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Opinión

8 de Octubre de 2019

[Carta a la directora] Liberalismo

Marcelo Muñoz Perdiguero
Marcelo Muñoz Perdiguero
Por

Se ha hablado mucho últimamente sobre el liberalismo; quién es realmente liberal. Como se ha señalado en diversas columnas, se han identificado varias corrientes de liberalismo. No es extraño que muchos quieran arrogarse la exclusividad de dicha corriente; suena bien. Es como la niña bonita de las doctrinas (el neoliberalismo es descrita como la prima fea y pesada, culpable de nuestros dolores de cabeza). El conservadurismo tiene, por el contrario, el camino “cuesta arriba”. El libro “El Gran Debate” de Yuval Levin narra la confrontación de Edmund Burke con Thomas Paine. Burke, defensor de la “prescripción” como consolidación de las tradiciones, se enmarca en ello en una orilla conservadora (aunque él, como buen “whig”, no lo veía así) y se enfrentó a Thomas Paine, un defensor del derrumbe del status quo y del ancien régime, cuadrándose con un liberalismo que pretendía liberar al Estado de privilegios y de la posición de las iglesias, en una posición muy cercana a Hume. Pero mientras Burke defendía tradiciones, negaba la intervención económica del Estado, en tanto que Paine creía en el Estado como motor de la economía y ecualizador social. Esto lo veríamos en los “whigs”, tanto de Inglaterra como de Estados Unidos; Abraham Lincoln, antes de fundar el Partido Republicano, fue un whig; creía en la intervención del Estado para construir puentes, canales, etc., y así ayudar al desarrollo. Se oponía a los demócratas, que creían en los derechos de los Estados y en la no injerencia del gobierno central.  En el siglo XX, el liberalismo del New Deal de Franklin Delano Roosevelt retomó las ideas de la libertad positiva, invirtiendo la postura del partido demócrata (los republicanos ya habían adoptado la teoría del Laissez faire, al punto de no reaccionar correctamente a la crisis del 29). Hoy, los libertarios recogen la idea de libertad negativa, en el sentido de la libertad como ausencia de coerción o interferencia de la actividad del privado por parte de la sociedad, como lo definió Isaiah Berlin en 1958, aunque llevándolo bastante al extremo y permitiendo que sea capturado o utilizado por grupos como el National Rifle Association, para quienes el derecho a portar armas parece ser un derecho humano esencial. Así que esta dicotomía no es nada nueva. En el mundo, incluso en Chile, la lucha por la marca “liberalismo” continúa. 

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