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Entrevista Canalla

10 de Julio de 2020

Carlos Caszely a sus 70 años: “Yo soy un roto chileno”

Agencia Uno

Desde el confinamiento, el crack repasa siete décadas de vida. Pelé, Maradona, Cruyff, Sofía Loren, la política, la televisión, su bigote. La tremenda vida de un ídolo.

Por

Por la pantalla del computador brota un ídolo de pelo crespo. En la toma de Zoom vemos que se aplasta dos rulos blancos, se estruja la cara y saluda con cara de chino.

-Qué tal- arroja, sonríe y se achina.

En un primer plano on line, mirando fijo, está este héroe nacional. Tiene la cara arrugada por haber vivido muerto de la risa. Es el centro delantero Carlos Caszely quien afirma que es un futbolista para siempre. 

-Es que no soy un ex futbolista.

-¿Qué es?

-Un viejo futbolista sin club.

Cumplió el 5 de julio los 70 años en estado de lucidez: sin fiesta, confinado y en los brazos de María de los Ángeles Guerra, la esposa interminable que el año pasado le hizo una gambeta al cáncer. Llevan 47 años atados en matrimonio. Pasó el cumpleaños junto a ella, tomados de la mano, y a sus cuatro hijos los sintonizó con la tecnología para apagar las velas. Entonces le cayó una lágrima por melancolía.

-El virus…- ruge.

-¿Qué?

-Primera vez que paso así un cumpleaños.

Y le tira una palabrota al Covid-19. Tuvo sesenta y nueve cumpleaños enfiestados y esta vez, en una fecha emblemática, se queda a solas.

-¿Está bien?

-Tengo las rodillas y los tobillos hecho un desastre.

-¿Y la cabeza?

-Funciona.

-¿A qué nivel?

-No sé. A ver, debuté el 10 de febrero de 1967 contra Peñarol. Me acuerdo de las cosas.

Se acuerda de todo, remarca. Estuvo en cuatro clubes, fue apodado El Gerente, fue apodado El Chino, marcó 208 goles por Colo Colo. Una vez le apretó la mano a Allende. Otra vez le escondió la mano a Pinochet. Admite que es de izquierda romántica, aspira a la justicia y a que nadie sea pobre. Se paseó por España luciendo gambetas y unos anteojos negros; y se hizo famoso porque en un solo metro cuadrado hilvanaba una finta. Jamás dejó de vivir perturbado por el penal que falló en 1982. Jamás olvidó esa tarde en que eludió, en el Estadio Nacional, a ocho jugadores perplejos de Botafogo. Y jamás olvidó ese artístico pique al vacío de 1985 que llevó a cabo frente a Brasil.

-Pero, claro, todos me sacan en cara el penal.

-¿Usted no lo olvidó?

-Hasta hoy sueño con eso. Y en la calle hasta las nuevas generaciones siempre me gritan…

-¿Qué le gritan?

-“¡Miren, allá va el huevón del penal!”.

-¿Qué? 

-Eso gritan y, te digo algo, tienen razón.

“Estuvo en cuatro clubes, fue apodado El Gerente, fue apodado El Chino, marcó 208 goles por Colo Colo. Una vez le apretó la mano a Allende. Otra vez le escondió la mano a Pinochet. Admite que es de izquierda romántica, aspira a la justicia y a que nadie sea pobre”.

El huevón del penal, a fin de cuentas, es un crack que ha metido goles con cualquier parte de su cuerpo. Por eso, cuando le tiran el insulto, él se detiene y encara al imprudente. Quién dijo eso, a ver, pregunta a una turba de ociosos. Se para un irónico del montón y el valiente huevón del penal le dice:

-Me perdí ese penal. Fracasé. Pero la gracia es que me he tenido que volver a parar.

Carlos Caszely por Marcelo Calquín

Y entonces a este señor, al huevón que se puso de pie, se le engorda el pecho y opina que fracasar es legítimo. “Yo soy un fracasado. Mírenme. Soy un delantero que, luego de dos Mundiales, no marcó un solo gol”. Y, mírenme, se señala, resucitado. Soy el huevón que se perdió el penal y que derivó en el huevón que se puso de pie.

-Soy entonces el huevón que ahora hace charlas para surgir en la vida- concluye.

¿Qué le gritan? “¡Miren, allá va el huevón del penal!”.

GRANDE ENTRE GRANDES

Jugaba con un short ceñido y la camiseta pegada a la barriga. Residía en el área chica y así, por el mérito de su olfato goleador, fue el mejor jugador de la Copa América de 1979. 

-¿Nunca lo alteró la fama?

-Jamás.

-¿No cedió a la vida ligera?

-Jamás.

-¿Se le acercaron mujeres?

-No lo recuerdo…

Y le sale una risa de felino.

-¿Ha habido algún día en que nadie lo haya reconocido?

-Nunca. Vaya donde vaya.

Se tornó una leyenda por sus goles y por tener un punto de vista. Se hizo conocido en América como un delantero utópico, como Sócrates en Brasil, como Cantona en Francia. Dicen que, en la era Pinochet, lo vetaron de la Roja, justamente por ser tildado de rojo. De todos modos, la fama lo acercó a los mejores del planeta, de toda la historia.

-Sí, bueno, yo un día comí con Pelé en un restaurante.

-¿Cómo es Pelé?

-El Negro es bien para adentro.

-¿Con quién más ha estado?

-Sí, bueno- desliza con modestia teatral-, ese día que Johan Cryff fue a mi casa….

“Sí, bueno, yo un día comí con Pelé en un restaurante“.

-¿Cruyff? ¿El genio holandés?

-Johan, sí, un tipazo. Comimos un día en casa, en España. Era entrenador y quería llevarme al Barcelona.

-¿Algún otro ídolo con el que haya departido?

-He estado con los que yo considero los mejores del mundo. 

-¿Maradona?

-Nos llevamos muy bien.

Años atrás Maradona vino a Chile y concedió una entrevista transpirando. Caszely lo fue a ver a los estudios de TVN y dos guardias le obstaculizaron el paso al Gerente del Gol.

-Carlos Caszely quiere ir a saludar a Maradona, por favor- dijo Carlos Caszely hablando en una tercera persona irritada.

-No está permitido- le dijo un guardia.

-¡Carlos Caszely ubica a Maradona!- insistió Carlos Caszely.

-No puede pasar- señaló el guardia.

Pero Maradona venía por un pasillo escoltado por tres o cuatro cínicos que le alababan la trayectoria y el aro de la oreja izquierda. Y ahí, con el rabillo del ojo, detectó a Carlos.

El dios imperfecto detectó al Gerente.

Carlos Caszely – Crédito: Agencia Uno

-¡Boludos! ¡Dejen pasar al ídolo de Chile!

Y así, Maradona y Caszely, estos dos gigantes de poca estatura, se fundieron en un abrazo. 

-Como te digo- apunta Carlos Humberto desde una pantalla, en pleno Zoom- soy un afortunado desde que nací. Siempre tuve un plato de comida. Tuve a mi viejo que me enseñó a caminar, a trotar, a correr. ¡Soy un agradecido!

Y, con 70 años, la memoria permanece vigente. Así, por citar un ejemplo, ahora recuerda a cinco mil personas, en Antofagasta, corriendo tras él para extraerle un autógrafo. Recuerda el hit melódico que cantó en 1981. La tarjeta roja, la primera del mundo, que recibió por un foul con cojones que aplicó a Berti Vogts, un alemán que por supuesto tenía la mirada helada de un alemán. Y recuerda, por siempre, su puño glorioso, el zurdo, el politizado, que tuvo siempre alzado para festejar sus 805 goles.

-Bueno, y también el fútbol me dio otras cosas…

-¿Una vida saludable?

-No, huevón, la posibilidad de conocer a la Sofía Loren.

-Como te digo- apunta Carlos Humberto desde una pantalla, en pleno Zoom- soy un afortunado desde que nací. Siempre tuve un plato de comida. Tuve a mi viejo que me enseñó a caminar, a trotar, a correr. ¡Soy un agradecido!

-¿Cómo dice?

-¡Era mi amor platónico! Y un día, en un programa, me sentaron junto a ella.

Le vio la pierna izquierda de cerca, un extenso fémur italiano, y se inhibió. No le pudo dirigir la palabra a la estrella. 

-Pero en otra oportunidad bailé con la actriz Ornella Muti.

-¿Era otro amor platónico?

-¡No, huevón, era espectacular no más!

-¿Qué le dijo?

-Qué no le dije. Le dije todo lo que le tenía que decir.

-¿Logró seducirla?

-No te escucho…

-¿Logró seducirla?

-No te escucho…

Y el crack explota en una carcajada con picardía.

-¿Y cuáles son los cinco momentos más importantes de sus 70 años?

No demora un segundo.

-Cuando me casé con la María de los Ángeles y el nacimiento de mis cuatro hijos. Suman cinco.

-¿Y cuáles han sido las tristezas más grandes?

-La muerte de mi viejo el 2000. Las cinco fracturas. Cuando me dejaron fuera de la Roja por mi ideología… Muchas.

-¿Pero se puso de pie?

-Carlos Caszely siempre se vuelve a levantar.

SIN LA PELOTA

No sólo de fútbol viven los románticos: Carlos Caszely desde niño anhela un mundo más justo. Cuando triunfaba en Colo Colo tuvo un encuentro con Salvador Allende. Una fotografía lo inmortalizó estrechando su mano. Años después, cuando triunfaba en la Roja, tuvo un encuentro con Pinochet. Una fotografía lo inmortalizó esquivando su mano.

En sus 70 años de vida ha sido su gesto político más contundente. 

-Al no saludar a Pinochet yo estaba representando al 90% del Chile pensante y democrático.

-¿Cómo ve la política de hoy?

-Compadre, en Chile no hay un solo político de jerarquía desde Clotario Blest…

-¿Nadie se salva?

Y aquí al Chino se le acaba la sonrisa y le surge una arruga en el ceño. A continuación un grito de impotencia del crack nacional:

-¡Pero si ningún político quiere soltar la teta! Porque la teta es muy buena para la política.

“Al no saludar a Pinochet yo estaba representando al 90% del Chile pensante y democrático”.

Y continúa:

-¡Aquí todos corren detrás del dinero! De verdad… ¿por qué el ser humano es tan ambicioso?… no lo entiendo… ¿por qué esa codicia?

Carlos, el 2015, se trasladó a España para ser agregado de prensa en la Embajada de Chile. Se asfixió porque usó corbatas y porque detectó la suciedad partidista de la política. Entonces renunció.

-Nunca más- sentencia.

-¿Qué le pasó?

-Mira, si desde afuera la política se ve sucia; desde adentro yo te digo que la política es una mierda.

-¿Por qué tanto?

-Es lo más asqueroso que he visto. Esas personas son capaces de matar a su hermana por poder.

Opina que el ser humano se tornó egoísta. Y la política perdió su esencia social. Asegura que él ahora es transversal.

-Creo que de los que se salvan están Daniel Jadue y Mario Desbordes.

“¡Aquí todos corren detrás del dinero! De verdad… ¿por qué el ser humano es tan ambicioso?… no lo entiendo… ¿por qué esa codicia?”

Días atrás debatió con José Antonio Kast y lo forzó a pronunciar la palabra “dictadura”. Sospecha que los partidarios de Kast se deben haber enojado con el encuentro.

-Deben estar diciendo: ¿Qué hace José Antonio con ese roto?- ríe.

Carlos Caszely – Agencia Uno

-¿Usted es un roto?

-Claro que soy un roto.

-¿Por qué es roto?

-Porque soy del pueblo. Porque soy un roto chileno. 

Y el roto chileno con más goles de Chile un día, atraído por su desplante, por la coquetería achinada, trabajó en televisión. Pelo corto, rulos domados, bigote con brillo y un micrófono para opinar de fútbol.

-¡Pero la tele es súper complicada!

-¿Es un mundo artificial?

-No tengo idea.

“Mira, si desde afuera la política se ve sucia; desde adentro yo te digo que la política es una mierda”.

-¿Las personas se tornan objetos?

-¿Ah?

-¿Hay un exceso de ego?

-¡Muchísimo ego! Y para triunfar tienes que hacerles regalos a tus jefes. Y los directores de los canales son rarísimos.

-¿Excéntricos?

-Raros. Son raros.

-¿Y qué pasó? ¿Por qué no siguió?

El astro traga saliva, acomoda su silla.

-Bueno, es que un día me dijeron… que me tenía que cortar el bigote…

Carlos Caszely – Agencia Uno

-¿Qué? 

-Me trataron de obligar.

Ocurre que se le acercó una asesora de imagen y le susurró con cautela:

-Carlos, papito, te tienes que afeitar el bigote.

Carlos casi se desmaya.

-¿Cómo?- atinó a responder.

-Es para que te veas mejor- le insistieron.

El ídolo sacó la voz.

-¡Carlos Caszely no se afeita el bigote!

-Es por tu bien- acotó la asesora.

-¡Carlos Caszely es su bigote! ¡Renuncio!

“Creo que de los que se salvan están Daniel Jadue y Mario Desbordes”.

Hoy el héroe chileno sigue luciendo ese bigote ancestral. Pero la duda es legítima.

-¿Cuál es su obsesión con el bigote?

-El bigote es mi vida.

-¿Tan así, Carlos?

-Tal cual. Y, más encima, este bigote cumple 50 años.

FRENTE AL ESPEJO

Son 70 años de vida, 50 años de bigote, casi mil goles. Una sola esposa, cuatro hijos y siete nietos.

-Creo que la gente quiere mucho a Carlos Caszely.

-Perdone, pero, ¿por qué habla en tercera persona?

-¡Porque me encanta! Se lo escuché a alguien una vez y me gustó mucho…

-¿Y Colo Colo?

-No, no. En estos momentos estamos en otra. Sólo pienso en ayudar a la gente en esta pandemia… 

-¿Cómo resume sus primeros 70 años de vida?

-Un deportista con conciencia social. 

En tres horas más será abuelo por octava vez. La última lesión de este goleador fue una lesión lumbar por un nieto que se le colgó de improviso en la nuca. Admite que el cuerpo se torna frágil. A veces, opina Caszely, se analiza en el espejo y ve un drama:

-Veo a un viejo de mierda- relata con espanto, como si fuera menor de edad.

-¿Qué ve en concreto?

-A un huevón de pelo blanco- prosigue, todavía asombrado.

-Es usted, Carlos…

-¿Ah?

-Ese señor es usted.

Se revisa la anatomía y comprende que se le ablandaron los bíceps. El estómago pugna por expandirse. Parece que la estatura se le redujo en dos centímetros. Son 70 años, el otoño del artillero, el estado de la serenidad. 

-He sido muy feliz- confiesa tranquilo.

En su mente, dice, tiene 20 años y, tal vez, aún se figura que es el explosivo, el 9 que donde pone el ojo pone la finta. Ocurre, sin embargo, que el viejo del espejo es el legendario Caszely.  

-Sí, soy un viejo- se resigna.

-…

-… pero puta que es simpático ese viejo- y ahí, otra vez, le aparece la famosa carcajada. La risa del crack que no tiene edad. 

“Se revisa la anatomía y comprende que se le ablandaron los bíceps. El estómago pugna por expandirse. Parece que la estatura se le redujo en dos centímetros. Son 70 años, el otoño del artillero, el estado de la serenidad”.

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