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Reportajes

11 de Enero de 2020

No fue piedra, fue perdigón: la historia de Gloria Moraga, el único trauma ocular de Ñuble

Hija de campesinos, desde siempre ha estado ligada los movimientos sociales. El 20 de octubre perdió su ojo derecho en un confuso incidente en Chillán. Su caso ha estado lleno de irregularidades y aún se busca probar si existió responsabilidad de Carabineros. Gloria es tajante, no se arrepiente de haber salido a marchar. En su casa ubicada en el sector norte de la ciudad, recibe a The Clinic para hablar de su recuperación, el estallido social y la nueva región de Ñuble.

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El segundo día de manifestaciones en Ñuble, Gloria Moraga (59) estaba lista para volver a su casa en bicicleta desde la Plaza de Armas de Chillán. Ya se había abrigado, tenía los lentes, el gorro, la mochila y los guantes puestos cuando vio un grupo de carabineros arrastrando a un joven para llevarlo detenido.

La ahora llamada “Plaza Libertad”, había sido rociada de gas lacrimógeno tras media hora de represión policial. Como el afectado estaba semidesnudo, decidió ayudar al joven antes de marcharse, pero mientras se acercaba con la intención de subirle el pantalón y resguardar su dignidad, recibió un impacto en su rostro que la dejó inconsciente. Ese hombre fue la última persona que Gloria miró con sus dos ojos.

A un mes de la pérdida de su globo ocular, fue entrevistada por el medio local La Garza Revista y en ese entonces no había claridad si la responsabilidad fue de Carabineros o no. Gloria es una de las 359 personas, según el INDH, con traumas oculares y la única en la Región de Ñuble. 

Gloria debe viajar a Santiago para recibir atención en la Unidad De Trauma Ocular (UTO) del Hospital El Salvador. “Ya mandaron a hacer mi prótesis y van a ver si me pueden operar de nuevo para arreglar mi párpado. Aquí decían que fue una piedra pero apenas llegué a Santiago me dijeron que fue un perdigón”, comentó sobre la atención recibida en la capital.

IRREGULARIDADES

Ese domingo cuando iba en la ambulancia, comenzó a viralizarse en redes sociales un video del ataque. Al ver el registro, Gloria dice que no se reconoce y que pensó que era otra señora, luego distinguió su ropa y su rostro sangrante con la cuenca vacía que deja un ojo destrozado.

Gloria Moraga en su casa|Pablo Álvarez – La Garza Revista

Comenta que una de las cosas que le llamó la atención al ingresar al Hospital Herminda Martín la noche del domingo 20 de octubre, fue la presencia del director del recinto, un exmilitar. Según relata, Luis Alberto Pérez se acercó a ella para prometerle la mejor atención y los mejores médicos, sin embargo, el personal policial en el hospital no le tomó la denuncia por lesiones cuando llegó al recinto.

Mientras era atendida, una multitud se manifestaba en las afueras del Hospital Herminda Martín y cuando la pasaron a pabellón para ser operada, Gloria escuchó a los médicos comentar que lo que la golpeó no podría haber sido una piedra, debido a que no tenía ningún hueso de la cara roto.

Luego de la operación, mientras Gloria estaba hospitalizada, recibió una llamada de Carabineros para que declarara por lo ocurrido. Días después, cuando llegó la autoridad a entrevistarla, la carabinera a cargo se dio cuenta de que no habían hecho la denuncia por lesiones, lo que se tradujo en que la Fiscalía no tuvo conocimiento de su caso hasta una semana después. La declaración a Carabineros, por consejo de una amiga, la hizo con un abogado.

Hasta el momento, dice, no ha tenido ninguna novedad sobre la investigación que encabeza la Fiscalía Local de Chillán. Entre las diligencias que ella misma pidió hacer está conseguir las grabaciones de las cámaras de Carabineros y el número de efectivos y armas que habían ese día en la movilización.

“Tras ese primer encuentro, me llamaron de la Fiscalía y me dijeron que iba a tomarme declaración un abogado y una persona de la PDI. Cuando llegaron, llamaron al fiscal a cargo y le dijeron que los pacos se habían adelantado sin permiso y que estaban haciendo la investigación primero. Ahí me informaron que ya no estaba obligada a darle entrevista a ningún paco”, dice Gloria sobre dicha irregularidad.

Además, la chillaneja comenta que al terminar la operación, no le pudieron dar el alta médica a la hora acordada debido a que se extravió su ficha médica. “La enfermera no podía creerlo, la ficha desapareció como por tres horas. Igual es sospechoso porque nadie más llegó a hospitalizarse por traumas o golpes de Carabineros”, sentenció.

CHILLÁN EN EL ESTALLIDO

Antes de ser región, en Ñuble no había efectivos del GOPE ni de FF.EE. En general, todas las manifestaciones se desarrollaban de forma pacífica en el centro de Chillán, por lo que el caso de Gloria revela una arista de violencia policial nunca antes experimentada en la ciudad. 

“Siempre me ha gustado la vida social, ahora participo en grupo para defender los humedales del Parque Lantaño, todas estas constructoras que están aquí solo quieren meterse al humedal y lo van a hacer desaparecer y es un bosque nativo todavía, con vertientes naturales, llegan pájaros muy diversos”, dice.

La casa de Gloria es luminosa y está rodeada de libros y revistas. Comenta con gusto que la lectura es uno de sus pasatiempos favoritos. Es abuela de mellizos y también es dueña de Luna, una perra con la que paseaba en bicicleta antes de ser mutilada. 

Pese a lo que perdió, dice que no está arrepentida de haber participado en la marcha del 20 de octubre. “A lo mejor estaba escrito en mi libro de vida que esto me iba a suceder. Yo lo he tomado así, era parte de lo que tenía que vivir, no me tocó padecer algo tan terrible en dictadura pero ahora sí y no me voy a morir por esto”, dice optimista. 

AQUÍ NO HAY TRABAJO

Durante su juventud dejó Chillán y migró a Santiago para estudiar cocina en el Instituto Nacional de Capacitación (INACAP) cuando era del Estado, sin embargo, tuvo que dejar la carrera cuando llevaba poco más de un año debido que se privatizó la institución y no tenía recursos para costear sus estudios.

Decidió quedarse en la capital trabajando y gracias a un premio que sorteó la empresa de la que era parte, se ganó un viaje a Miami y se quedó unos meses más allá. Fuera de Chile, Gloria conoció gente de toda Latinoamérica y se hizo amiga de otras mujeres migrantes.

Gloria Moraga en su casa|Pablo Álvarez – La Garza Revista

Hace cinco años volvió a Ñuble y dice haber ido a todas las marchas. Gloria es enfática en explicar que no tiene militancia y que considera que la revolución debe hacerse en las calles. “Yo marchaba en Santiago por los detenidos desaparecidos, no tengo familiares desaparecidos pero igual. También con los pingüinos, en el 2011 y contra HidroAysén”, cuenta orgullosa.

Hoy pertenece a la organización de “Mujeres políticas de oposición Ñuble”, que agrupa a mujeres de izquierda que se conocieron durante la campaña presidencial de Alejandro Guillier. Están a punto de cumplir un año como grupo y entre sus objetivos está darle la pelea a Piñera en la calle. “Él quiere gobernar Chile como si fuera una empresa y la gente pide salud, educación y jubilación digna” comenta.

Sobre los movimientos sociales en la capital regional, asegura que de a poco la gente se ha ido sumando. “Chillán no tiene tantos temas como Concepción, acá la gente se relaja mucho. Nosotros cuando empezamos las marchas por No+AFP o contra el TPP-11 éramos diez pelagatos, ahora ya somos 50”, explica.

Por otro lado se siente incrédula de una transformación a las AFP y no confía en los cambios que se puedan hacer durante el estallido. “Lo dudo, hay muchos intereses. Imagínate, los grandes empresarios trabajan con la plata de todos los chilenos. Paulmann, Luksic, Angelini, todos te cobran interés sobre todo Angelini cuando quieren usar su mar”.

Gloria considera muy importante seguir en la lucha y a fines de enero está invitada a un foro sobre represión política en Latinoamérica que se realizará en el Museo de la Memoria. Este evento la mantiene motivada y con mucho entusiasmo, por lo que espera no tener algún procedimiento médico en esa fecha para poder participar. “América latina es una sola, hablamos un mismo idioma y en política, tuvimos las dictaduras casi al mismo tiempo así que sabemos de represión”.

Es peleadora, dice, por eso es que se ha enfrascado en discusiones las autoridades. Cuenta que en plenas manifestaciones sociales increpó a un teniente y le dijo: “¿Por qué nos reprimes si tu sueldo lo pagamos nosotros? deberías estar en este lado, con el pueblo. Yo estoy desde los años 80 en la calle y ahora estoy a punto de cumplir 60 años”.

¿Cuál cree usted que son las demandas más importantes a nivel local?

-Aquí no hay trabajo. Chillán tiene una de las tasas más altas de cesantía. Pelearon por una región pero no hay fábricas, ¿qué trabajo tiene la gente? solo la agricultura que dura cinco meses, seis máximo. Aquí ya no se siembran remolachas, que era el trabajo del invierno de la gente de campo, se cerró la Iansa y las lecheras funcionan a medio pelo, todo se está convirtiendo en parcelas de agrado. En este tiempo hay pega por la fruta pero eso dura dos meses. No hay trabajo. La plata que ha llegado a la nueva región se ha malgastado en arrendar casas increíblemente caras para los servicios públicos, es un negocio.

¿Cree que sirvió de algo la regionalización?

-Si hubiese estado otro gobierno, no uno de derecha, a lo mejor se hubieran hechos algunas cosas. En las manifestaciones se pide la salida de Martín Arrau -intendente de la región del Ñuble- porque no ha hecho absolutamente nada. La gente no quiere el embalse Punilla porque va a ser para los grandes fundos y el resto de los parceleros chicos no van tocar nada. Yo conocí mucha gente que estaba contra Punilla y ahora trabajan para Punilla. Creo que va a ser la muerte de Ñuble por todo lo que pasó en San Fabián. Un poco más al sur, erradicaron a mucha gente y perdieron todo por hacer Alto Bío-Bío, les dieron tierras malas y lejos del río.

¿Siempre has tenido esa sensación de injusticia?

-A ver, mi familia es de la localidad de Cato. Mi papá compró un terreno, mi mamá siempre tuvo almacén y estuvo en la JAP (Juntas de Abastecimiento y Control de Precios) por eso tenemos esa cosa social. Ponerle fiado a la gente era una cosa social. Mi viejo se compró una parcela de diez hectáreas y tuvimos que venderlo todo. Se trabajaba muy duro, mi papá siempre fue mediero, los dueños de la Fuente Alemana de Chillán, la familia Lahsen, le prestaban la tierra más mala, donde solo se podía sembrar lentejas, trigo o a lo más porotos. Ellos ponían la tierra pero mi papá la semilla, el abono y esfuerzo físico, o sea, todo el trabajo para después llegar a fin de año y repartirse iguales. Si le iba mal, mi papá perdía y ellos se quedaban con todo.  

¿Ha cambiado algo en Chillán luego del 18 de octubre?

-No, ahora es lo mismo. Dijimos que íbamos a tener una navidad más austera y familiar para hacer verdad lo que estábamos diciendo en la calle y que eso se reflejara en las casas, pero mis amigas salieron del país o estuvieron en Dichato, entonces es un discurso de la boca para afuera no más. Y ocurre lo mismo con los políticos. Ellos que viven en el barrio alto, con todas las comodidades y nosotros con 310 mil pesos tenemos que hacer maravillas. Es una burla.

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