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30 de Octubre de 2019

La historia tras “Baila Pikachú”

Juan Cruz Giraldo

El disfraz del protagonista amarillo de Pokemón llegó a la familia de Giovanna Grandón casi por error. Tras pasar días encerrada triste, viendo las noticias y comiendo chocolate, esta mujer de Lo Hermida salió a la calle a marchar en un corpóreo que no ha terminado de pagar. Hoy es símbolo de esperanza y alegría en uno de los momentos más oscuros y tensos que vive la democracia chilena desde su retorno.

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Publicado el 30 de octubre de 2019.


Hace dos semanas a la casa de los Millán Grandón en la población de Lo Hermida, comenzaron a llegar paquetes de todas partes del mundo. Ellos no entendían nada. Recibieron carcasas para Nintendo Switch, un micrófono, pantallas de última tecnología, un gorro original de la película “Detective Pikachu” y un disfraz inflable del protagonista de Pokemón. Su hijo menor, de siete años, había agarrado el teléfono de su papá y sin que se dieran cuenta compró con la tarjeta de crédito casi 600 mil pesos en objetos por Aliexpress. La familia se dio cuenta que no podían devolver nada, ni cancelar la compra. Hablaron con servicio al cliente, buscaron soluciones por internet, pero no consiguieron nada. Mientras tanto, en Chile se cocinaba el estallido social que comenzó el viernes 18 de octubre con la evasión masiva.

Decidieron finalmente que venderían la mayoría de las cosas, pero conservarían el corpóreo para salir con los niños en Halloween. Sin embargo, vino el Estado de Emergencia, los militares en las calles, el toque de queda y los planes del día de las brujas y otras preocupaciones pasaron a otro plano. Giovanna Grandón (44), la mamá, chófer de un furgón escolar, se sintió deprimida. Se despertaba temprano, cocinaba el almuerzo, miraba las noticias y comía chocolate. Se sentía impotente, frustrada, revisaba los videos de las detenciones a los escolares y se llenaba de rabia. El día de la marcha del millón su marido le dijo que formaran parte de la historia y la convenció de salir. Se organizaron con algunos parientes, agarraron banderas de Chile, pancartas, pero antes de dejar la casa, Grandón pensó en el Pikachú inflable. “¿Pa qué lo vai a llevar?”, le dijo su marido. “Pa bailar poh”, le respondió ella. Jamás se imaginó que “Baila Pikachú”, la caída que protagonizó ella en Vicuña Mackenna adentro del corpóreo, se convertiría en viral y en uno de los símbolos más positivos dentro de la tensión social del movimiento.

Después de la marcha caminaron desde Plaza Italia hasta la población. Ella recuerda que tenía los pies hinchados como empanadas y antes de llegar a su casa se tuvo que sacar los zapatos. “Cruzamos la Rotonda Grecia con miedo porque los militares se ponen ahí. Lo único que queríamos era llegar a nuestra población. Un milico te ve en la calle y no te pregunta para dónde vienes: te agarra, te amarra, te pega en la cabeza. Uno ha visto tanta cosa”, dice Jorge Millán, su marido.

Michelle, la hija mayor, estaba orgullosa de ver que sus padres formaban parte de la revolución y posteó en su cuenta personal una foto con Pikachú, su mamá. En minutos se llenó de mensajes de desconocidos que le enviaban amor a Giovanna. “Hay gente angustiada, que lo ha pasado mal en los toques de queda y me dicen que el video les hizo sentir esperanza. Todos tienen algo que decirle a mi mamá. Tuve que hacer otro Instagram, sólo para “Baila Pikachú”. En menos de 24 horas ya tenemos 26 mil seguidores. Estamos tratando de responder los saludos de todos, todavía nos faltan como 200 mensajes por leer”, cuenta la joven.

Toque de queda en Lo Hermida

En su cuadra la mayoría de las casas tiene la bandera chilena puesta. Hay silencio. Los perros duermen a la sombra de los árboles y apenas abren los ojos cuando sienten los motores de los autos.  “Aquí no vimos militares ni carabineros en el toque de queda. Estuvimos en la esquina hasta la una de la mañana tocando las cacerolas y no llegó nadie. Aquí no pasó nada. Uno dice: ¡Qué raro!…¿Cómo, aquí,  que queda siempre la escoba, no se quemó el metro Los Presidentes o Grecia? Esas micros que se incendiaron cerca, todos vieron que fueron personas que no eran de aquí”, dice Giovanna.

“Yo dudo de los incendios”, opina su pareja. “A veces creo que son intencionales. Nosotros que vivimos aquí, en Lo Hermida, siempre para el día del Joven combatiente muestran que queda la embarrada y nos dimos cuenta ahora con los cacerolazos que los que vienen a hacer desmanes, tiran piedras y tratan de quemar cosas, no son personas de aquí. Ese día se andaban dando vuelta unos de overol blanco, ¿de dónde son? Ni idea. Los vecinos salieron todas las noches con cacerolas, hicieron una fogata, pusieron música y bailaron. Nada más. Limpiaban, se acostaban a dormir y al otro día sacaban los sillones viejos y los quemaban, pero aquí nadie dañó a otro”

Giovanna cuenta que el país se ha convertido en un lugar amigable y colectivo. “Esto ha generado un cambio con los vecinos. Se ve que hay unión. Antes cada uno estaba ensimismado con su rutina y sólo trabajaba; ahora uno se saluda con el otro, le pregunta cómo está, si pudo ir a trabajar, si lo puede ayudar en algo. Una amiga me dijo que si me faltaba alimento, fuera al tiro para su casa. Pero aquí no ha faltado nada, venden de todo. Acá no saquearon las ferias”, aclara ella.

Cuando volvían de su casa el día de la marcha más grande de Chile, pasaron por Plaza Ñuñoa, Giovanna escuchó que todos tenían problemas parecidos, a pesar de ser de comunas distintas. “Allá tienen un poquito más porque les pudo haber ido mejor o porque sus papás se sacrificaron de antes, pero ellos siguen en la lucha, endeudándose. Uno se endeuda para tapar un hoyo y abre otro”, reflexiona, “esto no tiene que ver con la clase social, tiene que ver con todo el país”

Giovanna no pudo pagar la titulación profesional de su hija y la joven no pudo egresar de diseño gráfico. Su otro hijo tampoco pudo terminar la universidad. Y los dos más chicos, sufren de TDA “Uno tiene asperger y otro déficit atencional. Ellos también son excluidos del sistema. Tengo que tener alrededor de 70 o 80 mil pesos mensuales para comprarles pastillas y llevarlos al neurólogo, porque sino no pueden pasar de curso”, cuenta Grandón.

Jorge se lamenta porque ve a su papá de 83 años asustado, reviviendo los traumas que dejó la dictadura, ni siquiera quiere asomarse por la ventana. “Hay una rabia contenida, porque como dicen: no son 30 pesos, son 30 años. No hay que vivir aquí en la población para sentir esa rabia…El otro día el presidente se atribuyó a él la marcha del millón y nos hizo tontos a todos los que fuimos. No entiendo qué le pasa por la cabeza”.

La preocupación de Grandón es que las personas de su generación se empiecen a rendir. Ella espera que a través de Pikachú se llenen de energía. “Piñera cree que las personas se van a aburrir de marchar y va a seguir todo igual. Pero resulta que estos jóvenes no están interesados en vivir. No le encuentran sentido a nada. Dicen: ¿Para qué voy a estudiar si no voy a encontrar trabajo? No tienen nada qué perder”.

Su pareja apoya esta reflexión: “Quieren meterle miedo a la generación que más se quiere morir. Estos niños son víctimas de la crisis de la salud mental. Hay mucho joven deprimido. Nosotros tenemos miedo, pero ellos no. Ellos tienen impotencia”

Estar adentro del Pikachú inflable es como un sauna”, compara Giovanna. El disfraz tiene un pequeño ventilador a la altura de la cola, pero es caluroso igual. Ayer apareció en la marcha de educadoras de párvulos, a las 10.30 de la mañana en Plaza Italia, y otra vez bailó hasta que un chorro del guanaco la mojó completa y terminó por descoserle una costura de la pata. Jorge y Giovanna, a pesar de las deudas que tienen -que incluso incluyen el disfraz de Pikachú- rebajaron su carga laboral para pasar más tiempo con su familia. Este movimiento social también los removió emocionalmente y quieren priorizar el estar en la casa con los niños. “A Piñera el destino lo puso en este momento de la historia. Fue igual que como el disfraz le llegó a ella. Por azar. Él está en un punto en el que será recordado como Pinochet acá en la población y en varias. ‘Esto fue otra dictadura’, van a decir. Hoy él puede decidir cómo quiere ser recordado: Como un dictador o como alguien que escuchó e hizo grandes cambios”, dice Jorge.

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