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Opinión

4 de Noviembre de 2019

Columna de Tomás Moulián: Algunas (breves) indicaciones para un proyecto de democracia participativa

Tomás Moulian
Tomás Moulian
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¿Qué está pasando en Chile, en este país que ha creído la Inglaterra de América Latina o el jaguar del continente? Para entender más a fondo lo que sucede es conveniente utilizar una perspectiva histórica. Este país ha sido durante mucho tiempo un lugar donde la política funciona por caminos institucionales. Desde los años treinta del siglo veinte la acción política se realiza a través de un sistema de partidos múltiples y con polaridad.

Esto último significa que en un extremo hay una izquierda y en el otro una derecha, más un centro uni o bipartidario. Habitualmente la política se realiza a través de esos caminos, lo que significa que actúa mucho más la elite de los militantes o dirigentes que la masa de ciudadanos; estos se mueven en las circunstancias previstas por el modelo institucional, por lo tanto, especialmente en las elecciones.

Hasta que se producen las excepciones a la regla; los momentos en que el ciudadano común, generalmente joven, se toma la calle. Y lo hace sin que haya elecciones de por medio o en momentos en que estas están muy lejanas.

Conviene recordar tres momentos en que se han producido estallidos sociales durante la segunda mitad del siglo veinte. Uno tuvo lugar al 2 de abril de 1957; el otro durante las protestas, especialmente la de mayo de 1983; el tercero tuvo lugar durante las manifestaciones estudiantiles de 2011.

El acontecimiento cuyo momento de eclosión fue el 2 de abril de 1957 comienza por movilizaciones estudiantiles contra la subida de los precios de la locomoción colectiva y, más en general contra las fuertes alzas del costo de la vida. El contexto del fenómeno era el deterioro de la situación económica, la imagen de ineficiencia del gobierno de Ibáñez y la división entre los partidos que lo apoyaban.

La represión de los carabineros a las manifestaciones produjo heridos y un muerto. Los pobladores salieron a la calle y el 2 de abril tuvo lugar un motín, al que algunos analistas han llamado una cuasi insurrección. Masas se tomaron la ciudad, ante la desaparición de la fuerza pública, la cual fue retirada por la autoridad. Como ocurre en esas circunstancias hubo saqueos, estimulados por quienes dejaron a la ciudad sin resguardo.

La gran protesta de mayo de 1983, la primera de ellas, se parece, por lo menos en la actuación de los manifestantes a la situación actual. El explosivo ruido de las cacerolas invadió la ciudad, en ese caso protestando contra la larga dictadura de Pinochet. Hacía mucho tiempo en que los ciudadanos no podían salir a la calle: en ese momento lo hacen.

El tercer episodio son las movilizaciones estudiantiles de 2011, encabezadas por Camila Vallejo y Giorgio Jackson. Las organizaciones convocantes fueron la CONFECH, la FECH y la FEUC más organizaciones de estudiantes secundarios. El objetivo principal fue expresar el rechazo al sistema de educación imperante, al que señalaban como impuesto por la dictadura militar.

Tuvieron lugar manifestaciones multitudinarias, las cuales ocurrieron durante el primer gobierno de Piñera. Esto significa que no es la primera vez que el actual presidente se enfrenta a un estallido social. Pero la protesta actual tiene un aspecto interesante: ha ido adquiriendo en su transcurso una dimensión más global. Se ha convertido en un cuestionamiento a un tipo de sociedad considerada injusta.

Por ello la movilización no ha terminado con la rebaja del precio del metro. Se golpean cacerolas contra una sociedad que, para usar las palabras de Manuel Antonio Garretón, se caracteriza por un neoliberalismo corregido y un progresismo limitado. Se manifiesta un hastío hacia un sistema con una enorme desigualdad.

Por supuesto que la conducta del gobierno ha contribuido a exacerbar la situación. Especialmente porque ha sacado a los militares a la calle, lo que ha provocado varios muertos. Ello es el resultado además de la definición de la situación como una guerra.

Al hacer ese tipo de análisis la autoridad no toma en consideración el carácter espontaneo de los sucesos. Detrás del origen de estos acontecimientos no están los actores tradicionales: ni los partidos políticos ni los parlamentarios; la CUT se incorpora tarde, cuando los cacerolazos ya atronaban.

Los saqueos que se han producido (los cuales enturbian el movimiento) son la acción de grupos minoritarios y quizás también de provocadores. Sin embargo, pensar que detrás de estos sucesos puede haber una agrupación anarquista, significa soñar despierto.

El gobierno no quiere tomar en cuenta la espontaneidad del movimiento. Hacerlo sería afrontar la gravedad que la situación representa para aquellos que aman el modelo y que además tuvo en el Ministerio del Interior a un participante de Chacarillas, vinculado a la dictadura.

Sin embargo, la pregunta principal es ¿cuál debe ser una postura progresista frente a esta situación? A esos sectores les corresponde preocuparse del futuro más que del presente inmediato. Lo primero que deberían hacer es plantear la necesidad de una alianza amplia que convoque a todos aquellos que quieren cambiar el sistema.

Una alianza que incorpore a las diferentes izquierdas: la del Partido Socialista, la del Partido por la Democracia, del Partido Comunista y también la nueva izquierda del Frente Amplio. Que incorpore también a la Democracia Cristiana, sin importar si se entiende con el gobierno actual; además tan amplia que también incorpore a una derecha liberal. El eslogan sería: ¡juntémonos a elaborar un proyecto por un país más justo!

Esa amplia coalición debería impulsar el paso de la actual democracia representativa convencional a una democracia participativa. Ello porque el nudo gordiano ha sido la crítica al modelo actual. ¿Qué características debería tener ese tipo de democracia, sabiendo que su búsqueda es una lucha del presente para el futuro?.

Primero, debería ser un sistema político con participación más extensa que la actual, en la cual una dimensión importante sea que los representantes estén afectos a la derogación de sus mandatos si se demuestra que no realizan el programa ofrecido.

Segundo, un sistema político con una cámara única, abierta a los partidos, pero también a las organizaciones sociales y con una cuota de mujeres y de personas de tercera edad.

Tercero, una sociedad con una economía donde existan cuatro áreas de la economía, con empresas privadas, mixtas, pública y empresas de trabajadores.

Cuarto, una sociedad con una economía donde opera el mercado, pero donde también exista intervención del Estado, especialmente destinado a favorecer a sectores vulnerables, entre ellos los pobres.

Quinto, una sociedad donde la enseñanza le otorgue decisiva importancia a la educación cívica, dando a conocer cómo funcionan en el mundo los sistemas democráticos; también a la historia universal y especialmente la de Chile y también a la filosofía.

Sexto, una sociedad donde la enseñanza permita conocer las diferentes ideologías, sin exclusiones.

Séptimo, una sociedad donde se evite caer en una cultura mercantilizada, la cual transforma a los centros comerciales en plaza pública, en los lugares del paseo dominguero de las familias.

Octavo, una sociedad que no favorezca el consumo excesivo (o consumismo), por lo tanto, que no lo transforme en pasión y en centro de la vida.

Noveno, una sociedad donde los partidos sean ideológicos y democráticos. Ideológicos significa que también tengan proyecto sobre el futuro. Democráticos significa autoridades electas a todos los niveles y políticas públicas decididas por el colectivo.

Décimo, una sociedad donde las movilizaciones no sean rechazadas y donde no se pueda utilizar a las fuerzas armadas en su represión.

Undécimo, una sociedad donde los trabajadores participen en la gestión de las empresas donde prestan sus servicios.

Duodécimo, una sociedad donde el presidente pueda ser depuesto mediante un plebiscito.

Estas son algunas breves indicaciones de un proyecto de democracia participativa. Pensar en él hoy día tiene valor porque la crítica al modelo actual ha estado en el centro de estas protestas.

Por Tomás Moulián
Sociólogo y cientista político. Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales de Chile 2015. Docente Escuela de Sociología UAHC.

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