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Opinión

31 de Enero de 2020

[Columna de Eugenio Correa] Chile: zona de sacrificio neoliberal

"Es a raíz de toda esta reflexión, basada fundamentalmente en la experiencia chilena de los 40 últimos años, que la disputa política para una nueva Constitución basada entre más o menos Estado está obsoleta, y la gran discusión pendiente es más bien por un manejo confiable en lo técnico y en lo social, capaz de generar una burocracia estable que contribuya a lograr consensos en el Proyecto País y en las decisiones que ello implique", escribe Eugenio Correa.

Eugenio Correa
Eugenio Correa
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Si es necesario un cambio de Constitución, si es necesario comenzar una página en blanco o si una nueva Carta Magna debe ser redactada por una Comisión Mixta o una Asamblea Constituyente, deben ser de los temas más comentados hoy en las sobremesas de Chile, en los grupos de WhatsApp, Twitter e incluso en las permorfance de los standaperos festivaleros.

Al mismo tiempo, como todos los años, nos enfrentamos a incendios forestales, y comunas como TilTil, Quinteros y zonas del norte con relaves mineros, levantan  cada tanto la voz porque no quieren seguir respirando químicos, no soportan tener basurales en la esquina de sus casas o están cansados de ser la zona que alimenta a un país, a costa de que sus hijos cuando salen a jugar, terminen con plomo en sus manos.

Y qué tiene que ver la extrema contaminación de algunas zonas de Chile con la Costitución de 1980, se podrán preguntar ustedes, y la verdad es que una es consecuencia de otra: la explotación económica desregulada con afección de extensos sectores que dependen de una economía de subsistencia, nos sitúan de lleno en los límites absolutos del modelo neoliberal. Las zonas de sacrificio medioambiental, son una consecuencia del que Chile entero sea una zona de sacrificio neoliberal, donde se sigue practicando al pie de la letra los principios de Milton Friedman, que hoy se cubren de polvo en la Universidad de Chicago. Ni los “Chicago boys” de hoy, piensan como pensaban nuestros aplicados alumnos del Chicago de fines de los 70’ y 80.

Cambios más, cambios menos,  origen dictatorial y firma del Presidente Lagos de por medio, hoy la Ley fundamental de Chile, mantiene intactos  11 pilares político-económicos prácticamente intactos del modelo: 1.- Plan Laboral para un férreo control de los sindicatos con tendencia a su eliminación. 2.- Subcontratación que en la práctica es una precarización del trabajo. 3.- Sistema de AFP que en el fondo es un sistema de ahorro forzado al que se accede en cómodas y bajas cuotas. 4.- Sistema tributario que reduce los impuestos a los dueños del capital. 5.- Privatización de la educación y abandono de la educación pública. 6.- Privatización de la salud. 7.- Sistema bancario, privatización de la banca. 8.- Constitución Política del 80, donde se consagran todas las limitaciones de la democracia. 9.- Fomento Forestal. 10.- Desnacionalización del Cobre. 11.- Privatización de las Aguas. Lo singular de este esquema es que como puede apreciarse se trata de una dictadura, que a diferencia de otras en América Latina tuvo un carácter fundacional y perpetuó su influencia a través de una rígida estructura social política y económica que impera hasta hoy.

Entonces, una manera filosófica de comprender el fenómeno del neoliberalismo en sus aplicaciones ortodoxas, consistirá en situarlo como una de las tantas manifestaciones de un pensamiento centrado en el cálculo y la dominación, cuyos remotos orígenes nos conducen a la subjetividad Cartesiana. Con esto se demuestra la profunda unidad del proceso histórico filosófico que ha conducido las tendencias predominantes de la globalización en términos técnicos y económicos. Para comprender esa relación tan particular que se ha establecido entre economía y técnica es preciso que nos remitamos a una conceptualización referencial de la modernidad que es la que nos ofrece Max Weber en Economía y Sociedad.

En primer término, se define la economía como “una selección de fines, guiada por la escasez de los medios”. Estos fines se entienden como necesidades que la economía debe satisfacer. En segundo término la técnica es definida como una selección de los medios más eficaces para alcanzar un fin. Aquí claramente predomina lo que Heidegger ha denominado la ” Concepción Instrumental de la Técnica ” donde la neutralidad es la nota característica. No importa la cualidad moral o estética del fin, sino la idoneidad de los medios. Debemos en tanto distinguir lo técnico de lo económico: lo económico se refiere a los fines, y lo técnico a los medios. Sin embargo la economía no establece los fines sino que escoge aquellos que son factibles de acuerdo a los medios disponibles. Además, se da una jerarquización de acuerdo a la importancia de las necesidades. La técnica, por otro lado según Weber, solo se ocupa de los medios , aunque no en función de la escasez o del costo sino en función de la eficacia.

La diferencia esencial radica en que la técnica puede diseñar medios eficaces, pero económicamente inviables. Lo que está en juego en estas definiciones elementales es el concepto de racionalidad, que Weber entiende como una teleología de la acción, de manera tal que la técnica y la economía están pensadas como dispositivos en la realización de los fines humanos. Sin embargo, en el contexto moderno la economía adquiere el carácter de la técnica, en la medida que al estar concentrada en los flujos de capital más que en las necesidades humanas adquiere la autonomía y objetividad de la Técnica. Sucede que en el proceso mismo de alcanzar ciertos fines como El Progreso, el bienestar o la felicidad, estos objetivos son reemplazados por fines intermedios como el crecimiento, el desarrollo y la innovación.

La pesada carga significó que la transición esperada desde los 90, se viera no solamente frustrada sino que terminara adaptándose al modelo, semántizando como ideología socialmente legitimada muchos de sus contenidos anti- democráticos: capitalismo popular, crecimiento con justicia social, justicia en la medida de lo posible, gobernabilidad, que en el fondo significa desmovilización. La democracia se ha visto condicionada por una transición pactada en que se toma un acuerdo por las élites de no hacer modificaciones sustantivas a cambio de permitir cierta libertad de expresión y participación política. A su vez, el discurso económico consolida una visión del país como una reserva de materias primas que se gastan y gastan e incluso se vende en forma de agua a Qatar, basado en incentivos para facilitar las inversiones. Al mismo tiempo, esta sensación eufórica de progreso se proyectó hacia el colectivo para obtener un asentimiento tácito que no había mejor forma de producir la transición, y  que despertó en forma brusca el 18/O con la gota que rebalsó el vaso producida por el alza de 30 pesos pasaje del metro, después de meses en que las autoridades llamaron a comprar flores porque fue lo único que no subió de precio, tomar el metro a las 6 am para aprovechar el precio del horario valle o llamar a los consultorios un centro de reunión . “No son 30 pesos, sino 30 años”, se leen en los carteles de la refundada Plaza de la Dignidad, palabra que se repite por donde se mire.

Es a raíz de toda esta reflexión, basada fundamentalmente en la experiencia chilena de los 40 últimos años, que la disputa política para una nueva Constitución basada entre más o menos Estado está obsoleta, y la gran discusión pendiente es más bien por un manejo confiable en lo técnico y en lo social, capaz de generar una burocracia estable que contribuya a lograr consensos en el Proyecto País y en las decisiones que ello implique. Es indudable que para que estos objetivos sean viables se requiere una Democracia representativa y líderes con visión de futuro capaces de supera las visiones de corto plazo, donde nos pongamos de acuerdo en ese país que imaginamos. Y que los constituyentes sean personas con pensamientos y posturas diversas, del área de la  economía, ciencia, humanidades , y no seguir bailando al compás de la tecnoeconomía.

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