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Cultura

21 de Febrero de 2020

Adelanto del libro “ChileNazi” de Carlos Basso: Ultraviolencia

En este adelanto, el periodista y escritor aborda el origen y surgimiento de los skinheads y la agrupación Martillo del Sur.

Por

Capítulo 9
“Ultraviolencia”

Con el inicio del nuevo siglo, en diversas partes de Chile, pero especialmente en comunas modestas, comenzaron a ser cada vez más apreciables hombres y mujeres, sobre todo los primeros, que usaban casacas de aviador, pelo cortado muy al rape, jeans, bototos negros y cadenas por todos lados. Era la irrupción, con varias décadas de atraso, del movimiento skinhead.

Como señala Antonio Salas en Diario de un skin, dicha tendencia tiene sus orígenes en jóvenes jamaiquinos que emigraron a inicios de los años sesenta a Inglaterra y que se mezclaron en los suburbios de Londres con otros muchachos pertenecientes a diversas tribus urbanas, entre ellos los mods, muchachos «obsesionados con la ropa, la música y la violencia» y que inspiraron la versión futurista de La naranja mecánica, libro y película de culto para todos los skinheads.

Los mods, personas de clase media baja que se juntaban en clubes nocturnos, se escindieron en dos facciones: los hard mods (o rude mods)y los Spirit ’69. Los primeros, los hard, los duros, son quienes comenzaron a raparse el cráneo como una forma de mostrar su desacuerdo contra otro movimiento que por aquel entonces tenía mucha más potencia aún: el hippismo, caracterizado por el uso de cabelleras largas, ropas holgadas y vidas disipadas.

Así, los hard mods, fanáticos del fútbol, comenzaron a aparecer con cada vez mayor frecuencia en los estadios, luego del Mundial de Inglaterra de 1966. Tres años más tarde, según Salas, se empezó por fin a utilizar el concepto de skinhead. Este cayó en desuso por un tiempo, pero revivió a mediados de los setenta, cuando apareció el movimiento punk, dentro del cual reaparecieron los skinheads.

Sin embargo, como precisa el periodista, pese a que en sus inicios el skin era un movimiento de izquierda, pronto algunos de sus miembros comenzaron a militar en el National Front, un partido de extrema derecha muy cercano al nazismo, y fue allí cuando nacieron los skinheads Nacional Socialistas (NS).

«Aquellos precursores del movimiento skin-neonazi pretendieron tomar el legado de “Honor y Fidelidad” de las Hitler-Jugend y lo unieron con la cultura juvenil de principios de los setenta, en los barrios obreros de Londres», señala en su libro Antonio Salas, explicando así que los skinheads NS se convirtieron en un movimiento extremista que propagaba sus ideas por medio de algunos grupos de música Oi! y RAC.

Ante ello, surgieron bandas de música RAR (Rock Against Racism, o «Rock contra el racismo») y pronto nacerían también los skinheads SHARP (Skinheads Against the Racism Prejudice, o Skinheads contra el prejuicio racial) y los skinheads RASH (Red Anarchists Skinheads o Skinheads rojos anarquistas), que estaban en contra de los skinheads NS.

Nadie tiene muy claro cómo fue que el movimiento skinhead llegó a Chile, pero casi todos quienes conocen algo al respecto coinciden en algunas ideas. La primera fue la masificación, a partir de mediados y fines de los años noventa, de internet, que permitió a los futuros skinheads chilenos acceder a información, textos, contactos, videos y música que de otro modo jamás habrían conocido.

Un segundo factor fue la mayor apertura de Chile al mundo. Viajar desde Santiago a ciudades donde había muchos skinheads (como Buenos Aires) dejó de ser algo tan raro o caro como antes.

El tercer factor fue la primera oleada de migración latinoamericana que se registró en Chile a partir de 1996 aproximadamente, cuando la zona norte del país y los principales conurbados, sobre todo Santiago, vieron crecer su población flotante de personas extranjeras, básicamente peruanas, lo que de algún modo habría hecho reflotar muchos de aquellos sentimientos xenofóbicos que tenemos tan arraigados.

Junto con los skinheads neonazis aparecieron, sin embargo, otras tribus urbanas, como ya hemos dicho, incluyendo a skinheads que estaban en contra de los neonazis. «Baldemar» es uno de ellos: un skinhead antifascista chileno, un «antifa». Se resiste a las etiquetas, pero sí relata que cuando era muy joven, a los trece años, su hermana llegó a Iquique con un pololo al que le decían «el Punkie», de unos veinte años, quien le regaló varios fanzines muy bien elaborados que le fascinaron de inmediato, sobre todo por los dibujos. Se trataba, en realidad, de un skinhead, y «en esos fanzines fue la primera vez que leí acerca del movimiento skin, aunque de inmediato el pololo de mi hermana me aclaró que no era nazi, que no tenía nada que vez con los nazis», cuenta hoy, convertido en un padre de familia, con trabajo estable y una mirada bastante reposada acerca de su pasado y de los skinheads de izquierda y de extrema derecha.

Según recuerda, el tema le fascinó y lo comenzó a comentar con su hermano (dos años mayor que él) y con su mejor amigo de la época. Fascinados por la estética del movimiento, la música y el tema ideológico, decidieron raparse el pelo. «Escuchábamos mucha música antifascista, muy violenta, y éramos bien radicales», rememora.

En ese contexto, fueron armando un pequeño grupo de adolescentes skinhead, de unos ocho o diez muchachos. «La nuestra era una red muy pequeña, pero nos resultaba fácil reconocernos. Los nazis, por aquellos años, eran viejos y nosotros éramos muy cabros. Uno veía un par de cabros pelados caminando por la calle y lo más seguro era que fueran de los nuestros. Muchas veces nos juntábamos también con los punkies, y en Santiago con los skin RASH. Había, además, mucho temor por los ataques de los skinheads NS, sobre todo en Santiago, así como en Osorno, por un grupo llamado Osorno 88, y en Quillota, por el famoso grupo Martillo del Sur».

Sin embargo, argumenta que en 2003, a partir de un crimen ocurrido en Curicó (del cual hablaremos algunas páginas más adelante), las cosas cambiaron drásticamente. «Ante ese homicidio se organizaron los movimientos antifascistas. En mi caso, salimos a las calles a rayar las esvásticas que dejaba un grupo de Iquique que se llamaba El Salto. Los buscábamos y una noche los encontramos sin querer. Estábamos afuera de una fiesta de colegio y nos pusimos a conversar con unos trash. De repente, vimos que uno llevaba una esvástica. Ante eso, uno se identificó como miembro de El Salto. Todos ellos eran morenos y tenían rasgos altiplánicos», precisa, explicando que luego de algunos golpes, todos se fueron de allí.

Las cosas podrían haber quedado en eso, pero tiempo después a un joven iquiqueño le lanzaron una bomba molotov, resultando ileso, aunque sí hubo un lesionado, aparentemente en un grado muy leve: el que había lanzado la bomba, uno de los integrantes de El Salto. «El objetivo de la bomba éramos nosotros y confundieron a la víctima», dice, aseverando que dado el ambiente en que estaban insertos, es evidente que él y sus amigos tuvieron suerte: «Nos podríamos haber cagado la vida».

Agrega que quizá uno de los aspectos más llamativos del movimiento skinhead es que pese a que hay tanta información al respecto, existe una gran confusión ideológica, por lo cual «muchas bandas musicales skin fascistas de hoy eran antifascistas hace algunos años», citando incluso grupos de música que partieron siendo antifascistas y que hoy son nacionalsocialistas. A fin de cuentas, al fondo de todo el movimiento skinhead siempre está la violencia («algo que ningún skinhead antifascista va a reconocer»), lo que los hace a todos parecidos: «el nazi odia a los judíos, lo tenemos claro. Pues bien, el antifascista no dice nada al respecto, pero el discurso al final es el mismo, solo cambian algunas palabras, pues mientras la consigna del nazi es “Palestina libre de judíos”, la del antifascista es “Palestina libre de sionistas”».

«Baldemar», que es skinhead hasta hoy en día, asegura además ser un «patriota», aunque tiene conciencia de que el uso de la palabra por parte del nacionalsocialismo es una constante, pero asegura que en su pensamiento «nunca voy a caracterizar a mi enemigo por su raza».

Cuando le pregunto por quiénes vendrían siendo sus «enemigos», me responde que son «la clase política, del lado que sea. Son unos sinvergüenzas y caras de raja».

Martillo del Sur

Cuando aún no cesaban las reverberaciones del congreso nazi organizado por Alexis López, apareció en la escena pública chilena Martillo del Sur (MDS), con base en Villa Alemana.

MDS se hizo conocido a nivel nacional luego de un violento incidente ocurrido el 1 de junio de 2002, que podríamos calificar como el primero dentro de una escalada de hechos de sangre que luego se cobrarían diversas víctimas a nivel nacional. Esa noche, dentro del pub El Dique, en Valparaíso, se realizaría un «concierto antifascista» de la banda Oi! Curasbún. Afuera del pub había un cartel que decía «recital antinazi». No obstante, antes de que comenzara la música, se escucharon gritos de «¡Heil Hitler!» y varios sujetos con la cabeza rapada comenzaron a atacar a los músicos y al público con armas de fuego, bombas molotov y bates de béisbol, según detalló El Mercurio de Valparaíso.

A consecuencia de estos hechos hubo cinco lesionados: un guardia, un cliente del pub y tres integrantes de la banda musical. El diario aseguraba que los agresores fueron unos quince sujetos que vestían parkas negras, gorros verde oliva y pasamontañas. Carabineros detuvo a casi treinta personas, seis de las cuales pasaron a disposición de la justicia, aunque nadie fue finalmente condenado por lo ocurrido, pese a que diversos testimonios indicaban que los agresores pertenecían a MDS.

Unos días después alguien que se identificó como «Alonso» y que dijo ser el líder de MDS fue entrevistado por el mismo matutino. El sujeto desmintió que su grupo tuviera alguna participación en los hechos y negó estar a favor de la violencia, demostró su admiración por Hitler en tiempos de paz, rechazó que el nazismo fuera una dictadura, habló acerca de Miguel Serrano y calificó a Alexis López como «un títere del sionismo», seguramente en función del resquemor que hacia él sentía Serrano. Asimismo, consultado sobre su religión, dijo que «la mayoría somos pagano odinista. Profesamos la religión europea precristiana. En lo personal, yo soy hindú». Consultado al respecto, agregó que esa era «la religión más racista».

Posteriormente se sabría que el líder de MDS era Elliot Quijada, uno de los pocos asistentes al congreso organizado por Patria Nueva Sociedad, quien fue detenido en noviembre de 2009 en función de un delito de amenazas que se investigaba en contra de la entonces senadora Lily Pérez y del abogado Gabriel Zaliasnik, ambos de origen judío. Este último, además, en esos momentos era el presidente de la comunidad judía de Chile.

En la declaración policial que se le tomó en ese momento, Quijada dijo ser militante del Partido Regionalista Independiente (PRI) y «militante del Clan Patriotas», aseverando que con ello se refería a «una red de skinheads fundada en Maitencillo el año 2004, es un movimiento apolítico que propone la recuperación del espíritu skinhead no racista y nacionalista». Agregó que ese grupo mantenía una web que no era de derecha ni izquierda, sino de «tercera posición», www.patriotas.tk, y aseguró que se había retirado de Martillo del Sur en 2003 por estimar que era un grupo nacionalsocialista, argumentando que «yo creo en la diferencia de las razas, por ejemplo que un negro no es igual que un blanco, pero no creo en la superioridad de razas. Martillo del Sur tenía una óptica más radical», sentenció.

Respecto del abogado Zaliasnik, sostuvo que era un «terrorista» porque «sus dichos producen terror, ya que cada vez que emite una opinión produce terror en contra de la comunidad palestino chilena». Ante ello, reconoció haber escrito un artículo en la web www.antisionismo.tk en contra de Zaliasnik, además de admitir que eran suyos los panfletos encontrados en su casa en contra de la senadora Pérez. Acerca de las municiones calibre 22 halladas ahí también, aseguró que eran de un antiguo amigo skinhead al cual se le habían quedado en su casa. En ese sentido, argumentó que las cuatro armas que parecían ser de fuego eran de airsoft, lo que era cierto. No obstante, la policía encontró asimismo en su vivienda cinco chalecos tácticos, seis cortaplumas, cuatro cuchillos militares Mantrack, un pasamontañas, una manopla, dos handies (radios portátiles) y una cantidad indeterminada de panfletos contra Lily Pérez, Sebastián Piñera y Michelle Bachelet, así como afiches y panfletos pronazis y skinhead.

Debido a las amenazas en contra de Pérez (respecto de quien había repartido panfletos en los cuales se aseguraba que era una agente del Estado de Israel, además de subirlos a varias páginas web), fue llevado a juicio ante el Tribunal Oral en lo Penal de Viña del Mar. En el tribunal, la fiscalía exhibió varios DVD que contenían los panfletos originales. En sus declaraciones en el juicio, Pérez recordó un acto de campaña en La Calera, en el cual vio a un hombre que le increpaba diciéndole «¡Judía de mierda!» y a otros dos sujetos que, al término del mismo acto (en el cual también participaba el entonces candidato Sebastián Piñera), le gritaban cosas como «¡No te queremos aquí, ándate, judía de mierda!». Idéntica situación se repitió en un acto posterior en Quillota. Todo ello apareció después grabado en la web, al tiempo que las comunas de la región se llenaban de afiches en su contra.

El tribunal finalmente terminó condenando a Quijada a pagar 50 UTM por infringir la Ley sobre Libertades de Opinión e Información, y a seiscientos días de cárcel por infracción a la Ley de Armas (por las municiones).

Título: Chilenazi. Un siglo de violencia y xenofobia

Autor: Carlos Basso Prieto

Sello: Aguilar

N° págs: 260

P.V.P: $14.000

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