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Opinión

10 de Septiembre de 2019

IN MEMORIAM GERMANA MATTA FERRARI (29.09.1936-05.09.2019)

La esposa del difunto artista Roberto Matta, Germana Ferrari, falleció el 5 de septiembre. Lo que fue una vida digna de recordar, llena de relatos y obras artísticas se cuenta en esta carta.

Fernando Ayala
Fernando Ayala
Por

En su cama en La Bandita, en el campo, cerca de la ciudad etrusca de
Tarquinia, falleció Germana Ferrari, viuda de Matta, el 5 de septiembre
pasado. Partió a ese viaje de nunca acabar, infinito, que es la eternidad,
desde el mismo lecho que había diseñado su marido en 2002 con su
desbordante imaginación erótica. La verdad es que Germana ya se había
ido de este mundo hace tiempo
y se había recluida en la casa de ambos, el
ex-convento de La Bandita, en ese mítico lugar etrusco, en una tierra
milenaria y donde Matta bebió de las profundas aguas de su cultura
misteriosa, algo que el observador agudo puede identificar en muchas de
sus obras. Matta ha sido seguramente el primer “chileno-etrusco” quien
junto a Germana hizo su residencia en esta región generosa
, fértil,
rodeados de olivos, limoneros, naranjos y árboles frutales; en un convento
inmenso con una iglesia propia y un torreón desde donde se puede ver en
el horizonte el mar Mediterráneo. Ahí descansan hoy Germana junto a
Matta, en una cripta al estilo etrusco, donde en lugar de frescos en los
muros están sus cerámicas y donde ella se dormía muchas veces sobre su
tumba.

Hoy asistí junto a mi mujer a la misa en Tarquinia y luego al entierro en La Bandita, junto a otras personas cercanas a Germana. Naturalmente estaba Alisée, la única hija de ambos y madre de la amada nieta Zoe, y su marido; también llegó Federica Matta, su hermana, quien viajó desde París; el alcalde de Tarquinia, Alessando Giulivi; los fieles colaboradores que cuidaron de Germana con mucho cariño y luego un pequeño grupo de
amigos históricos del matrimonio, artistas varios entre ellos, con quienes
Matta compartió desde los años 60 aventuras, talleres, bares y muestras.
Bajaron el féretro a la cripta mientras todos observábamos y conversábamos como si fuera lo más natural. Luego llegaron los baldes
con cemento con que sellaron la tumba. El alcalde me indicó que tuvo
que dictar un decreto especial, por segunda vez, autorizando el sepelio en
una residencia privada. En el altar de la basílica, en lugar de un Cristo,
hay un gran Buda en la parte central y en un muro un bello crucifijo. Está
llena de obras de Matta, algunas inacabadas, pinturas y esculturas de sus
últimos años junto a una gran tela que deberá ser restaurada en algún
momento. La Bandita, una inmensa villa y construcción del siglo XVIII, la
compró Matta en un remate en 1964, guiado por la galerista romana Luisa Laureati, propietaria de la legendaria Galleria dell’Oca, a quien dio el
encargo y le dejó un cheque porque en la fecha del remate iba a estar en
Panarea, isla en las Aeolis donde tenía una casa. Fue a ella, una cercana
amiga de ambos, a quien Matta autorizó también para que autentificara
sus obras y que mantiene hoy un rico archivo de cartas de Matta y de
Germana. París, Londres y la Bandita fueron los lugares de residencia de la pareja. La hija de ambos, Urraka Alisée, creció aquí y hoy es la heredera de tesoros incalculables desde el punto de vista histórico, cultural y artístico.

Es inevitable no hablar de Matta aun cuando quisiera solo recordar a
Germana. Tuve la suerte de conocerla gracias a José Goñi, quien, como
embajador de Chile en Italia, llegó a tener una gran cercanía con ambos.
Tenía yo recelos de Germana en el 2003 cuando me fue presentada en
Santiago. Había escuchado de su carácter duro, distante, difícil. Sin
embargo, pude establecer un diálogo que fue creciendo en una amistad sincera
. Escuché de ella anécdotas, historias y diálogos maravillosos con
grandes personajes. Tuvo gestos hermosos como haber viajado en 2008 a
mi matrimonio con Anke en Marchigüe, por solo 24 horas desde París.
Germana conoció a Matta en 1967 o 1968 me parece, en la inauguración
de una de sus muestras en una galería de arte en Milán
, donde había sido invitada. Tenían 25 años de diferencia. Germana me ha contado en
detalle lo que fue ese encuentro para ella, único para una chica burguesa
que estudiaba en la universidad y que quedó fascinada por las obras y la
mirada de este pintor chileno
. Tuvo que buscar en un mapa para saber
dónde estaba Chile. Matta la invitó a Roma y la esperó en el aeropuerto
vestido con un terno amarillo, como canario, como le gustaba narrarlo. Se
subieron a su coche y ella que obviamente conocía Roma, se dio cuenta de
inmediato que no iban a la ciudad sino camino a Tarquinia, a La Bandita
, que quería mostrarle, le explicó. Así nació ese amor y esa larga relación que incluyó innumerables viajes, muestras, exposiciones, encuentros con personajes notables, con muchos de los verdaderamente grandes de la política y del arte del siglo XX. Compartir 35 años con un genio fue un privilegio, como le decía a Germana, porque Matta fue un ser extraordinario no solo por lo que dejó en sus obras sino en sus escritos que alguna vez tendrán que ser estudiados y publicados, pero más que nada por su inteligencia, sensibilidad, cultura y compromiso social y político. Matta viajó solo una vez con Germana a Chile durante el gobierno del Presidente Allende, en 1971, y dejó para la historia el mural de 25 metros de largo titulado “El primer gol del pueblo chileno” en la comuna de La Granja pintado junto a los brigadistas de la Ramona Parra, que fue cubierto con una gruesa capa de pintura después del golpe de 1973 por la barbarie militar y recuperado en democracia, el 2005, por la Universidad de Chile. Las fotos de la época muestran a Germana en minifalda, brocha en mano, arriba de una escalera participando de la obra ¿Por qué Matta no fue más veces a Chile? Conversé el tema muchas veces con Germana. Muy simple, porque detestaba profundamente esa clase alta derechista, clasista, racista, pinochetista, pretenciosa y arribista, que gusta aparecer en las páginas sociales.

Germana irradiaba alegría natural, espontánea, contagiosa, su mirada azul y su risa e inocencia eran de una niña criada en un ambiente de gente culta, refinada. “Pequeño rayo incesante” la llamaba Antonio Skármeta. El padre de Germana fue un destacado médico, investigador, que trabajó en el laboratorio de Alexander Fleming, descubridor de la penicilina. Después de la Segunda Guerra Mundial, de la cual Germana recordaba los bombardeos que como niña observó desde los balcones de su casa en Milán, su ciudad natal, su padre abrió una empresa farmacéutica para la elaboración de antibióticos que perdura hasta el día de hoy. La madre de Germana era alemana, por lo que ella aprendió esa lengua además del italiano y hablaba también con fluidez el francés, inglés y español.

Me tocó trabajar con Germana en 7 exposiciones de Matta en Alemania,
España (dos), Francia, Italia, Polonia y Portugal. Ella nunca cobró un peso
por las muestras, solo exigía calidad de los lugares donde se exhibirían y profesionalismo en el traslado de las obras, la presentación y el catálogo.
Amaba a Matta y su obra con devoción. De religión católica, acostumbraba a decirme cuando los domingos asistía a misas matinales,
“Fernando, cada cual con sus vicios.” Por eso el sábado 7 fue velada en la
iglesia de la Annunziata en Tarquinia, donde se honró a Germana y la
memoria de Matta, quienes hicieron de la Etruria su última morada en
esta tierra. El alcalde Giulivi en un momento se me acercó para decirme
que le gustaría hermanar Tarquinia con una ciudad de Chile, como
homenaje a todo lo que Germana y Matta dieron a esta ciudad.

Germana amó profundamente a nuestro país y jamás dudó en términos
políticos
. Colaboró generosamente en todas las campañas de los
candidatos de los gobiernos de centro izquierda en Chile. Nunca se perdió
en ese tema. Mantuvo amistades permanentes, entre ellos con Carmen
Waugh, Nora y Antonio Skármeta y seguramente otros que desconozco.Durante años se unió al grupo del autor de Il Postino en los veranos de Playa Blanca, donde arrendaba un departamento en el mes de febrero y regalaba un risotto milanés a sus amigos. Pero también tuvo sentimientos encontrados con Chile. Me habló varias veces de personajes oportunistas que visitaban a Matta solo en busca de algún provecho personal. Y también otros que le preguntaron a ella en Chile: “¿Cuándo vas a donar los cuadros de Matta?” se lo decían con desparpajo típico chileno más de una vez, me señaló. Un país donde con ocasión del centenario del nacimiento del artista, en 2011, el Senado le rindió homenaje en sesión especial. Hablaron numerosos senadores y declararon solemnemente que se recomendaría la construcción de un museo, que se levantara una estatua…. Un chiste, nada de eso ocurrió y difícilmente sucederá. Por el contrario, prolifera la reproducción de cuadros falsos de Matta en el mercado del arte chileno sin sanción alguna de parte de las autoridades. Haber levantado un museo de arte contemporáneo con el nombre de Matta, el último gran surrealista del siglo XX, era lo obvio y Chile el espacio natural para haberlo hecho. Hubiese agregado valor al país, a la ciudad, como sucede en las grandes capitales. Debiera haber sido el Estado, pero eso en este país es considerado un sacrilegio. Si los faraones egipcios hubiesen tenido una derecha y ministros de finanzas como los chilenos, jamás se hubieran levantado las pirámides. Por el lado de los privados, salvo pocas excepciones como el empresario Alvaro Saieh, las grandes fortunas nacionales parecen estar a años luz de sus homólogos no solo de Estados Unidos sino también de México o Argentina.

En mis años de embajador ante Italia y antes de enfermar Germana, ella
visitó muchas veces la embajada donde inauguré la Sala Matta, con una
gran fotografía y una colección de 7 grabados del artista chileno
que me regalara Luisa Laureati, de la colección Per il Cile, de 1974, los que fueron enmarcados y se exhiben hasta el día de hoy en nuestra embajada en Roma, pasando a ser propiedad del Estado chileno.

Germana se ha ido y tuvo una bella despedida por su hija que la adoraba,
sus amigos y colaboradores más cercanos. En los jardines de La Bandita,
bajo un sol y cielo azul radiante, Alisée nos invitó a levantar nuestras
copas y brindar por ella. Con Germana se ha ido también una parte
importante de la historia artística y cultural del siglo XX de Europa y de Chile.

Querida Germana, lástima que nunca quisiste escribir un libro de tu vida tan rica en historias. Ahora solo me queda desearte que descanses en paz junto a Matta.

Ex embajador.

Roma, 8 de septiembre de 2019.

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