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Opinión

25 de Diciembre de 2019

Columna de Pablo Azócar: Boric, el Fanta y la intolerancia

"¿Es Boric un criminal o un sicópata como el Fanta o el Guatón Romo? ¿Un político se convierte en un “traidor” cuando tiene una opinión diferente de la tuya?", se pregunta el periodista Pablo Azócar en esta columna.

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Por Pablo Azócar, periodista y escritor.

No me sorprendió tanto que funaran a Gabriel Boric como la facilidad con la cual tantas voces en las redes sociales –incluyendo escritores, periodistas e intelectuales- se sumaron con alegría a la funa que le hicieron en el Parque Forestal. Fue un linchamiento en toda regla.

Me puse entonces a examinar cuál había sido el crimen de Boric. 

El primer hito fue cuando apareció firmando el Acuerdo Constituyente en La Moneda. Boric no fue el único del Frente Amplio que apoyó ese acuerdo, pero fue el que apareció en la foto, y del medio centenar de políticos que salieron en esa fotografía él era acaso el más importante, porque un acuerdo solamente entre la derecha y la ex Nueva Mayoría, en ese momento, valía callampa. La carita redonda de Boric era lo único que representaba algo de lo que estaba sucediendo en la calle. Si él se hubiera dado cuenta de esto, quizá hubiera comprendido que estaba en una situación de poder y que podía forzar una convocatoria con menos cortapisas de la que se hizo. Sin embargo, después se añadieron la paridad de género, la participación de independientes y parcialmente los cupos para pueblos originarios –aunque aún hay otras etapas de discusión-, con lo cual cambia el panorama y adquiere más sentido a aquella convocatoria.

El segundo episodio fue cuando junto con Giorgio Jackson apoyaron en nombre del Frente Amplio la ley anti-saqueos del gobierno: no se sabe por qué lo hicieron, pero en el paquete apoyaron cuchufletas como penalizar un derecho histórico como las tomas, etc. O sea que les pasaron gato por liebre y aparecieron sumándose a una iniciativa que criminalizaba el movimiento social. Pero pidieron disculpas de inmediato (¿cuántos se atreven siquiera a pedir perdón en este país?) y se comprometieron a trabajar para frenar el asunto en el Senado, instancia en la cual, de hecho, acabaron desapareciendo de esa ley sus partes más controvertidas.

¿Esto convierte a Boric en un “traidor”, como está siendo representado una y otra vez en las redes sociales? ¿Esto lo convierte en un “vendido” al que hay que escrachar y agredir? ¿De qué estamos hablando? ¿Dónde está la medida de las cosas?

Las funas son un mecanismo que se legitimó con casos de crímenes de lesa humanidad que, por las limitaciones de la transición democrática, parecían no tener posibilidad de ser juzgados en los tribunales. En particular, se funó muchas veces a los sicarios de Pinochet, y qué merecido lo tenían.

¿Es Boric un criminal o un sicópata como el Fanta o el Guatón Romo? ¿Un político se convierte en un “traidor” cuando tiene una opinión diferente de la tuya? ¿Un político debe ser escupido porque se equivoca y lo reconoce? A mí me parece una barbaridad, un signo peligroso de la intolerancia de los tiempos que vivimos. Es verdad que estamos todos o casi todos indignados, pero debemos aprender a discutir y discrepar. Tener una idea diferente no te convierte en mi enemigo. No tolero el matonaje, como aquel chistecito de obligarte a bailar. No conozco a Boric y no necesita que yo lo defienda, pero lo que estoy defendiendo aquí no es a él sino el derecho a discrepar.

Sabemos que gran parte de nuestros parlamentarios han recibido dineros de empresas en estos últimos treinta años –un fenómeno escandaloso que todavía no se transparenta ni remotamente-, pero hasta donde se sabe no es el caso de Boric y del Frente Amplio (todavía). Por lo tanto, cuando Boric hizo lo que hizo, uno debe asumir que actuó en conciencia y que, aunque uno esté en desacuerdo, es su opinión y tiene derecho a defenderla. La indignación legítima no da derecho a pisotear a nadie.

El tema de fondo es el ejercicio de la política. Hay una posición muy extendida en la izquierda que piensa que en la crisis social en curso hay que seguir en la calle y nada más, que el sistema está tan podrido que simplemente hay que destruirlo. “Cualquier acuerdo debe aplazarse mientras la policía esté reprimiendo de esta manera”, se oye decir una y otra vez con el viejo tufo de la moral. Lo que no entienden quienes plantean esta posición es que la única manera de que la crisis social en curso nos lleve a alguna parte es a través de la política, o sea –mientras el gobierno esté en manos de la derecha- del parlamento. Y que tenemos los parlamentarios que hay y no otros. Y que el Frente Amplio seguramente se va a seguir equivocando (la frivolidad es uno de sus pecados cardinales), pero es la única expresión política progresista que surgió después del viejo chantaje binominal de décadas entre la Concertación y la derecha.

Hasta ahora no se ha movido un centímetro el modelo económico y es razonable pensar que la movilización social no se va a detener, pero se puede al mismo tiempo caminar y comer chicle: se está acercando el momento de la política y de las urnas, y hay que trabajar con los caballos que tenemos para celebrar una hermosa victoria el 26 de abril.

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