tenía insomnio y estaba muy poco creativo. Salía a pasear al perro y pensaba que la gente se me iba a venir encima, como en Twitter. Después caí en cuenta de que esa comunidad es muy pequeña. Empecé a ir a regiones con el teatro, a festivales que me invitaban, y vi que había un sector de mi rubro que estaba haciendo cosas muy interesantes y que había dado vuelta la página, preguntándose cómo íbamos a sostener lo que había sucedido con el estallido. En ese momento, todo me hizo click.

-¿Siente que hubo puertas que no se le volvieron a abrir?

–No lo siento tan así. Creo que, más bien, siempre hay puertas que se cierran, así como hay otras que se abren. Hoy puedo entender la animadversión que había hacía mí, en algún momento, por pensar de la manera en que lo hacía. Si eres dueño de tu negocio, puedes poner lo que quieras y a quien quieras. Cuando lo vi así, me impulsó muchísimo a generar mis propios proyectos y a sanar lo que me estaba pasando. Siento que ese momento llegó y que debo salir y reinsertarme, y en eso estoy. 

-¿Cree que sus opiniones pudieron haber sido malentendidas?

–Creo que fue el tono lo que no se entendió. Tengo mucho sentido del humor, mis amigos lo saben, y creo que en redes sociales la ironía no se lee. Soy muy irónico, me pueden estar pasando cosas terribles y siempre estoy intentando reírme, pero durante un tiempo dejé de hacerlo porque me daba miedo opinar y que se malinterpretara lo que decía. Hacía mucho que no daba una entrevista, por ejemplo, y lo hago porque dejé de sentir miedo y desconfianza de las personas. En un momento desconfié de todos. 

La política y la crisis de la cultura

Un año después del estallido, se le acercaron desde el Frente Amplio para ofrecerle competir por un cupo en la primera Convención Constitucional, en 2021. Lo sondearon desde tres partidos, cuenta Héctor Morales, pero rechazó cada propuesta que le hicieron.

“Decidí no seguir participando de la vida política pública en el momento en que me ofrecieron ser constituyente desde el Frente Amplio. Pensé: tomo este camino ahora o sigo en el que he estado siempre, que es el teatro. Evalué tener que prestar mi cara y mi cuerpo para que la política se moviera, y decidí quedarme donde siento que más pertenezco”. 

A fines de ese mismo año, el actor viajó a Barcelona junto a la directora Manuela Infante (“Estado vegetal”), compañera suya de escena en la compañía Teatro de Chile, para sumarse a los ensayos de la obra “Fuego Fuego”. El montaje debutó a comienzos de 2022 y tuvo una temporada de casi dos meses en el Teatro Nacional de Cataluña que lo ausentó de las últimas elecciones presidenciales en Chile. 

“No voté por Boric, pero si hubiera estado acá seguramente lo habría hecho”, asegura. 

No santifica ni lapida al gobierno, pero Héctor Morales sí guarda distancia, mira los hechos en perspectiva y hace una autocrítica a partir de los bullados dichos del entonces ministro Giorgio Jackson y la supuesta “superioridad moral” de las nuevas generaciones en política. 

“Este gobierno ha sido una gran demostración de que los jóvenes nunca tienen que desconocer a los que vinieron antes. Creo que todos nos hemos equivocado en eso. No todo se hizo mal en el pasado, y yo creo que el actual gobierno, desde su ímpetu juvenil, ha tenido que entender que la experiencia en política es fundamental. Es un error pensar que se puede borrar todo, como lo está haciendo ahora mismo Milei en Argentina”, opina el actor. 

“Tampoco tengo ganas de culpar a este gobierno por todas las cosas que están pasando en Chile. Es injusto cargarle toda una trayectoria de malas decisiones y el pensamiento a corto plazo de cada gobierno de los últimos 30 años. Esa mirada nos pasa hoy día la cuenta y no se la podemos cobrar solo a las actuales autoridades. Ahora, yo no siento una conexión con el gobierno, porque las veces que he intentado conectar o impulsar algo, siento que es imposible. Al Ministerio de las Culturas tal vez le sirva escucharnos más a los artistas. Somos los que trabajamos y vivimos en esta realidad que muchas veces la institucionalidad no ve”.  

Sus contactos previos con la política tampoco fueron los mejores. El actor comparte uno en particular: a mediados de 2011, Giorgio Jackson le propuso trabajar desde la cultura por la campaña municipal de Josefa Errázuriz en Providencia. “El objetivo era muy claro: Labbé no podía seguir como alcalde”, recuerda ahora el actor, a quien le tocó asistir a varios encuentros en el Parque Bustamante. Al comienzo iban diez personas, después se llenaban.

“Finalmente, vi por televisión cómo ella tomaba el cargo y nunca más me llamaron para preguntarme cómo íbamos a desarrollar la cultura en la comuna”, cuenta. 

“La política abusa indiscriminadamente de los rostros en periodo electoral. Me ha pasado con todos, con Lagos, con Bachelet, con Boric. Uno sirve mucho en un periodo y al siguiente no eres considerado. Una vez, con Bachelet, me llamaron para invitarme a un almuerzo con gente de la cultura para discutir sobre el futuro ministerio. Yo dije: para hablar del ministerio se necesita mucho más tiempo que un almuerzo, hay que planificar, armar comisiones. No, me dijeron, ‘si es para tomarse una foto no más’. Entonces no voy, les dije, y no aparecí en esa foto”, revela. 

-Y del desempeño del Ministerio de las Culturas, ¿cómo lo evalúa?

–Tengo la posibilidad de conocer a varias personas que trabajan en instituciones culturales, desde el mismo ministerio, salas de teatro, museos y centros culturales, y me doy cuenta de que ahí realmente trabajan muchísimo, pero que a medida que avanza y se profesionaliza la gestión cultural en Chile, también la burocracia hace lo suyo. Se instala como un agente que muchas veces no conoce en absoluto lo que ocurre en el cotidiano de los artistas. 

Cuando teníamos el Consejo de la Cultura y exigimos que existiera un ministerio era para separarlo del Ministerio de Educación y que, además, se creara una institución autónoma y con más recursos. Para eso había que ir y conocer la realidad de los distintos artistas, pero no ha sido así y es porque la casa se está ordenando cuando ni siquiera se ha terminado de construir. El Ministerio de Cultura es uno de los más jóvenes y ha tenido cambios bruscos en su corta existencia, partiendo por el hecho de que pasó de un gobierno de derecha a uno de izquierda, y son distintas las miradas. Eso también ha impedido que este gobierno no haya podido instalar aún una política cultural propia, que es sumamente importante. Define la relación que tendremos en el futuro los artistas con la institucionalidad, y en cambio yo nunca me había sentido tan lejos de la institucionalidad como ahora. 

-Los actores han alzado bastante la voz sobre la crisis en cultura. ¿Comparte las críticas que han hecho sus colegas?

—Cada uno puede opinar lo que quiera, pero es súper desesperanzador para las nuevas generaciones de artistas que un actor con experiencia diga que somos “llorones” por exigir que nuestro trabajo tenga una reglamentación justa y por escrito. Ya no se trabaja solo por buena onda de manera irregular. Eso no es ser llorón sino ser consciente de tus derechos como trabajador, y es nuestro deber traspasar esa visión a los artistas que vengan. 

Hay que intentar recomponer las confianzas y posibilidades de colaboración al interior del mundo del teatro, que no solo ha sido golpeado económicamente por el estallido y la pandemia, sino también por el feminismo y la reeducación de la pedagogía teatral, que ha sido tremendo y en muchos casos devastador. Es necesario volver a hacer contacto y colaborar más entre nosotros en vez de seguir dividiéndonos. La gente que lo ve desde afuera, autoridades incluidas, piensan: ‘Hay muchos estrenos en el teatro, les está yendo bien’. Para mí, eso es pura apariencia. El mundo del teatro tiene los puentes cortados por dentro. Estamos todos sobreviviendo, pero en la interna todo está bastante quebrado. 

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