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12 de Junio de 2020

María Valderas, encargada de la olla común de El Bosque: “El hambre es un tema fuerte en Chile”

Desde que partió el coronavirus, no ha podido trabajar en la feria libre. Pero sin falta, María está de 8.30 de la mañana hasta cinco minutos antes del toque de queda, preparando la olla común de El Bosque. Todos los días.

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“Quiero hacer una olla común”, le dijo una de sus vecinas a comienzos de marzo. María Valderas (57), presidenta de dos sindicatos de coleros –quienes venden ropa reciclada en ferias libres– le respondió: “Yo te apaño”. Así se pusieron a hacer un catastro de los vecinos que necesitaban un plato de comida para luego empezar a repartir. Iban a partir entregando comida el 15 de marzo. Aún no estallaba la pandemia, pero en El Bosque ya había hambre. 

El 8 de marzo, María entró a la casa de una abuelita de 75 años a ver si necesitaba algo. “¿Me van a traer comidita? Qué bueno porque acá llevamos dos días con tecito y pan”, le contestó ella. El 15 de marzo, con cinco voluntarios, cocinaron la primera olla común durante la pandemia: una tallarinata. Esperaban a 20 personas, pero llegaron 75. 

Ahora en la olla trabajan 30 voluntarios y dan más de 350 almuerzos que despachan casa por casa. María es la que lleva las cuentas de lo que entra, la mercadería, las porciones, las donaciones. También va de vez en cuando a presionar a su amigo de la carnicería San Andrés. “Me han dicho que usted tiene fama de cagado”, le dice. Entonces él se ríe y le dona carne. “Es fuerte el tema del hambre en Chile. No es porque la gente quiera estar en contra de un gobierno. Es una verdad. Muchos políticos no se quieren rebajar un sueldo de 9 millones de pesos. Acá nosotros vivimos con apenas 200 mil al mes, si es que”, cuenta María.

“Es fuerte el tema del hambre en Chile. No es porque la gente quiera estar en contra de un gobierno. Es una verdad”

Para ella las ollas comunes no son una novedad. Nació en una familia muy humilde de Puerto Montt. Su padre trabajaba en la construcción. Su madre, hacía aseo en casas. Vivió violencia, mucha. Más aún cuando emparejó a los 15 años con el papá de sus seis hijos. El matrimonio y el maltrato duraron 28 años. Un tiempo vivieron en una villa en Argentina, a 15 minutos de Buenos Aires. Al frente había una toma. María les enseñó a hacer ollas comunes, una importación chilena que había visto desde niña. Un día hace 18 años María se arrancó de su marido agresor y regresó al país. Llegó a una mediagua en San Bernardo con todos sus hijos. “Ahí empecé a trabajar en las ferias y me sirvió para salir de la depresión con la que venía. Partimos una nueva vida: podíamos dormir, comer tranquilas, sin el temor de que llegara él”, recuerda. 

María Valderas, encargada de la Olla Común de El Bosque.

En las colas de las ferias empezó a involucrarse con la gente, a escuchar sus problemas y darles aliento. “Hay mucha gente de la tercera edad trabajando: a mí se me parte el alma. Llega gente enferma de cáncer que tiene que salir a buscar los recursos para sus remedios. En las colas se ve mucho dolor”, dice ella. Así, poco a poco, María fue trabajando para mejorar su entorno y el de sus vecinos de la Población Cóndores de Chile con actividades, ollas comunes, una Navidad en el pasaje donde todos los niños recibieron un regalo. El 8 de diciembre habían hecho una actividad llamada Caminemos Juntos en El Bosque.

“Hay mucha gente de la tercera edad trabajando: a mí se me parte el alma. Llega gente enferma de cáncer que tiene que salir a buscar los recursos para sus remedios. En las colas se ve mucho dolor”

Desde que partió el tema del coronavirus, María no ha podido trabajar en la feria libre. Una hija la ayuda de vez en cuando, cuando le sale pega. Lleva 10 años en lista de espera para una operación que ha empeorado mucho por el tiempo que ha pasado. Pero sin falta, María está de 8 y media de la mañana hasta cinco minutos antes del toque de queda, preparando todos los días la olla común de El Bosque. “Nos damos vueltas, pero tampoco me bajoneo. Hay gente que está pasándolo peor. A veces nos dicen: ‘Vecina, si me dan un plato de comida, yo puedo comprar remedios’”. Ahora María quiere conseguir platos ecológicos y no de plumavit, porque “por solucionar un problema, podemos crear otro”. Y dice que a pesar de todo, se siente feliz. “Yo soy una persona con pocos estudios. Viví en la calle. Pasé por mucha violencia en mi vida. Pero esto es sólo devolver la mano a las personas que me han ayudado a lo largo del camino. Se trata de ver las necesidades del otro y dejar de ver las propias”. 

“Yo soy una persona con pocos estudios. Viví en la calle. Pasé por mucha violencia en mi vida. Pero esto es sólo devolver la mano a las personas que me han ayudado a lo largo del camino”.

Este texto es parte de la serie “Invisibles, pero fundamentales”. Puedes revisar el resto de los capítulo AQUÍ.

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