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17 de Junio de 2020

Su bocina es mi sueldo

Ofrecer un concierto frente a un montón de autos no es lo más extravagante que se ha visto estas semanas en los intentos por retomar la música en vivo.

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La noticia a estas alturas no es que no haya música en vivo, sino que la hay. Y cómo. Conciertos, festivales y giras al modo A.C. (antes del Covid) son todavía impensables, en montaje y convocatoria, pero algunos músicos y productores no están dispuestos a renunciar por completo a la centenaria dinámica de la interpretación frente a una audiencia, tome la prevención del contagio la forma que sea. Profilaxia, virtualidad y distancia física incluidas. 

Créditos: The San Diego – Union Tribune

1. Burbujas

Fue la noticia musical de hace unos días: la conocida banda estadounidense Flaming Lips aceptaba la invitación a presentarse en el conocido programa nocturno de Stephen Colbert siempre y cuando pudieran preservarse, ellos y el público, dentro de burbujas plásticas. Todo muy ajustado a cuarentenas anticontagio —el video ofrece una metáfora hermosa del entusiasmo acallado que hoy sentimos por la música— si no fuese porque se trata de una performance montada ya antes por el grupo, incluso en los festivales de Coachella y en el Lollapalooza-Chile (en su visita de 2011). “Race for the prize” es el tema que Flaming Lips escogió para su burbujeante turno televisivo, con versos escritos hace once años que hablan, curiosamente, de que «dos científicos compiten / por el bien de toda la humanidad / […] para la cura, que es su premio. / Es tan peligroso, pero ellos están decididos». 

https://www.youtube.com/watch?v=YUCzn_eMFF4&feature=youtu.be

2. Salas vacías

Con diferencias formales según el país, Europa ha ido retomando este mes la oferta de shows en vivo, aunque nunca para audiencias mayores a las cien personas, todas sentadas a distancia, como en Austria. Italia los autoriza con asientos preasignados y dispersos, controles de temperatura en la puerta, pago sin billetes, y mascarillas o pantallas faciales en todos los asistentes y trabajadores. En Holanda y Suecia, a los pocos autorizados para ingresar a teatros y bares se les toman los datos de contacto en caso de que se descubra a posteriori que alguien ingresó contagiado. Se acabaron los baños abarrotados después del show, por supuesto. 

Quizás sea más sensato ahorrarse complicaciones y tocar ante una sala vacía, como lo hizo Jorge Drexler en marzo en Costa Rica, la (muy recomendable) cantautora Laura Marling este mes en una capilla de Londres y orquestas europeas diversas, incluyendo a la Filarmónica de Berlín. Todo con transmisión por streaming, por supuesto, a veces con acceso pagado y bien pagado (fue un récord de ganancias el que al respecto obtuvo el grupo k-pop SuperM desde Corea del Sur y sus dos millones de tickets de acceso vendidos). En México, dos grandes recintos, en el D.F. y en Guadalajara, figuran hoy cerrados a público pero con la implementación técnica necesaria para streamings continuos de música previo pago de los interesados, acaso como un nuevo cauce de trabajo que durará más allá de la emergencia.

3. Autoconciertos

Habrá quien le vea la gracia a asistir a un concierto sin bajarse del auto: caderas sobre el asiento, coreo a solas, flirteo imposible. Allá ellos/as. Lo que parece improbable es que los músicos y DJs lleguen alguna vez a acostumbrarse a cambiar los aplausos por bocinazos como sonido de aprobación, como ya está sucediendo en los «autoconciertos» organizados desde abril en Dinamarca, y contagiados luego a Estados Unidos, México, Alemania y Canadá, entre otros países. Se paga al entrar, se estaciona después y frente al escenario se sintoniza una radio que acerca el sonido en vivo sucediendo al otro lado del parabrisas. Los guardias a cargo de seguridad quedan felices: hasta los incidentes desaparecen. Algunos cantantes country, como Keith Urban, han anunciado ya una gira de autoconciertos durante el verano estadounidense. Según reciente nota en La Tercera, las productoras chilenas comienzan a considerarlo.

4. Dentro de videojuegos

Incluso antes de la pandemia se venía hablando del potencial de negocios en la música virtual, fuese a través de hologramas o en sitios digitales levantados especialmente para ello. La cancelación de conciertos y festivales ha acelerado en estos días el interés por que la música en vivo encuentre un espacio nuevo en internet, incluso al extremo de ubicarla dentro de videojuegos, como ya está pasando con recitales en Fortnite y Mindcraft. Es todo lo extraño que parece: tras el cruce de un portal de acceso, el usuario avanza por el mundo virtual hasta llegar a un recinto en el que el avatar de un  músico especialmente convocado a la cita despliega un set de canciones de sonido adaptado a la plataforma. Los diez minutos que duró el turno del rapero Travis Scott en Fortnite, a fines de abril pasado, tuvieron más de 12 millones de espectadores en simultáneo (las repeticiones, muchos más), y establecieron una marca en torno a la cual ya se abre el apetito de productores, diseñadores digitales y programadores. Se habla de conciertos más frecuentes, interactivos y precisos (en 3D, por ejemplo); capaces de acercar no sólo a estrellas vigentes (en sets pregrabados o en vivo) sino también a músicos muertos. Dentro de un videojuego sí es posible asomarse a ver qué tal los Beatles en The Cavern, por ejemplo, por qué no. 

5. Por encargo

En Stutgartt, Alemania, dos orquestas estatales han comenzado a ofrecer conciertos de aporte voluntario «uno a uno», con sus músicos dispuestos para interpretaciones solistas frente a audiencias unipersonales y al aire libre. Es un trato privilegiado, sólo entendible por las circunstancias y sus necesidades, tal como la reactivación de recitales por encargo que de modo intermitente han animado desde veredas de Santiago cumpleaños de personas en encierro. Antes de viajar a México, a inicios de mes, el baladista Juan David Rodríguez reunió fondos en un particular tour por estacionamientos de edificios de Ñuñoa y otras comunas, con su voz y amplificación de pistas pregrabadas dirigidas a balcones y ventanas. «La música sí es contagiosa pero de emociones, recuerdos y alegrías», comentó en su cuenta de Facebook al compartir videos como el siguiente.

https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=2813243892228787&id=1580048385548350

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