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Entrevistas

27 de Enero de 2020

Cosas que a un hombre no le pueden pasar

Hoy se cumplen 75 años de la liberación de campo de exterminio de Auschwitz, día en que Europa recuerda –con vergüenza- el exterminio de miles de mujeres y hombres judíos en el campo de concentración más grande durante el genocidio nazi. Estudiosa de la Shoah durante años, la escritora va un paso más allá y ahonda en la mirada de tres mujeres supervivientes a este campo de exterminio.

Por

“Considerad si esta es una mujer, quien no tiene cabellos ni nombre, ni fuerzas para recordarlo, vacía la mirada y frío el regazo, como una rana en invierno”. Con estas palabras, el escritor Primo Levi dio cuenta en su célebre escrito “Si esto es un hombre” de la crudeza del Holocausto y el sufrimiento en especial de las mujeres en esa debacle. En estos versos ponía el énfasis al acto de despojo de femeneidad, maternidad y al dolor de una mujer que pasó inadvertido durante años, al hablar de este oscuro capítulo en la historia europea. Una reflexión inedita, porque hasta ahora el relato del Holocausto siempre estuvo plagado de testimonios masculinos. Existía claramente una asimetría en el relato.

A  la escritora italiana Daniela Padoan le conmovieron estas palabras, y se preguntó ¿por qué los museos  y la iconografía del Holocausto está plagada de mujeres con niños, en en campo de exterminio y sin embargo no se hace ninguna reflexión especial sobre lo que significó ser mujer en Auschwitz? Del deseo de resolver esta interrogante conociendo a las protaginistas de este horror, surgió la necesidad de adentrarse en la difícil tarea de recoger tres testimonios de supervivientes Auschwitz-Birkenau. Tres mujeres en edades diferentes: Liliana Segre, hoy senadora italiana que era una niña cuando estuvo en Auschwitz; Goti Bauer que era una joven de 20 años y Giuliana Tedeschi, una mujer que pasó por el campo de exterminio en edad adulta.

Y se encontró con una verdad dura, que durante años, estuvo eclipsada por el testimonio masculino, pero también por la propia vergüenza que significaba para aquellas supervivientes, reconocer la humillación de pasar por el campo. Reconocer violaciones, la separación de sus hijos, verse despojada de los cabellos, ver interrupmido su ciclo menstrual, o la práctica denigrante que hacían los celadores a las presas, de darles como calzado, un zapato con tacón y el otro sin. Un hombre nunca sabrá lo que signific todo esto. “Son cosas que a un hombre no le pueden pasar”.

Daniela Padoan acaba de presentar en Madrid, la versión en español de “Como una rana en invierno” traducida por Laura y Pablo Gastaldi y editada por Altamarea, una editorial que llegó a Chile en noviembre del año pasado.

Daniela Padoan, Torino, ottobre 2013.

-¿Cómo surgió este libro?

-Me había interesado durante muchos años el fenómeno del Holocausto, porque creo que es un punto clave de la modernidad del que no se ha hecho una reflexión profunda. Es un hecho político e histórico. Para mi, es un reflejo de la sociedad en que vivimos. Auschwitz es el extremo de una dinámica que sigue existiendo en la sociedad actual, es el paradigma de las consecuencias extremas porque sigue repitiendo una forma de pensar el mundo de manera jerárquica, donde quien tiene más derechos controla a los que están abajo, hasta el punto de controlar su vida.

-¿Y por qué te atrajo la mirada de la mujer?

Siempre que se hacen exposiciones sobre la Shoah, aparecen mujeres en las fotos, pero no se hablaba de ellas en la historiografía, son invisibles. Nada que intente explicar la peculiaridad femenina del sufrimiento. Sobretodo en la fotografía, cuando retratan imágenes del campo de concentración, siempre salen mujeres con niños, pero no se explica nada de lo que significaba para ellas por ejemplo, ser despojadas de sus hijos, ser despojadas de sus cabellos, como vivir su menstruación en un contexto tan violento. Estas, son “cosas de mujeres”. En el museo del Holocausto por ejemplo, en Washignton, se habla de los homosexuales, de los testigos de Jehová, pero las mujeres son un aspecto neutro, tanto del punto de historiografía, como linguístico. Existe un “nosotros” masculino que englobaba todo, pero no separaba por sexo.

¿Y cómo te acercaste a las entrevistadas?

-Fue difícil,  porque al principio ellas no querían hablar, y ellas mismas no encontraban diferencias en el relato, respecto de los testimonios masculinos. Doti Bauer, me llegó a decir. “Yo no quiero diferenciar, porque mi testimonio es para todos”, pero  luego ella me narraba episodios que a ella le afectaban de manera distinta, cuando le daban por ejemplo como calzado, un zapato con tacón y otro sin. Para mi la última cosa que influyó en arrojarme a esta investigación, fueron las palabras de Primo Levi, que es el único teórico que ha hablado de la Shoah diferenciando el sufrimiento femenino.  Considerar una mujer, sin pelo, con el regazo frío, es como una rana de invierno. Esto es clave, porque a las presas le quitaban a los niños cuando llegaban y los llevaban a la cámara de gas. Por otra parte, hay mucho desconocimiento. En el mundo de la deportación, hombres y mujeres estaban separados físicamente. Las chimeneas estaban detrás de una colina, pero cada uno de ellos, no sabía lo que pasaba con el otro, por tanto los dos universos, el femenino y el masculino, son sufrimientos completamente distintos.

¿Qué marcas en el discurso femenino, difieren del relato de los hombres?

Las estamos recién descubriendo, porque insisto, hay una invisibilización al respecto. Al principio, a Primo Levi no lo quería escuchar nadie, era el “aguafiestas”con su relato, ya que después de la Guerra Mundial, nadie quería hablar de esto. Las mujeres tras el rechazo a su testimonio, han desistido, han dejado de contar. Para superar la experiencia criaron nuevos hijos, intentaron formar una familia, muchas empezaron más tarde porque han vivido una experiencia que los hombres no han tenido. A muchas mujeres no se le permitía testimoniar por la familia y los maridos, porque estaba mal mirado tener tanto protagonismo, y segundo, porque era considerado una vergüenza, el haber estado en los campos de exterminio donde se sabía, que si eras mujer, quizá habías pasado además por una experiencia de violación.

Poco a poco ellas fueron comprendiendo que su relato era interesante. Liliana Segre por ejemplo, enseñaba latín en un liceo y un día, una alumna la esperó fuera de clase y le dijo “yo sé que usted ha estado en Auschwitz, y quiero que me cuente”, Liliana dice que eso fue como un desbloqueo y desde ese momento comenzó a entregar su testimonio. Giuliana por ejemplo, era muy exigente con que tú manejaras el tema del Holocausto. Llegó a despedir a periodistas por no saber muy bien qué estaban preguntando.

¿Ellas han hablado a sus hijos de esta situación?

Liliana Segre, por ejemplo, no había hablado nunca a sus hijas de su paso por Auschwitz . Cuando se enteraron, la hija pequeña fue a escucharla a escondidas a una charla que dio en un liceo.  Es normal, porque debe ser tremendo saber que tu madre ha sufrido por todo esto, no es fácil.

¿Cómo puede ayudar el testimonio femenino o la visión de la mujer para evitar conductas racistas?

Eso lo trabaja de alguna manera, Liliana Segre que es senadora y está muy metida en esto, porque está en una comisión parlamentaria en Italia, para evitar conductas racistas, discursos de odio, discriminaciones. Se combate contra el antisemitismo, pero contra toda forma de discriminación. Están muy atentos a las palabras, porque los comentarios referidos a los inmigrantes, esconden muchas conductas racistas. Es fundamental que el discurso de la Shoah se enseñe en la escuela. Hasta ahora se estudia como una cosa ritual, como una recurrencia religiosa, pero no se cuestiona, ni se conecta con la realidad y las conductas antirracistas actuales. Ven a Auschwitz como algo lejano, las visitas guiadas parecen visitas a un parque temático, un fetiche, y esta banalización es casi más peligrosa que el negacionismo.

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