Opinión
17 de Diciembre de 2019Columna de Ignacio Fernández: La desigualdad verde de Santiago
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Las áreas verdes han jugado un rol clave como punto de encuentro y de expresión en las diversas manifestaciones que se han desarrollado en Santiago desde el estallido social de octubre. De hecho, no es coincidencia que el punto neurálgico de las manifestaciones (Plaza Baquedano) se encuentre en la confluencia de tres grandes parques urbanos (Balmaceda, Bustamante y Forestal) que históricamente han servido como puntos de encuentro para las personas. Y tampoco, que sea justamente un área verde, la que simbólicamente haya sido rebautizada como “Plaza de la Dignidad”. Y es este clamor por una calidad de vida digna la que también se ve reflejada en la desigual distribución de áreas verdes y vegetación que existe en la ciudad.
Un reciente estudio sobre la distribución de la vegetación en Santiago desarrollado por investigadores de la Universidad Mayor pone de manifiesto esta desigualdad. Según este estudio, las comunas de Lo Barnechea, Vitacura, las Condes, La Reina, Providencia y Ñuñoa concentran más del 43% de la vegetación de la ciudad en un área que representa apenas el 21% de su superficie. Pero un dato quizás más impactante, es que mientras comunas como Vitacura y La Reina tienen más del 50% de su superficie cubierta por árboles, comunas como Lo Espejo y San Ramón no llegan al 5%. Para peor, gran parte de las comunas que tienen escasa vegetación hoy tienen la mayor parte de su superficie construida, por lo que los espacios para aumentar las áreas verdes y vegetación son casi inexistentes. Estos resultados son clara evidencia de que en Santiago la desigualdad de ingresos se traduce directamente en un desigual acceso a entornos naturales, y en particular a áreas verdes de calidad.
¿Pero cuál es la importancia de las áreas verdes para la calidad de vida en las ciudades? La evidencia indica que las áreas verdes son un componente esencial para mejorar la calidad de vida en las ciudades. De hecho, el contacto con áreas verdes y espacios naturales en ciudades disminuye el nivel de estrés de sus habitantes y mejora su nivel de bienestar. Incluso se piensa que el ser humano posee una necesidad instintiva de estar en contacto con la naturaleza (Hipótesis de Bíofilia). Además de ello, los espacios con vegetación generan beneficios indirectos a los ciudadanos, como la disminución de las temperaturas de verano, reducción de la contaminación del aire en invierno, disminución de inundaciones, y provisión de hábitat para otras especies como aves e insectos. De hecho, los datos del mencionado estudio también muestran que sectores con vegetación pueden reducir en más de 5° las temperaturas de verano, lo que sin duda ayuda a reducir el impacto de las olas de calor, que cada vez serán más frecuentes en Santiago. En ese sentido, el acceso a áreas verdes y vegetación en las ciudades debiera ser tomado como un derecho básico para lograr condiciones de vida dignas.
Uno de los principales problemas para avanzar en mejorar el acceso a áreas verdes y vegetación es cómo medimos su distribución. En general, los estándares que ocupamos están basados en la cantidad de metros cuadrados de áreas verdes por persona (como el lamentablemente famoso mito de los 9 metros cuadrados de áreas verdes sugeridos por la OMS), los que en realidad son muy malos indicadores, ya que dicen poco respecto a la calidad y accesibilidad de éstas. Por ejemplo, dos comunas podrían tener la misma superficie de áreas verdes por habitante, pero mientras en una comuna esta superficie puede estar representada por parques, plazas y arbolado urbano de gran calidad, en la otra comuna la misma superficie puede estar dada por un conjunto de bandejones y plazoletas con escasa vegetación, y que difícilmente pueden ser utilizadas como espacios de recreación y esparcimiento.
Por ello, es vital avanzar hacia un nuevo estándar de áreas verdes que permita responder con mayor claridad sobre qué tipo de áreas verdes se necesitan y dónde. Para ello es necesario fijar estándares mínimos de calidad de áreas verdes que sean aplicables a las distintas ciudades del país. De esta manera podremos asegurar que los parques y plazas tendrán un tamaño, cobertura de vegetación y nivel de infraestructura equivalentes, independiente del barrio donde se emplacen. La misma equivalencia debiera también primar a la hora de desarrollar los elementos paisajísticos en torno a infraestructura vial, así como para dotar a toda la ciudad de un nivel de vegetación equitativo.
El desafío que tenemos ahora es buscar opciones para aumentar la cantidad y calidad de áreas verdes en barrios que ya se encuentran construidos, lo que necesariamente pasará por planes integrales de renovación urbana. Para ello es vital un plan y financiamiento a nivel de la ciudad, y no seguir cargándole la mano a municipios que poseen limitado recursos para la implementación y mantención de áreas verdes. Por último, también es importante dejar en claro que, así como existe desigualdad en áreas verdes y vegetación entre comunas de una misma ciudad, también existe desigualdad entre los barrios de una misma comuna. Por ello, no podemos cantar victoria cuando una comuna logra una alta cobertura de áreas y vegetación, porque es muy probable que ese beneficio esté desigualmente distribuido al interior de la comuna, e incluso al interior de los mismos barrios.
*El dr. Ignacio Fernández, es académico del Centro de Modelación y Monitoreo de Ecosistemas de la Universidad Mayor